Obesidad Causada Por El Excesivo Consumo De Comida Chatarra

 

La comida rápida es una de las preferencias para muchos a la hora de comer. Su precio accesible y su fácil obtención son propiedades que la caracterizan. Cadenas nacionales, como internacionales, ofrecen actualmente este tipo de comida. Además, la podemos encontrar en cualquier parte, por lo que las prisas, su atractivo y, a veces, su bajo precio incitan al consumo de esta. Pero, ¿si conocieras las consecuencias para tu cuerpo la seguirías comiendo?

“Al introducir comida rápida en nuestro organismo, por el tipo de alimentos que la caracterizan y porque, como su propio nombre indica, tendemos a comerlas a gran velocidad y en mayor cantidad, las digestiones son más lentas y pesadas, produciendo malestar al hacer que el estómago trabaje de más y por el bajo o nulo aporte de fibra”, explica Ana Mora, nutricionista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

Una ingesta reiterada de comida rápida provoca obesidad y todas las patologías consecuentes a ésta, como diabetes, hipertensión arterial, aterosclerosis, enfermedades cerebrovasculares, patologías renales, hígado graso, e incluso cáncer. Con la comida rápida el peso corporal se incrementa de manera notable. Una comida rápida puede contener el total de las calorías diarias que se necesitan. El problema no es solo el excesivo aporte de calorías como tal, sino también la proveniencia de éstas. Son comidas ricas en colesterol, azúcares y grasas saturadas, causantes de muchas patologías y hay mucha variedad de productos incluidos en el concepto de comida rápida, pero la más clásica es una alimentación rica en grasas, casi siempre de origen animal.

La grasa tiene casi el doble de calorías que los hidratos de carbono y las proteínas para una misma cantidad. Por ejemplo, una hamburguesa de tamaño grande con queso y una ración grande de papas fritas aportan casi 1.500 calorías, un 75% de las que se necesitan al día. Por lo que nos podemos dar cuenta de que su aporte es casi nulo y este en exceso nos conlleva, en primera instancia, a la obesidad.

La obesidad es una enfermedad crónica tratable que aparece cuando existe un exceso de tejido adiposo (grasa) en el cuerpo. Es decir, que una persona que por la razón que sea se ha puesto obesa, ha perdido el control de los millones de mecanismos que le van a regular por dentro el cuerpo. Cuando eso se pierde, no se va arreglar, siempre hay que estar detrás vigilando para que ese peso no vuelva. Por tanto, la obesidad es considerada de tal forma, como una enfermedad crónica. La acumulación del exceso de grasa debajo del diafragma y en la pared torácica puede ejercer presión en los pulmones, provocando dificultad para respirar y ahogo, incluso con un esfuerzo mínimo. La dificultad en la respiración puede interferir gravemente en el sueño, provocando la parada momentánea de la respiración denominado como apnea del sueño, lo que causa somnolencia durante el día y otras complicaciones.

La obesidad puede causar varios problemas ortopédicos, incluyendo dolor en la zona inferior de la espalda, es decir, lumbalgia y agravamiento de la artrosis, especialmente en las caderas, rodillas y tobillos. Los trastornos cutáneos son también frecuentes. Dado que las personas obesas tienen una superficie corporal escasa con relación a su peso, no pueden eliminar el calor del cuerpo de forma eficiente, por lo que sudan más que las personas delgadas. Del mismo modo, es frecuente la tumefacción de los pies y los tobillos, causada por la acumulación a este nivel de pequeñas a moderadas cantidades de líquido, es decir, edemas. Asimismo, la obesidad afecta negativamente a la esperanza y la calidad de vida, así como a la estética corporal que, en consecuencia, puede causar problemas sociales y psicológicos para el individuo con esta condición.

