El Amor Cortés En El Don Quijote de la Mancha
El amor cortés fue una filosofía que encajaba lo místico y lo platónico en cuanto a la idealización de las relaciones amorosas. Empezó en la Edad Media y se extendió en Europa mediante los poemas épicos de los juglares y los trovadores. Es un elemento indispensable de los libros de caballerías, y por tanto, Cervantes no hizo menos que convertirlo en un elemento crucial más dentro de la locura del hidalgo que protagoniza su obra. Algunas de las características que forman la visión amorosa idealizada eran la dama perfecta, el amor incondicional, el sufrimiento amoroso, e incluso la muerte por amor.
Cervantes desarrolló su obra durante el siglo XVI, y no solo escribió la novela del famoso hidalgo de la Mancha, también escribió una novela pastoril, además de poemas de carácter petrarquista e incluso admiraba a personalidades como Garcilaso, Boscán, Castillejo o Figueroa. Aunque las demás obras que escribió desprendan la esencia del amor cortés, cuando en 1605 publicó El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, dejó claro que era totalmente consciente de los elementos que ocupaban una novela de caballerías, mas no hizo otra cosa que ridiculizarlas de la manera más moral dejando ver el sinsentido en el que yacían sus fundamentos.
Para el análisis de éste aspecto, encontramos en el capítulo XXV de la primera parte algunas de las críticas de carácter burlesco que refieren al amor cortés. Don Quijote quiere imitar a Amadís de Gaula , que dice se volvió loco e hizo mil y una atrocidades por el amor a su dama. Aquí vemos que el hidalgo es consciente que debe imitar a los que fueron grandes caballeros admirados por todo el mundo. Es consciente que debe hacerse el agitado, el furioso y el desesperado para responder a las supuestas injurias de su dama. Sin embargo, Sancho le cuestiona que no tiene noticias de tales actos de Dulcinea a lo que don Quijote le responde:
“ Ahí está el punto, y esa es la fineza de mi negocio, que volverse loco con razón un caballero andante, ni gusto ni mérito: el toque está en desatinar sin venir a cuento y a dar a entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué no haré en mojado? (…)”
El fragmento anterior, nos muestra la insensatez que sufre el hidalgo por tal de representar los valores y las acciones que haría un caballero, debe volverse loco sin razón para idealizar su amor, que es incondicional y sin límites. Incluso dice que si un caballero se volviera loco por alguna razón en particular no tendría mérito ya que la gracia está en desatinar sin motivo para demostrar hasta donde puede llegar su personalidad caballeresca.
Más adelante, don Quijote decide mandarle una carta a Dulcinea, que debe entregársela Sancho. Sancho se da cuenta de que conoce la identidad de Dulcinea del Toboso, el auténtico nombre de Aldonza Lorenzo y la describe de la siguiente manera:
“-La conozco bien- dijo Sancho-, y sé decir que lanza el fierro en el juego de la barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador que es moza con arrestos, hecha y derecha y de pelo en pecho! Y que puede sacar de cualquier aprieto al caballero andante o por andar que la tenga por señora. ¡Hijaputa, y que redaños tiene, y que voz!”
La descripción que proporciona Sancho, es contraria a la que el lector se ha imaginado a lo largo de la historia. El lector piensa en una dama que cumpla con los estereotipos de la dama cortesana. Sin embargo, Cervantes da un giro completo al ideal femenino de las damas en los libros de caballerías. Dulcinea del Toboso parece ser realmente Aldonza Lorenzo, una campesina de rasgos robustos, fuerte y más cerca de la masculinidad representada por un campesino que por la delicadeza, la belleza inalcanzable de una mujer de la élite urbana.
Nuestro caballero decide mandarle una carta, la cual escribe en un registro anticuado y utilizado por los caballeros andantes a quienes desea imitar:
“Soberana y alta señora:
El herido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.
