Relación del Veganismo con el Bienestar Animal

La primera vez que leí sobre Earthlings – un documental sobre el uso de animales por los humanos – fue de casualidad; estaba buscando entretenimiento para un domingo en la noche. Al instante me llamó la atención. Habiendo leído recientemente sobre los derechos de los animales en un artículo del New York Times, pensé que sería una excelente manera de que un consumidor de carne como yo aprenda más sobre la causa de los derechos de los animales, los problemas que aborda y las posibles soluciones. Esperaba encontrar propuestas sólidas y una investigación exhaustiva y profunda sobre el tema. Debo admitir que lo abordé con escepticismo, pero dispuesta aprender y cambiar de opinión. Presioné play.

Después de una incesante hora y media de encuadres de cámara oculta e imágenes sangrientas descubrí que, desafortunadamente, el documental no cumplió con mis expectativas. Es una diatriba visual, un video snuff sensacionalista que hizo poco esfuerzo por apelar a la razón. Sí, el documental muestra las prácticas inhumanas dentro de las granjas industriales y eso hará tal vez que muchos lleguen a apoyar la causa por sentimientos de culpa o simple horror; ver el estómago de una vaca cortada y cerdos vivos siendo tratados como basura son imágenes difíciles de olvidar. Pero también – en audaz exageración – compara a los comedores de carne con los Nazis. Al finalizar el video no puedo evitar sentir que, aunque los creadores deben haber tenido las mejores intenciones, Earthlings fue una oportunidad desperdiciada. En lugar de proporcionar una perspectiva matizada e instruida sobre una de las preguntas más importantes del siglo XXI, presenta un abordaje de ‘todo o nada’ que no cambiará la opinión de la mayoría de las personas sobre la carne, tendrá enormes objeciones económicas y sociales y, para las personas como yo, no ofrece respuestas al problema de forma pragmática y sostenible.

En cualquier lucha ideológica o política, si lo que se quiere es avanzar con una agenda específica, es importante no alentar el fanatismo en los ya ‘convertidos’ – lo que solo conduciría a una oposición más resistente – sino encontrar consenso y un terreno común con la oposición para avanzar. Si el objetivo de los movimientos por los derechos de los animales es disminuir el sufrimiento de los animales y maximizar la felicidad de los mismos, entonces predicar a los vegetarianos con esfuerzos como Earthlings no sólo no es eficiente, sino que es redundante.

Es especialmente redundante si consideras el universo de posibles simpatizantes que podrían unirse a la causa de mejorar el trato animal si se optase por una estrategia menos alienante para lograrlo. Al fin y al cabo, los simpatizantes potenciales pueden ser no solo los que realmente quieres eliminar todo uso de animales por los humanos, si no también los que se preocupan por reducir el sufrimiento de los animales, los que desean comer alimentos libres de hormonas y pesticidas y los que busquen promover una industria alimenticia más sostenible. Peter Singer, el ‘padre’ del movimiento por los derechos de los animales, promovió en su libro Animal Liberation que cualquier persona que deseara proteger a los animales debería volverse vegana.. Pero él no condenó el consumo de carne en la medida en que procedía de animales que fueron criados y sacrificados humanamente. Pero en 1975, cuando Singer promulgó esas ideas, muy pocas granjas trabajaban así, por lo que no era la opción más eficiente para luchar contra el maltrato y el vegetarianismo era la única herramienta disponible. Sin embargo, 44 años después la situación ha evolucionado bastante. Existe un volumen de granjas ‘humanas’ mayor, y la conciencia social es más sensible al maltrato animal y las mismas fuerzas económicas que vieron nacer las granjas industriales (donde tanto maltrato animal hay) están despertando a la necesidad de reducirlo. Los vegetarianos, los activistas de los derechos de los animales, los que comen carne y los productores de carne pueden – y necesitan – trabajar juntos sin alienarse unos a los otros. Aunque con diferentes grados de intensidad, la realidad es que todos esos grupos buscan lo mismo: reducir el maltrato animal, mejorar la calidad de la alimentación disponible para la población e incrementar la sostenibilidad de la industria ganadera para reducir el impacto en el medio ambiente. Trabajando juntos y transigiendo pueden lograr más que socavando los esfuerzos unos a los otros.

