Carlo Magno Y La Europa Medieval
Introducción.
Fuentes romanas apuntan a fechar entre los siglos III y V la aparición de una tribu germánica en territorio del río Rin. Conscientes de la beligerancia natural de estos guerreros, Roma pacto con ellos un beneficio mutuo, frenando así, el empuje de otras tribus germánicas (bárbaros) que los obligaban a defenderse de los constantes ataques sobre las fronteras del Imperio Romano de occidente.
Entre los años 481 y el 511 d. c. se encuentra datada la primera etapa de los francos. Estos se dividían en una serie de tribus, siendo los salios, los más significativos. El primer líder importante de este pueblo será Clodoveo I, pues fue capaz de aunar todo el poder proclamándose su único dirigente. Se sabe que era nieto del legendario Meroveo, de quien se cuenta que fue concebido de una criatura marina, y también, el que creó y dio nombre a una nueva dinastía, la merovingia. Su reinado se caracterizó por una expansión territorial que alcanzó todas las diócesis romanas que había en la Galia. Cabe decir a este respecto, que su ascenso al poder fue después de que el último emperador romano fuese depuesto.
Este nuevo rey encontró en la Iglesia un gran aliado que le serviría de apoyo fundamental en todas sus hazañas, tanto bélicas como políticas. Así, podría decirse que ambas instituciones gestionaron bien la situación, porque salieron beneficiadas de aquel pacto tácito, pues la Iglesia, también encontraría un fuerte apoyo en el monarca, de forma tal, que también ella pudo salir reforzada en el cambio de poder que se estaba engendrando en todo el Imperio romano.
Desarrollo.
Durante estos años se encuentran las batallas más representativas del reinado de Clodoveo I, entre las cuales se encuentran: la batalla de Soissons del año 486, en la que consiguió que los territorios limítrofes situados entre los ríos Somme y Loira pasaran a formar parte de los territorios pertenecientes a los francos; la batalla de Tolbiac, en la que derrotó a los alamanes; y la más representativa, la batalla de Vouillé del año 507, en la que como resultado se consiguió la total expansión por la Galia del Reino visigodo de Tolosa.
En política interior, el objetivo del rey era alcanzar la aceptación de las poblaciones galorromanas acerca de su dominación y la de su pueblo, para lo cual, instaló la capital del reino en París, que había sido anteriormente residencia imperial, lo que suponía volver a enlazar con la tradición romana. El propio Emperador de Oriente, Anastasio, le concedió los títulos de cónsul y patricio procedentes de los romanos. Otro hecho importante a destacar fue la conversión de Clodoveo al catolicismo, pues fue lo que hizo que su reinado triunfara y prosperara en la forma en que lo hizo. Esto aumentó considerablemente el prestigio de la monarquía franca, apoyada en el poder político y moral de la Iglesia.
LA CORTE
El papel de la corte real era muy importante, ya que estaba establecida a la manera romana y permitía organizar las disciplinas personales del reinado. De esa manera, se repartían los cargos: el comes (conde) para los funcionaros más destacados; otras, como el de tesorero, secretario o administrador, se repartían con el resto de los funcionarios de menor rango. No obstante, el cargo más destacado y apetecible de toda la corte merovingia se correspondía con el de mayordomo de palacio, el servidor más importante del rey.
Debido a la cercanía con el monarca, a partir del siglo VI, los poseedores de este cargo comenzaron a obtener una influencia más que suficiente como para poder manejar al rey a su antojo, sobre todo, cuando se trataba de casos en los que el rey era menor. De esta manera, algunos lograron convertirse en los verdaderos gobernantes del reino.
A la muerte de Clodoveo, el inmenso imperio se dividió en tres partes, cada una gobernada por sus tres hijos, pues uno murió al poco tiempo. El imperio continuó con su grandeza e incluso consiguieron acceso permanente al Mediterráneo. Sin embargo, solo sobrevivió uno de los hijos de Clodoveo, este era el rey Clotario I, a cuya muerte, también se repartieron el imperio entre sus hijos, pero esto no pudo frenar la progresiva caída de la dinastía merovingia. Años más tarde, en el 638, con la muerte de Dagoberto (uno de los hijos de Clotario), comenzará una época de dominio de los mayordomos de palacio, porque sus hijos (Sigiberto II y Clodoveo II ) eran menores de edad, y tras varias luchas intestinas, aparecerá Carlos Martel, augurando el ascenso al trono de Carlomagno.
