Estereotipos Sexistas y la Violencia de Género

En primer lugar, los estereotipos sexistas o también llamado sexismo son creencias y prácticas sociales, en el cual los hombres y las mujeres desempeñan determinados roles, características y comportamientos, según las condiciones que se le atribuyen a cada sexo, asimismo, el sexismo produce una diferencia sexual que afianza una desigualdad social, en la cual se posiciona inferiormente a las mujeres y se resaltan aspectos negativos. Puesto que, el sexismo en la sociedad actual se manifiesta de formas sutiles: “Con respecto al sexismo, diversos estudios proponen que en las sociedades occidentales contemporáneas este aparece inicialmente como manifestación de hostilidad hacia las mujeres y evoluciona hacia formas ambivalentes en las que coexisten manifestaciones de hostilidad, pero también actitudes protectoras o benevolentes”.

De esta forma, se entiende que en el sexismo ambivalente recibe su nombre gracias a que está subdividida en dos componentes: ‘sexismo hostil’ y ‘sexismo benevolente’. El sexismo hostil evidencia estereotipos y evaluaciones negativas hacia las mujeres. Según Cruz, Zempoaltecatl y Correa, el sexismo hostil se compone sobre tres dimensiones; en primer lugar, la hostilidad heterosexual son actitudes hostiles hacia las mujeres, en el cual se cree que las mujeres utilizan su físico como poder para controlar y manipular a los hombres percibiéndolas como manipuladoras y seductoras; en segundo lugar, el paternalismo dominador, en la cual a la mujer se la distingue como una persona incapaz de ser autosuficiente e inmadura, por lo que necesita una figura masculina que la cuide; por último, la diferenciación competitiva de género, en la que se cree que los hombres son los únicos capaces para ejercer cargos públicos y de poder, en cambio, las actitudes de las mujeres solo sirven para el hogar.

Mientras que el sexismo benevolente es la forma más sutil de estos estereotipos sexistas, en la que se caracteriza por promover el rol estereotipado de la mujer y el hombre y la interacción que debe desempeñar ambos sexos. Para Cruz, Zempoaltecatl y Correa, el sexismo benevolente se articula en torno a tres ideas; en primer lugar, el paternalismo protector es la creencia en la fragilidad emocional y física de la mujer, lo cual demanda al hombre un rol protector hacia la mujer volviéndola dependiente de él; en segundo lugar, la intimidad heterosexual, creencia en que el hombre en las relaciones heterosexuales es el espacio en que el hombre desarrolla la mayor intimidad y cercanía psicológica con la mujer; por último, la diferenciación complementaria de género, en la que las mujeres existe determinados rasgos positivos (pureza, entrega y resinación) que complementan el carácter masculino.

En segundo lugar, la ideología machista se normaliza con la reproducción y perpetuación de estos estereotipos sexistas que conllevan a una subvaloración e inferioridad de la mujer frente a una “superioridad masculina”, ya que los medios de comunicación tienen el poder de reproducir y difundir roles de género en su contenido como es el caso de los programas de farándula: “Las construcciones de género también se han observado en los programas de chismes” (Cardona 2017:3). Se demuestra, las difusiones de estos roles de género son normalizados indirectamente en la audiencia. Para Vargas, las situaciones sexuales en los programas de farándula son un contenido constante, en la cual se posiciona a la mujer como un objeto sexual, ya que presentan imágenes y un lenguaje que solo hace referencia al cuerpo de las mujeres: “El texto en pantalla dice respecto de una invitada que “está bien potable” y “Video de una bailarina invitada al programa que estaba bailando y la cámara la enfoca seccionando su cuerpo”. Estas representaciones cosifican el cuerpo de las féminas reduciéndolas a objetos sexuales que sirve para el gozo de los espectadores masculinos y son objeto de deseo solo por su atractivo físico: “Pasando de la objetificación mercantil a la sexual, se habla de cómo se fragmenta a la mujer, se le despoja de su identidad y pasa a ser un objeto y no una persona. Es una discriminación sexista, comúnmente encontrada en medios audiovisuales como películas, programas de televisión, comerciales, entre otros”.

 Evidentemente, en estos programas se cosifica el cuerpo de la mujer y se normaliza esta objetivación, ya que el discurso machista en la sociedad refuerza la creencia del cuerpo de la mujer como un objeto sexual, en la que se normaliza hacerles “cumplidos” o referencias sexuales al cuerpo disfrazados de piropos que tienen consecuencias hostiles hacia las mujeres. Asimismo, se pone en evidencia el uso de un lenguaje sexista en estos programas de farándula que posiciona a la mujer como inferior al hombre y subvalorándola por no encajar en los cánones de belleza. Según Vargas, en los programas de farándula reproduce un lenguaje sexista, el cual refuerza los roles estereotipados que competen a la mujer y la creencia del hombre es macho por naturaleza: “Los hombres siempre mienten y las mujeres debemos saberlo: una conductora le dice a su entrevistada que fue sorprendida con un hombre casado”, “Las mujeres infieles se merecen lo malo que les pase” y “El conductor dice “está acostumbrado a manejar camión” cuando un invitado abraza a la conductora, aludiendo a su peso”. Como es evidente, este lenguaje sexista refuerzan la supuesta naturaleza del hombre macho y la imagen de la mujer sumisa, bella y respetable. De esta manera, la mujer que no cumpla con estos estereotipos es objeto de burla y marginación en cambio las actitudes negativas de los varones son justificados.

Por último, la violencia de género (violencia física o psicológica) es ejercida contra una persona o un grupo de personas en torno a su orientación o identidad sexual, en la que las mujeres son las más afectadas por la hegemonía masculina: “La violencia de género se manifiesta como el mecanismo al que se recurre cuando se siente amenazada la superioridad del hombre, como posición hegemónica, o cuando la mujer se rebela contra la situación de dependencia que se deriva de la posición subalterna que se le atribuye”. Así, cuando la mujer no encaja en el típico rol estereotipado de la feminidad (frágiles, fieles, vulnerables, sentimentales, madres abnegadas) son violentadas, pues la violencia de género es otra consecuencia negativa de la reproducción de los estereotipos sexistas que impacta de manera negativa directamente o indirectamente la vida de las mujeres. En los programas de farándula la violencia de género es reproducida y normalizada muchas veces de manera sutil. 

Como anteriormente se mencionó la cosificación del cuerpo femenino reduciéndola solo a un objeto sexual es una forma de violencia de género, en la cual se normaliza los piropos sexuales que aluden a parte del cuerpo de la mujer, asimismo, si se toca el cuerpo de las mujeres son ellas las culpables por llevar vestimenta corta o “provocativa”. Vargas, describe como en una nota de un programa de farándula se justifica la agresión física y sexual de una mujer que frecuenta los estadios solo por usar ropa provocativa “le han hecho una endoscopía en la barra, espectacular, cualquier cantidad de manos”, “dice que ella pensó que la iban a violar y que estaba muy asustada, pero bueno señorita ¡si usted se va así a una barra!” 

De esta manera, se culpa a la mujer por la violencia sexual que ha sufrido, igualmente, cuando una mujer no cumple con el rol típico de la feminidad es satanizada en estos programas calificándola de una cualquiera, interesada, ridícula y convenida convirtiéndose en víctimas de violencia de género que muchas veces se disfraza de humor. En suma, muchas de estos prejuicios sexistas son reproducidos por los programas de farándula, los cuales los normaliza de maneras sutiles y es aceptado socialmente en las que las mujeres son las mayores perjudicadas.  

24 May 2022
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