Granjas industriales en los EE.UU.: origen y definición

A finales de 2012, en los EE.UU. la población de aves de corral, porcinos, bovinos y otros animales productores de alimentos era 2 mil millones, superando en número a los ciudadanos por siete a uno. En el transcurso de un año típico, más de 9 mil millones de animales son sacrificados en granjas. Lograr esta escala ha sido posible debido a las granjas industriales, introducidas originalmente para lograr una mayor productividad, costo-eficiencia y así poder producir más comida a precios más baratos en el menor tiempo posible, cosa que sucedió: Como resultado de esta transformación, la agricultura de los Estados Unidos se ha vuelto cada vez más eficiente y ha contribuido al crecimiento general de la economía del país. Esto ha permitido que los consumidores gasten una porción cada vez más pequeña de sus ingresos en alimentos y ha liberando a una gran parte de la población para ocupaciones no agrícolas que han impulsado el crecimiento económico y el desarrollo de la sociedad. Según el Servicio de Investigación Económica del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, el nivel de producción agrícola ha aumentó de manera exponencial hasta hoy. Por ejemplo, a mediados del siglo XX, la vaca lechera típica producía 5,300 libras de leche mientras que hoy en día, la vaca promedio produce 22,000 libras de leche según un informe del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca. Como resultado, ‘a lo largo de ese período, la cantidad de vacas lecheras en Estados Unidos se ha reducido en más de la mitad, pero la producción de Estados Unidos casi se ha duplicado’. Por otro lado, en la década de 1930, el 24 por ciento de la población estadounidense trabajaba en la agricultura, en comparación con el 1.5 por ciento en 2002; en 1940, cada trabajador agrícola suministraba a 11 consumidores, mientras que en 2002, cada trabajador suministró 90 consumidores.

Actualmente, aproximadamente el 95% de todos los animales criados para el consumo humano se crían en granjas industriales. Este tipo de operación de cultivo suele denominarse Operación de Alimentación Animal Concentrada o Concentrated Animal Feeding Operation. Este sistema se comienza a desarrollar a partir de la década de 1950, cuando el sistema de producción de alimentos para animales comenzó a cambiar de un sistema diversificado y extenso con más de una especie criada al aire libre en una granja, a un sistema especializado e intensivo con gran número de animales de la misma especie criados en espacios confinados que se asemejan a edificios industriales. La industrialización de la agricultura transformó radicalmente la forma en que la gran mayoría de los animales se crían para alimentarse.

Este cambio, que ha llevado a cierta eficiencia económica, también ha causado serios problemas en las áreas de salud pública, el medio ambiente y el bienestar animal. Como lo define el diccionario de Merriam-Webster, una granja industrial es una granja en la cual se cría grandes cantidades de ganado en condiciones de interior, con el propósito de maximizar la producción y minimizar los costos de la misma. El resultado es a menudo cientos de miles de animales confinados en áreas oscuras, estrechas y mal ventiladas. Sin acceso al aire fresco, a la luz del sol ni a la hierba mientras se los mantiene cerca de otros animales, estos animales a menudo desarrollan problemas de salud, así como problemas físicos y mentales. Más allá de los animales, se ha demostrado que las granjas industriales contaminan el medio ambiente y – debido al uso indebido y excesivo, y a la dependencia de los antibióticos en nuestro sistema alimentario – crean la posibilidad de que se desarrollen y propaguen bacterias peligrosas y resistentes a los medicamentos entre personas y animales, como E.coli y salmonella. Prácticas estándar de la industria como estas se aceptan e incluso se protegen bajo la ley. Sin embargo, estos métodos son considerados por muchos como crueldad y abuso animal, por lo que las granjas industriales están encontrando cada vez más resistencia social y algunas pocas limitaciones legales y económicas.

Bienestar (y sufrimiento) animal: resumen científico y desarrollo histórico de actitudes sociales.

El bienestar animal es un tema que es difícil abordar si no es desde múltiples dimensiones, como la ciencia, la ética, la economía y la política. A partir de la publicación por parte del gobierno británico del informe Brambell en 1965 sobre el bienestar de los animales de granja, el bienestar animal se asienta por primera vez como una disciplina formal al abordarse por primera vez con un enfoque metodológico científico. Esta metodología se utilizó para estudiar los principales temas involucrados en el concepto de bienestar en sí: el sufrimiento, la necesidad y la conciencia de esos dos. Esto implica el estudio tanto del funcionamiento biológico como la relación entre cuerpo y mente, considerando el organismo de una manera más integral. El principal problema de esto sin embargo es que considerar el bienestar animal como la expresión de cómo el organismo ‘se siente’ implica sentimientos son imposibles de medir directamente, ya que estas experiencias no están disponibles para la investigación científica. Sin embargo – para mantener el enfoque científico en la investigación – lo que sí es posible, dado que se conocen las necesidades biológicas de los animales, es estudiar los vínculos entre las necesidades biológicas y las consecuencias de cumplirlas o no para el organismo. De hecho, a través del avance de la disciplina, los animales hoy son reconocidos como ‘seres sensibles’ desde el Tratado de Ámsterdam en 1997, lo que les otorga una consideración especial bajo la ley en varios países.

