Diferencias en el Trabajo De Las Mujeres y el de los Hombres
La discusión sobre las diferencias entre los distintos tipos de actividad que realizan las mujeres fuera del hogar resulta vigente al considerar que, de acuerdo con Pedrero (2005), la división sexual del trabajo sólo puede entenderse por completo al integrar en el análisis los elementos ligados a las funciones reproductivas, entendiendo cuál es el lugar de los hombres y las mujeres dentro de los hogares. Así la división de las tareas, tanto en el ámbito doméstico cómo en el extra-doméstico, ha sufrido ajustes ante la necesidad de hacer frente al contexto en el que se desenvuelve la familia.
Además, el tema de la división sexual del trabajo no es exclusivo de las actividades remuneradas. Maciel, Ruiz y Cruz (2016), aseguran que la vida de las mujeres se ve atravesada por la organización dual de la sociedad asentada en el binomio público/masculino versus privado/femenino, y que esta dualidad se ha caracterizado por la invisibilidad del espacio privado y la autonomía del espacio público. Sin embargo, cada vez es menos sostenible que el trabajo femenino se centre a tiempo completo exclusivamente en las labores domésticas. Aseguran que esta tendencia -la creciente incorporación de las mujeres al espacio público- está provocando que la conciliación de vida familiar y laboral se conforme como una realidad en conflicto en la medida que ambas actividades, públicas y privadas, se organizan en función de tiempos sincrónicos de difícil compatibilización. Esta realidad en conflicto, aseguran, “la asumen mayoritariamente las mujeres e implica renuncias en uno u otro espacio”
De acuerdo con De Oliveira y Araiza (2000), en los esfuerzos por incluir a las mujeres dentro de las categorizaciones que se han hecho de la fuerza laboral, persiste una visión sesgada y fragmentada del conjunto de la mano de obra femenina y que refuerza la segregación de las mujeres en el trabajo doméstico y a espacios extendidos de este. Así por ejemplo se argumenta con frecuencia que las mujeres casadas y con hijos eligen las formas de trabajo por cuenta propia ya que les permiten no descuidar sus roles reproductivos. Esto último contribuye al surgimiento y perpetuación de diversas formas de empleo parcial entre las que se encuentra el trabajo en casa. Por su parte, haciendo una distinción de las actividades con paga y sin paga que las mujeres realizan, Benería y Roldan (1992) aseguran que si bien estas mujeres tienen control sobre el dinero que perciben por sus actividades en el taller, este pago se traduce en una manera de regateo relativo a la contribución en labores domésticas no pagadas. En un estudio más específico sobre la industria del hilado en el noreste de Guanajuato, Treviño (1998) refiere que las mujeres que contribuyen a la industria desde sus propios talleres consideran la actividad a domicilio como una gran ventaja ya que les permite tener el control de los horarios de trabajo y de la forma en que se maneja el taller.
Por otro lado, en un intento por abordar la actividad femenina desde una perspectiva más centrada en las tareas de producción económica, Arias (2001) vincula las diferentes generaciones con el origen de la actividad laboral de las mujeres. Si bien el término “empresaria” no ha sido usado aquí para referirse a las mujeres que operan un taller dentro de sus hogares, la diferenciación que hace Arias resulta pertinente en el intento de ubicar a estas mujeres de acuerdo con las condiciones bajo las cuales emprenden su proyecto. Tomando en cuenta variables como el estado civil, la edad y las condiciones socioeconómicas de estas mujeres, y a partir de las relaciones entre éstas, propone una distinción entre mujeres de negocios y mujeres en los negocios. En la diferenciación entre estas, Arias distingue que mientras las primeras empezaron sus actividades siendo muy jóvenes, las segundas se insertaron en el campo laboral a una edad avanzada y lo hicieron dentro de sus propios domicilios como prolongación de sus actividades domésticas e impulsadas por una necesidad familiar ineludible. Muchas son percibidas como mujeres que ‘no tuvieron otra opción’. Su trabajo es considerado como una ‘misión para velar por sus familias’ . La autora indica que en la medida en que estas mujeres aprendieron que la aprobación de su actividad productiva dependía de la conservación de los rasgos de la ‘debilidad femenina’, cualquier cambio en su conducta podría percibirse como una provocación al orden establecido, es decir, que la jefatura de un negocio próspero sólo tiene valor en la medida en que la que ayude a satisfacer las necesidades de sus familias. El análisis de Arias introduce un factor inédito en el campo de los estudios sobre la actividad económica femenina, que tiene que ver con el significado que las mujeres tienen de la actividad que ejercen, y de la identidad que esta actividad les confiere, lo que resulta pertinente también en el análisis de la actividad de las mujeres dentro del taller doméstico.
En una línea de argumentación paralela a las antes mencionadas, García y De Oliveira (2006), plantean que la creciente participación de las mujeres en los mercados laborales ha ido sentando las bases para una redefinición de las identidades masculinas y de las relaciones de género. De acuerdo con ellas, la inestabilidad y la inseguridad laboral característica de los modelos de producción capitalista, han tenido como consecuencia también el debilitamiento de la figura de los varones como proveedores económicos exclusivos; de esta manera, surgen nuevas construcciones culturales de lo que es ser hombre o mujer, y por tanto de las actividades en las que se desempeñan. Así, se han ido abriendo espacios para otras líneas de investigación que tienen interés en dar cuenta de las trayectorias laborales tanto de los hombres como de las mujeres. Ya Benería y Roldán (1992, pág. 87) habían señalado que, si bien las mujeres en los talleres domésticos reciben ayuda considerable por parte de otros miembros de la unidad doméstica, esta ayuda proviene en su mayor parte de los miembros femeninos,
