El Poder De La Iliada: AgamenÓn Y Aquiles
La Ilíada, como obra literaria de naturaleza primitivamente oral, permitió la pervivencia en la Grecia Clásica del recuerdo de un tiempo pasado en que se pudo haber desarrollado la Guerra de Troya (de aceptarse la historicidad de la misma), y con ello de muchos datos que nos permiten analizar la sociedad que refleja. Así pues, el presente trabajo estudiará las relaciones de poder que podemos apreciar en el marco de esta obra.
El origen del conflicto, según la mitología, se encuentra en el rapto de la bella Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta, por parte de Alejandro, hijo del rey Príamo de Troya, a quien Afrodita le había prometido el amor de la mujer más hermosa del mundo. Según se nos narra, la susodicha guerra tuvo como protagonistas a una alianza de estados griegos bajo el mando de un soberano común, Agamenón, contra una pequeña ciudad, Troya, que parece a nivel histórico un vasallo de los hititas, y que es apoyada por el resto de pequeños estados satélites de Hatti en Anatolia. En este contexto general analizaremos las relaciones de poder que se dan entre los principales cabecillas de cada bando: Aquiles y Agamenón y Príamo y Héctor. Como ya mencionamos previamente, la coalición aquea estaba conformada por múltiples reyes independientes, que acuden a recuperar para Menelao a su mujer, pues se habían comprometido, tras un concurso entre los mejores varones de Grecia por el privilegio de casarse con ella, a defender el derecho de aquel que resultase vencedor.
La heterogeneidad del grupo posibilita la disensión dentro de él. Si bien hay cierta subordinación, pues Agamenón es el líder de la expedición, todos ellos son señores independientes entre sí. Así podremos apreciar que los griegos tendrán frecuentes rifirrafes entre ellos y con el propio Atreida, al que llegan a criticar e insultar personajes dispares: Aquiles (Il, I, 149: “Tú que de desvergüenza vistes, que lucro cavilas…(225) Borracho, que tienes mirada de perro y corazón de ciervo…(296) ya no te obedeceré.”), Odiseo (Il, XIV, 83-84: “¡Funesto tú! Ojalá a otro miserable ejército / dieras órdenes, y que no reinaras sobre nosotros.”), Antíloco, Diomedes… El bando se mueve por una parte entre los intentos de Agamenón de concentrar el poder y hacer lo que él desea en todo momento sin dar su brazo a torcer y los intentos de imposición a este de ciertas cuestiones: la devolución de Criseida, la vuelta a la lucha en el canto II frente a la retirada decretada por el líder… Todo esto contrasta con el bando troyano: Por una parte hay un líder militar claro e indiscutible, Héctor, que habitualmente no tiene que hacer frente a grandes conflictos internos, y que contrariamente a la frecuente ofuscación del Atreida, acepta por norma general los consejos que le ofrece Héleno en varias ocasiones (Il, VI, 102: “Así afirmaba y Héctor no desobedeció a su hermano en nada.”). La autoridad indiscutida de Héctor y la unidad troyana se aprecia en el discurso de Polidamante en la Asamblea: (Il XII, 212-214: “Pues no bien no parece, / siendo uno del pueblo en contra tuya hacer proclamas ni en el consejo / ni jamás en la guerra sino aumentar tu pujanza siempre.”). Tiene que enfrentarse solamente a una reprimenda por parte de Glauco, lo que da una sensación de mayor unidad, a pesar de ser también estados independientes entre sí los que forman el grupo de aliados de Troya (Il XVII, 150- 155: “A Sarpedón, huésped y a la vez camarada / abandonase para que de los argivos presa y momio fuera / (…) Por tanto si ahora a mí me obedece alguno de los varones lidios / a casa nos iremos y para Troya se manifestará la escarpada ruina.”) .