Debido a esto, muchos promueven un acercamiento radical de eliminar todo tipo de uso de animales para beneficio de los humanos, y luchar por los derechos de los animales. En nombre de este último, Gary L. Francione, profesor de derecho en la Universidad de Rutgers en los Estados Unidos, promueve el enfoque abolicionista; afirma que los animales no deben ser utilizados, o ser propiedad de humanos, de ninguna manera ni por ninguna razón y afirma que la regulación del bienestar animal – es decir, los intentos por reducirlo – tiene fallas teóricas y es errónea. Francione afirma que, aunque existen ‘diferencias relevantes entre las mentes de los humanos y los no humanos’, el veganismo ético reconoce la ‘personalidad moral de los animales’ en función de su sensibilidad; es esta característica la que los invalida como propiedad y los hace dignos de los mismos derechos que damos a los seres humanos. Francione sostiene su postura apelando al consecuencialismo; argumenta que la regulación del bienestar animal no funciona ya que ‘no hay evidencia alguna’ de que reducirá el uso de animales en el futuro y condena la forma en que varios grupos de defensa de los animales ayudan a la industria de la carne . Argumenta que, al hacer que los consumidores se sientan cómodos con el uso de animales de granja criados humanamente, prolonga su uso y estatus como propiedad. Como resultado, considera el veganismo como la última y única opción: es todo o nada. Esfuerzos como Earthlings son descendientes directos de este tipo de pensamiento. Como era de esperar, la naturaleza categórica y de ‘estándar de oro’ de las ideas de Francione encuentra varias dificultades en el mundo real. Esfuerzos subjetivos como Earthlings y el extremismo como Francione son inflexibles, por lo tanto políticamente y pragmáticamente inverosímiles.

Encontrar un ‘término medio’: el progreso a través de la colaboración

Muchos han abordado la impracticabilidad de los enfoques abolicionistas; Robert Garner, profesor de la Universidad de Leicester en los EE. UU., en su enfoque más pragmático del tema saca a la luz muchos de los obstáculos que inevitablemente encontrará. Al igual que Francione, Garner también reconoce la sensibilidad de los animales de granja, pero no está de acuerdo en que eso se les atribuya automáticamente como ‘persona’ y su muerte como equivalente a una pérdida humana. Entre otras cosas argumenta que experiencias como la pérdida de creencias, deseos, metas, y relaciones significativas son en riqueza y naturaleza muy diferentes en los animales. También destaca que el abolicionismo de Francione es de naturaleza utópica, ya que se basa en la premisa de que los animales tienen una condición moral similar, si no es igual, a la de los humanos; un hecho que no es aceptado por la gran mayoría. Como la población humana en general no dejará de comer carne en un futuro previsible, Garner prefiere ser más sensato y centrarse en la mejor manera de lograr mejores condiciones para los animales de granja; escribe: ‘en un universo pluralista … el fundamento no es que prevalezca un conjunto de ideas, sino que coexiste una pluralidad de ideas’. El hecho de que una vaca tenga motivaciones internas no implica que se le debe dar el derecho a ser propietario de una casa o conducir un automóvil, pero sí que debemos minimizar el dolor y la frustración innecesaria. Finalmente, lo que Garner ve como una ventaja importante para su enfoque con respecto a Francione es que una introducción gradual de ideas y hábitos es un abordaje mucho más efectivo a largo plazo comparado con pedir un cambio radical a través de campañas de choque como Earthlings). La conciencia pública sobre el tema está aumentando y ya ha llevado a cambios en las normas culturales y los desarrollos tecnológicos, impactando de forma directa y positiva las vidas de millones de animales de granja en los Estados Unidos.

