La Disciplina De La Arqueología Del Ciclo Productivo

La Arqueología de la Producción es una disciplina que surge a partir del estudio de la cultura material con el objetivo de desentrañar el ciclo productivo, las estructuras de producción, y el contexto socio-económico a partir de los procesos que derivaron en un determinado artefacto hallado en un yacimiento. Por ello, podríamos afirmar que la Arqueología de la Producción recoge la idea de la ingeniería inversa y la extiende para insertarla en un contexto social y económico que explique tanto el ciclo de un determinado objeto material del pasado, como su posible impacto social, económico y ambiental. En las presentes líneas, plantearemos una reflexión sobre la importancia de la producción para conocer las sociedades pasadas y los problemas de los planteamientos de la Arqueología de la producción. Para ello, emplearemos como ejemplo el caso de la producción cerámica.

En la Antigüedad, la cerámica era un bien común a todas las clases y condiciones sociales, por lo que no sorprende que sea uno de los objetos materiales preservados más abundantes en todos los yacimientos arqueológicos. Los recipientes cerámicos eran imprescindibles para el almacenaje y transporte de alimentos, aspecto de gran relevancia con la expansión de las rutas comerciales a lo largo y ancho del Mediterráneo. Además, eran objetos imprescindibles en el día a día para el transporte, almacenaje y preparación de alimentos. Sin embargo, no era un objeto meramente utilitario; por el contrario, la variedad tipológica nos sugiere que también podía ser un objeto de prestigio social e, incluso, simbólico. Es por todo ello por lo que podemos afirmar que la cerámica en la Antigüedad se convierte en una importante industria y, en consecuencia, en un buen ejemplo con el que abordar las preguntas anteriormente planteadas.

La primera pregunta que planteábamos era: ¿qué aporta la Arqueología de la Producción para conocer las sociedades pasadas? En primer lugar, a la sazón de la alta demanda social de los productos derivados de la cerámica en la Antigüedad, podemos decir que la Arqueología de la Producción permite conocer cómo se articulan los mecanismos sociales y económicos para cubrir las necesidades y demandas de la población respecto a un determinado producto. De esta manera, conociendo los centros de producción cerámicos, por ejemplo, podríamos saber si había un monopolio o, por el contrario, la producción se llevaba a cabo en distintos centros, de forma diversificada. Del mismo modo, dependiendo de los requerimientos técnicos de la producción, podríamos saber si se trata de una producción especializada o generalista. En esta línea, la Arqueología de la Producción pone en relación los centros de producción y las técnicas empleadas con los lugares de consumo, analizando tanto los costes de la producción como los posibles beneficios de su comercialización. Por consiguiente, podemos afirmar que esta perspectiva añade nueva información a los estudios de la cultura material, en tanto que permite conocer cómo se articulaban las estructuras productivas del pasado.

La Arqueología de la Producción expande las tradicionales perspectivas de análisis de la cultura material, haciendo hincapié tanto en los procesos que derivaron en la creación de un objeto, como en su vida útil y posterior desecho o reaprovechamiento. Así que, otro aspecto relevante de la Arqueología de la Producción es la evolución diacrónica en las técnicas y procesos productivos. Este enfoque permite analizar la cadena operativa, y, por tanto, los conocimientos y limitaciones técnicas que dieron lugar a los artefactos preservados en el registro arqueológico. En el caso de la cerámica, este ejercicio de “ingeniería inversa” depende, en gran medida, de la Arqueometría. Así pues, los análisis mineralógicos y químicos permiten conocer las fuentes de obtención de materia prima para confeccionar las cerámicas. Por tanto, estos trabajos multidisciplinares son necesarios para conocer los primeros pasos de la cadena operativa: la obtención del barro o la arcilla. Esta información es imprescindible para conocer las estrategias de producción y ordenación espacial del territorio. Así pues, si los centros de producción se situaban más o menos cerca de las fuentes de aprovisionamiento de materias primas podríamos aportar una interpretación más completa sobre los patrones de asentamiento y la gestión espacial y de recursos del territorio.

