Historia De La Literatura Infantil Y Juvenil

 

Desde sus orígenes como ser social, el hombre siempre ha tenido la necesidad de contarse historias a sí mismo y a los demás, como una forma de comunicación y empatía. Antes de la literatura escrita, han habido muchos siglos de literatura oral y no había diferenciación entre literatura para mayores y literatura para niños.

Algunos autores se remontan a la Grecia clásica, concretamente a finales del s. VII a.C., para ver en las fábulas de Esopo, los primeros precedentes de la literatura infantil, tanto por su carácter moralizante como por ser la génesis de muchos cuentos “modernos”. Baste poner el ejemplo “El pastor mentiroso” y su conocido grito: “Que viene el lobo”. Ya en la Edad Media, contamos con el Libro del Conde Lucanor (don Juan Manuel) o el Llibre de les bèsties (Ramón Llull) como posibles precedentes de esta literatura eminentemente juvenil (Gamero, 2019).

Pero habrá que esperar hasta el s. XVI, con el auge de las novelas de caballerías para que se dé una literatura que se podría llamar de entretenimiento. Hasta entonces, los pocos niños que aprendían a leer –y las escasísimas niñas- lo hacían con textos religiosos o con libros para adultos (Leer.es, 2017).

Como se ha adelantado, a pesar de que la literatura escrita tardó siglos en fijar por escrito las historias de la tradición oral de sus pueblos, desde antiguo, han circulado cuentos de hadas, de príncipes y de princesas, por todos los rincones de Europa. Una de estas primeras colecciones que recogió estos cuentos tradicionales corrió a cargo de Giambattista Basile, que publicó en 1634 dos volúmenes, titulados Lo cunto de li cunti overo lo trattenemiento de peccerille, donde incluía cuentos como «Cenicienta» o «Rapunzel» (Gamero, 2019). Precisamente en estos volúmenes se basó y se inspiró Charles Perrault para escribir su propia colección. La mayoría de los cuentos y relatos que recogió el autor francés llegaron a formar una parte tan intrínseca de la cultura popular que sirvieron a su vez de inspiración a los los hermanos Grimm. Así nos han llegado historias tan célebres como el Gato con Botas, Pulgarcito, Caperucita Roja o la Bella Durmiente (Gamero, 2019).

No obstante, los primeros libros que se escribieron y se pensaron para niños no se escribirían con un afán de entretenimiento sino con el fin de instruir y educar. Así en 1658, se publicaba un curioso libro, el Orbis Pictus –que se puede traducir como “El mundo en imágenes- de Juan Amos Comenius, filósofo y teólogo considerado como el padre de la educación moderna, que puede ser considerado como el primer libro ilustrado para niños, aunque su fin era completamente educativo y no pensó Comelius nunca en que su obra tuviera una intención de entretenimiento.

Habrá que esperar hasta el s. XVIII para que la literatura infantil alcanzara el estatus de pasatiempo, al publicarse las fábulas de Iriarte y Samaniego y con la aparición del primer periódico infantil, La gaceta de los niños. Aunque los diversos autores consideran que el padre de la literatura infantil sería John Newbery quien con su obra A Little Pretty Pocket-Book, publicada en 1744, escribiría el primer libro sin intención didáctica y cuyo único objetivo era entretenimiento. Esta obra era un breve librito de bolsillo con ilustraciones de colores y rimas muy sencillas, dedicadas cada una a una letra del alfabeto.

Un siglo más tarde, en el s. XIX, tenemos a Hans Christian Andersen que recopilará una serie de cuentos de hadas (La Sirenita, Blancanieves, El traje nuevo del emperador o Pulgarcito, etc) ‒lo mismo que harían los hermanos Grimm‒, o a E.T.A. Hoffmann que también publicaría una colección de cuentos infantiles, entre ellos El cascanueces y el rey de los ratones. A finales de este siglo XIX, en 1865, se publicó un libro que cambiaría la forma de a hacer literatura infantil y que serviría de inspiración para los autores posteriores. Nos referimos a Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll. Su mezcla de imaginación, originalidad y excentricidad, unido a las matemáticas, la lógica o el lenguaje la convirtieron en una obra maestra.

La literatura infantil y juvenil tuvo un gran auge a finales del siglo XIX y principios del XX con títulos como Mujercitas de Louisa May Alcott, Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain, Las aventuras de Pinocho de Carlo Collodi, La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, El libro de la selva de Rudyard Kipling, El maravilloso mago de Oz de L. Frank Baum, El cuento de Pedro Conejo de Beatrix Potter, o Peter Pan y Wendy de J.M. Barrie en 1911, por poner solo algunos ejemplos.

No quedará a la zafa el siglo XX, en el que los escritores de literatura infantil y juvenil han alcanzado no solo una gran maestría con sus personajes y tramas elaboradas sino también el favor del público al que iban dirigido sus libros, convirtiéndose a veces en verdaderos fenómenos mediáticos. Así nombraremos a solo a Mary Poppins, La historia interminable, Las crónicas de Narnia, Harry Potter o la saga de Crepúsculo

En definitiva, como afirma A. Gamero (Gamero, 2019) “la literatura infantil y juvenil en la actualidad es una fuente de entretenimiento y de libertad para los mas jóvenes”.

20 May 2021
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