La Historia Sobre La Masonería Legendaria y Operativa

En la actualidad se plantea la historia de la masonería en tres grandes bloques:

  • La Masonería Legendaria.

Es el periodo de la gestación de las grandes culturas y civilizaciones. Una época de la que apenas existen datos ni fuentes escritas cuya culminación traería la terminación de grandes obras como Stonehenge, las Pirámides o el Templo de Salomón. Es una época en la que la religión, la ciencia y la magia aún no se han separado y caminan juntas para alumbrar a las grandes civilizaciones mediterráneas: Egipto, Grecia y Roma.

  • La Masonería Operativa.

Legendariamente se afirma que fue Numa Pompilio, rey de Roma hacia el año 700 a. de J.C., quien funda las collegiae, talleres artesanos donde se trabajaba no sólo manualmente sino también en el pensamiento liberal. Hay que señalar que muy posiblemente Numa no existiera como personaje real y sea una creación de Plutarco, si bien, Plutarco se basó en leyendas y acaso varios reyes míticos que fusionó en el gran Numa. Por ello hay autores que evitan hacer ninguna referencia a este rey, sucesor del igualmente mítico Rómulo, fundador de Roma junto a su hermano Remo y primer rey de Roma. Y fijan el comienzo de esta época en la Grecia pitagórica. Nosotros hacemos referencia a esta cuestión por encontrarse en muchos textos masónicos y esotéricos del siglo XIX, aunque desde una perspectiva histórica carece de importancia situar el inicio de este periodo en el siglo VIII a. de E.C., o en el IV a. de E.C. pues en realidad nunca fue un proceso uniforme que se dio en todas las regiones del planeta al mismo tiempo. Lo que estas referencias históricas pretenden reflejar es el comienzo de la historia en tanto que surgen los textos escritos. Importando señalar que desde el comienzo de la civilización se dio especial importancia a grupos gremiales, que alejados de todo fanatismo religioso o político, basaban su vida en la realización personal por medio del trabajo honrado y teniendo como brújula la ciencia, la filosofía y la moral.

Ya el código de Hammurabi (2000 a. de E.C.) regulaba los privilegios de arquitectos, canteros y albañiles. Sus secretos eran transmitidos de maestro a discípulo, casi siempre de forma oral, a cubierto del mundo profano, evitando que aquellos que no eran dignos de conocer sus secretos pudieran acceder a ellos.

Estos hombres, los masones, agrupados en Roma en los famosos Collegiae, contaba Estrabón que exigían a sus asociados identificarse mediante signos secretos, siendo imprescindible superar duras pruebas de iniciación y complejos ritos para poder pertenecer y asociarse.

Estos Collegiae llegaron a ser tan influyentes en la sociedad romana que el propio Julio César dictó su ‘Lex Julia’ para intentar controlarlos.

Tras la caída del Imperio Romano y la llegada del cristianismo, los Collegiae desaparecieron, pero su conocimiento se perpetuó en los gremios, que pasaron a convertirse en los guardianes del saber tanto natural como esotérico.

A finales del siglo XI las construcciones románicas, promovidas por las órdenes de Cluny y del Cister, derivadas a su vez del prerrománico benedictino, favorecieron la expansión de las guildas o gremios. Con las cruzadas, además, los constructores comenzaron a emanciparse de los monasterios, lo que dio origen a una diferenciación entre los artesanos adscritos a una corte o monasterio, llamados ‘artesanos jurados’, ya que prestaban juramento de sumisión a la escuela que los había formado, y los ‘artesanos libres’, en inglés llamados ‘free-mason’s’ y en francés ‘francmaçons’, los cuales no estaban mal vistos por la Iglesia e incluso recibían privilegios, como los concedidos por el Papa Nicolás III en 1277 y Benedicto XII en 1334.

Estos masones libres empiezan a trabajar junto a los constructores bizantinos y musulmanes traídos por los templarios desde Jerusalén, para edificar sus múltiples castillos y monasterios (unos diez mil según Naudon), configurando así las “Compañías del santo deber”. Muestra de este sincretismo y la vinculación que comienzan a tener los masones libres con el Templo se aprecia cuando el rey Luis, el Gordo, otorga al Temple casi un tercio de París, desde le Châtelet hasta la Sorbona, y todos los masones de Ile de France se trasladaron a este pequeño “estado templario masónico”.

La actividad de estas “compañías del santo deber” acabaron siendo reguladas en el contexto de la regulación de los gremios mediante el “Libro de los Oficios” de 1268, redactado por el preboste Etienne Boileau a petición del rey Luis de Francia. Para entonces, las relaciones de los templarios con la Iglesia católica y muchas de las monarquías europeas no pasaban por su mejor momento. Era, en gran medida, la época en la que comenzó el declive de los templarios como consecuencia de dos cuestiones: por un lado, el desinterés de Roma y de la nobleza europea por acometer una nueva cruzada, y el recelo que despertaba en gran parte de la nobleza y el clero la existencia de los templarios y el poder que acumulaban, convertidos desde hacía tiempo en los grandes banqueros de occidente.