Tuyo hasta la muerte,
El caballero de la triste figura”3
Don Quijote utiliza en su carta elementos propios del galanteo, como : “soberana y alta señora”, “amada enemiga mía”, “tuyo hasta la muerte”, entre otros. Generalmente toda la carta está llena de vocabulario y tópicos utilizados por los trovadores que ensalzan la figura de la dama, es inalcanzable, es una enemiga para él y él está completamente rendido a sus pies hasta el punto de morir por amor. Cervantes utiliza este elemento para ridiculizar la insensatez, y la falta de credibilidad de amar sin esperanzas de realización, alcanzando lo absurdo de llegar a morirse por los desprecios y el amor que siente. Además de burlar el amor cortés propio de los libros de caballerías, logra desterrar de manera moral los tópicos hacia el género, acabando con la idealización de éste. Cuando Cervantes escribió el Quijote, ya Hurtado de Mendoza o Baltasar de Alcázar habían compuesto poemas de tono jocoso en los que se apreciaba una clara desmitificación del amor.4
De esta manera, la burlesca locura de don Quijote abarca todos lo puntos que atañan a la desmitificación del amor cortés. Añade las acciones que Quijote cree que debe hacer para ser un gran caballero: debe darle su bendición a Sancho, antes de partir, además de realizar locuras para que quede constancia y Sancho pueda contárselas a Dulcinea. Sancho no es menos en esta historia, pues aunque es la voz que habla por la realidad, sigue la corriente a su amo estableciéndose él mismo en el lugar donde se encuentra don Quijote, en la más remota locura que los invade. No es solo a Sancho a quien nuestro protagonista contagia su locura, sino que a lo largo de la novela encontramos a varios personajes quienes acaban siguiendo la corriente también, no de manera convencida pero sí metiéndose en el juego e involucrándose igual que lo haría don Quijote. De esta manera, se visibiliza la enfermedad que provoca los libros de caballerías, y el daño que han hecho, así como lo que pretendía Cervantes escribiendo su obra.
Ya en el capítulo XXXI Sancho vuelve del Toboso para contarle a su caballero el encuentro con Dulcinea. El encuentro no puede ser menos que una parodia del encuentro entre una dama y el escudero de un caballero. Dulcinea se encuentra cribando dos fanegas de trigo al lado de su casa, y se muestra indiferente ante la carta. Además, no lee la carta ya que no sabe leer ni escribir y la rompe en pedazos. Esta actitud es totalmente impropia de la reacción que tendría una dama de la corte al recibir una carta de un caballero andante. Otros aspectos típicos se desmontan en la recepción de la carta. La dama no da ninguna joya suya a Sancho, costumbre entre caballeros y damas; más bien le da pan y queso. Aun así, don Quijote se muestra totalmente afortunado con el encuentro y justifica cada uno de los detalles que su mensajero le transmite, elevando a su dama a los más altos niveles de bondad u belleza.
Otro elemento que aparece en este capítulo, es la mención del supuesto mago que ampara al caballero. Don Quijote dice que se extraña que Sancho haya tardado tan poco en ir y volver del Toboso y atribuye a un mago la rapidez del viaje:
“aquel mago nigromante que tiene cuenta de mis cosas y es amigo mío, porque forzosamente lo hay tiene que haberlo, pues de lo contrario yo no sería un buen caballero andante, digo que este te debió ayudar a caminar sin que tu lo sintieses”5.
Claramente, se está engañando a si mismo constantemente. Ya no es una distorsión de la realidad sino un cuento inventado a partir de lo que le gustaría que hubiera pasado. Él es un caballero andante y para serlo debe cumplir con estos requisitos, debe haber un mago, y si no lo hay no puede ser un caballero, así que sí lo hay. El mago ha ayudado a Sancho a llegar rápidamente a Dulcinea y sin él los caballeros andantes no podrían socorrer tantos peligros.
En conclusión, dado que el propósito de la obra no era otro que el de ridiculizar y parodiar los libros de caballerías, nuestro autor tergiversa todos los elementos que perecen en un caballero andante sobre el amor cortés logrando ligarlos todos a la vez que los parodia y desautoriza. Don Quijote se encuentra en el limbo de ser un caballero andante y de ser un viejo loco que gracias a la propia locura se convierte en lo que sueña ser: un caballero andante. En esta realidad que él mismo crea, invade su ambiente y vive acontecimientos falsos y a la vez reales dentro de su realidad.
En cuanto al amor cortés, no cumple ninguna característica de las que se presentarían en un libro de caballerías excepto la de amar sin razón alguna, la inverosimilitud del sentimiento irrealizable y, es exactamente eso lo que le acaba dando credibilidad a la historia. El sustento de la relación con Dulcinea es lo que mantiene la locura y el amor de Don Quijote porque si ya era absurdo en un libro de caballerías, puede seguir siéndolo en una novela que se dedica a burlarlo además de servir como enlace y arma literaria.
Bibliografía:
- Don Quijote de la Mancha, ed. de ANDRÉS TRAPIELLO (Barcelona: Ediciones Destino, 2017) cap. XXV p. 223.
- El Quijote, ANA ISABEL ESPEJO MADRIGAL ( Actas VIII- Actas Cervantistas; Centro Virtual Cervantes) págs 195-204, El Toboso, 1998.