La Mujer Rural y sus Derechos en Colombia

Las mujeres de las áreas rurales forman un grupo heterogéneo en donde colaboran, de forma significativa, en la economía rural de un país en desarrollo, como lo es Colombia, actuando como agricultoras, ganaderas, comerciantes y empresarias; y el medio rural es considerado como la principal fuente de trabajo para las que viven allí, esté debería permitirle cumplir con sus necesidades básicas, mediante el aprovisionamiento de alimentos, agua, vestido, educación y salud. Sin embargo esta contribución y participación no se ven aún reflejadas, de una forma completa, en los informes de las zonas en desarrollo, porque el trabajo femenino no es reconocido o se considera parte de las ‘labores domésticas’. De esta forma, se invisibiliza su aportación a la producción y desarrollo agrícola, considerándose como empleo no remunerado, aumentando así la brecha de exclusión y retrocediendo con cualquier avance que se haya logrado.

De este modo el presente trabajo, busca establecer que, si bien, la lucha de las mujeres por la persecución de la la igualdad con los hombres ha tenido logros significativos, como son lal participación activa en espacios sociales, políticos y económicos, además de su reconocimiento como sujeto en el crecimiento y aporte al sector rural en Colombia, todavía se observa que existe inequidad al acceder a los mismos recursos que el hombre campesino; entendiéndose de igual manera que el único problema el el campo no sólo es la invisibilidad del género, sino también el olvido de los dirigentes por un sector agrícola, en un país agrícola

En Colombia la situación de desigualdad es una realidad común, no sólo aludiendo a la inequidad de género sino también a la injusticia social de un país que va a cuestas, sostenido por la mano de obra rural y explotado por dirigentes a los cuales la palabra ineptitud no sería suficiente para definirlos. La afirmación anterior la considero necesaria para iniciar mi escrito puesto que es difícil la solución de una sola situación cuando es necesario un cambio de fondo, que el estado indiferente tome acciones reales frente a un problema no admitido.

Retomando la idea central de este ensayo, se habla de la invisibilización de la mujer como fuente productiva en las áreas rurales, y que, aunque el estado colombiano defina marcos legales para la mejora en la calidad de vida de las mismas, la realidad sigue siendo la misma. La mujer consciente de su trabajo ha luchado por promover su autonomía y transformar sus condiciones de vida, sin embargo la ausencia de reconocimiento del trabajo y la falta de políticas públicas reales y aplicables, han perpetuado las condiciones de una década antigua, se sigue viviendo bajo la sombra y careciendo de derechos fundamentales, todo esto traducido en baja productividad, escasos beneficios y menor ingresos.

Si es tomado en cuenta lo antes mencionado resulta particularmente preocupante si consideramos que de acuerdo a cifras del DANE, casi cinco millones de mujeres habitaban en el ámbito rural. De ellas, un 19,8% por ciento llevan la jefatura del hogar sobre sus espaldas, y en el 85,3 de los casos lo hacen sin un cónyuge a su lado, según ONU Mujeres. Esto hace que una cantidad nada irrisoria de hogares se vean afectados por la problemática de diferentes formas, una de ellas podría ser el potencial productivo desperdiciado, potencial que no será aprovechado en su totalidad si subsisten los problemas de inequidad. Otra problemática que se ve agravada son las condiciones a las cuales se deben ver enfrentadas las familias, que con una cantidad mermada en sus ingresos se hace precaria sus condiciones de vida.

Esto despierta tanto un debate ético como práctico económico, lo primero hace referencia a la decadencia de los principios que terminan por imperar en los estándares de este sector pues se tiende a ignorar el drama humano y con esto perder el sentido moral, ya que este no trae beneficios a simple vista y con lo segundo es preocuparse por lo que representan estos hogares en un futuro, es decir, el potencial que podría surgir de los hijos que representan un capital humano que podría influenciar en el desarrollo del agro colombiano.

Con lo anterior sería normal que la mujer pierda interés por un trabajo en el campo, puesto que al no poder brindar unas condiciones de vida mínimas, tanto para ella como para su núcleo familiar, desarrollar actividades en el sector agropecuario no sería su principal enfoque. Según cifras de la DANE las personas que habitan en hogares con una mujer al frente son más pobres que las que están en un núcleo familiar dependiente de un hombre: un 48,1 por ciento frente al 41,2 por ciento, respectivamente. Esto permite agravar la situación de migración hacia las esferas urbanas en busca de oportunidades consideradas dignas.

De las mujeres y niñas que viven el en campo, la mayoría se dedican a labores domésticas o a actividades agropecuarias no propiamente domésticas, realizadas en el mismo hogar, por lo cual veces ni ellas mismas las perciben como trabajo y aporte a la producción de la parcela, continuando con la invisibilización del trabajo doméstico y dificultando la definición de una sola situación problema.

Los obstáculos a los que nos vemos enfrentados recaen en el mismo gobierno por falta de seriedad en sus propuestas; a la cultura machista campesina y a la mujer misma, que continúa haciendo imperceptible su rol de trabajadora, y con esto perpetuando, muchas veces sin darse cuenta, el pensamiento de que cada género tiene un rol establecido. Un reciente estudio del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes encuestó a 1.391 personas en la Macarena-Cagüán, Andén Pacífico, Bajo Cauca y Cordillera Central, cuatro de las 16 regiones de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). Encontraron que 6 de cada 10 colombianos que fueron entrevistados no están de acuerdo con modificar los roles de género tradicionales.

07 July 2022
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