Reseña: “Las Crisis y los Arreglos de la Deuda Soberana en la España Contemporanea (1806-2012)”

Francisco Comín Comín, historiador de la economía española, economista y catedrático en la Universidad de Alcalá de Henares, turolense de nacimiento, fue en 1990 Premio Nacional de Historia por su trabajo de investigación sobre la “Hacienda y economía en la España Contemporánea”. Además, fue Premio a la investigación del Ministerio de Hacienda en 2002. Dado este contexto del autor, nos muestra una obra de las diversas crisis que han surgido en España desde principios del siglo XIX hasta la actualidad y las formas que han tenido los distintos gobiernos de repudiar o gestionar dichas deudas para solventar las situaciones.

En la primera mitad del siglo XIX, los gobiernos instauraron una serie de medidas para no reconocer la gran deuda heredada del Antiguo Régimen a causa de las guerras bélicas contra Francia e Inglaterra; A su vez, fueron sucediendo una serie de desequilibrios económicos estructurales a nivel nacional y extranjero que condujeron a una serie de reformas por parte de los gobiernos liberales, los cuales estaban más dispuestos a responsabilizarse de la deuda por sus ideales y los conservadores que sí se mostraron reacios a gestionar dicha deuda, donde predominó las políticas inflacionistas durante el siglo XX.

Tras varios intentos por sufragar la gran deuda y de diversas maneras, ninguna llegaba a conseguir un porcentaje por el cual la Hacienda Pública se pudiera hacer cargo, pues suponía un elevado coste y una situación totalmente insostenible para este agente, ya que superaba el 30% del gasto público. Juan Bravo Murillo acabó con la bancarrota que existía en el país, pero décadas más tarde surgieron déficits que supusieron diversos movimientos financieros para intentar arreglar y sanear la economía nacional, ya que los mercados internacionales cerraron sus puertas a España.

Al final y como medida de urgencia, los arreglos de Camacho en 1881 generaron una cierta estabilidad en la parcela financiera, garantizando a los prestamistas el cobro de los cupones y a los extranjeros el pago en oro. Sin embargo, y con un crédito español normalizado, años más tarde, en 1895 con el inicio de la guerra de Cuba, se volvió a elevar el nivel de endeudamiento, llevando consigo un nuevo endeudamiento.

En 1898, con una deuda insostenible, Fernández Villaverde comenzó con una nueva reforma de la deuda donde suspendió las amortizaciones y alargó los vencimientos de pago. A cambio, aumentó el tipo de interés nominal. El éxito de esta reforma se debió, principalmente, al uso de un método ortodoxo de amortización.

Ya en el siglo XX, las reformas ya no fueron tan profundas y se tendió a realizar conversiones de la deuda soberana, destacando entre otros, Calvo Sotelo (1927-1928) y en la década de 1930 a Chapaprieta.

Tras la victoria de los nacionales en la guerra civil española, el gobierno del régimen de Franco, en 1939, de la mano de José Larraz vino la reestructuración de la deuda originada a consecuencia del hito bélico y que generó un importante déficit. El arreglo redujo las obligaciones de la deuda en el gasto presupuestario por la bajada en el tipo de interés y la prorrogación de las amortizaciones.

Durante el régimen, se “rechazó” la deuda existente de una manera disfrazada y ésta consistía en el impuesto inflacionista.

El porcentaje de acreedores extranjeros con deuda nacional era prácticamente inexistente, por lo que los ministros de Hacienda de España pudieron financiar este déficit usando la emisión de dinero obtenido del impuesto inflacionista, ya mencionado anteriormente.

Con todo ello, la creación del sistema monetario fiduciario contribuyó a que el déficit existente se redujera aún más y con mayor facilidad.

“Desde la Primera Guerra Mundial se recurrió en España a la monetización indirecta del déficit, a través de la deuda pignorable”   llevando consigo un falso arreglo de la deuda con una política inflacionista que disimulaba el valor real para no revolucionar a los propietarios de la deuda.

Con todo lo anterior se pretende explicar una especie de política monetaria y financiera falseada para que los verdaderos valores monetarios no se reflejen realmente a través de la inconvertibilidad de la moneda nacional al patrón oro y la sustitución de una deuda externa a una deuda interna para así, poder mantener el control nominal y manejar a los tenedores falseando dichos valores.

Desde una visión cuantitativa de todas las crisis de deuda que han existido en España en el siglo XIX y XX, hay que destacar diversos indicadores.

En primer lugar, el volumen de deuda en términos reales a lo largo del tiempo se establecía en 15.000 millones de pesetas como límite asumible por parte de Hacienda. En los años 1878, 1902, 1935 y 1973 son los años donde la deuda alcanza su máximo, pero nunca sobrepasando el límite.

En cuanto al origen de estas diversas crisis, cabe resaltar la importancia de la unidad presupuestaria que hasta 1958 España no tenía. Debido a esto, el déficit presupuestario y de las Administraciones públicas se hizo latente en 1870 y que se fue arrastrando hasta 1902, con leves reducciones porcentuales con respecto al PIB con mayor acentuación y rozando el 4% entre 1895 y 1898.

Años más tarde, con el conflicto de la Primera Guerra Mundial, el déficit volvió a incrementarse a un 5% originando así una nueva crisis financiera que se alivió en el periodo comprendido entre 1926-1929 pero que, con la financiación de la Guerra civil española, desembocó en otra nueva crisis en la posguerra.

Cabe destacar que uno de los indicadores que marca los comienzos de las crisis de deuda pública coincide con los picos más alto de prestación de deuda flotante o vencimiento a corto plazo con respecto a la deuda total, recurso utilizado de manera abusiva por la Hacienda pública en periodos de desesperación financiera.

