Conexión Comunitaria Como Fenómeno Social

 

Se pretende argumentar el estado y validez de lo comunitario como concepto que permite describir, analizar y encausar ciertas relaciones y dinámicas sociales contemporáneas. En un contexto de fragmentación de la vida social, livianización de las relaciones personales, individualización y homogeneización. Nos encontramos en un periodo de crisis y agotamiento de las seguridades que en otros tiempos nos sirvieron para interpretar e intervenir la vida social. Teorías, métodos de investigación, políticas sociales y culturales no logran dar cuenta ni encausar eficazmente procesos y realidades que otrora eran pensados o conducidos fácilmente. La crisis de las ciencias sociales y el desmonte del Estado de Bienestar, junto a los vertiginosos cambios asociados a la globalización y la expansión mundial del capitalismo, así como el descrédito de las utopías que buscaron superarlo, han puesto en sospecha las certidumbres que predominaron durante décadas.

La efervescente complejidad de lo social siempre desborda los ordenamientos que los Estados y las ciencias sociales han creado para explicarlo y controlarlo. Por ello es necesario reconsiderar críticamente categorías que, pese a seguir siendo utilizadas y haberse incorporado al lenguaje común, se han venido erosionando, perdiendo o redefiniendo su capacidad analítica y propositiva. Es el caso de los conceptos de comunidad y de lo comunitario.

Las referencias a la “comunidad” y a lo comunitario son comunes en los discursos de políticos, planificadores, activistas sociales y educadores; expresiones como “comunidad universitaria”, “comunidad escolar”, “comunidades científicas” y “comunidad mundial” dejan ver la atonía con que se le usa; más que un concepto, “comunidad” se ha convertido en un imagen que es más lo que oculta que lo que permite ver, pues tiende a identificarse con formas unitarias y homogéneas de vida social en las que prevalecen intereses y fines comunes.

Generalmente asociada a un territorio (local, regional, nacional e incluso internacional) esta imagen idealizada e ideologizada de comunidad, invisibiliza las diferencias, tensiones y conflictos de la vida social; al naturalizar “la comunidad”, se asume como realidad evidente y “transparente” y por tanto, incuestionable; en ese sentido, se “va a la comunidad”, se hablar a nombre de “la comunidad”, se hace ‘trabajo comunitario’, se impulsa la “participación comunitaria” o el “ desarrollo “comunitario”. Por ello, la expresión ‘comunidad’ genera reacciones encontradas: para unos despierta entusiasmo y simpatía al evocar idílicos esquemas de vida local unitaria; para otros, genera sospecha y escepticismo al ver en ella una noción anacrónica heredada de un cristianismo ingenuo o un populismo romántico superado por la sociedad moderna; otros, incluso la ven como una ideología al servicio de poderes totalitarios o integristas.

En el contexto de los rápidos y radicales cambios que introdujeron las revoluciones francesa e industrial, uno de los debates constitutivos de la sociología fue el referido a la comunidad, ya fuese como realidad empírica, como concepto o como valor social; lo comunitario se diferenciaba y se oponía a los nuevos vínculos y valores que la vida urbana moderna y la economía capitalista iban imponiendo desde su generalización en el siglo XIX. Mientras en las sociedades tradicionales la vida colectiva se articulaba en torno a lazos afectivos basados en el parentesco, la proximidad territorial, la identidad étnica o la afinidad de sus convicciones, en las ciudades modernas y el mundo de los negocios, la relación social era abstracta: se sustenta en contratos entre individuos, en acuerdos de intereses basados en la utilidad. Pensadores con posiciones ideológicas tan disímiles como Marx, Proudhon y Comte, coincidían en reconocer que la expansión de la modernidad capitalista, a la vez que desarticulaba los vínculos y valores comunitarios, necesariamente impondría su racionalidad en las demás esferas de la vida colectiva.

