Los Matrimonios Desiguales y la Pragmática de Sanción de 1776 en "El sí de las Niñas de Moratín"

El sí de las niñas, estrenada en 1806, supuso un éxito de representación en la España de la época. Dicha representación tuvo lugar en Teatro de la Cruz de Madrid. Se dice que estuvo en cartelera durante veintiséis días ininterrumpidos –desde el 24 de enero hasta el 18 de febrero de 1806–, siendo cortada su representación en pleno éxito a causa del comienzo de la Cuaresma.  

Fue, cronológicamente, la tercera obra representada de Moratín, quien previamente había presentado al público El viejo y la niña y La comedia nueva o El café.  

El sí de las niñas trata el tema de los matrimonios desiguales en la España del XVIII. Murillo, J. C.    nos dice: “Recoge El sí de las niñas unos asuntos que estaban de actualidad en los años en los que se realiza su creación, el de los matrimonios desiguales y el de la libertad de los hijos en la elección de pareja”. Asimismo, nos dice: “Diversos contenidos, diferentes temas, se insertan en El sí de las niñas. Aparecen los matrimonios desiguales, la educación de los hijos, las relaciones amorosas, las relaciones paternofiliales, la sociedad, los tipos y problemas sociales del momento.”  

No obstante, Murillo destaca que, como se ha dicho antes, el tema más importante es el de los matrimonios desiguales. Nos dice:

“El tema fundamental es el problema de los matrimonios desiguales. Responde a una preocupación real de la época, relacionada por la publicación en 1776, el 23 de marzo en concreto, de una pragmática de Carlos III en la que se abordaba el asunto y se obligaba a los hijos a contraer matrimonio sólo si se tenía el consentimiento del cabeza de familia. Moratín va a criticar los excesos a los que dio lugar ese precepto, a las imposiciones irracionales de pareja que los padres hacían a sus hijos por motivos egoístas, de conveniencia personal, ligados a los deseos de progresar, de ascender social y/o económicamente. Se defiende que entre los miembros de la pareja ha de existir una igualdad esencial, en la edad, en la economía, en la clase social. Las críticas más fuertes contra los excesos son puestas en boca de Don Diego, que, al estar construido sobre el tipo de tutor, es el encargado de transmitir la doctrina positiva que se inserta en el argumento”.

En el anterior fragmento podemos observar que trata el tema de la Pragmática de Sanción de 1776, tema que desarrollaremos en la segunda parte de este trabajo.

Primeramente, en la obra se observa una revalorización de la comedia en vez de la tragedia, que Moratín veía más destinada a la clase alta. Vemos una crítica a los casamientos desiguales; de esta forma, la comedia subvierte los elementos de la tragedia. (Andioc apud Martínez)

Respecto a esto último, Moratín decía: “Imitación en diálogo (escrito en prosa o verso) de un suceso ocurrido en un lugar y en pocas horas entre personas particulares, por medio del cual, y de la oportuna expresión de afectos y caracteres, resultan puestos en ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad, y recomendadas por consiguiente la verdad y la virtud.”  

No obstante, el mismo Murillo continúa diciendo, citando a Moratín:

“El texto teatral ha de estar redactado en prosa o verso, aunque, en otros escritos suyos explica que es mejor el uso de la prosa para la comedia, dado que se corresponde ella más con el habla de las gentes que se pretende reflejar. Si se emplea el verso, es necesario usar versos cortos, estrofas que, como el romance o la redondilla, aproximen el lenguaje de la comedia al habla coloquial de las gentes del momento, para así acercar el texto al espectador y dotarlo de mayor verosimilitud.”

