Concepto de Amor Cortés en la Literatura Española "Don Qujote de la Mancha"
El concepto de amor cortès junto a la lirica culta, llegan a la Península Ibérica y se asientan en primer lugar en Cataluña, donde los poetas escriben en lengua provenzal que más adelante abandonarán por la lengua catalana. Sabemos que de inicios del siglo XII acá se cultivaba dicha poesía. No en vano los condes de Barcelona –desde Ramón Berenguer III, casado con doña Dulce, la heredera de Provenza–, “había ejercido un dominio feudal sobre la Galia del mediodía, como bien señaló J. Rubio Balaguer; y por otra parte la proximidad lingüística convertía a aquella Cataluña en campo propicio para la expansión de la lírica trovadoresca. Así a lo largo del siglo XII florecieron varios poetas en tierras del Rosellón y Cataluña que cultivaron ese modo de trovar.
A través de las rutas del Camino de Santiago esta noción llega a la zona occidental, donde se escribe en galaicoportugués, lengua que se expandirá hacia Castilla donde será utilizada a la hora de componer lírica culta. «Además de los nobles y señores, peregrinos, de los juglares, mercaderes, aventureros y emigrantes por diversos motivos, vino y se instaló mayoritariamente en Galicia un amplio número de trovadores, que cultivaban y difundían sus modos literarios».
En la literatura caballeresca el concepto de amor cortés se ve ligeramente modificado, pues es una mezcla de amor carnal y amor espiritual. El amor espiritual distinguía a la nobleza frente a los campesinos, pues se decía que estos amaban mas con el cuerpo y la nobleza con el espíritu. En el siglo XV en Castilla, el tópico del amor cortés se desvaloriza y se llega a convertir en lenguaje, en una simple manera de disimular y encubrir las relaciones sexuales.
El amor cortés quijotesco.
En pleno siglo XVI en España, los libros de caballerías son leídos con entusiasmo, están en pleno auge y son acogidos con gran aceptación por todos los públicos. Se sabe que Cervantes fue un ávido lector. Ya en su juventud se dio a la lectura de libros de caballerías. Todo esto se puede observar en el episodio de la quema de libros ‘los libros de caballerías y las novelas caballerescas habían sido, indudablemente, sus lecturas predilectas»
A estos les llegó a conocer en profundidad como bien se demuestra en el episodio de la quema de libros. Se dice sobre el Amadís de Gaula: «su prosa se convirtió en modelo del bien decir e influyó decisivamente en los escritores españoles posteriores, entre ellos el propio Cervates
Cervantes hace una parodia del amor cortés a través de don Quijote y Dulcinea. Crea situaciones cómicas y le da un toque de humor a determinadas situaciones en las que se encuentra el caballero y que, en los libros de caballerías, serían tomadas como un acto valeroso: «Toda aquella noche no durmió don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos con las memorias de sus señoras».
Del acto de penitencia amorosa, también hace Cervantes una parodia, pues trata de imitar las hazañas del Amadís de Gaula. «Amadís fue el norte, el lucero, el sol de los valientes y enamorados caballeros, a quien debemos imitar todos aquellos que debajo de la bandera de amor y de la caballería militamos».
Se aventura entonces don Quijote a adentrarse en Sierra Morena, donde se lamenta y llora por la indiferencia y frialdad de su amada. Así nos lo narra Cervantes en el capítulo XXV de la primera parte:
¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura: así el cielo te de la buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado en que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que mi fe se le debe!.
Al hacer una parodia de los libros de caballerías, Cervantes ridiculiza al mismo tiempo el amor cortés. Esto no es una novedad, pues ya aparece así reflejado en otras obras como la Celestina. Se sabe que Cervantes leía a Boscán y Garcilaso, entre otros y el fin amor aparece en otras de sus obras, por lo tanto, cabe plantearse que no solo lo ridiculiza, sino que lo desacredita mostrando lo ilógico de este.
Tanto más extraño debe resultamos que un escritor educado en el siglo XVI, admirador de Garcilaso, Boscán, Castillejo, Figueroa, Aldana o Acuña, del que conservamos poemas tanto de cancionero como petrarquistas y que, incluso, escribió una novela pastoril, desprestigie el amor cortés en el Quijote, pues más adelante veremos que no sólo hace burla de él sino que muestra el absurdo que encierra este concepto. Por todo esto cabe preguntarse qué motivos tuvo Cervantes para llevar a cabo una crítica de esta visión amorosa y por qué llegó a ser más afortunada que las anteriores.
El amor es presentado por don Quijote como un requisito y no como un verdadero sentimiento surgido inesperadamente. Con tal imagen, ya se contribuye a degradar el valor de este, visto como artificial y falseado. Tal y como dice Espejo Madrigal:
‘de este modo, no resulta extraño que Sancho, en la elegía que hace a su señor cuando le cree muerto por el disciplinante, le llame ‘enamorado sin causa”, pues incluso una mente tan simple como la suya, crédula para otras cosas tocantes a las locuras de su amo, percibe esa falta de sustento y base para su amor.
