El Concepto De Cultura En Las Políticas Y La Gestión Cultural

La cultura ha desarrollado una concepción acorde al tiempo espacio que ha ocupado, con sus diversos matices; sin embargo, es uno de los términos más complejos de definir, ya que su significado y extensión prevé una variedad de perspectivas que permiten a través del comportamiento humano (pudiendo agrupar a costumbres, arte, gastronomía, cosmovisión, innovación, abstracciones, etc.) generar aproximaciones válidas.

Es común que en nuestro medio se atañe el concepto de cultura a un todo, posiblemente a manera de herencia etnológica conforme a lo descrito por Edward Burnett Tylor en 1871, en su obra Primitive Culture, ligando el concepto a la propia naturaleza humana, alcanzando en la actualidad una percepción vacía, sencilla y hasta desconocida de su definición.

Es de relevancia la diferencia descrita entre culturas y cultura. Con ello se pretende establecer esfuerzos para forjar un valor especifico de una determinada cultura que ostenta una identidad y estilo propio, con suma prevalencia en su estado actual y así evitar abordar a “todo” lo definido como cultura (Coelho, 2019), donde se pierde la noción del verdadero objetivo de las políticas y gestión cultural.

Es imperante en nuestro ensayo la referencia personal de cultura y habitus. Para nuestro caso, cultura es el conjunto de características y supremacía de las manifestaciones del ser humano que han sido formalizadas a partir de sus representaciones simbólicas que determinan aspectos ideales de su manera ver y concebir el mundo. Por otra parte, habitus es referida como la repetición de disposiciones y acciones a largo plazo y que pueden ser transferidas a una estructura distinta a su generador, o generar una nueva estructura dominante que represente una manifestación determinada.

El abuso de la palabra cultura como sinónimo de la expresión humana, ha ocasionado que la percepción de este término, sea el equivalente para casi todo individuo como un “todo”. Esto produce una restricción clara en la operatividad de las políticas culturales (Coelho, 2019), sumado a incipientes esfuerzos públicos para forjar políticas eficientes en el ámbito cultural, con objetivos claros, realizables y sobre todo, que promuevan a la cultura en su sentido propio y especifico. Este ha sido lamentablemente uno de los principales usos inadecuados por parte del poder político y en muchas sociedades ha desvirtuado su real significado.

Este poder preestablecido, sea por estructuras políticas como un régimen político, ideológico, económico o temporal, puede configurar condiciones que amplié el horizonte y ratio de acción de la cultura como generador de las producción y manifestación simbólica, con acciones y prevalencia en el mantenimiento estructural e iniciativas de renovación en la política cultural.

Por ello es necesario que la sociedad entienda el verdadero significado de cultura. Muchos intentos se han realizado al respecto, entre los cuales uno de los de mayor aporte para el adecuado entendimiento ha sido el descrito como:

“Declaración de México sobre las políticas culturales”

En su sentido más amplio, la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. (…) la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. (UNESCO, 1982)

La cultura como concepto de abordaje para la construcción de políticas y configuración de la gestión cultural puede marcar diversas acepciones, por ende, su concepción marcará el grado de éxito en la toma de decisiones a nivel organizativo, sea este gubernamental o privado, con una implementación adecuada e idónea al contexto en que se realicen.

Es importante señalar que la Declaración Universal de Derechos Humanos expresa en su artículo 27 que ‘toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten’. Por lo tanto, toda forma de organización política o régimen similar, debe garantizar los mecanismos necesarios para alcanzar dicho objetivo, precepto innegable e inalienable de la democracia en los tiempos actuales.

La diversidad cultural no puede ser aislada de su génesis como característica esencial de la humanidad, como patrimonio común en beneficio y disfrute de todos, para nutrir las bases y ser el motor del desarrollo sostenible de las comunidades, para ser el eje central del fortalecimiento de los derechos humanos y fundamentales, pudiendo inclusive, marcar pautas y lineamientos para una propicia cooperación internacional donde la unidad en la diversidad sea posible, en un contexto globalizado.

