El Miedo en la Infancia y Como Enfrentarse a Él
Como hemos comentado, muchos de los miedos infantiles desaparecen con el tiempo, aunque sí hay algunos casos en los que éste perdura o se intensifica, por lo cual, puede afectar a la vida del menor.
Tanto las familias como los maestros forman parte del desarrollo madurativo y cognitivo de los menores, por ese motivo tienen un papel muy importante. Gracias al aprendizaje, el niño regula las respuestas emocionales y es capaz de elegir de qué manera actuar. Los adultos deben tener en cuenta una educación muy personalizada y prestar atención a la percepción del miedo de cada niño, ya que ésta es muy subjetiva.
Respecto a los docentes, Marina dice: “Los educadores debemos tener presente que los niños miedosos son más obedientes, aprenden con mayor rapidez las normas sociales y las prohibiciones, ya las respetan más… tener mucho cuidado, no sea que al elogiar la obediencia estemos consolidando el miedo.”
Por ello, los maestros deben estar en una alerta constante para detectar todos los indicios que pueden suscitar aptitudes adoptadas como consecuencia del miedo. Esto puede interferir en la vida del niño hasta la edad adulta, por ello no los maestros no deben permitir que pueda llegar a hacerlo.
Para Gutierrez, los progenitores deben tener dos papeles, el de padres y madres y el de entrenadores.
En el papel de padres y madres, deben aportar al hijo o hija amor incondicional, mostrando así el vínculo paterno-filial que hay establecido, a la vez que crear y mantener una familia y un hogar estable donde haya confianza entre los miembros de la unidad familiar. Esto facilita la evitación de los miedos. Este ambiente saludable, permitirá al menor contar con un nivel de autocontrol que le facilitará el enfrentamiento a situaciones difíciles y que le puedan producir miedo. Para crear este ambiente, será necesario establecer unas normas claras aplicadas sin severidad y con disciplina flexible y tolerante. Estas normas deben estar adaptadas a las necesidades psicológicas y físicas del menor para que se sienta con confianza en sí mismo y convencido de poder controlar los miedos o preocupaciones que puedan aparecer.
Un ambiente negativo, tanto familiar como escolar, donde haya discusiones y/o tensiones excesivas, aumentará la ansiedad del niño, lo cual puede desencadenar que los miedos se conviertan en un fenómeno desadaptativo que altere y distorsione el desarrollo normal del menor, por tanto, lo volverá más vulnerable.
El papel de entrenador, consiste en preparar y buscar, a partir de las capacidades del menor, los mejores resultados que pueda conseguir. De esta manera, será importante que lo dejen caer, que cometa errores y se frustre, para poder desarrollar la capacidad de resistir la frustración.
Será muy productivo para los hijos, que los padres les ofrezcan actividades, adecuadas intelectual y físicamente a ellos, para que las puedan realizar satisfactoriamente y puedan sentir el sentimiento de haber conseguido el éxito. Este éxito debe estar reforzado con motivación y esfuerzo por parte del niño, haciendo que éste desee realizar la actividad y planteársela en forma de reto. Esta actividad deberá estimularse con elogios sinceros lo que ayudará al menor a obtener una buena autoestima y confianza en sí mismo.
“Un niño que adquiera poca seguridad en sí mismo tenderá a evitar actividades, por lo que de forma circular obtendrá menos oportunidades de mejora y autocontrol, al estar menos preparado seguirá evitando situaciones…” Por ello, entendemos que se debe mantener un equilibrio entre las capacidades del niño y las expectativas sobre elevadas de los padres, para no desanimar al menor.
Debido a la diferencia de los dos papeles que deben desempeñar, los padres se pueden encontrar confusos en situaciones que el instinto paternal les pueda llevar hacia una errónea sobreprotección, aunque saben que lo correcto en ciertas situaciones es dejar que el niño tropiece y consiga con ello un buen aprendizaje que le forjará la personalidad propia.
En otros casos, los padres sobreprotegen a sus hijos por el su propio miedo no controlado, por tanto, impregnan a sus hijos de sus miedos y los convierten en personas vulnerables y sin autoestima. Además, también debemos tener en cuenta la falta de tiempo con el que vivimos, por ese motivo, los padres, muchas veces realizan las tareas de los hijos y no permiten que éstos las hagan, con error o sin él. Como dice Gutierrez, cuando un adulto hace una tarea que podría hacer el niño, es como si le dijese: “ya lo hago yo, que tú no puedes”
Como hemos comentado anteriormente, tanto las familias como los maestros deben ofrecer al menor un bienestar completo, es decir, en todos los ámbitos, tanto en el físico, psíquico, emocional y en el social. Para ello, se debe crear el ambiente comentado anteriormente, tranquilo y firme, con normas claras y a la vez cierta flexibilidad. Aunque a veces es difícil ser firme y a la vez conseguir ese grado de flexibilidad, algunos maestros o padres optan por utilizar el miedo como factor disciplinar, lo cual supone un gran perjuicio para el niño, ya que le puede ocasionar ansiedad y trastornos posteriores. Este recurso debe ser eliminado de cualquier práctica educativa. De la misma manera que se debe evitar la coacción para que el niño se enfrente al miedo, es decir, si se obliga a enfrentarse al miedo mediante la amenaza de un castigo, puede producir el mismo efecto que en el caso anterior, ansiedad y baja autoestima. Hay veces, que se intenta razonar sobre lo absurdo del miedo, y esto puede ser un tanto contradictorio para el niño, ya que: “si no hay un monstruo debajo de la cama, ¿para qué mira?” por ejemplo. Con lo cual, tratar de tranquilizar en exceso, puede llevar a pensar que de verdad hay un motivo preocupante.
