Acoso Escolar: Barrera del Proceso de Enseñanza-Aprendizaje y la Sana Convivencia
Introducción
El acoso escolar es una situación social en la que un alumno es sometido a agresiones verbales, físicas, psicológicas y sociales por parte de uno o varios de sus compañeros, mientras que el resto de los estudiantes del grupo presencia dichos actos. Es decir, este fenómeno social-escolar se caracteriza por una triada de actores: el agresor, la víctima y el testigo. El agresor es el que lleva a cabo los actos de intimidación y hostigamiento, la víctima es quien sufre las agresiones y el testigo es el que observa las interacciones agresivas que se dan entre sus compañeros (Ortega, 1994).
En 2009, México fue posicionado en el primer lugar a nivel internacional en casos de violencia escolar en educación secundaria por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) mediante el primer Teaching And Learning International Survey (TALIS) 2008 [Estudio internacional sobre la enseñanza y el aprendizaje]. Posición que es ratificada en el segundo TALIS 2013 en el que se suma la participación y evaluación de la educación primaria, así que las cifras respecto a la violencia escolar en primarias y secundarias de México están por encima del promedio de los países participantes (OCDE, 2009; 2014).
Por ello, se considera necesario intervenir en las interacciones agresivas que se gestan entre estudiantes dentro de las escuelas, así como educar para prevenir y erradicar el acoso escolar. Lo cual debería ser una tarea permanente de los centros educativos en busca de la mejora continua de la educación, principalmente porque, como mencionan Mena y Valdés (2008), el acoso escolar genera un clima social escolar negativo que dificulta los procesos de enseñanza y de aprendizaje al crear un ambiente estresante, lo que provoca la falta de interés en lo escolar entre los miembros de la comunidad educativa.
En el siguiente apartado, se exponen los argumentos que sustentan la necesidad de intervenir y prevenir el acoso escolar en busca de la mejora continua de la educación.
Desarrollo
El plan de estudios para la educación básica Aprendizajes Claves para la Educación Integral, publicado por la Secretaría de Educación Pública (SEP), plantea una educación humanista que forme a los estudiantes en el respeto y la convivencia positiva, los cuales son valores esenciales para generar ambientes propicios para la enseñanza y el aprendizaje. El perfil de egreso de la educación obligatoria en el ámbito de Convivencia y Ciudadanía propone que los alumnos desarrollen su identidad, aprendan reglas básicas de convivencia en la casa y en la escuela, así como que contribuyan a la convivencia pacífica, democrática e inclusiva, que favorece el dialogo y rechaza todo tipo de discriminación y violencia (SEP, 2017).
Así pues, la comunidad educativa tiene un desafío importante y urgente que enfrentar, ya que como se mencionó, la OCDE posiciona a México con la mayor incidencia en casos de violencia escolar en secundaria a nivel internacional (OCDE, 2009; 2014). Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) aplicó en 2014 la Encuesta de Cohesión Social para la Prevención de la Violencia y la Delincuencia (ECOPRED), con la que encontraron que el 32.2 % de los jóvenes de 12 a 18 años que asisten a la escuela en México sufren agresiones por parte de alguno de sus compañeros, lo que equivale a 1.36 millones de estudiantes de secundaria y bachillerato. En la Zona Metropolitana de Guadalajara la incidencia reportada es del 37.2 %, porcentaje por encima de la media nacional (INEGI, 2015).
Cabe mencionar que diversas investigaciones han encontrado que la prevalencia del acoso escolar en los grados menores de la educación básica es mayor en comparación con los grados superiores (Piñuel y Oñate, 2006; Aguilera, et al., 2007). En México se estima que entre el 35.9 % y el 44.5 % de los niños inscritos en educación primaria sufren acoso escolar (Hernández, et al., 2010; Román y Murillo, 2011). De manera que estas cifras permiten visualizar la magnitud del problema. Sin embargo, más allá de la elevada incidencia del acoso escolar en nuestras escuelas, ¿por qué es necesario intervenir de manera urgente para erradicar este tipo de interacciones agresivas entre estudiantes de secundaria y de cualquier nivel educativo?
Intervenir en el acoso escolar se fundamenta en las repercusiones sociales, psicológicas y académicas que puede tener a corto o largo plazo en los participantes de las interacciones agresivas. Por ejemplo, del agresor se dice que puede tener bajo rendimiento académico, es propenso a desarrollar trastornos antisociales y conductas delictivas, así como caer en el consumo de drogas y alcohol. De la víctima se expone que disminuye su rendimiento académico, desarrolla sentimientos de inseguridad, baja autoestima, depresión, se aísla socialmente y puede llegar hasta el suicidio. Mientras que en el testigo se produce un efecto de desensibilización a la violencia y perdida de empatía frente al dolor ajeno (Garaigordobil y Oñederra, 2010).
En suma, mediante una investigación realizada por la autora del presente ensayo, se encontró que el acoso escolar es un factor de deserción escolar, dado que las víctimas de agresiones constantes por sus compañeros se resisten a presentarse a clases, les mienten a sus padres diciendo que no se sienten bien de salud o que no habrá clases por diferentes razones, a fin de que les permitan quedarse en casa, hasta que, en algunos casos, ya no regresan a la escuela debido al miedo que tienen de ser agredidos (Baltazar, 2016). Por su parte, los medios de información han visibilizado casos de acoso escolar que van desde ataques de ansiedad hasta intentos o consecución de suicidios u homicidios en primarias y secundarias de México, donde los protagonistas son los alumnos.
