Diario De Campo En El Taller De Cocina Del Curso 2019-20

Observación General

Hoy hemos realizado el taller de cocina junto con los alumnos/as de cuatro y cinco años y con algunas de las madres de estos. Para ello, nos hemos desplazado a un aula que se localiza al principio del primer pasillo a la derecha. Esta clase tenía forma rectangular y la puerta se situaba en la esquina inferior derecha. Al entrar, nos encontramos en el fondo izquierdo de la clase, una mesa grande donde se situaban todos los ingredientes y utensilios necesarios que estaban siendo manipulados por las mujeres para hacer las galletas. A la izquierda de esta y pegado a la pared, se localizaba una mini cocina compuesta por un horno, un fregadero y una encimera. A la derecha de la mesa grande, pusieron una mesa pequeña de un aula para colocar la masa encima e ir haciendo las distintas figuras. En mitad del aula, se localizaban una fila de mesas juntas y cubiertas por un mantel, rodeada de sillas para que los alumnos/as de los diferentes grupos se sentaran. Enfrente de la puerta, a la derecha se ubicaba un fregadero a media altura y junto a él diferentes mesas. En frente del aula, había varias ventanas y se colocó debajo de una de ellas, una silla que sujetaba una cafetera. Al lado de la puerta se encontraba una papelera. En el aula se encontraban dos madres lactantes, una de ellas con otro niño de unos dos años aproximadamente. En total habría unas siete u ocho madres, quince alumnos/as y unos ocho maestros/as.

Observación focalizada

Al llegar al centro me encontré con la profesora Cristina junto a los niños de 3 años, debido a que Rocío aun no había llegado. En ese momento no había ningún alumno de 4 años. Tras esperar un rato y ver que no venía ningún niño/a más, se formó una fila y siguiendo el camino del pasillo, nos dirigimos al aula de 5 años, ya que las maestras tenían que hablar entre ellas para organizar la actividad que se iba a llevar a cabo. Una vez en la clase, los niños/as se pusieron a jugar, desayunar, hablar,…. Mientras que las profesoras hablaban, me quede pendiente de los alumnos/as y a veces me asomaba a la puerta por si venía alguno/a más, para indicarle donde estábamos. Durante ese tiempo se incorporaron al grupo 3 alumnas de 4 años y 2 de cinco años. Pasado un rato, la profesora Rocío llegó y se llevo a sus alumnos/as a su respectiva clase. Cuando se marcharon, se procedió a llevar a cabo la asamblea.

En dicha asamblea participaron los alumnos de cinco años junto con los de cuatro años, puesto que no era muy numeroso el grupo. Se comenzó la asamblea como de costumbre cantando la canción introductoria y después se procedió a pasar lista. En mitad de la asamblea, escuché portazos, risas y chillidos de la clase de enfrente (3 años) y le pregunté a Cristina que si me podía ir a ayudar a la maestra Rocío, ya que ese grupo estaba controlado y el otro parecía que no. Sin dudarlo me dijo que por supuesto y al salir de clase vi a dos alumnas correr de un lado para otro mientras la profesora Rocío hablaba con una de las madres. Me indicó que si podía cogerlas y traerlas al aula. Las llamé y les dije que se fueran al aula que íbamos a jugar a las casitas (es a lo que más juegan) entre tanto la profesora acababa. Al oírlo, ambas salieron corriendo para la clase y colgaron sus mochilas en sus respectivos lugares. Les indique a los alumnos/as que si querían desayunar, se sentaron y les repartí el desayuno.

Cuando Rocío acabó, le contó a los alumnos/as que es lo que iban a hacer ese día en el taller de cocina. Con motivo de la cercana festividad de “Halloween”, los niños/as de tres, cuatro y cinco años, iban a cocinar, junto con algunas de las madres, galletas con diferentes formas como por ejemplo de fantasma o calabaza. No se realizó asamblea con los más pequeños debido a que no daba tiempo. A medida que los alumnos/as iban terminando, podían jugar un rato con la plastilina o con los diferentes juguetes que se hallaban en el aula. En la clase, se encontraba una alumna que se había incorporado en las últimas semanas y que había asistido muy poco al colegio. Pude observar que no se separaba de la profesora y que no hablaba ni jugaba con sus compañeros/as pero que si compartió sus patatas fritas cuando estos le pidieron. Un tiempo después, les indicamos a los alumnos/as que tenían que ir a lavarse las manos para realizar el taller de cocina. Se pusieron en fila y mientras que yo le remangaba las mangas, la maestra iba echándole jabón.