Las políticas culturales correctas son aquellas en donde el elemento generador de condiciones para un desarrollo óptimo de representaciones y manifestaciones simbólicas (sea este el gobierno o un ente privado), reconozca a la cultura como factor estratégico de las políticas de desarrollo nacional e internacional, para robustecer las identidades culturales y las comunidades culturales puedan mantener su esencia.

En el sentido general de la abstracción de determinadas culturas o rasgos culturales, la educación y formación de cada individuo es fundamental en la medida que contribuya al libre y pleno desarrollo de cada identidad cultural, para que con las libertades fundamentales garantizadas se puedan relacionar unas culturas con otras y el costo de relación sea inferior o casi inexistente en relación al beneficio.

Las políticas culturales y sus modelos de gestión no han evolucionado conforme al ritmo de las exigencias actuales, donde se presentan riesgos y desafíos no considerados ni percibidos para proteger las manifestaciones y producciones culturales como políticas de desarrollo sostenible y la creación de reglas claras y eficientes de la industria cultural.

Es evidente que los instrumentos normativos en muchos casos aún son obsoletos, por lo que carecen de coherencia a las necesidades actuales. La creación o propuesta de nuevos elementos normativos en algunos contextos y realidades se escapan al verdadero fin de la cultura y son considerados como inoportunos.

Un claro ejemplo es Ecuador (como en la mayoría de países Latinoamericanos) donde la cultura y su generación, promoción y preservación son residuales en relación a los otros sectores sociales y el principal promotor es el sector público porque el sector privado aún es muy débil y sensible a los factores socioeconómicos actuales, a pesar de poseer de una gran riqueza cultural.

Muestra de este lamentable escenario en el año 2018 únicamente se destinó al sector cultura el 0,11% del Presupuesto General de Estado (Ministerio de Cultura y Patrimonio, 2019), siendo inclusive menor al aporte de la cultura en correspondencia al aporte al PIB que llegó en el mismo año al 1,93% (Ministerio de Cultura y Patrimonio, 2019).

Un adecuado entendimiento de la cultura para la promoción de políticas que se traduzcan en modelos de gestión efectivos que verdaderamente produzcan instituciones formales e informales que promuevan el espectro cultural de las culturas y su diversidad, que pretendan incidir en la vida cotidiana y solucionar el aislamiento de la producción cultura es lo que se necesita para darle la importancia y respeto que se merece la cultura y las culturas en su sentido real.

Por lo tanto, el abordaje de las políticas culturales y la gestión cultural deben ser realizada como una motivación que genere un verdadero impacto en la receptividad en sus distintas dimensiones, sean estas políticas, sociales, comunicativas, económicas y hasta tecnológicas, con el fin de atender las ofertas y demandas culturales para garantizar abrir el abanico a la diversidad, que fortalezca y potencie al patrimonio existente en aras del mantenimiento y desarrollo las representaciones simbólicas, con iniciativas propicias que forjen resultados plausibles.

Bibliografía

  1. Coelho, T. (2019). El concepto de cultura en la política cultural. Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya.
  2. Ministerio de Cultura y Patrimonio. (2019). informe de rendición de cuentas del año 2018. Quito: Dirección de Planificación y Seguimiento.
  3. Ministerio de Cultura y Patrimonio. (octubre de 2019). Ministerio de Cultura y Patrimonio. Obtenido de https://www.culturaypatrimonio.gob.ec/ecuador-creativo-plantea-alcanzar-el-3-del-pib-de-la-economia-nacional-para-2021/
  4. UNESCO. (1982). DECLARACIÓN DE MÉXICO SOBRE LAS POLÍTICAS CULTURALES. Conferencia mundial sobre las políticas culturales. Mexico.
  5. BUSTOS PEÑARRETA TULIO CAMILO
22 October 2021
close
Tu email

Haciendo clic en “Enviar”, estás de acuerdo con nuestros Términos de Servicio y  Estatutos de Privacidad. Te enviaremos ocasionalmente emails relacionados con tu cuenta.

close thanks-icon
¡Gracias!

Su muestra de ensayo ha sido enviada.

Ordenar ahora

Utilizamos cookies para brindarte la mejor experiencia posible. Al continuar, asumiremos que estás de acuerdo con nuestra política de cookies.