Podemos observar que en esto coincide con Jovellanos, quien dice es su obra Memoria sobre educación pública o sea tratado teórico-práctico de enseñanza, con aplicación a las escuelas y colegios de niños: “[…] dirigiéndoles en el análisis de los modelos escogidos a buscar, así las propiedades de la frase y locución poética, como las del número y armonía de los versos; tercero, haciéndoles primero componer en prosa poética (pues que el metro no es de esencia de la poesía), para acostumbrarlos y encastarlos en la buena dicción.” (Jovellanos, 1975)

Volviendo a la obra, la escena de desarrolla en una posada de Alcalá de Henares. Es decir, nos encontramos en un entorno rural. Los personajes son de clase media-alta; no obstante, también nos encontramos con personajes de clase baja, como Rita o Calamocha. Moratín se sirve de esto para poder representar un habla coloquial en los personajes; asimismo, los comportamientos son más espontáneos.

Los personajes de la obra son: Don Diego, el anciano que pretende casarse con Doña Francisca; Doña Francisca, joven de 16 años, pretendida por Don Diego y enamorada de Don Carlos; Don Carlos, sobrino de Don Diego, enamorado de Doña Francisca y soldado; Doña Irene, madre de Francisca, es quien mueve los hilos para el futuro matrimonio; Simón, criado de Don Diego; Rita, criada de Doña Francisca y Doña Irene; Calamocha, acompañante de Don Carlos, mantiene una relación con Rita, personaje cómico.

Respecto a esto nos dice Moratín: Los personajes han de ser «personas particulares», no nobles ni reyes, cuyos hechos son objeto de tratamiento en la tragedia; y han de recibir una adecuada, y verosímil, caracterización. El fin de la comedia es didáctico. Los textos se escriben para enseñar, para transmitir una idea, una peculiar visión de la realidad. (Moratín apud Murillo)

¿A qué se debe este bajo número de personajes que contrasta con el teatro de, por ejemplo, el Siglo de Oro? La clave nos la da Murillo: “Se da así cumplimiento a uno de los preceptos de la poética neoclásica que se iba a convertir en constituyente de la comedia de buenas costumbres. Según éste, para no complicar excesivamente la obra y no distraer la atención del espectador con agonistas superfluos de mínima intervención en el argumento y de exiguas funciones, era importante que en las piezas sólo incluyesen entre seis y ocho personajes”  

En cuanto a las unidades aristotélicas, Moratín las respeta todas: la acción es una sola, sin otras acciones subyacentes. En cuanto a la unidad de tiempo, la obra se presenta en un solo lugar: una posada de Alcalá de Henares. La obra empieza al atardecer y acaba al amanecer, es decir, se respeta la unidad de tiempo.

Murillo está de acuerdo con esta afirmación: “La acción es única. No contiene acciones ni historias secundarias, al estilo de las que frecuentemente aparecen en la comedia nueva barroca una parte del teatro popular de la Ilustración.”

Dice Murillo algo lógico pero necesario para la comprensión del tratamiento de las unidades que nos da Moratín justo al principio de la obra:

“La escena es en una posada en Alcalá de Henares.

El teatro representa una sala de paso con cuatro puertas de habitaciones para huéspedes, numeradas todas. Una más grande en el foro, con escalera que conduce al piso bajo de la casa. Ventana de antepecho a un lado. Una mesa en medio, con banco, sillas, etc.

La acción empieza a las siete de la tarde y acaba a las cinco de la mañana siguiente.”

En cuanto a un análisis formal de la obra, la obra se desarrolla en tres actos claramente estructurados como una introducción, un nudo y un desenlace feliz. Dice Murillo:

Toda la materia está distribuida en tres actos, lo cual es considerado aceptable por los preceptistas del momento, e incluso preferible al reparto en cinco o cuatro actos, pues permite adecuar mejor la estructura externa de la obra al reparto de la acción aconsejado por Aristóteles en tres momentos clave, el planteamiento, el nudo y el desenlace. Consecuentemente con ello el acto primero de la comedia va a contener el planteamiento; el segundo, el nudo; el tercero, el desenlace.

Nos cuenta la historia de Doña Francisca, quien es cortejada por Don Diego, muchos años mayor a ella. Se refleja que no es Paquita quien busca el matrimonio, sino que es su madre quien lo orquesta todo. Paquita, por su lado, se encuentra en cortejo amoroso con el mismísimo sobrino de Don Diego: Don Carlos.