Algunos autores insisten en que no hay que reforzar la conducta del miedo, es decir, si se presta demasiada atención al menor cuando esté en una situación de frustración o miedo, esa conducta será reforzada, lo cual será perjudicial porque la repetirá. Por ese motivo, se debe prestar la atención y el afecto necesario en cada situación, valorando el grado de ansiedad del menor. De la misma manera, el miedo tampoco debe ser ignorado, pero tampoco dramatizado, e debe explicar al menor que la emoción del miedo es natural y se debe dar la oportunidad de que pueda expresar sus sentimientos y poder saber cuál es el verdadero motivo del miedo y poder encontrar una solución. De esta manera, cundo conocemos el motivo, podemos ofrecer la oportunidad de enfrentarse a él.
Para ello comentaremos dos técnicas que podemos utilizar:
- Técnica de la desensibilización sistemática. Esta técnica consiste en el enfrentamiento gradual al objeto temido. Para ello, se debe realizar una jerarquía graduada de estímulos, de la menos temida a la más temida. Es muy importante que la graduación de ansiedad a la que se enfrente el niño sea muy ligera, ya que deberá ir pasando de un grado al siguiente, siempre que el anterior lo haya pasado sin ansiedad. Si se observa que le ha costado mucho, no se podrá pasar al siguiente grado, ya que le costará mucho más y esto será contraproducente, debido a que volverá a tener un sentimiento de baja autoestima.
Pasos de la DS:
- Recogida de información especificando de manera exhaustiva el problema.
- Enseñar al niño técnicas de relajación (aunque con menores de 8 años es difícil llevar a cabo esta acción, se puede hacer una adaptación lúdica) u otras conductas que no provoquen miedo como jugar, escuchar música, cantar, comer… esto se utilizará como elemento disuasorio del miedo.
- Plantear junto al niño la lista jerarquizada de las acciones o situaciones temidas.
- Poner en práctica el paso anterior, comenzando por el nivel 1 e ir subiendo de manera gradual. Los niveles se le plantearán cuando el menor esté relajado, para que no le suponga un estrés.
Para que esta técnica funcione, debe involucrarse toda persona que conviva con el menor, es decir, familia y docentes, ya que pueden ofrecer una mayor motivación y estimulación.
- Técnica de las imágenes emotivas. Esta técnica es apropiada para niños mayores de 7 años, ya que deben imaginarse una situación y trabajar sobre ella. Al igual que con la técnica anterior, se establecerá una jerarquía graduada de estímulos, de menor a mayor temor. En esta ocasión, utilizaremos como elemento inhibidor del miedo una imagen de al niño le resulte motivadora, por ejemplo, su superhéroe o superheroína preferido. El menor deberá crear una historia en la que dará a cada personaje un rol diferente. Cuando vaya narrando la historia, el personaje deberá ir pasando por los niveles de la lista, y a la vez, describiendo cómo se siente, para ver si es capaz de poder superarlo o no, y si puede pasar al siguiente. De esta manera, el niño se enfrenta a los estímulos temidos de manera gradual, pero de forma lúdica y motivadora para él mismo. Si el personaje de su historia supera los ítems, significa que él también.
Otra manera de superar el miedo puede ser minimizándolo. Como dice “Cuando “diseccionamos” nuestros miedos (con sentido común y de forma concreta), vemos que no son tan terribles.” Para ello, el adulto debe hacer reflexionar al menor sobre el miedo y hacerle reflexionar sobre él. De esta manera, reducimos el miedo y resultará más fácil enfrentarse a él.
Por otro lado, se puede desarrollar la valentía del menor. Demostrándole que sólo él es quien tiene la capacidad de enfrentarse a su propio miedo. dice: “Valentía es la capacidad de superar el temor, es decir, no dejarnos llevar por la poderosa energía de la emoción, lo que exige un denotado esfuerzo y una capacidad para guiarnos por valores pensados y no solo sentidos (…) es la raíz de nuestra libertad.” Esta afirmación podemos resumirla diciendo que la valentía no consiste en no sentir el miedo, sino en sentirlo, conocerlo y superarlo mediante la razón.
Es tan importante ofrecer estas oportunidades de valentía como el reconocimiento del esfuerzo que ha supuesto esta acción de valentía, recordando siempre, que debe hacerse de manera proporcional.
Para poder desarrollar la valentía del menor podemos llevar a cabo unos ejercicios:
- Ejercicio físico. Es una manera de fortalecer la mentalidad del menor. Es una estimulación cerebral y un estupendo antidepresivo. Con el deporte nos encontramos ante frustraciones y nos tenemos que enfrentar a ellas de la mejor manera posible. Por tanto, es un escenario idóneo para superar ciertas situaciones que solo podemos encontrar aquí.
- Relajación. Esta práctica, como ya sabemos, es antónima de la ansiedad y nos permite que el menor mejore su autocontrol.
- Meditación. Con esta técnica aplicamos con profunda mentalización del pensamiento a la consideración de algo, o discurrir sobre los medios de conocerlo o conseguirlo.
- Teatro. Con esta actividad se pueden cambiar los roles y gracias a ello entender emociones de los demás y las propias. De esta manera el participante debe tener creatividad e iniciativa, lo cual fortalece la confianza en uno mismo, debilitando la timidez y el miedo.
La valentía no solo es necesaria para superar los miedos, sino también para vivir el día a día. Ese es el motivo por el que tanto las familias y los educadores deben fomentar la valentía y autonomía de sus hijos y/o alumnos. Un niño que se sienta capaz y valiente verá los problemas como retos a superar y no se frustrará ante ellos.