Los estadounidenses, al ser una sociedad capitalista occidental, centran la cuestión de una mejor producción de alimentos en torno a dos axiomas aparentemente conflictivos: que los animales de granja son seres sensibles – por lo que no deben ser tratados como productos básicos y se debe tener en cuenta su bienestar – y que un mercado libre (que promueva los productos básicos e impulse la producción de alimentos) es crucial para la generación de riqueza y bienestar humano. Aunque parecen estar en conflicto, un estudio detallado de ambos proporciona la clave para su unificación; es decir, la llave que permite la introducción del primero en el segundo. Es vital entender esto para poder maniobrar y encontrar consensos con éxito. Los seres humanos están motivados por el interés propio para estar cómodos y felices; es este interés propio el que actúa como una ‘mano invisible’ en el mercado. Como los consumidores son libres de elegir lo que desean, ellos definen el verdadero valor de los bienes. Entonces el productor, también motivado por el interés propio, le da a los consumidores lo que desean. El mercado de los Estados Unidos, al ser un mercado libre, protege y está impulsado por los intereses de los consumidores. Lo que esto muestra es que los consumidores son los agentes catalizadores y los que deben dirigirse; ningún agricultor aumentará sus costos si el consumidor no está dispuesto a pagar ese margen adicional. Por lo tanto, la única forma en que los consumidores aceptarán un aumento en el precio es si aumenta el valor que le dan al producto. ¿Qué significa esto? Para poder justificar un aumento en los precios de los alimentos para el bienestar animal, el valor de los animales de granja a los ojos de los consumidores debe aumentar; tienen que pasar gradualmente de ser considerados como un mero producto a ser percibidos como un ser sensible del que somos responsables y, por lo tanto, debemos ser tratados con respeto y cuidado.

El problema es que, aunque muchos consideran a los animales como ‘seres sensibles’ y son reconocidos como tales por entidades como la Unión Europea, la Organización Mundial de Comercio los trata como un recurso (o mercancía). De nuevo, la filosofía choca con la practicidad. El conjunto de valores por los cuales se trata a un perro es muy diferente de los que gobiernan el bienestar de una vaca en una granja industrializada; una práctica aceptada en la cría intensiva de vacas puede interpretarse como crueldad en una perrera. Esto es lo que debe cambiar: la preocupación por el bienestar de un animal debe estar determinada por el valor intrínseco, no extrínseco, de su vida. Desafortunadamente, este juicio moral es tan poco práctico como atractivo para muchos. Probablemente, varios de los 62% de los estadounidenses que creen que se deberían aprobar leyes más estrictas sobre el tratamiento de los animales son buenos pensadores, no se dan cuenta del verdadero compromiso económico que implica para ellos: ¿están dispuestos a invertir en la felicidad y comodidad de una vaca?. Algunos pueden retroceder, lo que también es una postura válida; si no puedes, o no quieres invertir en la felicidad animal, tal vez nadie debería obligarte a hacerlo. Sin embargo, si el propósito es reducir el sufrimiento animal, el mejor camino podría ser implementar es un esquema de incentivos que reconcilie los dos axiomas mencionados y finalmente haga que el bienestar animal vaya de la mano, o por lo menos no en colisión directa, con el interés personal: un sistema que hace que las personas se responsabilicen de lo que predican, pero que también representa un punto medio entre la protección de los animales y el respeto de la libertad humana de elección.

La yuxtaposición anterior de las posiciones de Francione y Garner nos mostró lo que es típico de este debate; una parte es inquebrantable, algo que es posiblemente intrínseco a cualquier enfoque absolutista, mientras que la otra busca soluciones. Muchos elogian la firmeza de los veganos al seguir sus creencias éticas y creo que es admirable en algunos sentidos; contribuye al bienestar de los animales a su manera. Sin embargo, si el propósito de tener creencias éticas es elegir el mejor curso de acción en las circunstancias y considerar todas las características de la situación, entonces adherirse a un enfoque tan abolicionista no logra comprender la complejidad del problema. Argumentar que volverse vegano es la única opción ética es tomar una postura muy simplista en una situación muy multifacética.

El hecho de que sea multifacético es lo que hace que la información adecuada sea tan importante. Earthlings intentan hacer esto, pero fracasa debido a su agresividad y hostilidad; hace que el espectador sienta que carece de objetividad, algo tan crucial en situaciones de esta naturaleza. Para convertirse en un ‘omnívoro concienzudo’, uno debe estar informado acerca de su comida, cada aspecto de su producción, para que pueda tomar una decisión inteligente que esté en conformidad con sus creencias y sea sostenible en el tiempo. A medida que los estadounidenses se dan cuenta de la importancia del bienestar animal, su el vínculo entre la calidad y la seguridad de los alimentos con la salud propia, y su impacto en el medio ambiente, las preocupaciones por el trato humano aumentan exponencialmente, especialmente debido al desarrollo de un contrato social implícito que promueve estándares de bienestar más elevados por parte de los productores. Afortunadamente, tanto para los activistas de los derechos de los animales como para los que comen carne, este abrodaje se está convirtiendo, aunque no a pasos agigantados aún, en la corriente principal en Estados Unidos: alimentos no solo libres de antibióticos y hormonas, sino que estén certificados como productores que utilizan métodos que cuidan el bienesta animal.

