El Ideal De Libertad A Través Del Tiempo
Mediados del siglo XII, Otón de Fresigna reconoció que en el norte de Italia había surgido una nueva y sorprendente forma de organización social y política. Se descubrió que prácticamente toda la tierra está dividida entre ciudades y que todo hombre en todo el reconoce la autoridad de su ciudad. La libertad creo Repúblicas independientes, gobernada cada la voluntad de los cónsules, antes que de los gobernantes. Apareció así, un funcionario llamado “el podestá” conocido así porque estaba investido con el poder supremo. El “podestá” normalmente era un ciudadano de otra ciudad, que estaba destinado a asegurarse de que ningún vínculo o lealtad local estorbará su imparcial administración de la justicia. Era elegido por mandato popular, y generalmente gobernaba asesorado por dos consejos principales, el mayor de los cuales podía tener hasta seiscientos miembros, mientras que el consejo interno o secreto normalmente se reducía a cuarenta ciudadanos destacados. El podestá disfrutaba de facultades vastas, pues se esperaba que actuara como supremo funcionario judicial, así como administrador de la ciudad. Así apareció la independencia de facto (de hecho), sin embargo, siguieron siendo, de iure (por derecho), vasallas del Sacro Imperio Romano.
A comienzos del siglo X, el imperio de Carlo Magno había unido a Alemania y el norte de Italia Posterior, Federico Barbarroja subió al trono imperial a mediados del siglo XII y los emperadores habían llegado a tener dos razones especiales para insistir una vez más sobre la verdadera situación del Regnum (reino)de Italia. Una, el hecho de que las ciudades empezaron a sacudir la autoridad del emperador y la otra, si el emperador lograba subyugar todo el norte de Italia, esto le convertiría en el amo. Las dos primeras expediciones de Federico Barbarroja virtualmente lograron darle el dominio de toda la Lombardía. Empezó por atacar a los aliados de Milán. Sin embargo, este mismo triunfo sirvió para unir a las ciudades en contra de él. Milán tomó la iniciativa en 1167, formando una Liga Lombarda para oponerse a sus demandas. Cuando Barbarroja retornó a reimponer su autoridad, las fuerzas unidas de la Liga, ayudadas por la buena fortuna, lograron asestar una derrota absolutamente decisiva a los ejércitos imperiales en Legnano. El siguiente emperador que intentó realizar la idea del Sacro Imperio Romano de reimponer su dominio al regnum italicum, fue Federico II, quien tomó Vicenza en 1236, lo cual causó la rendición de Ferrara. En 1248, el emperador perdió en la toma de Vittoria; en 1249, su hijo fue tomado prisionero, cuando las fuerzas de la Liga recuperaron Módena; y a fines del año siguiente murió el propio Federico. Posteriormente, Enrique de Luxemburgo, quien llegó a Italia en 1310, pasó a ser coronado papa en 1312 en Roma. Su triunfo movió a sus enemigos a unirse, encabezados por Florencia. Los resultados fueron desastrosos para la causa imperial.Al final el emperador falleció y ya era claro que Italia nunca se convertiría en régimen imperial.
Las ciudades buscaban construir armas ideológicas con las que trataron de legitima esta continuada resistencia a su soberano nominal. Las respuestas a sus demandas consistieron en la afirmación de que tenía el derecho de conservar su “libertad” contra toda intervención externa. Sin embargo, las ciudades nunca lograron articular su concepto de “libertad” contra el Imperio. Así, “libertas” y “libertá” llegaron a emplearse como términos técnicos de la política y la diplomacia florentinas. Ya que, libertad querían decir, su independencia del emperador. Una gran figura de reorientación, fue Bartolo de Sassoferrato, claramente manifestó la intención de reinterpretar el código civil romano. Dio paso a una pluralidad de autoridades políticas soberanas, separadas e independientes del Imperio. Abandonó la suposición cardinal de los glosadores en el sentido de que, cuando la ley no parece estar en armonía con los hechos legales, deben adaptarse los hechos hasta que puedan dárseles una interpretación literal de la ley. Entonces, cuando la ley y los hechos chocan, es la ley la que debe entrar en conformidad con los hechos. Bartolo comienza su comentario del código reconociendo que, de iure, el emperador es el único dominus mundo.
