Economía Solidaria, Importante Aporte Para América Latina

 

El concepto de Economía Solidaria ha desarrollado un importante aporte en América Latina bajo el enfoque de modelo alternativo u otra economía; existen varias denominaciones entre ellas, economía popular en Ecuador, economía informal en Perú, economía del trabajo en Argentina, Economía Solidaria y Tercer Sector en Brasil y Economía Solidaria en Colombia. Estas concepciones están sustentadas bajo lineamientos en algunos casos académicos donde siempre se apoya de que se trata de un concepto en construcción (Coraggio, 2009; Laville, 2015 y Gaiger, 2009) y en otros su enfoque es más normativo, lo que quiere decir que se toma el concepto desde lo descrito definido en la ley, sin claridad de su origen doctrinal.

En Colombia, sus diferentes denominaciones utilizadas en la literatura, y aunque estas parezcan tener relación y acercamiento unas con otras, lo que se puede deducir es que cada una de ellas responde a la lectura de las economías existentes en los diferentes territorios. De acuerdo a Collin (2015, p. 8) “la discusión teórica es impostergable, si se pretende proponer un modelo, sustitutivo del capitalismo, discusión que no puede limitarse a fórmulas éticas que suavicen o moralicen el capitalismo”.

Hoy en día se puede afirmar que hay otra forma de economía, denominada economía solidaria que emerge y que se identifica con un territorio específico, la América del Sur (Guerra, 2012), con lo que se puede hacer referencia a la existencia de una corriente de pensamiento propio alrededor de este término y una evidencia de ello se encuentra en la propuesta de Razeto (1989), que propone la teoría económica de la solidaridad o como el planteamiento de Guerra (2002), la Socio economía de la Solidaridad – producto de su tesis doctoral-, que complementa la propuesta inicial de Razeto. Para estos autores, esta economía que emerge es el reconocimiento de la existencia de una interdependencia entre hechos económicos y sociales propios de los territorios, que, para ser comprendidos en su totalidad, tienen que tener referencias culturales, éticas y políticas que son de suma importancia y no sólo con elementos del entorno en el cual se desarrolla el ciclo económico.

Los planteamientos hacen una crítica clara a la teoría clásica y neoclásica, en cuanto a su incapacidad de desarrollar técnicas de análisis capaces de estudiar, analizar y comprender este tipo de relaciones de intercambio que corresponden a otras maneras propias de hacer economía que se encuentran en nuestro territorio, algunas de las cuales rescatan las prácticas ancestrales donde las relaciones de intercambio se fundamentan en aspectos de cooperación, redistribución, comensalía y donación, más que relaciones de intercambio de carácter mercantil. Estas propuestas cuestionan el enfoque dominante que tiene la economía actual, enfoque que considera que la “práctica económica tiene una lógica propia auto contenida” (González, 2012) y que no permite considerar dentro del mercado las prácticas económicas no monetarias, culturales y sociales.

Estos autores rescatan la idea de que el mercado es una construcción socio-política (Polanyi, 1989) y no un hecho natural. Como plantea Dávila (2014), las propuestas que encajan en esta corriente recogen: “las evidencias empíricas que generan los procesos económicos organizados principalmente con base en el factor trabajo no asalariado y la cooperación y solidaridad existentes en la comunidad, donde el factor capital es inexistente o escaso; también recoge las experiencias empresariales que se basan en la cooperación, la solidaridad y la democracia como fundamento de su quehacer empresarial, organizacional y gerencial” (Dávila, 2014, p. 10).

Nos encontramos en una economía en transición, y la economía solidaria está siendo una alternativa de futuro que va creciendo día a día. No hay más que ver la cantidad de iniciativas que están surgiendo de manera colectiva y solidaria. Y es que el capitalismo está perdiendo su credibilidad y la sociedad empieza a mirar para otro lado.

Actualmente la economía solidaria se concibe como un proceso que está en formación en muchos países del mundo. Este concepto retoma elementos y experiencias que se remiten a algunas formas de organización del trabajo y de la actividad económica, basadas en la asociación de personas con necesidades, culturas y objetivos afines (Marañón-Pimentel, 2012). Además, tiene como referente un cierto grado de solidaridad, el bien común y la cooperación, como las unidades empresariales cooperativas y mutuales.

La separación entre la economía y la solidaridad radica en el contenido que suele darse a ambas nociones. Cuando hablamos de economía nos referimos a la utilidad, la escasez, los intereses, la propiedad, las necesidades, la competencia, el conflicto, la ganancia. Y aunque no son ajenas al discurso económico las referencias a la ética, los valores que habitualmente aparecen en él son la libertad de iniciativa, la eficiencia, la creatividad individual, la justicia distributiva, la igualdad de oportunidades, los derechos personales y colectivos. No la solidaridad o la fraternidad; menos aún la gratuidad.

Es un poco difícil definir a la economía de la solidaridad. Se trata de uno de esos términos que se han denotado en los últimos años y que por lo tanto convoca a una pluralidad importante de reflexiones, muchas veces no coincidentes del todo. Aun así, en términos muy generales podemos señalar que bajo esta denominación se pretende hacer referencia a aquellas experiencias y comportamientos económicos que tanto por sus lógicas, racionalidades, e instrumentos concretos de gestión, se distinguen tanto de la economía privada capitalista, como de la economía estatal.

En América Latina las corrientes impulsoras del cooperativismo y de las mutuales adoptan no solo las mismas prácticas europeas (las primeras cooperativas y mutuales son fundadas por las corrientes migratorias) sino que, también, adoptan la misma terminología del viejo continente. Sin embargo, algo comienza a cambiar en los años ochenta. Por una parte, el movimiento cooperativo comienza a dar signos de estancamiento no solo en lo estrictamente productivo, sino además en el mensaje que siempre le caracterizó en materia socioeconómica. A la crisis de cierto cooperativismo tradicional, además, debemos sumarle la emergencia de nuevos movimientos y experiencias sociales surgidos desde los sectores populares, donde se comienza a percibir una centralidad tanto de cierto discurso contra hegemónico en materia socioeconómica, como de instrumentos concretos de cooperación y ayuda mutua.

Las palabras ‘economía’ y ‘solidaridad’, siendo habituales tanto en el lenguaje común como en el pensamiento culto, forman parte de ‘discursos’ separados” (Razeto, 1997, p. 95).

Bibliografía

  1. http://base.socioeco.org/docs/ciriec_9303_davila_et_al.pdf
  2. http://www.luisrazeto.net/content/la-econom
  3. https://www.orgsolidarias.gov.co/sites/default/files/archivos/ABC
  4. https://www.economiasolidaria.org/sites/default/files/estudiodic07.pdf
  5. http://www.ripess.org/wp-content/uploads/2017/08/congreso_de_historia_y_economia_social_-_tomo_1.pdf
20 April 2021
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