La Moral Estóica, la Virtud y la Felicidad

Según la RAE “La felicidad es un estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”, por su parte Zenón definía la felicidad como “el buen decurso de la vida”. El estoicismo considera la razón como remedio para los trastornos de la existencia, de hecho, es gracias a esta razón, específica a la especie humana, que el hombre puede llegar a la felicidad (definida como ataraxia), cualesquiera que sean las circunstancias de su vida. Los estoicos se alejan del placer y de las lujurias y adoptan la continencia y la sobriedad, retrocediendo hacia el interior de si mismos para encontrar la felicidad o la “eudaimonia”.

En el pensamiento griego estoico (Crisipo, Cleantes, Zenón…) la verdadera ética sólo es alcanzable en el sistema filosófico de la ciencia. El correcto uso de la razón, por medio del conocimiento, hace posible la virtud y la felicidad, que son dos caras de una misma moneda, pues el conocimiento científico es condición de la acción virtuosa, y a su vez, la virtud es impensable sin el conocimiento, de modo que perfeccionar la intelección a través del conocimiento científico implica moldearse en la virtud; no porque la felicidad sea la recompensa de una vida virtuosa, sino porque el ideal estoico de sabio implica que la vida virtuosa es en si misma feliz. Esto es así porque solo el sabio tiene una perfecta intelección que le lleva a obrar rectamente y porque no permite que sus afectos y pasiones influyan en sus acciones y en su actitud, de este modo, se encuentra en un estado de completa libertad.

La moral estoica admite la existencia de un ser perfecto, inconmovible, que vive en la completa felicidad, que es pura razón, y que vive, por así decirlo, en una actitud virtuosa nivelada con respecto a sí misma, es decir, que es pura virtud, no sujeta a ningún cambio. La virtud es para los estoicos el único bien. Considerada como “una disposición constante que establece el acuerdo del individuo consigo mismo y con la naturaleza”, en la virtud se encuentra la realización del hombre, de esta forma, entre virtud y vicio no se admite un término medio, el hombre es justo o injusto, pero no parcialmente justo. En esta lógica, el hombre virtuoso todo lo hace bien y conforme a la naturaleza porque tiene a la razón como referente de su actuación, en el extremo opuesto se encuentra el ignorante, atado a sus temores y pasiones. La felicidad es motivo del conocimiento precisamente porque es la finalidad de la existencia de los hombres. Crisipo y Cleantes señalan “la meta se halla en la felicidad y que el fin consiste en lograr la felicidad, lo cual equivale a ser feliz” y Zenón indica que “el fin es vivir conforme a la virtud”, así, el estoico que aspira a ser feliz tiene como única herramienta la Filosofía: lógica, física y ética se presentan al servicio del hombre con un claro objetivo: enseñarle a vivir de acuerdo con su naturaleza.

El estoicismo presenta al ser humano como un ente capaz de mantenerse imperturbable por las cosas que pasen a su alrededor, es decir, que sus alegrías no provengan solo de estímulos exteriores y que las dificultades no supongan una derrota o un sentimiento de frustración. Precisamente en el caso del estoicismo, la virtud se desplaza del escenario técnico naturalista al plano de la ética; Diógenes Laercio señala que: “virtud es la perfección de cualquier cosa en general, como, por ejemplo, la perfección de una estatua”. De este modo, existirá virtud en un hombre en la medida que desarrolle con excelencia la función que le es propia. La virtud en sentido ético se dice de los hombres que despliegan a plenitud la operación que les es característica en cuanto hombres. Por su parte, Cicerón afirma que “la virtud es la misma en los hombres y en los dioses y en ningún otro linaje se encuentra” y que “la virtud no es otra cosa que la naturaleza perfecta y llevada a su punto culminante”. En esta medida, será virtuoso aquel hombre que despliegue del modo mas excelso su rasgo más distintivo.

Sobre esta base, en la propia virtud están los componentes necesarios para la consecución de la felicidad, y es a través de aquella que ésta se alcanza, desear la felicidad requiere inclinarse hacia la virtud, ya que, en el orden teórico, la virtud y la felicidad se muestran como discernibles, pero en el plano práctico se manifiestan como idénticas. Técnicamente, la virtud requiere a la excelencia con la que un hombre despliega su naturaleza, mientras que la felicidad señala el modo en que se proclama la proximidad de la conducta de un hombre respecto a un determinado ideal de sabiduría; si bien nominalmente no son sinónimos, en la praxis se identifican como tales. Dado que la virtud es bastante para la felicidad, lo es también para vivir bien, y en consecuencia se bastan a sí mismas, es decir, son por ellas y no por otra cosa “la virtud para vivir bien, a sí misma se basta” (Cicerón). En esta medida, la felicidad no es un añadido de la virtud ni ésta es un anexo de aquella; su relación es de coincidencia justamente porque ambas se predican de un mismo modo de habitar activamente la existencia, de forma que el hombre virtuoso es de suyo feliz, y la felicidad trae consigo la virtud; en la excelencia de su humanidad radica la felicidad de los hombres y en el campo de las acciones, la excelencia en el obrar coincide con la proximidad respecto del ideal de sabiduría. A este respecto, Cicerón se refería la posición del fundador de la Filosofía del pórtico: “Zenón, por consiguiente, y de ningún modo era capaz de cortar los nervios de la virtud, como lo hace Teofrasto, sino que, por el contrario, ponía todo lo que es necesario para la vida feliz en la sola virtud”. Si la virtud se basta a sí misma en lo relativo al buen vivir, es precisamente porque en el plano práctico se identifica con la propia felicidad. Tanto la felicidad como la virtud se dicen, entonces, de una manera autosuficiente de estar en la vida. Según esto, en cuanto entendemos que la filosofía estoica se inclina hacia el escenario ético, la felicidad en la virtud se da como el objetivo último de la labor del filosofo “Las virtudes son bienes no solo productivos, sino también finales, por cuanto producen la felicidad y la completan”

Para el estoico todas las acciones y conductas están predeterminadas por una suerte de causalidad que se encadena y que concluye en los hechos; por consiguiente, la libertad del hombre se encuentra reducida a una mera creencia o conducta subjetiva fundada en que todo hecho ocurre u ocurrirá independientemente de su voluntad, por ello, la felicidad depende de las acciones propias de cada uno, lo que implica que “el hombre tiene en sí mismo todas las condiciones necesarias para la verdadera felicidad; el mérito está en conseguirla a base de inteligencia, de voluntad y de práctica continuada. También sostienen la teoría de que el ser humano no es solo mente, sino que esta actúa como un puente hacia otros recursos más sutiles de conciencia y desarrollo interior, por eso, la verdadera felicidad necesita practicar la voluntad, introducir nuevos hábitos, integrar nuevos patrones de pensamiento, sentimiento y acción y unificarlos. Alcanzar la coherencia interior y practicar la “virtud” entendida como una actitud de hacer lo más correcto en cada momento, de sacar lo mejor de uno mismo, lo más bueno, lo más noble, lo más justo y lo más bello. En definitiva, ser ejemplos vivos del difícil arte de vivir. 

13 July 2021
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