Don Carlos depende económicamente de su tío, al que profesa un obvio respeto. Este enredo amoroso se soluciona cuando Don Diego, figura del ilustrado, decide abandonar sus deseos en favor de la felicidad del sobrino y su amada.

Ahora bien, ¿qué pudo llevar a Moratín a criticar esta práctica? Primeramente, hemos de decir que Moratín, según Emilio Martínez Mata, tomando como referencia la poética de Luzán, cree que las tragedias se destinan a las clases más altas, mientras que la comedia “encontraría en las comedias el relato de sus costumbres y de sus vicios y defectos, es decir, la representación de actitudes condenables que se muestran como ejemplo a corregir y la de comportamientos virtuosos que se convierte en modelo de conducta” 

Referente a los matrimonios, continúa diciendo que el propio Goya había inmortalizado el tema en su Capricho 14, obra que se puede observar en la portada de este mismo trabajo. Dice que esto era “una realidad social evidente”. “En Madrid en 1787 el número de varones casados de más de cincuenta años era muy superior al de mujeres y, como consecuencia, había tres veces más viudas que viudos.”  

Se aventura a decir también que no fue sino en sí mismo en quien se inspiró Moratín. Según E. Martínez Mata, Moratín había empezado a tratarse con Francisca Muñoz, casi 20 años menor a él. Por lo tanto, sería el mismo Moratín quien inspira al personaje de Don Diego, salvando, eso sí, la diferencia de edad.

No obstante, al igual que Don Diego, Moratín también decide renunciar a su amor ya que “sería consciente de que el amor de una muchacha de veinte años por él estaría constituido en su mayoría por admiración y por un sentimiento más próximo al amor filial que a la pasión” (Op. Cit., 41). Como última curiosidad, también se dice que dijo Moratín refiriéndose a una prima, quién le pedía consejo de cara a su boda con un hombre 22 años mayor: “¿Tú estás enamorada de él, o no? Si no es más que estimación la que le profesas por sus buenas prendas, no te cases con él” (Ibid.) De lo que podemos presuponer que el matrimonio desigual era un tema que afectaba directamente a Moratín, quien no quería verse convertido a un Don Roque (Ibid.)

Añade Martínez: “el problema de los matrimonios impuestos contra la libertad de elección de los jóvenes era un tema de viva actualidad en la época, es una preocupación sentida de un modo muy íntimo la que lleva a Moratín a plantearlo de manera predominante en sus comedias”.

Ahora bien, esto se refiere a los casos en los que los hijos contraían matrimonio sin permiso paterno o tutorial, todo lo contrario a lo que nos quiere transmitir Moratín en El sí de la niñas. En la obra, la figura de la madre es la gestora de la alianza entre el interesado, Don Diego, y la afectada, Doña Paquita. Los mismos Jiménez y Vázquez citan a Casey, quien refiriéndose a la Pragmática de Sanción de 1776 dice: “en pleno siglo XVIII la opinión general era que los padres no solían ser buenos jueces de los verdaderos intereses de los hijos y que los enfrentamientos eran sin duda deplorables”.

Cabe recalcar lo que dicen Jiménez y Vázquez respecto al matrimonio ilustrado:

“En cuanto al modelo de matrimonio ilustrado, en España se abogaba por una relación armoniosa entre los componentes de la familia. Así, podemos descubrir la imagen de una familia replegada en sí misma, habitando un hogar donde el orden, las virtudes, la laboriosidad, la salud y el ahorro constituyen el contexto de convivencia doméstica presidida por la ternura de los esposos, el cariño de los hijos, y la abnegación de las madres. Imágenes que indican que la nueva elite gustaba de presentar en público una vida doméstica afectuosa y confortable, que pusiera de manifiesto la distinción espiritual y social a la que aspiraba”

Esto es lo que Moratín busca reflejar en su obra, pues todo lo contrario pasaría con el matrimonio entre Don Diego y Doña Paquita. No podría haber relación armoniosa. Si bien podrían mostrarse al público de forma “armoniosa y confortable”, esto sería una pantomima, pues Paquita ama en secreto al sobrino de Don Diego, un matrimonio que Moratín defiende como más igualitario.