Cuando todos estuvieron listos, se pusieron de nuevo en fila y nos dirigimos por el pasillo a un aula cercana a la entrada del colegio, que era el lugar donde se encontraban las madres realizando y amasando la masa de las galletas. A medida que iban llegando los alumnos/as, los íbamos colocando de forma mezclada intentando no sentar junto a los que normalmente se pelean o se molestan entre sí. En total había 15 alumnos/as y un niño de dos años, que era hermano de una alumna de 4 años, que también participó en el taller al encontrarse allí su madre cocinando. En medio de la fila de mesas, se colocó un papel continuo a forma de mantel y tres paquetes de galletas sin abrir. Los niños/as empezaron a coger los paquetes y algunos le pegaban golpes y otros intentaban abrirlos. Al final se les retiraron los paquetes. Lo primero que tenían que hacer los alumnos/as, era mojar una galleta que se le iba a proporcionar, en un cuenco que contenía natillas y luego poner la galleta encima de la mesa dejando la zona que no estaba manchada bocabajo. Más tarde se le iban a dar dos “lagrimas de chocolate” para que lo utilizaran como ojos. Mientras algunas profesoras repartían las galletas y el chocolate, otras les ayudaban a mojarlas o les hacían fotos. Las madres de estos, entre tanto seguían elaborando la masa y preparándola. Cuando todos terminaron la actividad, se les dio el visto bueno para que se la comieran. En el momento en el que acabaron, algunos se fueron a lavar las manos y se le dio la vuelta al papel continuo ya que estaba muy manchado y no tenían más. El niño de 2 años al ver como los demás se lavaban las manos, quiso hacerlo también. Para ello cogió una silla y se subió a ella pero no sólo se lavó las manos si no que se puso a jugar con el agua. Lo vi e inmediatamente cerré el grifo, bajé al niño de la silla, la cogí y la deje en otro lugar de la clase. Unos minutos más tarde volvió a hacerlo de nuevo, le reñí y volví a hacer lo mismo que en la vez anterior a excepción de que puse una mesa en medio para que no pudiera llegar. Pasado un tiempo, observé que tanto el niño como su hermana habían cogido un guante cada uno y que tenían intención de llenarlo de agua. Para ello quitaron entre ambos la mesa y se predispusieron a llenarlo. En ese momento la madre los vio, les pegó un cate en el culo y los sentó en una silla. Me indicó que le riñera todo lo que hiciera falta y que si no hacían caso que se lo dijera a ella. En el aula también se encontraban dos bebés, una niña y un niño. La madre del niño le dio el bebe a mi compañero para que ella pudiera seguir cocinando. En cuanto a la niña, fue de brazo en brazo entre las maestras y las madres presentes. Al final me dijeron que si la podía coger un rato ya que en el carro no paraba de llorar. La cogí y me puse a dar vueltas por la clase jugando con ella e interactuando con los alumnos/as. Mientras unas madres realizaban pequeñas bolas con un trozo de masa, otras empezaban a realizar diferentes formas de galletas empleando moldes. La segunda actividad consistió en coger una bola de masa, aplanarla con un rodillo y con un molde realizar la figura deseada. Como solo había cuatro rodillos, los alumnos/as iban haciéndolo por turnos con ayuda de sus madres o de las maestras. Al principio, observamos que si se ponía la masa directamente sobre el papel continuo, esta se quedaba pegada y era difícil de quitar. Se le echó un poco de harina y en esa ocasión la masa no se pegaba al papel pero si al rodillo. Al final se optó por proporcionarle un trozo de papel de plata a cada alumno para que pusieran la masa encima y se le echó harina tanto al papel como al rodillo. Mientras los alumnos/as terminaban, las madres iban horneando las galletas que previamente habían realizado. Alguno de los niños/as se cansaron y sus madres terminaron al final haciéndole las galletas. A medida que iban terminando, se le iban haciendo las últimas fotos y se iban pasando las galletas a bandejas para luego hornearlas. Cuando todos los alumnos/as habían realizado al menos una galleta, se predispuso a formar tres filas diferenciadas por los grupos de edad y a volver cada uno a su respectiva aula. Me volví a ir con los niños/as de tres años para ayudarle a Rocío.

