El Secreto Masonico y la Búsqueda de Santo Grial
El verdadero secreto de la masonería es que no hay secretos. Eso, al menos, es lo que siempre se ha dicho. ¿Pero es cierto? En realidad, a medias. Hay que comprender la diferencia entre aquello que se oculta deliberadamente y aquello que por su propia naturaleza resulta intrasmisible. En este último sentido, sí es posible hablar de secreto masónico, de “secreto” desde una perspectiva esotérica y filosófica. Es decir, de aquello que por su propia naturaleza rebasa los límites del lenguaje y no puede ser explicado por medio de las palabras ni mostrado salvo a aquel que esté dispuesto a “vivir la experiencia”. Porque de eso es de lo que trata realmente el secreto masónico.
Podría explicar cómo saltar en paracaídas. Pero esa es sólo la técnica. Lo importante es la experiencia, lo que se siente cuando saltamos en paracaídas desde un avión. Por mucho que hable, incluso si tuviera –que no es el caso–, la habilidad literaria de los grandes escritores de todos los tiempos, mi explicación acerca de un salto en paracaídas serían sólo palabras que apenas harían honor a la experiencia de un salto real.
Del mismo modo podríamos hablar de muchos sentimientos, que si no se han experimentado, es imposible transmitir en toda su amplitud. Hablamos de sentimientos y emociones como la maternidad, la paternidad o también, ¿por qué no? La libertad o la felicidad. Conceptos, ideas, emociones, que vivimos cada uno de una manera diferente, e incluso que cambian con los años, pues muchas de las cosas que nos hacían felices cuando éramos jóvenes resulta que adquieren menos importancia con el transcurso del tiempo.
El secreto masónico es de esta naturaleza, imposible de describir de un modo único y absoluto por medio de la palabra. Su propia naturaleza lo hace imposible. El secreto masónico es la experiencia masónica, la iniciación; pero también la convivencia y tolerancia que surge en el seno de las logias. La energía que rodea la tenida, la conexión con el egregor, el aroma del incienso o la visión del Templo a la luz de las velas.
El secreto masónico nada tiene que ver con el poder, la política o la religión. Sin embargo, es más importante que todas esas cosas juntas. No versa sobre inteligencia militar o secretos de estado, no trata de ninguna conspiración o voluntad de dominar el mundo. Es algo mucho más sutil y al alcance de cualquiera, es la comprensión de uno mismo y la escucha activa de la armonía que subyace en todo el Universo.
Sé que muchos, empeñados en buscar la conspiración donde no existe, creerán que les engaño y que realmente existe algún secreto que justifica el poder que ellos atribuyen a la masonería. Sin embargo, ni la masonería tiene más poder que ninguna otra organización de su tamaño y antigüedad, ni existe ningún interés por dominar el mundo. Bastante tenemos cada uno con intentar dominar nuestras propias pasiones.
El secreto masónico es la atmósfera tranquila en la que se desarrollan sus ritos, vinculando a los masones en el mismo ideal de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Pero sobre todo es la experiencia individual de esa vivencia que sólo puede tener lugar en el interior de una logia. Los masones no somos depositarios de secretos místicos de ninguna clase. No sabemos dónde está el Santo Grial, ni el Arca de la Alianza, ni si la Lanza Longinos es la verdadera o no. Tampoco tenemos las claves del genoma humano, ni guardamos las revelaciones de la Virgen de Fátima, y mucho menos conocemos la fórmula de la Coca Cola. Aunque sí es verdad que en nuestras leyendas se encierra ese ideal universal de la búsqueda como invitación al viaje del héroe.
Cuando en la masonería se habla de la búsqueda de la Tumba de Hiram es lo mismo que decir la búsqueda del Santo Grial o la búsqueda de la estocada perfecta. Es la invitación a un viaje iniciático, al viaje del héroe que explicara Joseph Campbell. Se trata, ni más ni menos de una referencia al monomito o mito único que arranca en el mundo ordinario y se adentra en un mundo desconocido, que no es otro que las profundidades de nuestra propia alma, para regresar victoriosos con un conocimiento o don que poder usar para mejorar el mundo.
Es el viaje o mito de Osiris, Prometeo, Moisés o Gautama Buda. También es la Guerra de las Galaxias de George Lucas o El Señor de los Anillos de Tolkien. Es, en definitiva, la invitación a un viaje iniciático, a convertirse en paladín que superando diferentes pruebas –iniciaciones –logra alcanzar su propia libertad. Una libertad entendida como la superación de todas limitaciones, miedos y prejuicios, superando también los apegos y disolviendo las ambiciones. O dicho de una forma sencilla y directa: aniquilando el ego.
Tras esta conquista se alcanza el estado de libertad que permite vivir el momento, sin anticipar el futuro y sin lamentar tampoco el pasado. Este es el secreto masónico, la experiencia única de un viaje al que todos están invitados, pero que no todos están dispuestos a recorrer.