Estandartización de La Pornografía en la Actualidad
Cuando la pornografía pasa a ser una producción estandarizada y masificada se introduce dentro del flujo capitalista y es cuando se llega al punto en el que nos encontramos actualmente: Internet. Entre 1995 y 2000, varias empresas productoras de pornografía empiezan a incorporarse a Internet como Playboy en 1994 o Hustler en 1995. Entendemos entonces como pornografía mainstream toda aquella consumida mediante el uso de recursos electrónicos, a través de Internet. Este tipo de pornografía ha causado una serie de problemáticas, ya que se sustenta sobre las prácticas de dominación del hombre hacia la mujer, siendo válida para ello la violencia.
La pornografía convencional se desarrolla a través de filmaciones o imágenes impresas, distribuidas por revistas o canales ilegales; aunque también hay un punto de venta físico conocido como sex-shop. El impacto de esta pornografía siempre ha sido menor por dos motivos: por un lado porque su consumo suponía un coste, y por otro porque te exponías públicamente como consumidor. No obstante, la pornografía mainstream se caracteriza por ser totalmente anónima y gratuita, además de su inmediatez, cercanía y descontextualización de la sexualidad.
La industria pornografía desde sus inicios ha movido mucha cantidad de dinero a nivel internacional. Se calcula que genera entre 5 y 10 billones de dólares anuales en todo el mundo. El estudio “Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes” de 2019 plantea una serie de paradigmas en el visionado de pornografía que han afectado a su propio consumo: “A lo largo de los últimos años, entre 2008 y 2018, se han producido un conjunto de cambios conectados sistemáticamente y que han generado una serie de efectos inesperados. ¿Por qué se puede plantear el año 2008 como referencia para el inicio de los cambios? Entre otras cosas porque es el año en el que se inicia el desarrollo y consumo masivo de los nuevos móviles inteligentes”. En la actualidad, la construcción de nuestra identidad sexual que antes se consolidaba en la adolescencia, se ha adelantado debido al cambio que ha experimentado nuestra cultura, ya que los smartphones se han convertido en el eje central de cualquier actividad. Por tanto, “la nueva pornografía se relaciona con dos fenómenos también vinculados.
En primer lugar, con la miseria sexual que impone el patriarcado, mientras no se pueda desarrollar una sexualidad libre e igualitaria, la pornografía seguirá ganando terreno en la experiencia de la sexualidad. El otro fenómeno es el del capitalismo que penetra en las vidas privadas”. Según este estudio, la mayoría de los consumidores de pornografía son hombres, contabilizando así un 87%, mientras que la visualización por parte de las mujeres ha aumentado un 20% en los últimos cinco años. Sin embargo, un 50% de estos consumidores admiten que han aumentado sus conductas sexuales machistas y violentas. En el estudio mencionado anteriormente, Ballester plantea que esta problemática se puede abordar realizando cambios en la educación sexual dentro de las aulas, cuestión que trataremos más adelante. Uno de los problemas que tiene la concepción de la pornografía en la sociedad es que esta se desliga de la industria cultural cinematográfica, considerándose como un ente independiente que carece muchas veces de narrativa. Egaña afirma que: “El sexo pornográfico no es funcional a la procreación, se trata de un sexo que como objetivo tiene el placer y el gasto puro.” […]
En la pornografía básicamente se sustituye la elipsis y la metáfora del cine convencional (el acto sexual) por el acto sexual en sí mismo, generando una nueva elipsis, particularmente pornográfica, que contiene todo lo que sobra (las relaciones afectivas, el “preámbulo”, los conflictos sicológicos, las conversaciones, entre otros).” Por lo tanto, los ciudadanos reproducen lo que ven, convirtiéndose así el porno en el modelo a seguir en sus relaciones sexuales. Se llevan a cabo las prácticas que aparecen en el porno mainstream y se tachan las que convergen las reglas, es por eso que caemos en la homogeneización y en la normatividad. Egaña hace incapié en el problema que supone considerar como real las acciones ficticias que vemos en el porno: “Dicha enunciación tiene como telón de fondo el deseo de validar y perpetuar como real ese tipo de representación que escenifica el porno convencional, dejando fuera cualquier tipo de representación alterna u otra forma de escenificar el placer que no sea eyaculatoria. Doble trampa o ejercicio retórico: el documental como real, el porno como documental, ergo, el porno como real”.
Algunas autoras como Elena del Barrio-Álvarez y Eva Garrosa también defienden que la supuesta libertad de expresión por la que abogan estas producciones queda coartada por los tabúes: “Si analizamos el contenido que en ella se muestra (en la pornografía mainstream) nos encontramos que esa libertad de expresión se ve coartada al tratar determinados aspectos tabúes en la sociedad, por ejemplo, la menstruación, el vello femenino y el pene no erecto”. Lo que se consigue con esto es reforzar los estereotipos de masculinidad y feminidad que están presentes en la sociedad heteropatriarcal. Como señala Egaña, la industria pornográfica ha perdido el potencial transgresor de sus orígenes para caer en manos del sistema: “Aunque la pornografía tradicional mantenga el subtexto de la desviación instalado desde los tiempos de Sade, se ha vaciado de su potencial transgresor, amenazando hoy únicamente con el riesgo patológico decretado por el control científico de la sexualidad”.
El porno, por lo tanto, sitúa a las mujeres en un segundo plano, detrás de la figura masculina. Teniendo presente esto, nos damos cuenta que la pornografía muestra lo que la mirada masculina quiere ver: productos que perpetúan roles impuestos y jerarquizados y responden a las ideas de la sexualidad heteronormativa. Por lo tanto, el porno es impartido desde la mirada masculina, a través de la cual se ve a la mujer como un objeto penetrable despojado de su individualidad.