Por otra parte y quizá todavía más destacable sea un patrón que se repite en ambos bandos y es el de dos tipos de figuras de poder diferenciadas: La más administrativa y burocrática, que basa su poder en el dominio y la primacía política y económica, en cuanto a sus relaciones, y aquellos otros que se apoyan en sus capacidades militares que les otorgan poder dentro el ejército. El primer caso sería el de Agamenón y Príamo. El aqueo anima a la batalla en múltiples ocasiones a los contingentes que conforman sus tropas pero su participación en ellas es más bien parca y cuando lo hace suele ser de una forma no destacable. Tiene una pequeña aristía en el canto XI que apenas dura unos 200 versos, frente a las de Diomedes o el propio Aquiles, mucho más importantes y extensas. De esto podemos ofrecer ilustrativamente algunos pasajes a modo de ejemplos: Un reproche de Aquiles a Agamenón (Il, I, 226-229: “Jamás en la guerra con la tropa acorazarte / ni ir en emboscada con los mejores de los atreos / osaste en tu ánimo. Eso a ti se te figura la parca.”) o unas palabras que Néstor dedica al Peleida durante su disputa con el Atreida (Il, I, 280-281: “Su tu eres fuerte y una diosa te engendró, tu madre / este, sin embargo, superior es, porque sobre más reina.”). En el caso de Príamo tan siquiera pisa la batalla sino para hacer sacrificios en el canto III. Podríamos achacar esta ausencia en la guerra a la vejez, sin embargo Néstor, el anciano soberano de Pilo, sí participa de las batallas. Así mismo, los epítetos de Príamo se refieren habitualmente a su habilidad como gobernante (Il, VII, 366: “Príamo Dardánida, consejero de peso igual a los dioses.”).
Frente a esto tenemos a los dos grandes líderes militares: Héctor y Aquiles. Se parecen en cierto modo estas figuras a los “Lawagetas” que aparecen recogidas en las tablillas micénicas, una especie de comandantes militares, de brazo armado de la monarquía micénica. Como ejemplificaciones de la importancia de su carácter guerrero en la obra podemos seleccionar: Discurso de Héctor a Helena (Il, VI, 360-362: “No me hagas sentar, Helena, aunque me estimes, no me convencerás / pues ya el ánimo me impulsa para ir en defensa / de los troyanos que mucho me añoran ausente.”) o el treno de Andrómaca tras la muerte de este (Il, XXIV, …: “Esta ciudad de arriba a abajo / será saqueada, pues tú has perecido, su vigilante.”). Este contraste de cariz entre los personajes provoca toda la trama de la obra: Aquiles, como guerrero que busca la honra no está dispuesto a ser humillado por Agamenón, y este a su vez, no está dispuesto a perder su poderío económico y de influencia a causa de las exigencias del Eácida y de ello se queja: (Il, I, 287-288: “Pero este varón quiere estar por encima de todos los otros / sobre todos quiere tener pujanza y entre todos ser soberano.”) y quiere evitar mayores menoscabos a su autoridad por parte de otros dirigentes por medio de su imposición sobre el Peleida: (Il, I, 185-188: “Para que bien veas, / cuán superior soy a ti y también para que otro tema / afirmarse mi par y enfrentárseme de igual a igual.”). Se da pues, en la pieza literaria un contraste entre los dos tipos de poder, que moverá toda la acción. Sin embargo, de nuevo, el bando troyano parece poseer una mayor unidad. Así la relación entre Príamo y su hijo se mantiene estable en toda la obra. Aquí pues podemos apreciar una característica de la sociedad griega: La moral agonística que provoca las divergencias entre Aquiles y Agamenón, ambos compiten por el honor y el estatus dentro del ejército, ninguno quiere quedar por debajo del otro.