Una vez en la clase, la maestra le indicó que se sentaran en el lugar de la asamblea que iban a leer un cuento. La alumna nueva se quedó mirándome sin decir nada, le cogí la mano y la lleve al lugar de la asamblea. Como aún no tenía barco (los alumnos/as se sientan encima del dibujo de su barco), la cogí y la senté entre mis piernas. La profesora les dijo que iban a leer el mismo cuento que el día anterior habían sacado de la biblioteca del barrio, les preguntó que si les había gustado ir hasta allí y si recordaban el nombre de la bibliotecaria. Tras esto, le enseñó el cuento que se titulaba “las 10 gallinas”, lo puso de forma que lo pudieran ver ellos a la misma vez que la maestra iba leyéndolo. A medida que iba leyendo el libro, iba interactuando con los alumnos los cuales imitaban los gestos que ella hacía o las palabras que les indicaba que tenían que repetir. Al finalizar el cuento, les preguntó uno por uno, mostrándole la portada del cuento donde aparecían gallinas de distintos colores, que cual era la gallina que más le gustaba según su color favorito. Después, les dijo que iban a cantar una canción que ellos eligieran. Una de las alumnas levantó rápidamente la mano y dijo que quería cantar la canción titulada “yo tengo una casita”. El resto de compañeros estuvo de acuerdo. A medida que se iba cantando la canción había que realizar varios movimientos. Cogí las manos de la alumna que tenía encima y las fui moviendo siguiendo el ritmo de la canción intentando que esta participara en el grupo. Cuando la canción terminó, la maestra les preguntó que si tenían hambre y todos dijeron que querían la galleta que habían realizado. La profesora les explicó que se estaban haciendo en el horno y que cuando estuvieran listas, las madres iban a ir clase por clase repartiéndolas. Se sentaron en las sillas y mientras la profesora les daba la comida, yo fui repartiendo las botellas de agua. Al finalizar, los alumnos/as recogieron los envoltorios, lo tiraron a la papelera y se pusieron en la fila para ir al recreo.

Reflexión teórica

Vygotsky es uno de los representantes más conocidos de la teoría sociocultural, una de las teorías que más importancia otorga a la interacción humana y el aprendizaje social. Esta afirma que cada persona, instruida o no, desarrolla competencias que aprende de los miembros más hábiles de la sociedad, que son tutores o instructores en un aprendizaje del pensamiento. Según la teoría sociocultural, este aprendizaje del pensamiento es un proceso por el cual los aprendices desarrollan competencias cognitivas realizando sus tareas con miembros más experimentados de la sociedad (generalmente son los padres y maestros), que cumplen la función de mentores.

La zona de desarrollo próximo es la distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver de manera independiente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía del adulto o en colaboración con otro compañero más capaz.

En cuanto al andamiaje, inicialmente personas más diestras ayudan, guían la actuación en la tarea con apoyos y retos controlándola (heteroregulación), cediendo el control paulatinamente al aprendiz (autoregulación), para que se apropien de la solución interiorizándola.

Ejemplos llevados a cabo en el centro escolar:

  • Los alumnos/as tienen diferentes juguetes en el aula, entre ellos varios puzles encajables de madera con diferentes figuras y formas. Relacionando la teoría incluyendo el andamiaje con el ejemplo, la maestra al principio le indica que se fije en las diferentes formas que tienen las figuras. Le explica que cada una de ellas, solo puede ir en un lugar, es decir, cada figura solo encaja correctamente en un sitio asignado si la colocas de manera adecuada. Así mismo, le dice que si se fija en el dibujo plasmado en la madera le será más fácil encajar las fichas. Tras esto, el alumno empieza a manipular las fichas cogiéndolas e intentándolas meter en los diferentes huecos. La profesora le va guiando indicándole que tiene que girar la mano para colocar bien la figura, que ese no es el lugar que le corresponde a esa ficha, … pero desde lejos, dejando al niño/a que sea él/ella quien lo construya. Al principio le ayuda más pero cuando este vaya realizando la actividad de manera adecuada, el apoyo irá disminuyendo de forma que el alumno termine el ejercicio sin ayuda para que este aprenda el mecanismo y lo interiorice.
  • Queremos que los niños/as aprendan a colorear un dibujo de manera adecuada. Estos ya tendrá las herramientas para ello, pero con ayuda de un adulto, podrán empezar a mejorar a colorear dibujos y figuras al seguir las directrices del adulto el cual le indicará la forma correcta de hacerlo y observara como lo realiza el niño/a guiándolo y ayudándolo si fuera necesario. El niño/a tras un tiempo interiorizara el aprendizaje de manera que lo podrá hacer de manera independiente.
  • Para que los niños aprendan a sumar de forma básica partimos de la base de que ya conocen los números del uno al diez y saben ordenarlos. Al comienzo la maestra con ayuda de diferentes objetos como lápices, pelotas,… les va mostrando materiales agrupados en dos grupos, por ejemplo, en un grupo hay tres objetos y en otro uno. Les da unas cartulinas donde aparecen los números y estos tienen que colocar el número correspondiente debajo de cada grupo de manera que el número tres quede debajo del primer grupo y el número 1 debajo del segundo. Tras esto les dice que cuenten los números sumando todos los objetos de manera que tendrán que decir el número cuatro. Esto se realiza varias veces con diferentes materiales con ayuda del adulto el cual va disminuyendo su apoyo a medida que percibe que los alumnos/as están interiorizando el aprendizaje