CARLOS MARTEL Y EL ASCENSO DE CARLOS
Carlos Martel, apodado el Martillo, fue hijo ilegítimo de Pipino de Heristal (apodado el Joven) que destacó por sus batallas contra los frisios y que sería a su vez, padre de Pipino III y, por consiguiente, el abuelo de Carlomagno.Carlos Martel, que nunca contó con el aprecio de su padre y mucho menos con su beneplácito, supo rodearse de un personal meticulosamente seleccionado, por lo que pudo colocar en los puestos clave del gobierno a personas muy capacitadas. Asimismo, para frenar las ansias de la nobleza franca, siempre anhelante de poder y de riqueza, les concedió oro, y sobre todo tierras, las cuales fueron despojadas del inmenso patrimonio de la Iglesia.
En el año 768, fallecía Pipino III, el breve. De esta manera, legó su reino a sus dos hijos, Carlos y Carloman. Carlos heredó los territorios de Austrasia, Neustria y Aquitania, mientras que Carloman, los territorios de Aquitania interior, Septimania, Alamania, Alsacia, Provenza y Borgoña. Todos los territorios heredados por Carlos eran los más complicados de mantener, lo que le condujo a tener que hacer frente a numerosas rebeliones y a crecer como guerrero eficaz.Su hermano Carloman murió en el año 711 dejando a sus hijos para que se enfrentaran por la dirección el trono, cosa que Carlos supo aprovechar, baste decir que ninguno de los hermanos tuvo oportunidad de hacerse con el poder, ya que fue propio Carlos quien se apoderó de él rápidamente. En este momento, da comienzo el Imperio Carolingio.
IMPERIO CAROLINGIO
Su política exterior se puede resumir en que su objetivo era recuperar la gloria perdida del Imperio romano de la cual se creía heredero. Y Carlos lo consiguió con su gran destreza militar, enfrentándose, entre otros, a los sajones, a los ávaros y a los lombardos. Su mayor hazaña fue la detención del avance musulmán, creando al “Marca Hispánica”.
Las características principales de su reinado fueron una economía basada, fundamentalmente, en la agricultura. Esto se debe a que el comercio dejó de tener relevancia por causa del avance militar del islam, que impidió el desarrollo del comercio, cerrando rutas muy productivas por el Mediterráneo. Por otra parte, es interesante hacer una visión general de los combatientes francos, dado que, por las continuas luchas, era obligado mantener un ejercito amplio y preparado, por lo que se vieron forzados a fomentar un sistema de reclutamiento que funcionaría a nivel nacional, hombres a los que se les pedía someterse bajo juramento a mostrar firme fidelidad al rey.
Es más, no solo se sancionaba con multas de gran cuantía a quien no acudiera a la convocatoria, sino que la pena de muerte era impuesta a los desertores. Además, curiosamente, como se les exigían que aportasen sus propias armas, podían encontrarse a unos soldados ataviados con cotas de mallas, escudos, lanzas y espadas, mientras otros se defendían con garrotes y hondas. A pesar de esto, todos eran hombres libres que se ponían a disposición de los nobles.
Cabe decir que el buen hacer y la destreza política de Carlos mantuvo una fuerte conexión con la Iglesia y el papado, labor que le permitirá convertirse en emperador de Roma en el año 800. Catorce años más tarde moriría, dejando el trono a su hijo Luis, que se caracterizó por su incapacidad para imponer su autoridad. Por consecuencia, los enemigos de su padre actuaron en este momento de flaqueza del imperio, aprovechándose de su fragilidad de mando. Finalmente, el Imperio carolingio desapareció a finales del mismo siglo, es decir, menos de un siglo después de que muriera Carlomagno.