El joven sociólogo alemán Ferdinand Tönnies (1887, 1931) introdujo el empleo de la noción de comunidad como categoría analítica en su libro “Comunidad y sociedad”, entendidos como modos de relación social “típicas” y no como esencias o realidades empíricas. Lo comunitario (gemeinschaft) se refiere a un tipo de relación social basado en nexos subjetivos fuertes como los sentimientos, la proximidad territorial, las creencias y las tradiciones comunes, como es el caso de los vínculos de parentesco, de vecindad y de amistad; en lo comunitario predomina lo colectivo sobre lo individual y lo íntimo frente a lo público.

Por su parte, la expresión “gesellschaft” (traducido como asociación o sociedad, en el sentido de empresa comercial) es considerada como un tipo de relación social, caracterizado por un alto grado de individualidad, impersonalidad, contractualismo y procedente del mero interés y no de los fuertes estados subjetivos de los lazos comunitarios; la esencia de la gesellschaft es la racionalidad y el cálculo, por eso la empresa económica y la trama de normas e instituciones del Estado moderno son los mejores ejemplo de ‘sociedad’. En fin, el advenimiento y expansión de la racionalidad moderna y capitalista serían el paradigma del modo de relación señalado.

La diferencia fundamental entre gemeinschaft y gesellschaft se sintetiza en que en aquella los seres humanos “permanecen esencialmente unidos a pesar de todos los factores disociantes”, mientras en esta, “están esencialmente separados a pesar de todos los factores unificadores”. Pero dado su carácter de tipos ideales, lo comunitario y lo societario no son inherentes a una época o colectivo social determinado; en consecuencia, vínculos comunitarios y societarios tampoco son excluyentes empíricamente, es una relación en la que la actitud de la acción social se inspira en el sentimiento subjetivo de los partícipes de constituir un todo; los vínculos comunitarios también generan un sentido de pertenencia basado en “toda suerte de fundamentos afectivos, emotivos y tradicionales”.

En conclusión, tipos de acción e identificación comunitaria va más allá del marco de lo tradicional, de local y de lo inmediato; se trata de las asociaciones y movimientos constituidos intencionalmente como defensa y alternativa a la dominación del capital y del Estado; allí no sólo convocan las necesidades o adversidades comunes, sino el propósito explícito de superarlas con la acción organizada y en función de unos valores compartidos.

Nos estamos refiriendo a comunidades intencionales que “surgen por la decisión de un grupo con el propósito deliberado de reorganizar su convivencia de acuerdo a normas y valores idealmente elaborados, en base a credos o a nuevos marcos sociales de referencia”. Dentro de estas comunidades de discurso consideramos tanto a las generadas en torno a las ya clásicas demandas económicas) en torno a la propiedad, la producción y el consumo (por ejemplo los movimientos campesino, obrero y urbano) como a las nuevas tensiones e inconformidades generadas por la expansión capitalista a todas las esferas de la vida social; algunos autores explican la emergencia de estos “nuevos movimientos sociales” que construyen nuevas comunidades de comunicación y sentido, por la colonización del mundo de la vida por parte de las lógicas económicas y de poder modernas; los nuevos conflictos surgen por la intersección entre sistema y mundo de la vida cotidiana:

“La práctica de los movimientos alternativos se dirige contra la instrumentalización del trabajo profesional para fines de lucro, contra la movilización de la fuerza de trabajo por presiones del mercado, contra la compulsión a la competitividad y el rendimiento (…); también contra la monetarización de los servicios, de las relaciones y del tiempo, contra la redefinición consumista de los ámbitos de la vida privada y de los estilos de vida personal”.

Mientras en las comunidades tradicionales el referente subjetivo es la memoria colectiva, en las comunidades intencionales las necesidades son reelaboradas como derechos y reivindicaciones; entran en juego además los proyectos y visiones de futuro, así como las utopías, las ideologías y los valores compartidos. En las dinámicas asociativas, las redes y los movimientos sociales nos situamos en el plano de los proyectos como conciencia de transformar lo deseable en posible y desplegar prácticas para lograrlo.

Webgrafía

  1. https://www.researchgate.net/publication/321055672_Vinculos_comunitarios_y_reconstruccion_social
  2. https://ehu.eus/ojs/index.php/papelesCEIC/article/
10 May 2021
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