Reflexión personal

Para empezar quiero destacar que me ha gustado mucho el haber realizado el taller de cocina junto con algunas de las madres de los alumnos/as. A mi parecer, creo que esto mejora la relación entre profesorado-familia-alumno. Así mismo, me parece una idea genial el juntar a los grupos de tres, cuatro y cinco años, ya que son los que comparten el recreo juntos, y al realizar esta serie de actividades de manera grupal, los alumnos/as interaccionan entre sí, se mejora la cohesión grupal, el compañerismo, el respeto,… en definitiva se mejora la convivencia y se reducen las peleas. Tras haber observado durante cuatro sesiones y respecto a la asamblea, pienso que esta es muy monótona, es decir, todos los días realizan lo mismo. Durante esta, muchos niños dicen las cosas de memoria incluso antes de que la maestra se lo indique. En mi opinión, creo que estos se estancan en cuanto a su aprendizaje y no avanzan como sería lo lógico. Bajo mi punto de vista, si yo fuera responsable de esa aula, poco a poco iría aumentando las actividades dentro de la asamblea o modificaría el nivel de las tareas que realizan haciéndolas más dinámicas. En cuanto a las fichas que realizan en el taller de cocina, los niños/as suelen escribir unos garabatos cuando tienen que plasmar su nombre o el de cualquier alimento y la profesora se lo da por valido. En mi juicio, intento ponerle los nombres a modo de plantilla para que al menos ellos pinten encima o reproduzcan las letras abajo para que así progresen en la escritura.

Centrándonos en el taller de cocina, surgieron varios incidentes en el aula mayoritariamente procedente del hermano de una de las alumnas que se encontraba en la sala. Al llamarle en repetidas ocasiones la atención y ver que hacía caso omiso y que más tarde volvía a realizar lo mismo por lo que se le había reñido, me sentí frustrada y cansada al no saber ya como actuar. Me sorprendió gratamente que la madre de este niño, me dejara a mi cargo a su bebé durante el taller puesto que ella tenía que cocinar y el bebe si lo colocabas en el carro lloraba. Me sentí muy bien al ver que esta madre confiaba en mí para ello sin conocerme, solamente me veía de vez en cuando en el aula de su hija mayor. También me gustó que en la clase se encontraran dos compañeros de la universidad y pude observar como ellos interactuaban tanto con los alumnos/as como con sus madres. La realización del taller fue dinámica de manera que los alumnos/as estuvieron haciendo cosas la mayoría del tiempo. A pesar de los incidentes en cuanto a que la masa se pegaba en el mantel, al final se pudieron hacer las galletas con los moldes y hornearlas.

Quiero aprovechar para decir que esta experiencia poco a poco está rompiendo con los prejuicios que tenía ante esta barriada. Antes de asistir al colegio Andalucía, había escuchado que en los colegios, institutos,… del polígono sur, los profesores no querían trabajar debido a que los alumnos se dedicaban a faltar el respeto de manera continua, amenazar e incluso agredir. Al poder estar dentro del centro escolar ayudando, me he podido dar cuenta que estos juicios eran erróneos. El profesorado, los niños y sus familiares se respetan mutuamente desde un trato igualitario. Los diferentes conflictos que surgen en las aulas son iguales a los que podría pasar en cualquier otro colegio.

Bibliografía

  • Universidad Camilo José Cela: Zona de Desarrollo Próximo. http://www.campuseducacion.com
  • Manual: Alarcón, D. García, J. Macías, B. y Sánchez, J.A. Coord. (2016)  Psicología cognitiva y del aprendizaje. Pearson.
25 Jun 2021
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