El segundo paso consiste en la transformación de dicha materia prima, lo cual resulta altamente informativo sobre la tecnología empleada. A este respecto, la Arqueología muestra la gran diversidad de técnicas y procedimientos que han existido en la producción cerámica durante la Antigüedad. Normalmente, la arcilla requiere algún tipo de tratamiento con agua para eliminar las partículas arenosas de mayor tamaño; una vez se depuraba, se solía dejar al aire libre para provocar su oxidación e incrementar su plasticidad; por último, se añadían desgrasantes para poder empezar con el torneado o moldeado. Para conocer todo esto, la Arqueología de la Producción necesita, en gran medida, de la Arqueología Experimental y de los registros etnográficos, ya que esta primera fase del procesamiento de la arcilla no deja evidencias directas. Por el contrario, los buriles, moldes, alisadores, punzones, y toda una serie de artefactos que se emplean en las siguientes fases de la producción, sí informan sobre el proceso de moldeado y decoración de la cerámica. El empleo del torno, por ejemplo, sugiere la necesidad de realizar una producción rápida y estandarizada que empieza con el cuerpo del vaso, para terminar con los detales de las asas y los cuellos. La sistematización y producción en cadena de un determinado producto también suele ser informativo sobre el tipo y la cantidad de demanda que se ejerce sobre este.

El tercer paso en la cadena operativa de la producción cerámica, es la decoración. El empleo de moldes, o determinados motivos decorativos, suelen informar sobre la exclusividad o generalidad de las confecciones. En algunos casos, estas decoraciones pueden informar incluso sobre su función, simbología o gustos del destinatario. Del mismo modo, el barniz no solo impedía la aparición de grietas, sino también aportaba un acabado característico (por ejemplo, con la terra sigillata a través de compuestos férricos) que, normalmente, ayudaban a identificar el origen geográfico de la producción e, incluso, el taller. Por su parte, la cocción de la cerámica también deja numerosas evidencias directas, como los hornos. Esta fase es la más compleja y requería, normalmente, experiencia previa, ya que un pequeño error podía estropear toda una tanda de vasijas. Hoy en día, gracias a la Arqueología Experimental, podemos saber si se empleaba cocción oxidante o con atmósfera reductora en el pasado, aspecto que nos informa de las preferencias y demandas de distintas zonas.

Llegados a este punto, resulta patente que la Arqueología de la Producción aporta una información muy valiosa sobre los gustos, preferencias estéticas, organización social y económica, las rutas comerciales, e incluso sobre la demanda que había en el pasado sobre un determinado producto. Sin embargo, esta puede ser precisamente una de las limitaciones de la Arqueología de la Producción. Cualquier investigación realizada desde este enfoque, necesariamente tendrá que abordar muchos otros aspectos de la sociedad que produjo la cerámica: su capacidad y desarrollo técnico, organización social y económica, la consideración social de los artesanos, los objetos y símbolos de prestigio social, etc. En definitiva, la Arqueología de la Producción es imprescindible para conocer muchos aspectos de las sociedades pretéritas, pero no es suficiente para abordar en su totalidad sus formas de vida y de organización social y económica. Cualquier análisis sobre las comunidades del pasado debe realizar una lectura más amplia en la que, si bien la Arqueología de la Producción tiene mucho que aportar, no puede ser el único enfoque empleado.

A esta dificultad hay que sumarle que, igual que ocurre en la actualidad, en el pasado no existía un único método o fin de la producción de un determinado objeto. Así pues, los distintos elementos que configuran los atributos de la producción cerámica variaban en gran medida dependiendo del tipo de objeto que se fabricaba, de su destinatario y de su función. De esta manera, la vajilla de mesa o de cocina poseía atributos muy diferentes a los productos cerámicos destinados al almacenaje o al transporte. Y además, la vajilla de mesa o cocina también podía variar dependiendo de la clase social o poder económico de sus dueños.

Durante la romanización, gran cantidad de pueblos indígenas mantuvieron durante cierto tiempo sus métodos y motivos de producción cerámica de forma independiente a la realizada por Roma; en otros casos, se produjo una suerte de mezcla en las técnicas y los motivos, lo cual normalmente se interpreta como reflejo de procesos de sincretización cultural. Por ello, las investigaciones sobre la Arqueología de la Producción deben centrarse siempre en casos particulares, ya que es la propia sinergia socio-cultural de una comunidad o una región la que afectará, en gran medida, a los atributos de la producción.

Dicho esto, y como balance final, podemos afirmar que la Arqueología de la Producción puede aportar muchas claves para la interpretación del registro arqueológico, si bien el estudio de las sociedades pasadas debe buscar una lectura mucho más amplia. A día de hoy, son numerosas las publicaciones sobre la Arqueología de la Producción cerámica en diferentes épocas. Todas estas investigaciones ponen de manifiesto el potencial de la Arqueología de la Producción para comprender gran cantidad de aspectos de las sociedades pasadas, si bien hay que tener presente que para que estas lecturas puedan ser realizadas de forma correcta, siempre serán necesarias las investigaciones multidisciplinares.

02 Jun 2021
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