Con base en los efectos del acoso escolar en los implicados, se considera que permitir o hacer caso omiso de las situaciones de acoso escolar iría en contra de dos de los tres componentes del modelo educativo nacional que busca el desarrollo integral de los estudiantes. Dichos componentes corresponden a la formación académica y el desarrollo personal y social de los alumnos, donde se debe poner énfasis en sus habilidades socioemocionales (SEP, 2017). Para lograr esto, es fundamental que los profesores en conjunto con los directivos, padres de familia y autoridades educativas, fomenten un clima social escolar positivo basado en el respeto, la colaboración y la convivencia pacífica en las aulas. Situación que se complica por la presencia del acoso escolar.
Asimismo, expuestas las consecuencias que puede tener el acoso escolar en los estudiantes, se considera que es necesario desnormalizar la agresión entre alumnos como propia de su interacción, como una etapa de su socialización o como un juego entre niños o jóvenes (Gómez, 2016; Chávez, 2017). Ya que el desajuste emocional, los trastornos antisociales y la desensibilización a la violencia que ocasiona, no se pueden tomar a la ligera cuando lo que se busca es formar a los futuros ciudadanos competentes, responsables, libres, informados, reflexivos, críticos, activos económicamente y, tolerantes y respetuosos de la diversidad cultural e interculturalidad que existe en México, a fin de que puedan contribuir al bienestar común nacional (SEP, 2017).
No obstante, algunos estudios reportan que los docentes manifiestan que no cuentan con la formación y conocimientos necesarios para actuar ante el acoso escolar. Aunque dicen saber de la existencia de diversas medidas de prevención e intervención, no se sienten preparados para intervenir adecuadamente en estas situaciones, sobre todo para hablar con los agresores y su familia sin culparlos o para lograr que paren con la intimidación (Navarro, Manig y Valdés, 2017; Serrano y Pérez, 2011). De manera que se cree que es necesario capacitar adecuadamente a los profesores en el uso de estrategias de prevención e intervención o para canalizar los casos a las instancias correspondientes, puesto que ellos son el primer contacto de autoridad que tienen los alumnos para resolver cualquier conflicto escolar.
Crear ambientes propicios para la enseñanza y el aprendizaje es, en principio, responsabilidad del docente, sin embargo, no es una tarea que deba realizar en solitario, sino que en ésta deben colaborar los directivos, los padres de familia y la sociedad en general, ya que es obligación de todos velar por la formación integral de las futuras generaciones. Además, el ambiente incluye en su definición todos los “elementos físicos, sociales, culturales, psicológicos, pedagógicos, humanos, biológicos, químicos, históricos, que están interrelacionados entre sí y que favorecen o dificultan la interacción, las relaciones, la identidad, el sentido de pertenencia y acogimiento” (Castro y Morales, 2015).
Por lo que un ambiente de aprendizaje efectivo, entre otros aspectos, exige que las relaciones interpersonales entre estudiantes sean de calidad, caracterizadas por el respeto y una convivencia pacífica. De manera que cuando el clima social escolar es percibido como negativo, las interacciones sociales se vuelven tensas y estresantes, los alumnos no se sienten seguros de participar en clases, hay resistencia para aprender y trabajar de manera colaborativa, e interfiere en la resolución de conflictos de manera constructiva (Milicic y Arón, 2000). Por tanto, es necesario que se intervenga en los casos de acoso escolar para mejorar el clima social escolar y con ello mejorar y facilitar los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Con base en lo expuesto anteriormente, se puede establecer que el acoso escolar es un fenómeno social-escolar que permea e influye en el proceso de enseñanza y de aprendizaje, así como en el desarrollo de la responsabilidad social de los alumnos, ya que lo que se aprenda en el micro-clima social de la escuela y la familia durante la infancia y adolescencia, respecto a la resolución de conflictos y el tipo de relaciones entre pares será lo que los futuros ciudadanos repitan cuando sean adultos desde su posición social. Por lo que la intervención en el acoso escolar debe ser incluida en la ruta de mejora continua de la educación de cada plantel educativo desde la diversidad de sus contextos físicos y sociales.
Conclusión
Como se ha podido observar, el acoso escolar es un fenómeno con preocupantes repercusiones sociales, psicológicas y académicas en todos los alumnos implicados, y como se expuso en la introducción, al parecer todos los estudiantes participan en la dinámica del acoso escolar, ya sea como agresores, víctimas o testigos, además de que todos ellos pueden tener desajustes socioemocionales que podrían representar conflictos en la edad adulta. Por lo que la escuela debe actuar desde “su trinchera” y en la medida de sus posibilidades a erradicar el acoso escolar y promover una cultura de paz entre los estudiantes, en la que se establezcan normas de convivencia y se resuelvan los conflictos de manera pacífica y democrática.
Además, como se menciona en otra investigación de la autora de este ensayo, es necesario que se brinde atención integral tanto a los agresores como a las víctimas, ya que se piensa que excluir al agresor del entorno educativo, así como permitir la auto-exclusión forzada de la víctima, no son soluciones viables en un sistema educativo que pretende ser inclusivo. De manera que, es urgente que se creen programas de prevención e intervención en los casos de acoso escolar que incluya a padres, profesores y especialistas, en el que se les capacite en la enseñanza de habilidades sociales y de estrategias de resolución de conflictos para agresores y víctimas, así como concientizar de los efectos de los actos de intimidación y hostigamiento (Baltazar, 2018).
Esto con el objetivo de mejorar el clima social escolar y con ello facilitar el proceso de enseñanza y de aprendizaje. Se piensa que logrando lo anterior, se estaría en condiciones de evitar las consecuencias en el desarrollo socioemocional de los estudiantes, consiguiendo, con el tiempo, garantizar la formación integral de los futuros ciudadanos a los que aspira el Sistema Educativo Nacional. Por lo que, el acoso escolar es un tema pendiente de resolver en aras de la búsqueda del mejoramiento continuo de la educación.
Bibliografía
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