Otro indicador, que sin lugar a dudas, confirma las diversas crisis que ha sufrido España desde el siglo XIX hasta la actualidad, es la variable representativa que refleja si el Gobierno tiene capacidad financiera de asumir dichas deudas o no con respecto al gasto total presupuestario, que a lo largo del tiempo se ha mantenido en un porcentaje alto pero que, sin embargo, se vieron reducidas en las décadas de 1920 y 1930 y, durante la dictadura, se mantuvieron en unos valores muy bajo.

Ya en la época de la democracia, entre 1981 y 1997, estos valores se alzaron de una manera espectacular pasando de un 1,9% al 47,9% del gasto total presupuestario. Esto se puede explicar por la entrada de España a la Unión Europea y el cambio de exigibilidad de su deuda externa, la cual representaba un alto porcentaje en la balanza comercial del país.

En los mercados de valores internacionales se reflejaba la situación económica de los países, y por supuesto, no fue menos en el caso de España. Dado todos los déficits ocurridos entre el siglo XIX y XX, la cotización de la deuda soberana en la bolsa fue muy baja a lo largo de los años, excluyendo los periodos de la Primera Guerra Mundial, la posguerra y la crisis del 29, donde la cotización superó el 80% de su valor nominal.

“A pesar de que sólo un pequeño porcentaje se comercializaba, la deuda pública fue el principal título comercializado en las bolsas españolas hasta 1935, cuando suponía más del 50% del valor de todas las operaciones bursátiles”.

La tónica general de los gobiernos anteriores a la transición española y democracia posterior fue el repudio de la deuda soberana que perduró en el tiempo. Sin embargo, desde 1978 se inició una gestión responsable de la financiación pública que tardó en hacerse efectiva por las prácticas inflacionistas y reformas anteriores. Desde este mismo año, se empezaron a regular las emisiones de deuda, la formalización de los títulos y la negociación con nuevas tecnologías financieras, dando paso a una modernización en la política monetaria y financiera de España. En 1987, con la entrada a la Comunidad Económica Europea, estos procesos se vieron reflejados con la consistencia de un país más inmune a la inflación con respecto a la política monetaria y ya, en la década de los 90, con la convergencia monetaria de Maastricht, se suprimió gran parte de la autonomía existente en España con relación a la política fiscal y política de deuda pública. Esto fue resultado de la entrada al Sistema Monetario Europeo y al Eurosistema.

Con la entrada de España en la Unión Europa y en el Eurosistema, los tipos de intereses cayeron y, en consecuencia, la superabundancia de los créditos condujo a un endeudamiento del sector privado alentando el consumo a invertir en inmobiliaria.

Debido a la crisis financiera internacional de 2007 y su estallido en Grecia en 2010 hizo teorizar a los inversores que Europa se dividía en dos (desarrolladas y en vías de desarrollo) y que España iba a entrar en bancarrota debido a la crisis, sin que ésta hubiese entrado técnicamente en dicha crisis. Todo esto generó un aumento de la prima de riesgo, un tipo de interés crediticio más elevado y dificultades para la financiación de la renovación de deuda a corto plazo.

Con todo ello, Alemania y Francia no intervinieron correctamente y los mercados siguieron apostando por la bancarrota de España.

El problema surgió cuando se confrontaron dos posiciones que hicieron que España entrase en recesión, sin tener previamente problemas de déficits.

El primero de ellos, fue la historia que arrastraba para afrontar las crisis de deudas que fue surgiendo y la carencia de soberanía monetaria para actuar. Por otro lado, el segundo problema, y el más a tener en cuenta, fue la gran deuda exterior que tenía cuando estalló la crisis. España casi alcanzaba el 90% del PIB a nivel de endeudamiento, y con este dato, la fragilidad del sistema financiero, su escasa competitividad y la alta tasa de desempleo, teorizaron el riesgo de invertir en España.

Con un préstamo insuficiente exigido a su vencimiento, y con una política monetaria restrictiva proveniente del Banco Central Europeo, a España le costó más de lo previsto salir de la recesión en la que se encontraba.

Como síntesis de esta obra, Francisco Comín nos muestra de una forma particular y a destacar, con un argot abstruso, a las complicaciones financieras a las que se ha visto expuesta España a lo largo de los siglos XIX, XX y principios del XXI, con unos datos reveladores que muestra la ineficiencia de los gobiernos del siglo XIX y XX, y el problema que arrastra en la actualidad ante un problema de este tipo ante la incertidumbre de como el gobierno Español de turno, pueda solventar este tipo de dificultades.

Además, es curioso apreciar, como a lo largo de la historia, se refleja una economía cíclica en la que los hechos se repiten y las formas de solucionarlo hace que un país avance o se estanque.

Es evidente que la forma y estructura de esta obra muestra una seriedad en la investigación del escritor, donde refleja que lo ha hecho durante muchos años, por lo que un público objetivo de esta materia puede ser de gran utilidad para otros historiadores económicos e investigadores.

“Quienes más sufren en una crisis son quienes no jugaron ningún rol en crearla” (Joseph Stiglitz). Con esta frase, el famoso economista estadounidense explica lo que en diferente manera y no de manera tan rotunda lo que ha pasado en España con la última crisis donde se vio muy afectada indirectamente por los diferentes motivos anteriormente explicados.

Por último, en la famosa obra de John Maynard Keynes, Ensayos de persuasión, afirmó “la inflación es injusta, la deflación inconveniente”. Este concepto es para recapacitar en cuanto a lo sucedido en la ultima recesión española y si realmente la pérdida de la autonomía en la política monetaria es beneficioso para el país. 

17 August 2021
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