CRÍTICA
Cristina Durán y David Barreras consiguen sintetizar en este libro el paso de la dinastía merovingia a la carolingia y sus intermedios de manera acertada y correcta, aunque no tanto con la forma de transcribirlo. Si ya pudiera resultar complicado darse a entender en textos que traten sobre esta época cargada de reyes y cambios, la continuada subordinación ralentiza la lectura que, en momentos, puede hacer que te detengas para releer el fragmento a causa de la cantidad de información compilada en cada frase.
Por el contrario, el tema tratado en la obra favorece la finalización de la lectura: Carlomagno siempre ha sido un personaje enormemente estudiado y repleto de leyendas y mitos aplicados a lo largo de los siglos debido a sus proezas por la defensa de su gran imperio. Se puede considerar este conjunto de siglos como uno de los más complejos, debido al cambio de dinastías, sistemas de gobierno y organización. Además de que coincide, prácticamente, con la caída del Imperio romano de occidente, cuya grandeza perseguirá Carlomagno en sus aspiraciones para configurar su reinado. Dichas aspiraciones convertirán a este rey hecho a sí mismo, en un héroe para Francia que será recordado para siempre.
El propio Carlomagno, conscientemente, hizo que su figura pasara a la historia a través del arte, pues él mismo sabía que sin un basamento cultural, no podría ser reconocido. De este modo, suele llamarse al periodo artístico de los siglos VIII y IX de este imperio, el Renacimiento carolingio debido a las similitudes causales con el Renacimiento italiano de los siglos XV al XVI. El uso de este nombre se debe a Jean-Jacques Ampère en 1832, filólogo e historiador . Dentro de este movimiento surgió la Academia Palatina, origen de lo que serían las escuelas humanistas. Además, cabe mencionar, artes propias como la escritura carolina (minúscula carolina o carolingia), u otras obras que se encuentran circunscritas dentro del Prerrománico.
Su vida ha sido idealizada durante siglos pues son muchas las obras artísticas, tanto pictóricas como literarias, por ejemplo, en las que de manera visual o escritas se narran sus aventuras y hazañas militares, hasta el punto de una mitificación que aún alcanza nuestros días. De su persona se han hecho crónicas en latín, como en la Vita Caroli de Eginhard, donde se relata las aventuras de su juventud, antes de haber sido investido con el poder imperial.
Cuando la figura de una persona real alcanza unos determinados límites de popularidad, pasa a ser aclamada como si de un dios se tratase, y cada acto, por pequeño y simple que sea se convierte en legendario. Carlomagno es una efigie épica de orden universal que ha fascinado y seguirá haciéndolo, pues vivió en una época que causa auténtico hipnotismo, la Edad Media. En la mente de los niños siempre hay un héroe, y al crecer, no se borra su recuerdo y siguen sintiéndose atraídos por su hechizo durante toda la vida. Es, por consiguiente, un mito actual y vivo. Está presente en innumerables películas históricas y, aún, muerto sigue siendo protagonista de sus proezas, llevadas a la ficción con desigual acierto.
Conclusiones.
Sin duda, una de las obras que ponen en relieve su memoria es la Chanson de Roland. En ella se narra una serie de hechos históricos, claramente deformados, escritos tres siglos después del acontecimiento real. En este momento, ya había dado tiempo a que surgiera la natural transformación del personaje real al personaje legendario. Aunque, el personaje principal no sea Carlos, sino un supuesto sobrino (Roland), que luchaba a su lado en la Batalla de Roncesvalles. Esta obra adquirió tanta notoriedad y prestigio que fue el libro más “plagiado” en su época.
Dio pie a numerosas ediciones alternativas que recorrieron Europa entera, de uno a otro confín, poniendo de moda el género épico, los famosos cantares de gestas, que fueron origen de los llamados, posteriormente, libros de caballería. Quizás, gracias al auge de este movimiento de la literatura provenzal, tengamos hoy a nuestra disposición, una amplia y variada obra de género épico en la Península Ibérica: el Cantar del mio Cid o el Amadís de Gaula, entre otros, son ejemplos de lo que significó la figura del “héroe” en la Edad Media. No hay que olvidar que los héroes más intemporales son casi siempre los que rieron y lloraron, ganaron y perdieron; nacieron y murieron, en fin, los que atravesaron montañas y ríos en el mundo real, de sus memorias se alimenta la Historia.