En respuesta a la preocupación por el creciente interés en el bienestar animal, se han desarrollado muchos programas de certificación que garantizan un tratamiento humano en los últimos 10 años en los Estados Unidos. Estos programas aseguran al consumidor que los animales reciben un trato humano, desde el nacimiento hasta el sacrificio, a través del objetivo, tercero. Auditorías voluntarias de la fiesta cuyos estándares se basan en la premisa de que los animales de granja deben poder vivir sus vidas con el comportamiento más natural posible, en un estado físico y psicológico de bienestar. Desarrollados en colaboración por veterinarios, científicos de animales, investigadores, agricultores y expertos en ganadería para garantizar un conjunto riguroso de directrices, estas certificaciones se actualizan constantemente con respecto a las nuevas tecnologías, la investigación científica y los hallazgos en las fincas.

Uno de los ejemplos más destacados de la eficacia de los programas de certificación como herramienta basada en el mercado para promover el bienestar animal es el programa de auditoría de la American Humane Association, American Humane Certified®. Fue el primero en implementarse en los EE. UU., Hace más de 10 años y, hasta la fecha, continúa vigilando el bienestar de más de 135 millones de animales en el país, asegurando que sus vidas estén libres de tratos inhumanos. Sus normas rigen todos los aspectos de su reproducción y manejo, desde medidas específicas como la ‘condición de las patas’ en el ganado hasta prohibiciones más amplias, como la prohibición de usar ‘fuerza excesiva’ en su manejo. Otro programa, Certified Humane® está avalado por más de 35 organizaciones humanitarias, incluida la altamente reconocida Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad a los Animales (ASPCA) y actualmente certifica más de 80 granjas en los EE. UU.

Las ventajas de estos programas de certificación voluntarios e independientes se encuentran en varios niveles. Primero, concilian los dos axiomas mencionados anteriormente que gobiernan la sociedad estadounidense: aseguran que los animales sean tratados de acuerdo con su condición de seres sintientes y que su naturaleza independiente y voluntaria elimine cualquier conflicto con las políticas de libre mercado. Son una solución basada en el mercado y orientada al consumidor, que tiene compradores – que se benefician de la información y la libertad de elección – así como productores – que se benefician de la ventaja competitiva y la publicidad – igualmente interesados. En segundo lugar, y lo que es más importante, han demostrado tener un atractivo creciente y un efecto tangible; los programas de certificación influyen en la elección de los consumidores y esto, a su vez, ha demostrado motivar a un número creciente de productores a mejorar sus prácticas, certificar y mantener los estándares a lo largo de los años. A pesar de que el uso de programas de certificación todavía no está muy extendido, el mercado de mejores alimentos está en aumento, creciendo a una tasa de alrededor del 20% por año . Teniendo en cuenta que la demanda de alimentos crece a un 2-4% al año, es claramente un resultado de la preferencia del consumidor. Esto es lo que considero uno de los puntos más importantes del atractivo del programa de certificación: su potencial desarrollo e impacto. A medida que la certificación se convierte en una ventaja competitiva, la “mano invisible” del mercado obligará a más a la auditoría voluntaria que inevitablemente aumentará la competencia y disminuirá los precios. El resultado: la carne criada por humanos deja de ser un privilegio, una posición moral alta a la que solo tienen acceso los afluentes y, en cambio, se convierte en un estándar, un deber, algo que dejará de ser cuestionado; el trato humano como única práctica.

En una situación tan compleja como la que enfrenta la industria de producción de carne en la actualidad, es importante no quedar atrapado en posturas morales elevadas e inflexibles como los terrícolas, que, aunque honorables, probablemente no hagan una gran diferencia en la vida de los animales de granja. ya que se basa en el mundo idílico, y no en el real. Si la situación se analiza de manera pragmática, un consumidor de carne, siempre que la carne provenga de una de las granjas humanitarias, está apoyando económicamente el bienestar de los animales cada año, ya que paga más por la carne criada humanamente que haría por un bistec estándar Ese margen financia directamente el bienestar animal. Abstenerse de la carne no es necesariamente una mejora y, definitivamente, no es la única forma de contribuir. Los estándares humanos son un gran paso hacia el objetivo final de los activistas por los derechos de los animales; La promoción de estándares humanos persuade a las personas a preocuparse por los animales. No estoy afirmando que los programas de certificación sean la solución perfecta, o todos deberíamos esforzarnos por lograrlo, pero sí creo que son una solución ecléctica para un problema multifacético y un verdadero paso en la dirección correcta. 

27 April 2022
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