Arte Islámico Del Siglo X

Introducción

Estamos ante una obra enmarcada en la época del califato fatimí presente en el norte de África entre los años 909 y 1171, a continuación del aglabí (de creencia sunní), califato al que sustituye. Sus fieles siguen a Fátima, Alí y sus descendientes (de los quienes surge la rama chií del islam). Con capital la actual ciudad de El Cairo. En el siglo X convive con los otros dos grandes califatos los cuales son el Abasí y el cordobés.

Descripción de la obra, extraída del sitio web Museum with no frontiers: El cuenco de cerámica está pintado con brillo monocromático y muestra una jirafa con su novio junto a un árbol sobre un fondo lleno de paneles de contorno decorados con el llamado diseño de ojo de pavo real. Las jirafas eran consideradas animales exóticos y prestigiosos y desfilaban en celebraciones del festival.

Desarrollo

Los almohades estuvieron durante los años 1146 y 1269. Fue un movimiento religioso rigorista encabezado por Ibn Tumar, bereber del sur de Marruecos. Los almohades dominaron en el norte de África (con capital en Marrakech) y cruzan el estrecho ante la llamada de los musulmanes de andalusíes. Su avance era imparable hasta que los cristianos ganaron la batalla decisiva de 1212, en Las Navas de Tolosa. A partir de este momento vendrá la decadencia para el dominio islámico en la península ibérica. Trajeron al arte los Mocárabes. Podemos encontrar estos elementos decorativos en la Alhambra de Granada.

Descripción de la obra, información extraída de la web oficial del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera en el apartado dedicado al Museo Arqueológico Municipal: “Estuvo situada en el arco superior de la Puerta del Real, una de las cuatro vías de ingreso a la medina de Jerez en época islámica. El texto es religioso, en la línea de los almohades. Cuya traducción ensalza la figura de Alá y el profeta Mahoma”.

Los arabistas españoles fueron creadores de un grupo elitista y aislado, reprimidos por la censura o forzados a trabajar bajo condiciones de graves penurias durante el siglo XIX. Casiri, un sacerdote maroní sirio, fundador de la tradición arabista tradujo las inscripciones árabes de la Alhambra y por orden del rey Fernando VI realizó un catálogo de manuscritos árabes que pertenecían a la biblioteca de El Escorial en el que decidió incluir en dicho catálogo pasajes de los textos de El Escorial en el árabe original y su traducción latina, resultado de este trabajo fue una fuente esencial de información relativa a Al Ándalus en Europa.

Al final, Casiri fue mentor de una gran cantidad de arabistas jóvenes que harán con puestos en las universidades. Dentro del arabismo español se adoptaron firmes posiciones ideológicas bastante temprano y no hubo una obra que lograra ser un logro admirable hasta que José Antonio Conde publicó la Historia de la dominación de los árabes en España en torno a 1820 – 1821. Este autor, afrancesado, fue obligado a darse cuenta de un exilio tras la Guerra de Independencia.

López García expone que su obra toma partido por lo árabe desde un repudio hacia lo español. Conde fue pionero en reconocer la literatura aljamiada de los moriscos. Gayangos fue el primer catedrático de árabe en la Universidad Central de Madrid y fue mentor de toda una generación de arabistas contribuyó de manera sobresaliente al arabismo español con una traducción de la Historia de las dinastías musulmanas en España (1840-1843) de al-Maqqari.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX penetró el arabismo en círculos de intelectuales que intentaron rebatir la valoración del período bajo dominio musulmán personas destacadas de ideología conservadora, en los que personalidades como el Barón de la Joyosa quien recurrirá a estereotipos despectivos de fanáticos o intolerantes ante cualquier valoración positiva de su impacto en la península. El duque Evaristo San Miguel alabó la labor de Conde, contribuyendo y demostrando que los árabes trajeron la civilización. 

En una lucha en la que confrontaron diferentes conceptualizaciones del pasado se atenuaron con la distracción que supuso la guerra hispano-marroquí. Eso sumado a la inestabilidad política desde la revolución gloriosa para exiliar a la reina Isabel II que durará hasta la llegada del rey Alfonso XII. Eduardo Saavedra en su discurso de entrada en la Real Academia Española en 1878 adoptó una postura pro morisca moderada en la que afirmaba, por medio de los textos aljamiados que los moriscos lograron integrarse en la sociedad cristiana.

Por otro lado, Antonio Cánovas, conservador y primer ministro durante los primeros años de la Restauración, consideró que la compasión por los moriscos era una insensatez, ya que estos y los cristianos se odiaban mutuamente y que su expulsión fue un acto democrático en respuesta a la voluntad popular, que en realidad lo disfrazaba de democrático para justificar sus propias maquinaciones políticas. Desde los 60 del siglo XIX hasta el final de siglo destacarán dos figuras en el arabismo español. Francisco Fernández y González, del movimiento liberal krausista tenía una idea de modernización del país mediante una combinación entre razón y espiritualidad que defendía la reforma educativa y la tolerancia religiosa. Y Francisco Javier Simonet. 

Fernández y González defendió a ultranza los logros históricos y culturales de Al Ándalus. Mientras que Simonet, un devoto católico y anti krausista que dedicó su carrera a promover que los grandes logros de Al Ándalus podrían atribuirse a cristianos o conversos musulmanes de origen estrictamente español. Iba más por la herencia semítica, quedando Simonet como un arabista que detestaba a los árabes, ya que hacía demasiada alusión a términos como español o raza española para referirse a los mozárabes responsables de las contribuciones de Al Ándalus a la civilización mundial, por lo tanto, la Academia de Historia publicó su trabajo de forma póstuma, ya que recibió en su momento la negativa por sudén hacia los árabes y recurría a inflar al extremo los logros mozárabes. 

Caso contrario ocurre con Fernández y González quien realizó su trabajo sobre los mudéjares, homólogos de los mozárabes en territorio cristiano, y resultó galardonado y publicado por la Academia. Revistas de cultura general de gran tirada proporcionaron diferentes visiones dentro del arabismo español y las revistas ilustradas, las cuales contenían imágenes de monumentos hispanoárabes como la torre de la Giralda de Sevilla y la Alhambra de Granada fomentó el turismo hacia ciudades como Granada, quienes iban de turismo era de gente clase acomodada, ya que podría pagar el ferrocarril,

Conclusión

Desde mi posición, el autor que me da mayor simpatía es Francisco Fernández y González, ya que explica la historia de al Ándalus que personalidades de creencia cristiana e islamófoba pretendían aislar y atribuir mayor grandeza a los mozárabes por el simple hecho de ser cristianos. Como Conde dice en el texto: no es ni la primera ni la última ocasión en que se convoca el pasado medieval español para comentar el presente esta cita la empleaban en su mayoría las personalidades anteriormente indicadas que estaban relacionadas en su mayoría con la ideología conservadora y hacían uso del pasado medieval español, sobre todo para atribuir grandeza a las áreas de influencia cristiana, como los núcleos de resistencia, su cultura y sus batallas hacia el mundo musulmán de la península. 

Junto con el incorrecto uso de la opinión democrática de Cánovas del Castillo, quien usaba la palabra democracia para justificar sus intereses políticos camuflados en la ‘voluntad popular’. Para concluir, no entiendo por qué desprestigiar la herencia que nos dejó para la historia casi ocho siglos de dominio musulmán, en el lugar de estar orgullosos de tener tan gran legado en lo que a los hechos de la Historia respeta.

03 Jun 2021
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