Los datos científicos evidencian que este fenómeno parece ir en aumento en los últimos años, por lo que se ha convertido en un problema de salud pública, especialmente en los países desarrollados. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que en el mundo hay 1.900 millones personas adultas que tienen sobrepeso, de las cuales, más de 600 millones sufren obesidad. (F. 2011). La obesidad es un fenómeno multicausal y, por tanto, las causas obedecen a varios factores: los de origen genético y endocrino, que suponen un 30%, y los de origen ambiental, que representan el 70%. En estos últimos se incluyen la ingesta excesiva de comida, especialmente productos poco saludables, la falta de ejercicio físico y, en general, un estilo de vida sedentario. Esta enfermedad se diagnostica, más que por el peso, por el porcentaje de grasa corporal del individuo. De manera general, en el hombre adulto, aproximadamente el 12-20% de su peso corporal está compuesto por grasa. En el caso de la mujer, el porcentaje es un poco más alto, el 20-30 %, fundamentalmente debido a hormonas como el estrógeno. El IMC es una medida fácil de obtener, con una correlación alta con la composición corporal, y es útil como valor de diagnóstico. Además, cuanto mayor IMC tiene un individuo, mayor posibilidad de desarrollar morbilidades asociadas al exceso de grasa.

La obesidad puede clasificarse de distintas maneras en función del criterio que se establezca. Una de las clasificaciones más empleadas es en función de la distribución de la grasa corporal, en la que existen tres categorías. Según el Consenso SEEDO, es la obesidad de distribución homogénea, que es cuando el exceso de grasa no predomina en ninguna zona del cuerpo, por eso recibe el nombre de obesidad de distribución homogénea; la obesidad ginoide o periférica (en forma de pera) que sucede cuando la grasa se localiza básicamente en la cadera y en los muslos. Este tipo de distribución se relaciona principalmente con problemas de retorno venoso en las extremidades inferiores (varices) y con artrosis de rodilla. Las mujeres son más propensas a padecer este tipo de obesidad; la obesidad androide, central o abdominal (en forma de manzana) que se presenta cuando el exceso de grasa se ubica en la zona en la cara, el tórax y el abdomen y se asocia a un mayor riesgo de dislipemia, diabetes, enfermedad cardiovascular y de mortalidad, por lo que este tipo de obesidad es más habitual en hombres que en mujeres. 

También se puede clasificar la obesidad según el grado de riesgo y son la obesidad tipo I (primer grado de obesidad), IMC 30-34.9 kg/m2; la obesidad tipo II (segundo grado de obesidad), IMC 35- 39.9 kg/m2; obesidad tipo III (este tipo de obesidad recibe también el nombre de obesidad mórbida), IMC 40-49.9 kg/m2; y en un último grado, la obesidad tipo IV (este tipo de obesidad también es conocida como obesidad extrema), IMC superior a 50 kg/m2.

Así como existen clasificaciones según el criterio que se establezca y según el grado de riesgo, también existen tipos según la causa. Sus fuentes pueden ser por obesidad genética, que se presenta cuando el individuo ha recibido la herencia genética o predisposición para tener obesidad. Obesidad dietética, que es caracterizada por un estilo de vida sedentario y una ingesta de alimentos poco saludable. Obesidad por desajuste, que se presenta cuando la persona nunca se siente saciada por un desajuste en el sistema de regulación del hambre. Obesidad por defecto termogénico que se presenta cuando el organismo al no quema las calorías eficientemente. Obesidad de tipo nervioso, es la obesidad causada por problemas psicológicos como la ansiedad, el estrés y la depresión. Obesidad por enfermedades endocrinas, es la obesidad provocada por enfermedades de tipo hormonal, por ejemplo, hipertiroidismo. Y la obesidad cromosómica, y este tipo de obesidad se asocia a defectos cromosómicos. (Organización Mundial de la Salud (OMS) 2019)

En la actualidad, son distintos los métodos que existen para cuantificar el porcentaje de grasa corporal. La biompedancia, la ingeniería de rayos X o la densitometría son algunos ejemplos. Sin embargo, uno de los métodos más utilizados es el Índice de Masa Corporal (IMC), obtenido por la relación entre el peso expresado en kilogramos y la altura en metros al cuadrado (IMC: Peso/talla2). Con el resultado de este índice se define obesos a aquellos que tienen IMC igual o superior a 30 Kg/m2.