Frente a esta, Homero nos muestra claramente la importancia del precepto aristocrático griego que afirma que “hay que aprender a soportar la injusticia”. No es sino hasta que esto ocurre que los dánaos, oprimidos junto a las naves por los troyanos, vuelven a recuperar terreno y mejora su situación en la guerra. En esta misma línea de unidad se mueven las palabras de Odiseo (Il. II. 203-20: “en modo alguno vamos a ser reyes todos los que estamos aquí: no es buena una dirección numerosa”). Así pues, según parece la amalgama de reyes independientes que componen la expedición parece someterse durante la misma a los designios de un líder común, aunque como vemos a lo largo de los diversos cantos, en ocasiones las decisiones se toman en asambleas en las que en ocasiones incluso participa la tropa (canto II). Agamenón es el rey más importante. Dicho esto, volvemos a reforzar la idea de que su poder se basa no en su habilidad guerrera, sino en su poder político, reforzado además por poseer vínculos familiares con el soberano de otra de las grandes ciudades: Esparta que está bajo el gobierno de su hermano Menelao, y en el económico, es mencionado por Aquiles de una forma muy similar a los devoradores de tesoros de los que habla Hesíodo (Il I, 163-166: “Nunca tengo un botín igual a ti, cuando los aqueos / de los troyanos saquean una bien habitada ciudadela / y sin embargo casi toda la guerra de muchos asaltos / mis manos la ejecutan”).
Por su parte como dijimos, Troya presenta múltiples aliados pero entre ellos no hay prácticamente disensiones y las relaciones entre Príamo y Héctor, que apenas se reflejan en el texto, son, por lo general, de cooperación y respeto a los ámbitos de acción que cada uno tiene asignados. Es importante también mencionar el canto IX en que Agamenón promete tierras, ciudades, ganado, mujeres y un matrimonio con su hija a Aquiles a cambio de la vuelta de este a la batalla, por tanto está mermando sus fuentes de poder (la riqueza) en beneficio de su rival, pues parece que quiere mostrarse que para que un buen gobernante logre sus objetivos no sólo basta con la riqueza y la influencia, sino que ha de poder también imponerse militarmente, lo cual resulta especialmente importante en el marco de una guerra, y para ello se necesita la colaboración del Eácida.
En conclusión, podemos afirmar que las estructuras de poder que se dan en ambos bandos y entre la pareja de cabecillas de cada uno, son muestra de dos tipos de dominio diferenciado basado en elementos dispares y que generan conflicto entre sí, y que, como decimos, el poder en la Ilíada está constantemente disputado entre los dos grandes líderes de los dánaos, en el marco de la moral agonística griega que tiene como contrapeso la necesidad de colaboración que se produce. Es precisamente esta moral agonística la que genera en cierto modo todos los grandes conflictos que rodean a Troya. Ella está en el origen de la guerra, con el Juicio de Paris, está en la trama de la Ilíada e incluso en la pugna entre Odiseo y Áyax por la armadura de Aquiles, que acabará con el suicidio del perdedor. En resumen, los tipos de poder diferenciados sumados a la competitividad entre comandantes sirven al fin para resaltar el espíritu de colaboración, lo único capaz de salvar los conflictos que generan estos otros. Por último cabe destacar en el marco del debate que durante siglos se ha dado al respecto de la historicidad de los hechos narrados por Homero, de aceptarse la misma, podríamos encontrar en estos pasajes información interesante al respecto de las estructuras sociales tanto internas como externas entre los diversos reinos micénicos del periodo de la historia de Grecia en que enmarcaríamos la acción.
Bibliografía:
- DE LA VILLA POLO, Jesús y MACÍA APARICIO, Luis M. (ed. y trad.). 2013. Homero.
- Ilíada Español-Griego. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
- MELENA, José L. (ed. y trad.). 1998. Chadwick, John. El mundo micénico. Madrid: Alianza
- Editorial S.A.
- MÍGUEZ BARCIELA, Aida. 2010: La dualidad de Aquiles y Agamenón en la trama de la
- Ilíada. Ágora. Estudos Clássicos em debate. [en línea]. Disponible en:
- https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=321027643001 (consulta: 20/11/2019).
- VILLALÓN CAMACHO, Luis. 2018. La guerra de Troya. Barcelona: Gredos.
- https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=321027643001