Tecnicamente, el Imperio constituye la única unidad jurisdiccional de Europa, no siendo los reinos independientes más que provincias imperiales, o civitates son equivalentes a ciudades imperiales Romanas. El emperador puede pretender ser de iure, el único soberano del mundo, pero hay muchos pueblos de facto que no le obedecen. En cuanto Bartolo combina esto con la observación de que las ciudades italianas contienen “pueblos libres” que de hecho son capaces de hacer leyes y estatutos em cualquier forma que lo elija. Abre una perspectiva enteramente nueva sobre el análisis tradicional de merum Imperium. La ley debe acomodarse a los hechos. Concluye que, en el caso de las ciudades de la actual Italia, que no reconocen ningún superior, constituyen en sí mismas un pueblo libre que por tanto poseen merum Imperium”
El haber llegado a esta conclusión, permitió a Bartolo, le capacitó a colocar sobre los debidos fundamentos jurídicos tanto las pretensiones de su libertad. Bartolo mostró su concepto de sibi príncipes, para vindicar la idea de que las ciudades poseían libertad en sentido de ser libres de toda intervención legal. Sin embargo, no es posible tal delegación en “ciudades que reconocen un superior” pues “están obligadas a remitirse al emperador”. Así, comienza a esbozar la tradicional jerarquía de apelaciones, de jueces inferiores a superiores que, supuestamente, culmina en la figura suprema del prínceps o emperador. El juez, en tal caso, el pueblo mismo debe actuar como juez de apelaciones.
Por otra parte, el principal aliado de las ciudades italianas había sido el papado. La alianza fue forjada por el papa Alejandro III, después de que Barbarroja se había negado a reconocer su ascenso al trono, papal en 1159. Gregorio IX concluyó un tratado anti imperial con Génova y Venecia en 1238, y al año siguiente excomulgó al emperador y renovó formalmente sus nexos con la Liga Lombarda, fue en este punto cuando el término “güelfo” se utilizó por primera vez en la Toscana para denotar a quienes estaba en alianza con el papa. Existía un peligro, que los papas empezaron a aspirar por sí mismos el Regnum Italicum. Siguió entonces una sucesión de papas-juristas que continuaron refinando y extendiendo la base jurídica del derecho papal a ejercer su llamada plenitud de poder temporal, así como espiritual. Entonces, el poder último de la espada temporal, así como de la espiritual, debe estar en manos del vicario de Cristo, ya que, el poder espiritual posee la autoridad de instituir un poder terrenal y de juzgarlo en caso de que no actuase de manera apropiado.
El escritor florentino, que ofreció todo su apoyo al emperador, fue Dante en su tratado sobre la “Monarquía” entre 1309 y 1313. Tomando en cuenta que no hay paz ni tranquilidad en Italia en esa época por el rechazo de la legitimidad del Imperio y la falsa creencia en que la “autoridad del Imperio depende de la autoridad de la Iglesia”. Su escrito sobre la Monarquía, fue importante, pide que se ponga total confianza en la figura del emperador como única fuerza unificadora capaz de superar las facciones de Italia, y darle la paz. Dante repudia explícitamente la suposición ortodoxa de que hay una sola “meta final” para la humanidad, la beatitud eterna, y por tanto que, correspondientemente, debe a ver una sola soberanía en la sociedad cristiana, a saber, de la Iglesia. En cambio, insiste en que debe haber duo ultma, dos objetivos finales para el hombre. Uno, la salvación y la felicidad en la vida actual. La propuesta de Dante difícilmente pudo parecer una solución muy tentadora a sus dificultades.
Sin embargo, se necesitaba una forma de argumento político capaz de vincular su libertad contra la Iglesia sin tener que cederla a nadie más. La contribución clave fue la de Marsilio de Padua, consistía en la afirmación de que los soberanos de la Iglesia han interpretado mal la naturaleza propia de la Iglesia al suponer que es el tipo de institución capaz de ejercer alguna forma jurídica, o política. Empieza por aislar cinco aspectos principales de la plenitudo potestatis papal: la pretensión de dar “definiciones de significado”, convocar concilios, excomulgar o poner en entredicho a cualquier “gobernante, príncipe o país” y tomar decisiones de las características definitorias de la fe católica. Concluye en que la Iglesia fundada por Cristo no puede ser considerada, en absoluto, como un organismo jurisdiccional. Así, la contribución vital que puede hacer a la ideología de las ciudades república consiste en vindicar su total independencia de iure de la iglesia y así.