Para mantener un peso saludable es importante lograr un equilibrio entre las calorías que se ingieren y las calorías que se queman mediante la actividad física y las funciones corporales. Para perder peso, una persona suele tener que reducir las calorías que ingiere y aumentar la actividad física. Para una alimentación más saludable se debe ingerir más frutas, verduras, granos integrales y leche, y productos lácteos descremados o semidescremados. Es necesario que se incluya en la dieta carnes magras, aves de corral, pescado, frijoles, huevos y frutos secos o semillas. Se debe llevar una dieta con bajo contenido de grasas saturadas, grasas trans, colesterol, sal (sodio) y azúcar agregada. Y en este último punto es necesario enfatizar que sin la adecuada cantidad de agua no se podrán metabolizar adecuadamente los alimentos, por lo que conlleva riesgos, es por esto que se debe ingerir más agua en vez de bebidas azucaradas, porque el organismo considera a las bebidas azucaradas mayormente como carbohidratos y un mínimo porcentaje extrae de agua, por esto se debe ingerir más agua.

Otro punto muy importante es el hecho de realizar suficiente actividad física. Es importante para ayudar a prevenir o reducir el sobrepeso, la obesidad y los problemas de salud relacionados. Para mantenerse sano, un adulto de 18 años o más necesita al menos 30 minutos de actividad física 5 o más días a la semana. Y los niños y adolescentes necesitan al menos 60 minutos de actividad diaria para cuidar su salud.

En base a toda esta información, se puede concluir que la comida chatarra no aporta a nuestro organismo puntos beneficiosos, mas bien, son perjudiciales y afectan gravemente a nuestra salud. No está mal consumirla repentinamente, pero si tomamos como costumbre el consumo de esta excesivamente, nos traerá consecuencias que, por un lapso serán reversibles pero después pueden llegar a convertirse en irreversibles y, por último, hasta mortíferas. La obesidad es una enfermedad crónica que tiene un impacto en la calidad de vida de la persona y tiene, como primera instancia, a la comida chatarra como principal causante de la misma, y consigo misma esta enfermedad trae un sinnúmero de enfermedades más; es decir que es un factor de riesgo de múltiples enfermedades, que destruirán nuestras vidas que, por consiguiente, acortarán nuestro plazo de vida. Es importantísimo saber distribuir la comida que consumimos, ser conscientes de lo que comemos y considerar a nuestro cuerpo como un gran tesoro al que hay que cuidar siempre hasta que llegue nuestra muerte. Para esto se necesitará una serie de pasos, ya mencionados anteriormente, que debemos acoplarlos a nuestro diario vivir para así evitar, enfrentar y contrarrestar este tipo de patología crónica.

Bibligrafía

  1. F., Rodríguez Artalejo. Psicología y mente. 2011. https://psicologiaymente.com/salud/tipos-de-obesidad (último acceso: 06 de 08 de 2019).
  2. Johnson-Greene, Chandra. Vida y Salud. 2017. https://www.vidaysalud.com/comida-chatarra-evita-estos-alimentos-y-bebidas/ (último acceso: 08 de 04 de 2019).
  3. Mora, Ana Callejo. Cuídate Plus. 23 de 02 de 2018. https://cuidateplus.marca.com/alimentacion/nutricion/2018/02/23/-le-ocurre-exactamente-cuerpo-comida-rapida-161620.html (último acceso: 04 de 08 de 2019).
  4. Organización Mundial de la Salud (OMS). Organización Mundial de la Salud (OMS). 2019. https://www.who.int/topics/obesity/es/ (último acceso: 06 de 08 de 2019).
17 August 2021
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