Escepticismo Alimentario Frente A La Industria Alimentaria
nuevo dilema para el consumidor: la aversión al sobreconsumo y el escepticismo sobre la calidad, originándose una forma de miedo alimentario. Para entender este fenómeno, se abordará su origen y cómo las tendencias de la producción de alimentos deben orientarse a partir de él con base en el estudio de un país desarrollado (Países Bajos) y uno en vías de desarrollo (India).
Durante mucho tiempo, el paradigma alimentario a nivel global era evitar la malnutrición; es decir, el consumo de comida tenía como meta suplir ciertas necesidades mínimas, para evitar enfermedades por déficits (Contreras Hernández, 2005). Actualmente, ese problema persiste en muchas naciones, pero ha surgido una gran divergencia pues en otras latitudes hay un abundante panel de alternativas alimentarias, surgiendo un nuevo desafío: una malnutrición por sobreoferta y mala calidad (Koning, y otros, 2008). Para analizar esta dualidad, se describirá la situación que atraviese un país acogido por cada uno de los extremos.
El escepticismo alimentario en los Países Bajos, una nación desarrollada, es consecuencia del boom de las enfermedades metabólicas (obesidad, diabetes), el consumidor se cuestiona cuán bien formuladas están sus dietas, buscando siempre más vitaminas y minerales (entre otros compuestos “bondadosos”) por sobre las grasas y los carbohidratos; del mismo modo, se pone en tela de juicio la inocuidad de los conservantes, preservantes y otros elementos que se asume son empleados durante la producción de alimentos (pesticidas, hormonas, antibióticos, etc.) (Contreras Hernández, 2005) (Buisman & Jonkman, 2019).
En el caso de India, un país en vías de desarrollo y catalogado como una latente potencia mundial a largo plazo, su cultura alimentaria está marcada por la desigualdad que impera en la nación y, por ende, el espectro de consumidores está divido entre un escepticismo similar al de Holanda( aversión al exceso) y otro diferente referente si la comida disponible es capaz de garantizar la mínima calidad, tanto nutricional como sanitariamente (aversión a la escasez) (Banik, 2016).
Dentro de ese contexto, para que haya un punto de conciliación entre la industria y el consumidor, la producción de alimentos debe ser eficaz en la provisión de comida que satisfaga los requerimientos, sin mermas o excesos. Para ambas naciones, un primer obstáculo a dicho objetivo es la oferta disponible. En una parte de India, debido a la inequidad, el sector pobre de la población no tiene acceso a una oferta de alimentos que hayan tenido detrás procesos sanitarios ni estándares en cuanto a composición (Banik, 2016). En los Países Bajos y en los estratos con capacidad adquisitiva en India, ocurre lo opuesto: muchos consumidores evitan la abundancia del supermercado, por ser un almacén de comida industrializada, supuestamente repleta de químicos y adulterantes (Zahaf & Ferjani, 2016).
Para los consumidores de productos industrializados, un elemento que ha cobrado relevancia en el último tiempo son las etiquetas de los productos pues éstas orientan la elección en función del contenido y los procesos tras el alimento. A partir de ello, entra en juego una nueva dimensión de escepticismo: en los Países Bajos, se evidenció que un exceso de certificados o de atributos bondadosos en un producto puede generar desconfianza en el consumidor por no tener garantía de lo escrito en la etiqueta (Fenko, Kersten, & Bialkova, 2016). En India, el patrón de análisis de los empaques por parte de los compradores es menos exigente, pero la elección de productos sí está parcialmente orientada por la composición nutricional y por certificados de calidad. (Vemula, Gavaravarapu, Vardhana Rao Mendu, Mathur, & Avula, 2013)
Esta desconfianza puede contrarrestarse en base a que los compradores creen en etiquetas neutrales, conferidas por un ente externo y no dan crédito a declaraciones del propio productor (Fenko, Kersten, & Bialkova, 2016). Es claro entonces que la forma de utilizar las etiquetas de manera objetiva es que las certificaciones de calidad sean otorgadas por regulaciones externas (Eden, Bear, & Walker, 2008).
Más allá de las etiquetas y su grado de confiabilidad, el tipo de producción que realmente tiene un potencial impacto para los tres tipos de consumidores estudiados (estrato pobre de India, estrato con capacidad adquisitiva de India y estrado promedio de los Países Bajos) es el de la comida orgánica, por su capacidad de generar alimentos inocuos y en un marco de sostenibilidad, procurando un apoyo a pequeños productores en el marco de una economía justa y rentable.
Tanto en India como en los Países Bajos, el análisis estadístico de información recolectada evidencia que el bienestar individual (búsqueda de seguridad alimentaria) es una motivación más fuerte para consumir productos orgánicos que la consciencia ambiental (sostenibilidad) (Yadav, 2016) (Ozguven, 2012). Desde un punto de vista moral, esto enfatiza la necesidad de buscar estrategias que logren demostrar el vínculo directo entre el cuidado medioambiental, la igualdad social y el bienestar individual.
Es claro que el consumidor contemporáneo busca alimentos que garanticen calidad nutricional e inocuidad, como respuesta al escepticismo alimentario, el cual tiene una dinámica dependiente del contexto socio-económico. En naciones desarrolladas, como los Países Bajos, esta búsqueda se erige como opuesta a la industrialización y a la sobreabundancia; este patrón se replica en las clases económicamente estables de India, un país en vías de desarrollo, pero que también agrupa un sector cuya desconfianza se orienta hacia la escasez nutricional en las limitadas opciones de consumo.
La dilucidación de la información sobre los procesos de producción, la estandarización de las etiquetas, la coexistencia con la producción orgánica y el desarrollo de la sostenibilidad son las aristas de un panorama beneficioso para todas las partes.
