Platón y la Guerra de Peloponeso entre Esparta y Atenas

El momento de hegemonía y esplendor que gozaron los atenienses en el s. V a.C. finalizaron con el enfrentamiento entre dos grandes potencias por la hegemonía en el Egeo y el Mediterráneo Occidental al que conocemos como Guerra del Peloponeso (431- 404 a.C.) Esparta y Atenas con sus correspondientes aliados se enfrentaron produciendo desastre y conmoción entre los griegos y transformaciones en la política y valores morales de la comunidad.

La derrota de Atenas representa un punto de inflexión en la historia de Grecia. Desapareció la democracia radical, la flota ateniense dejó de insistir, los poderes de los funcionarios y el Consejo fueron aumentando a expensas de la Eklesía. Atenas vencida vio cambiar la democracia de Pericles por la Tiranía de los Treinta bajo la protección de Esparta, quien impuso una política represiva traducida en muertes, exilios y confiscaciones. Sin embargo tan solo un año después se restableció la democracia.

Platón (427- 347 a.C.) vive entonces la Guerra del Peloponeso, la decadencia de la democracia de Pericles, la Tiranía de los Treinta y la restauración de la democracia ateniense, lo cual le hará reflexionar sobre la política y en definitiva dará lugar a su pensamiento filosófico. En las obras de Platón, especialmente en el diálogo La República, vemos reflejado su pensamiento político. En sí La República discute sobre qué es la justicia para el individuo y cómo tiene que ser el hombre en particular para ser justo.

Platón defiende que alma del hombre es una realidad individual al cuerpo y eterna, una realidad demasiado pequeña, y para la que haría falta tener una visión muy penetrante para poder descubrir todos sus secretos. Pero la ciudad es como un hombre en grande y por eso no supone tanto esfuerzo investigarla. Investigar qué es lo que hace justa una ciudad o gobierno, es lo que nos dará la clave para entender qué es lo que hace justo al hombre en particular. Esto es lo que se conoce como La analogía de las letras grandes y las letras pequeñas.

La República se construye por tanto a través de una analogía entre el alma y la polis. Para que la ciudad sea justa, tiene que estar divida en tres clases diferenciadas; cada una con su función diferenciada y cada clase tiene que ocupar el lugar que le corresponde. Estas tres clases son: los artesanos, los guardianes y los gobernantes. A cada una de estas partes le corresponde una función propia dentro de la vida de la ciudad y por tanto, una virtud (areté) propia. Los artesanos, que son el grueso de la ciudad, son los encargados de proporcionar los elementos naturales necesarios para garantizar la supervivencia de la polis. Su virtud propia es la templanza, es decir, el órden y el dominio de los placeres, y en especial de los placeres corporales. Sin una base temperada, la ciudad será incapaz de ser dueña de sí misma. Aunque la templanza sea la virtud propia de los artesanos, las otras dos clases también necesitan ser templadas.

Los guardianes, por su parte, que son menores en número que los artesanos, constituyen la clase militar y se encargan de la seguridad de la polis, por lo tanto su virtud es la fortaleza, es decir, la capacidad de enfrentarse a un mal o a un temor con tal de conseguir un bien, si los guardianes no son valientes, no podrán defender bien la ciudad.

Por último, la clase superior o la de los gobernantes. Es la más reducida en número y la encargada de dirigir la ciudad hacia su plenitud. Su virtud propia es la prudencia o la sabiduría, es decir, capacidad de saber qué es lo que hay que hacer, capacidad de saber qué es lo bueno y hacerlo bien. Para Platón, el único que puede formar parte de esta cúspide social es el filósofo, que ha accedido al mundo de las ideas. Solo el filósofo ha conocido la idea suprema, la idea de bien y por tanto, solo él está capacitado para gobernar, para reconocer qué es lo bueno y llevarlo a la práctica. Podemos definir por tanto esta ciudad ideal como una aristocracia, es decir, como el gobierno de los mejores. Solo si se cumple esta jerarquía,este equilibrio o kosmos, y cada parte hace su función y desarrolla su virtud propia, solo entonces la ciudad será justa. En resumen la justicia será equilibrio.

Si esta jerarquía se rompe, aparecen los regímenes corruptos, es decir, la justicia desaparece y aparece la injusticia o hybris- algo que criticará Aristóteles, quien aceptará la posibilidad de que haya diversos regímenes buenos, es decir, una diversificación de lo justo-. Pero, ¿cuáles son estos regímenes corruptos y que se apartan de lo justo? Pues de acuerdo con Platón, el primero es la timocracia, un gobierno militar. Si la ciudad carece de gobernantes sabios, los guardianes, que tienen las armas, van a ocupar el poder. Pero como carecen el conocimiento necesario para gobernar, acabarían llevando la ciudad al caos. Le sigue la oligarquía, cuando los guardianes se corrompen y se mueven por el lujo y el dinero, la sociedad va a ser débil y vaga y va a despreciar la areté y los hombres buenos, que no tienen que ser necesariamente los ricos. A la oligarquía le sucede la democracia, cuando la gran masa de los campesinos decide tomar el poder, lo que también llevaría la ciudad al caos pues los pobres no lo van a hacer mejor que los ricos, porque tampoco están capacitados para gobernar y además tienen los mismos vicios. Tras la democracia surge la tiranía, un demagogo manipula a la gente mediante la retórica para que lo elijan como líder absoluto. Siendo este el peor régimen posible, ya que la ciudad entera quedaría bajo la voluntad de un único individuo, es decir, esclavizada. Todos estos regímenes son injustos y corruptos, ya que en vez de buscar el bien de toda la sociedad, persigue el interés único de la clase gobernante. Solo el filósofo, que ha tenido acceso a las ideas y a la idea de bien, puede gobernar de tal modo que haga efectivo y real el bien común y la justicia. Pero par que esto ocurra, es imprescindible que se respete la jerarquía y que haya obediencia y que cada uno se contente con su lugar en la sociedad.

En definitiva, la Guerra del Peloponeso representa un punto de inflexión en la historia de Atenas y en el pensamiento político de la sociedad griega. Para Platón además es el germen de su pensamiento filosófico, ya que le hace visualizar, experimentar y por tanto reflexionar sobre los males o desventajas de estos distintos regímenes políticos. Llegando a la conclusión de que la justicia social no será posible hasta que los filósofos gobiernen o los que gobiernen filosofen.  

01 August 2022
close
Tu email

Haciendo clic en “Enviar”, estás de acuerdo con nuestros Términos de Servicio y  Estatutos de Privacidad. Te enviaremos ocasionalmente emails relacionados con tu cuenta.

close thanks-icon
¡Gracias!

Su muestra de ensayo ha sido enviada.

Ordenar ahora

Utilizamos cookies para brindarte la mejor experiencia posible. Al continuar, asumiremos que estás de acuerdo con nuestra política de cookies.