No sorprende, por tanto, que en 1312, el rey Felipe, el Hermoso, de Francia y el Papa Clemente V, endeudados hasta las cachas con el Temple, se confabularan para destruir a la Orden del Temple y saquear sus riquezas. Este acontecimiento, además, marca un momento importante en la historia de Europa, porque no sólo acaba con la primera de las ordenes religiosas militares que se habían constituido a la sombra de las cruzadas, sino también supone el comienzo del absolutismo, el inicio de una concentración del poder en los monarcas, que no dudaron en destruir a cualquiera que se les opusiera, incluida la nobleza rural, que vio muy mermado su poder.

Mediante la bula del 23 de marzo de 1312 suprimen la Orden del Temple y queman vivo a Jacques de Molay, su Gran Maestre, en 1314, anulando de un plumazo los préstamos otorgados por la Orden y saqueando todas las posesiones del Templo. La Compañía del santo deber también es perseguida y vuelve a protegerse en los conventos, esta vez en los hospitales de la Orden de San Juan, posteriormente la Orden de Malta.

Para los Ritos escoceses la historia no acaba aquí, y aun con muy pocas fuentes históricas que respalden su leyenda, defienden que estos masones libres, junto con aquellos templarios que lograron escapar de la persecución a la que sometieron a los templarios en Francia, se refugiaron en Escocia. Allí combatirían junto al Rey Robert Bruce en la batalla de Bannockburn, siendo determinantes para alcanzar la victoria, logrando así conservar la independencia de Escocia.

El Rey, en premio por su ayuda, concedió tierras y constituyó la Orden de San Andrés del Cardo, bajo la cual los templarios pudieron continuar con su existencia.

La leyenda cuenta cómo Pierre d´Aumont organizó la salida de los templarios de Francia y otros puntos de Europa para reunirse en Escocia. Mientras, él y otros ocho caballeros templarios permanecieron escondidos en Paris, esperando el momento de liberar a Jackes de Molay. Sin embargo, no pudieron salvar su vida y cuando el último Gran Maestro de la Orden Temple era quemado en la hoguera, Pierre d´Aumont y sus ocho caballeros desenvainaron sus espadas y apuntando con ellas a las llamas, gritaron una palabra que desde entonces es la palabra secreta que se transmite de boca a oído –y con las debidas precauciones–en el grado de maestro masón. 

Tras este grito juraron vengar la injusticia y el crimen que se estaba cometiendo. Se dice también que aquella misma noche lograron hacerse con las cenizas de la pira en la que fue quemado hasta los huesos el último templario y escaparon de Francia disfrazados de albañiles. Ya en Escocia, en la Isla de Mull, Pierre d´Aumont fue elegido Gran Maestre del Temple y selló para siempre la unión entre los templarios y las compañías del deber, uniendo para siempre a los monjes guerreros del temple con los masones, para que desde entonces y hasta cumplir con su Obra, siempre fueran uno.

Otras versiones de la leyenda aseguran que la elección de Pierre d´Aumont como nuevo Gran Maestre tuvo lugar en el solsticio de 1315, un año después de la batalla de Bannockburn y ya como Gran Maestre de la Orden de San Andrés del Cardo.

Estas leyendas, sin embargo, no son aceptadas como ciertas por la mayoría de la masones. De hecho, sólo los ritos escocistas la tienen en su tradición, y cuando se explican, se hacen con un sobreactuado tono de escepticismo. A nuestro juicio, sin embargo, es esta leyenda la que justifica tanto la “antigüedad de la masonería” como la inclusión en ella de los llamados “grados caballerescos”, grados y títulos propios de la nobleza que vienen a perpetuar en las logias las Antiguas Tradiciones. De no dar ningún valor a esta historia oral, transmitida (de esto sí que no hay ninguna duda) generación tras generación, la masonería sólo tendría sentido si fuese explicada a partir de la decadencia de los gremios al final de la Edad Media.

En efecto, a partir del siglo XV los gremios comienzan a entrar en crisis y la masonería operativa decae. Sus miembros empiezan a aceptar en las logias a no operativos (es decir, personas no vinculadas al oficio de la construcción) con los que compartir las ideas humanistas, como es el caso de Tomás Moro (1478-1553), ajusticiado por no aceptar la autoridad espiritual del rey; el fraile benedictino Rabelais (1494- 1553), masón aceptado; o el del arzobispo de Colonia, quien convocó en 1535 una tenida para otorgar su Carta de los Masones Elegidos de la Orden de San Juan.

Estas iniciaciones de aceptados tenían como objeto ganarse el apoyo de figuras relevantes de la sociedad de su momento, a fin de preservar los privilegios de los masones. Sin embargo, lo que consiguieron fue integrar bajo las logias a lo más florido del pensamiento humanista de la época, convirtiendo las logias en un espacio de progreso intelectual y convivencia fraterna. Una convivencia que facilitó la integración de diversas corrientes de pensamiento heterodoxas, como por ejemplo, la alquimia, la cábala y muy especialmente los rosacruces. Este es el fin de la masonería operativa y el comienzo de la masonería especulativa o filosófica.  

24 May 2022
close
Tu email

Haciendo clic en “Enviar”, estás de acuerdo con nuestros Términos de Servicio y  Estatutos de Privacidad. Te enviaremos ocasionalmente emails relacionados con tu cuenta.

close thanks-icon
¡Gracias!

Su muestra de ensayo ha sido enviada.

Ordenar ahora

Utilizamos cookies para brindarte la mejor experiencia posible. Al continuar, asumiremos que estás de acuerdo con nuestra política de cookies.