Miguel de Cervantes en la segunda parte de su universal Quijote, concretamente en el capítulo XIX se atreve a decir sobre el matrimonio:

“-Si todos los que bien se quieren se hubiesen de casar -dijo don Quijote-, quitaríase la elección y juridición a los padres de casar sus hijos con quien y cuando deben; y si a la voluntad de las hijas quedase escoger los maridos, tal habría que escogiese al criado de su padre, y tal al que vio pasar por la calle, a su parecer, bizarro y entonado, aunque fuese un desbaratado espadachín; que el amor y la afición con facilidad ciegan los ojos del entendimiento, tan necesarios para escoger estado, y el del matrimonio está muy a peligro de errarse, y es menester gran tiento y particular favor del cielo para acertarle. Quiere hacer uno un viaje largo, y si es prudente, antes de ponerse en camino busca alguna compañía segura y apacible con quien acompañarse: pues, ¿por qué no hará lo mesmo el que ha de caminar toda la vida, hasta el paradero de la muerte, y más si la compañía le ha de acompañar en la cama, en la mesa y en todas partes, como es la de la mujer con su marido? La de la propia mujer no es mercaduría que una vez comprada se vuelve, o se trueca o cambia; porque es accidente inseparable, que dura lo que dura la vida: es un lazo que si una vez le echáis al cuello, se vuelve en el nudo gordiano, que si no le corta la guadaña de la muerte, no hay desatarle.”

Esto nos muestra un poco de la visión sobre el matrimonio en el XVII. Cuando dice Don Quijote “Si todos los que bien se quieren se hubiesen de casar […] que el amor y la afición con facilidad ciegan los ojos del entendimiento, tan necesarios para escoger estado, y el del matrimonio está muy a peligro de errarse”, no está diciendo otra cosa sino que son los padres aquellos que poseen las cualidades necesarias para entender qué puede favorecer o no a los hijos en materias de matrimonios.

Seguramente es a esta visión a la que quiere enfrentarse Moratín. Pues no trata el tema sólo en esta obra, en El viejo y la niña vuelve a tocar el tema de los matrimonios desiguales.

Siguiendo las comparaciones, García Loca, en su obra La zapatera prodigiosa, trata un tema similar al de El viejo y la niña. Las obras siguen incluso la misma estructura: la joven que se casa con un anciano con el que no encuentran la felicidad. Bien es cierto que el final no es el mismo, en principio. No obstante, Lorca nos dice lo siguiente en el esbozo de la obra: “Era una zapatero que no tenía nada más que su mujer, y su mujer no lo quería nada porque andaba tonteando con los mozos del pueblo”; incluso, en el esbozo inicial, la zapatera tenía un amante: Don Mirlo.  

Si bien la situación no es paralela, vemos una estructura semejante en tanto que ambas se han casado, por conveniencia, con un anciano en cuanto que ambas se decantan por un amante joven, en otras palabras: igual.

Moratín trata este tema con ironía, pues en el coloquio entre madre y yerno, dice la madre que ella se casó muy joven con un señor mayor, que terminó muriéndose pronto, y así lo había hecho varias veces; enumera Moratín estas ventajas de manera irónica.

En conclusión, hemos detallado los motivos que pudieron llevar a Moratín a escribir El sí de las niñas; entre las hipótesis que más ganan fuerza está la de que se inspiró en un hecho de su propia vida. Asimismo, hemos contextualizado el tema del matrimonio en la época de Moratín, época de matrimonios desiguales que inspiró la denuncia en la obra. También se ha mostrado breve análisis formal de la obra para ponerla en relación con los movimientos reformadores de su tiempo. De la misma forma se ha presentado un brevísimo resumen y una posible conexión con una obra teatral de García Lorca.

17 February 2022
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