Caracterización del caballero Don Quijote
Físicamente se describe a don Quijote como un hombre de unos 50 años, de complexión delgada y rostro afilado.
Tras una ávida lectura de las novelas de caballerías don Quijote se percata de que son diversos los rasgos que comparten todos los caballeros andantes. La habilidad en la práctica de las armas, unido a la valentía para enfrentarse a los peligros, correr las aventuras más atrevidas, impartir justicia o sacrificarse por su dama son algunas características que el hidalgo quiere imitar para considerarse un caballero real.
Por lo tanto, crea la dama ideal, lo cual llega a ser una necesidad comparable a la vela de armas o poseer un caballo.
“digo que no puede ser que haya caballero andante sin dama, porque tan propio y tan natural les es a los tales ser enamorados como al cielo tener estrellas, y a buen seguro que no se haya visto historia donde se halle caballero andante sin amores’ “no sería tenido por legítimo caballero, sino por bastardo”.
Aquí ya podemos comprobar la importancia que don Quijote le da al tema del amor, que ha estado presente en todos los libros de caballerías y en su caso, no podía ser menos «porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma»
Para don Quijote, que se obsesiona con la fantasía caballeresca hasta el punto de acabar enloqueciendo, el ideal de caballero fue el Amadís, por eso, le dice a su escudero: «quiero, Sancho, que sepas que el famoso Amadís de Gaula fue uno de los más perfectos caballeros andantes». En este último encuentra la perfección como guerrero y héroe, encarnando el ideal de caballero que él mismo aspira alcanzar.
Don Quijote y el adulterio
Este punto característico del amor cortés será el único que no se corresponde con el amor de don Quijote y Dulcinea. Don Quijote prescinde del acto amoroso con Dulcinea. Dice “no soy de los enamorados viciosos, sino de los platónicos continentes”. El amor de don Quijote, es un amor puramente casto y fiel. Tampoco se habla de intención de casarse.
“Hízolo así, y todo lo más de la noche se le pasó en memorias de su señora Dulcinea, a imitación de los amantes de Marcela.”
Caracterización de la dama Dulcinea
La dama Dulcinea es, en realidad, una fantasía creada por don Quijote: una figura idealizada concebida a partir de una campesina manchega llamada Aldonza Lorenzo, cuyas cualidades distan mucho de las atribuidas tradicionalmente a las damas (belleza sin igual, virtud, dulzura, refinamiento). De hecho, cuando se describen los rasgos propios de Aldonza Lorenzo, nos encontramos con características totalmente opuestas al ideal: una mujer ruda, embrutecida, curtida por el trabajo en el campo, con voz grave y un aire varonil.
Pero este mismo ideal amoroso tan necesario para los caballeros andantes nubla la mente de don Quijote y no le permite ver la realidad. Con esta ilusión podemos ver cómo Cervantes trata de hacer una crítica a los rasgos clásicos de la hermosura atribuidos a las damas del amor cortés.
Aquí surge el tema de los amores neoplatónicos del hombre de la Mancha quien transforma la realidad de tal manera que en donde había una rústica aldeana -Aldonza Lorenzo- permite el nacimiento de su ideal -Dulcinea del Toboso-. Y un denominador común define a ambos términos motivo del análisis: el fracaso en el contexto de la realidad, y la sublimación de los hechos en el marco de sus alocadas imaginaciones.
Además de los rasgos físicos de belleza idealizada y exquisito refinamiento, a Dulcinea también se le atribuye un origen noble. El atractivo, acompañada de un linaje ilustre, son la combinación perfecta que identifica a la señora y ambos son requisitos para enamorar a un caballero. «y en lo que dudaba algo era en creer aquello de la linda Dulcinea del Toboso, porque nunca tal nombre ni tal princesa había llegado jamás a su noticia, aunque vivía muy cerca del Toboso».
El propio nombre atribuido a la dama ya hace alude al carácter que se espera que esta posea. Haciendo referencia al adjetivo “dulce” don Quijote añade algunas letras y lo convierte en “Dulcinea”. La bondad y la dulzura son atributos destacables y se da por hecho que estas características son intrínsecas en ella, no es algo discutible, sino que necesariamente se deben cumplir.
Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla «Dulcinea del Toboso» porque era natural del Toboso: nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.
La dama a ojos del caballero es la más hermosa. Se debe resaltar en este caso la fe en la belleza de la amada que es vista como un Dios. Así lo prueba don Quijote en la aventura que se le presenta con los mercaderes. Dice así nuestro caballero: «-Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo toda doncella más hermosa que la Emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso