Etica Y Los Negocios En La Actualidad

INTRODUCCIÓN

La ética ha tomado fuerza en aplicación para varios ámbitos de índole profesional, en medida de poder generar conciencia en la clase de valores morales que se establecen de manera estructurada dentro de las organizaciones y empresas. A pesar de que bajo las perspectivas de muchas personas, la ética no debería tener una calidad ni cantidad de influencia pesada dentro del ámbito de los negocios debido a que pueden llegar a ser ajenas de acuerdo al ámbito aplicado, pero en medida que el tiempo avanza, la sociedad ha evolucionado crenado diferentes necesidades y preferencias, por ende bajo aspectos culturales e ideológicos se ha llegado a discutir qué es lo bueno y que es malo aplicado en la integridad y justicia de un individuo. Bajo estos aspectos, la ética ha sido aplicada al sector organizacional y empresarial para poder promover la igualdad de derechos dentro del ámbito de trabajo. Como esta puede afectar al clima laboral, organizacional e incluso ver resultados por medio de la eficiencia aplicada dentro de los sistemas estructurados de una empresa.

Cada día se ve más necesario la implementación de la ética dentro de varios aspectos profesionales debido a que bajo un orden estructurado es necesario poder comprender qué clase de beneficios y estabilidad busca una empresa para los buenos resultados que promuevan el crecimiento progresivo y constante donde por diferentes situaciones o eventos, los valores morales de cada persona puedan evolucionar al acuerdo en modelo formado por la empresa. Es decir, las intenciones de la ética no es solo presentar que calce de decisiones pueden ser buenas o malas si no evolucionar junto con el integran del trabajo los valores morales sustraídos y aprendidos desde el núcleo del hogar. Es por esto y más que diferentes personas han llegado a tener buenas o malas experiencias dentro del sector laboral debido a la forma de trabajo y que clase de estructura lleva una empresa.

DESARROLLO

Es posible hoy en día poder relacionar cuales son los lazos más fuertes de los cuales la ética puede llegar a ser aplicada en los negocios y como el sector empresarial puede hablar de la ética como un aspecto intrínseco en su labor. Con el tiempo, esta aplicación dejó de ser mal vista como algo innecesario y se empezó a notar la clase de importancia que esta puede tener pues conceptualizando los significados valederos de la moralidad e inmoralidad laboralmente, llega ser necesario el poder implementar normas y reglamentos que puedan estipular a cada integrante de un equipo de trabajo que clase de limites tiene de acuerdo a su comportamiento y como este pueda afectar y beneficiar al clima organizacional dentro de la empresa, pues es bien conocido que la producción en los equipos puede verse en falencia o beneficio en medida de cómo la empresa planteé que clase de aspectos son relevantes y necesarios seguir según el reglamento establecido.

¿Qué entendemos por ética en el mundo de los negocios? La reflexión de este artículo lleva a superar el simple no hacer lo que está mal. La responsabilidad empresarial apunta a procurar el bien de todos los que están relacionados con la empresa. Pero también este texto quiere delinear lo que es específico del empresario cristiano, cuyo horizonte se extiende, por la solidaridad, más allá de los límites de la empresa. Ya no resulta extraño escuchar hablar sobre ética empresarial. Gracias a diferentes motives, hoy parece haber mayor conciencia de la moralidad o inmoralidad de las decisiones que se toman a nivel de la empresa. Estar consciente de los dilemas éticos resulta ser por sí mismo un gran avance. El desafío consiguiente es saber cómo enfrentar y resolver estos dilemas de acuerdo a los valores que modelan nuestro actuar. 

Es por esto que crecientemente cada vez más ejecutivos y directores de empresas están a la búsqueda de directrices que guíen su proceso de toma de decisiones. Incontables libros y artículos, creación de códigos de conducta en las empresas, proliferación de seminarios sobre el tema y la inclusión en la mayoría de las escuelas de negocios de al menos un ramo de Business Ethics (o algún equivalente) en el currículum, revelan una tendencia indesmentible. A pesar de lo significativo de esta tendencia, existen aún ciertas importantes cuestiones sin la necesaria discusión y aclaración. Las podemos resumir en dos preguntas: ¿qué se entiende tradicionalmente por ética en el mundo de los negocios? y, ¿qué diferencia tiene o debería tener el actuar ético del empresario cristiano? 

Ambas preguntas apuntan hacia un mismo concepto: La idea de horizonte ético. Los horizontes limitan sobre lo que podemos preguntar y, consecuentemente, sobre lo que podemos saber. Aun de mayor significancia para la vida moral, ellos limitan el rango de lo que habitualmente nos preocupamos.

En consecuencia, todo depende, para responder ambas preguntas, de la extensión de nuestro horizonte ético. Ante la pregunta ‘qué se entiende por ética de negocios’, generalmente se hace referendo a múltiples situaciones que se enfrentan cotidianamente en las distintas áreas funcionales de la empresa. Recursos Humanos enfrenta el problema de contratar a un postulante que cumple con todos los requisitos para el cargo o a otro no tan dotado pero con buenas referencias de un importante cliente. Contabilidad debe resolver el problema de cómo reconocer tal gasto; Marketing debe decidir cómo comunicar todas las implicancias que tiene para el consumidor comprar tal producto; Producción debe juzgar si utilizar un insumo más barato en la elaboración del producto o gastar algo más invirtiendo en la seguridad del consumidor. 

Temas como estos son esenciales y es básico asegurar un comportamiento ético frente a ellos por parte de todos los involucrados en el funcionamiento de las empresas. De otra manera la base de confianza y justicia que debe ser el soporte de esta actividad profesional se ve amenazada. Como se puede desprender de los ejemplos mencionados, estamos dando por descontadas todas las situaciones que son derechamente ilegales. Nos estamos refiriendo a todas aquellas situaciones perfectamente legales que no necesariamente son éticas. El recurso ético nos ayuda en este caso a resolver dilemas que caen dentro de los espacios libres que deja la ley. 

Este horizonte ético básico está teñido de muchos ‘no’: no estafar, no explotar a los empleados, no pagar ‘coimas’, no discriminar en la contratación o en el despido de empleados, etc. Sin embargo, ello no parece ser suficiente. Si se queda solamente en esto resulta ser una aproximación minimalista en lo moral, que está limitada por un horizonte estrecho, pues solo enfatiza un estándar mínimo de conducta bajo el cual no debemos caer. Se asemeja al código moral dado por Yahvé a Moisés en el monte Sinaí. Son normas y preceptos dirigidos a quienes están en una etapa primaria de desarrollo moral, como los niños o como en el tiempo de la salida de Egipto lo estuvo el pueblo de Israel. Hasta el momento nos hemos preocupado de no hacer lo que está mal. Es un paso esencialmente necesario, pero no suficiente. 

Sin embargo, como cristianos no nos podemos conformar con esto. El mismo Jesús deja en claro la real exigencia del llamado a ser cristiano cuando, durante su Sermón del Monte, hace referencia a la antigua Ley para darle su total plenitud: Han escuchado que se ha dicho ojo por ojo y diente por diente… pues yo les digo: a quien te abofetee la mejilla derecha ofrécele la izquierda.2 Estamos, sin duda, también llamados a hacer el bien, ese bien que no estamos obligados a hacer, ese bien que se hace por pura convicción. Uno puede convenientemente distinguir entre una ética de la ley y una ética de logros. 

Mientras la ética de la ley se preocupa de reglas de conducta -no hagas esto, no hagas eso-una ética de logros revela que hay un mundo y que hay algo que yo debo hacer en él3. Este llamado a hacer el bien reviste mayor urgencia y obligación moral mientras más poder y medios estén a nuestra disposición. El empresario posee, por lo tanto, el privilegio de una autoridad que es potencial instrumente de bien (Campo, 2000).

La ética ha dejado de ser una opción a convertirse en una necesidad o preferencia con respecto a los lineamientos morales y éticos. Una coordinación correctamente aplicada y estructurada permite el correcto orden social dentro de un cuadro de emprendimiento y constante progresó profesional. En 1970 Milton Friedman publica su clásico artículo titulado ‘La responsabilidad social de la empresa es aumentar sus utilidades’. En este artículo Friedman planteaba que hay un y sólo un tipo de responsabilidad social de la empresa: usar sus recursos e involucrarse en actividades que aumenten sus utilidades en la medida en que se mantenga dentro de las reglas del juego, lo que significa involucrarse en una abierta y libre competencia sin estafa o fraude.4 Su desacuerdo con los que hablaban de la responsabilidad social de la empresa llega al punto de afirmar que ellos están predicando puro e inalterado socialisme5. La idea de la responsabilidad social de la empresa se remonta a los primeros años de la década de los 30. Los efectos devastadores de la depresión económica en cientos de miles de trabajadores habían hecho que algunos se plantearan qué tipo de responsabilidad le cabía a la empresa en el entretejido social. 

En 1932, el prestigioso Harvard Law Review publica un artículo que toca este tema. Hay un extendido y creciente sentimiento de que la industrie les debe a sus empleados no solamente el abstenerse de hacerlos trabajar en exceso, sino el explícito deber de proveerles tanto como sea posible de seguridad económica. Afirmaciones como ésta son semillas de una nueva manera de entender la responsabilidad social de la empresa. Sólo a principios de la década de los 70 este nuevo acercamiento comienza a ser conocido como el ‘análisis de los stakeholders’. Por stakeholders se entiende a todos aquellos que tienen un interés en el buen funcionamiento de la empresa. Por lo general accionistas, empleados, proveedores, clientes y comunidad local son considerados stakeholders de una empresa. Dos excelentes ejemplos sobre cómo se entiende la relación empresa-stakeholders, se encuentran en el famoso ‘Credo’ de Johnson & Johnson y en el primer principio general de ‘The Caux Round Table’, organización que agrupa a ejecutivos de Estados Unidos, Europa y Japón comprometidos en la promoción de valores para quienes son líderes en el mundo de los negocies: La empresa tiene un rol que cumplir en mejorar las vidas de todos sus clientes, empleados y accionistas, al compartir con ellos la riqueza que ha creado. Proveedores y competidores también deberían esperar de la empresa el respeto de sus obligaciones en un espíritu de honestidad y justicia. Y como ciudadanos responsables de las comunidades locales, regionales, nacionales y globales en las que operan, la empresa comparte el futuro con esas comunidades. Sin duda que esta aproximación ofrece un nuevo horizonte a la primera pregunta que nos habíamos planteado: ¿qué entendemos por ‘ética empresarial’? Como se puede comprobar, el horizonte ético es mucho más amplio, lo que implica un desafío adicional para los empresarios. 

Dentro del horizonte de la ética empresarial ya no sólo cae el no hacer lo que está mal. El reconocerse en medio de una red de relaciones implica la responsabilidad mutua entre la empresa y todos los stakeholders de procurarse el bien.6 Es llegar a comprender que la omisión, ese bien que no hacemos cuando está de nuestra parte poder hacerlo, representa algo tan grave como el mal que evitamos hacer. Entender que la ética cristiana es un llamado a hacer el bien puede abrir un nuevo horizonte en nuestra actividad empresarial. Mirar a nuestra empresa como una entidad en constante relación con sus accionistas, clientes, proveedores, empleados y comunidad local, implica reconocer en lo concreto a todos los que, fruto del actuar ético nuestro y de nuestra organización, pueden ser beneficiados. Es hora de responder la segunda pregunta que nos planteamos al iniciar esta reflexión: ¿qué diferencia tiene o debería tener el actuar ético del empresario cristiano? A esta altura no resulta extraño preguntarse: ¿Qué más se le puede pedir a la empresa y en particular al empresario cristiano? ¿Qué mejor puede ser el comportamiento de un empresario responsable y preocupado no sólo de los intereses de los accionistas, sino de todos los demás stakeholders de la empresa? Cualquier cosa adicional parecería ser una utopía irrealizable en un sistema tremendamente competitivo, que muchas veces no deja espacio para iniciativas muy magnánimas. El hecho de que, hoy por hoy, ejecutivos y directores sean permanentemente evaluados por la última línea del estado de resultados, es sin duda una realidad que no podemos obviar. A pesar de Io difícil, el llamado existe. 

Lo distintivo del llamado del cristiano es que sea a hacer un más y mejor bien. Ahí radica la complejidad y la maravilla de la vocación cristiana. Sin embargo, en concreto, ¿a qué ‘más y mejor’ nos desafía la ética cristiana en la vida empresarial? Esta pregunta no tiene hasta el momento una respuesta clara. No porque sea imposible obtener una, sino porque muy pocos se han hecho siquiera la pregunta. Juan Pablo II en Centessimus Annus afirma que la finalidad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la existida misma de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de la sociedadentera.7 El Papa no hace una descripción detallada de lo que la empresa y el empresario cristiano está llamado a hacer. En esto la Iglesia es sabia. Lo que se muestra es el horizonte, pero se deja la tarea de caminar hacia él a la libre creatividad de quienes entregan su vida día a día en la labor empresarial. Todos aquellos gerentes, ejecutivos, directores, los que han estudiado las ciencias administrativas y los que se han formado en la experiencia cotidiana son los que saben mejor que nadie las limitantes y potencialidades de la empresa. Son ellos, por lo tanto, los encargados de llevar a lo concreto los desafíos que la propia fe les propone, contribuyendo, así también, al continuo desarrollo de la enseñanza eclesial en lo social. Si el modelo de los stakeholders llama a la empresa a actuar responsablemente, a procurar el bien de accionistas, clientes, proveedores, empleados y comunidad local -todos aquellos a quienes la empresa ‘conoce’-, en este nivel ético superior la empresa enfrenta el desafío de procurar el bien de aquellos que le son desconocidos, de aquellos que no tienen cómo devolver ese bien hecho. 

Esta gratuidad es solidaridad y esta sonó es sino expresión del llamado cristiano a hacer el bien a quien lo necesita. Sin embargo, este llamado a la solidaridad encuentra también su fundamento en la capacidad de hacer ese bien. Mientras más ‘talentos’ se posean, más urgente se hace el llamado a dar fruto. En este sentido, el empresario no sólo cuenta con el poder que le otorga su posición en la organización en que trabaja, sino que también goza de las posibilidades que le entrega el agruparse gremialmente. De hecho, hoy en Chile las agrupaciones empresariales cuentan con un espacio importante en las tomas de decisiones a nivel nacional. En el ámbito de la ética empresarial lo propio ha sido traer los valores cristianos y tratar de ponerlos en práctica dentro del horizonte del mundo de los negocies. En otras palabras, lo normal ha sido decir: ‘Dentro de lo que hace la empresa donde trabajo, ¿cómo puedo comportarme moralmente o contribuir al comportamiento ético de esta organización?’ En mi opinión, el horizonte típico de la empresa le queda chico al extenso horizonte de nuestra fe. Qué pasaría si yo me preguntara, en primer lugar: ‘¿qué implica el horizonte de mi fe para mi actuar ético en la empresa?’. No sólo se me abriría un mundo nuevo de posibilidades y responsabilidades, sino que también viviría en mayor plenitud mi ser cristiano. 

El sustantivo y el adjetivo se intercambian: de empresario cristiano a cristiano empresario. A finales de la década de los 60, quienes egresaban de Ingeniería Comercial en la Universidad Católica recibían su diploma que les recordaba: ‘…un ejército de invisibles manos ha labrado la tierra, ha levantado tu casa, ha servido tu mesa para que tú pudieras aprender. Ahora, esas innumerables manos -las más desposeídas-se tienden hacia ti con el gesto de la necesidad. Te piden simplemente lo que les pertenece’. Estas líneas tienen la virtud de mostrarnos la verdadera extensión del horizonte ético cristiano. El horizonte del cristiano y, específicamente para el caso que analizamos, el horizonte del cristiano que es empresario deberá tener siempre como medida de su compromiso de fe, la realidad de aquellos que extienden sus manos desposeídas pidiendo lo que les pertenece. El cómo compatibilizar las demandas tan reales, urgentes y concretas que presionan a la empresas cada día con las demandas éticas que enfrentan quienes trabajan en ella, resulta ser compromiso con la fe y desafío de gran envergadura. Sin duda que no existe la receta. El desafío ético que enfrenta el empresario cristiano requiere de buena voluntad, pero también de una gran cuota de coraje y creatividad. En la medida en que caigamos en la cuenta de que el ser empresario es un llamado, una vocación, una tarea encomendada desde lo Alto, tendremos la decisión para echarnos a caminar por este nuevo y más amplio horizonte ético. Y, de seguro que contaremos con la gracia para hacerlo bien (Campo, 2000).

Es necesario poder comprender que hoy en día la sociedad exige un puesto para comodidad, y los diferentes aspectos morales que se han construido con el tiempo están en juego, ¿cómo es posible esto? Hoy en día las empresas tienen la responsabilidad y deber de enfrentarse con estos movimientos procura el respeto y estableciendo puntos de inflexión para poder coordinar de manera sustancial como esto puede influir en el desempeño de un equipo. Importancia de reflexionar desde la ética todas las actividades de la empresa y su impacto sobre las personas y la sociedad. En virtud de nuestra condición de seres humanos, todas las decisiones que tomemos y acciones que realicemos, aun las más íntimas, tienen una componente ética, que implica consecuencias positivas y negativas. De esto no se libra ni la economía ni la actividad empresarial. Es fundamental, por tanto, tener conciencia si nuestros actos producen un bien o un mal, ya sea para nosotros mismos, para la gente con la cual trabajamos, para quienes se ven afectados, e incluso para la sociedad en su conjunto. Esto es congruente con la definición de ética, que estudia las conductas humanas a la luz de su bondad o maldad. El dilema ético: que mal se puede tolerar. Muchas de las decisiones que tomamos llevan aparejadas simultáneamente un bien y también una ausencia de bien, que es un mal que no podemos evitar. Por consiguiente, el dilema ético no se presenta normalmente en la práctica como una elección entre hacer el bien y evitar el mal, sino como una elección entre dos bienes. La pregunta clave es hasta qué punto los males que ocasiona nuestra decisión son tolerables, aun considerando que muchos de ellos son previsibles. La dificultad de las decisiones exige nuestros mejores esfuerzos. 

No siempre es fácil saber qué es lo que hay que hacer. Son muchos los valores en juego y la complejidad de las materias, a la vez que son limitadas nuestra capacidad de entenderlas a cabalidad y evaluarlas, porque nuestras motivaciones, sesgos, posición jerárquica e intereses personales inevitablemente interfieren en la decisión. Necesitamos de una buena metodología de análisis de casos éticos para formarnos un juicio moral adecuado y actuar en consecuencia. La complejidad de las materias exige un análisis sistemático, y nuestros mejores esfuerzos para enfrentar dilemas éticos con la mayor ponderación y sentido de justicia. El tema ético no puede quedar reducido a la mera opinión de cada cual o a sus concepciones de vida. Hay marcos objetivos de validez universal que ayudan a delimitar el bien del mal y que han de ser respetados por todos. Liderazgo ético: La persona y su dignidad en el centro de atención. La ética no es algo que se añade al liderazgo sino que más bien es parte constitutiva de este. Es una exigencia que brota desde sus entrañas, es parte de su definición debido a que la razón humana es cientifica-tecnica y ética a la vez, y para que una acción sea adecuada no solo debe ser técnicamente buena sino que también correcta desde el punto de vista ético. El buen líder tiene clara la primacía de la persona por sobre las cosas, de la ética sobre la técnica. Sabe distinguir muy bien entre fines y medios. Entiende que el hombre es un fin y no un mero medio del que se puede disponer libremente, o usar como cosa. Pone a la persona y su dignidad en el centro de su atención y se empeña en lograr que sus colaboradores en todos los niveles de la empresa crezcan en humanidad y se desarrollen como seres humanos. De este modo, el líder asocia el proyecto vinculado al ‘hacer’, propio del quehacer económico y empresarial con el proyecto vinculado al ‘ser’, que integra la vida familiar y social de quienes trabajan bajo su dirección y de quienes se ven impactados por las decisiones tomadas. Nuestros actos generan ambientes. 

Nuestras acciones nos moldean como personas y contribuyen a forjar el ambiente de trabajo. Lo que un empresario, ejecutivo, trabajador o funcionario haga o deje de hacer en las labores que le competen va repercutir en lo más íntimo de su ser y en toda la empresa. Una persona que busca siempre la justicia en el trato con sus colaboradores, no solo va a lograr tal objetivo – generar un ambiente de justicia- sino que será considerado justo y por ende vinculo de unidad y agente de armonía dentro de la empresa. Si alguien corrompe a terceros para obtener beneficios personales, podrá lograr sus objetivos a costa de un ambiente donde prima la corrupción, pero además se convertirá en una persona corrupta y fuente de más corrupción. El habito de buscar lo bueno, lo verdadero, lo justo en el mundo de la empresa es más concordante con nuestra condición de seres humanos, nos hace mejores personas y contribuye a crear un ambiente de cordialidad, que de suyo es mas propio del hombre. El correcto desempeño profesional es necesario pero no suficiente para que un acto sea éticamente adecuado. El profesional no puede perder de vista los fines que persigue con su accionar. No es condición suficiente que un acto se pueda llevar adelante impecablemente desde un punto de vista técnico para que se justifique moralmente. Aplicar los medios técnicos a la perfección no es óbice para dejar de evaluar los alcances personales y sociales que deben ser considerados a la hora de tomar una decisión. Un acto ‘técnicamente perfecto’ puede no ser adecuado éticamente si su fin no es la persona. 

La vida entendida como una mera expresión de las competencias técnicas transforma al ser humano en un engranaje fácilmente sustituible de una gran maquinaria que resulta difícil de entender. Se pierde el sentido del trabajo y se desnaturaliza su esencia como vocación de la persona que busca hacer un aporte a la sociedad desde sus habilidades y competencias. La eficacia se transforma en la medida de toda contribución, independientemente del proyecto que se esté desarrollando y la remuneración en la única forma de compensar. El desarrollo de la persona queda relegado, o simplemente ignorado. El sentido del trabajo. El trabajo tiene un impacto sobre quien lo realiza y sobre muchas otras personas. No solo transforma la realidad produciendo bienes o dando servicios a toda la sociedad, sino que también y sobre todo transforma a la persona que lo realiza. El trabajo es un modo insustituible para que el hombre sea más y se integre con otros seres humanos. 

De allí la penuria de quien se encuentra sin trabajo. No se limita a lo económico. La responsabilidad social. Es interpretada comúnmente como una preocupación por problemas concretos de la sociedad, como la educación, la cultura, la pobreza u otros, y la participación en obras sociales o en obras de caridad con los recursos de la empresa. Por cierto son todas actividades muy loables que afectan positivamente a la sociedad en la que vivimos, pero no es todo. Las empresas y todos los actores sociales van moldeando el contexto con sus acciones. La razón de ser de una empresa no puede entenderse al margen del bien de las personas, del desarrollo humano y de la vida social. Las empresas no pueden limitarse a ‘hacer su negocio’. Tienen que contribuir a modificar, cambiar, afectar positivamente el contexto en que se desenvuelve los negocios. Su sobrevivencia depende no tan solo de lo que produce u ofrece, sino de un modo muy relevante de la situación social, económica y política del lugar en la cual está inmersa. Así se consigue hacer más sana y estable la actividad de los negocios y la vida en sociedad (NoticiasFinancieras, 2004)

Conclusión

La persona al centro de la actividad empresarial es el meollo de la ética. El hombre, considerado en toda su riqueza y en todo su valor, es el fundamento de la ética. El punto neurálgico para juzgar un acto en su bondad o maldad es su impacto sobre el hombre, su bienestar, su felicidad, su crecimiento como persona. No es el bien material, el prestigio, o el placer obtenido. Una empresa que se maneja éticamente debe favorecer que cada individuo alcance su plenitud como persona humana. Una conciencia recta y bien formada es el camino adecuado para que nuestro actuar sea éticamente correcto. Educar a las personas es una urgencia primaria, no solo en el saber hacer, es decir en lo relativo al oficio, propio de la racionalidad científica, sino que también en el saber actuar, propio de la racionalidad ética, de tal forma de lograr que tanto las intenciones como los comportamientos den cuenta de la dignidad del ser humano en su originario anhelo de lo verdadero, lo bello, lo bueno. No se le puede pedir a la empresa ser formadora de conciencia. La ley, los códigos de ética y los seminarios no van a reemplazar sin más lo que no se adquirió en las primeras etapas de la formación. 

Esta tarea le ha correspondido en primera instancia a la familia del trabajador, a los lugares donde se formó y a la sociedad toda. La educación recibida en la familia y las instancias educativas se suelen replicar en la vida personal, laboral y social. Sin embargo la empresa puede realizar una labor importante si favorece los principios de una persona cuando son positivos, o contribuye a modificarlos cuando contradicen lo que se considera éticamente adecuado. Lo bueno, lo correcto, lo verdadero dignifica al hombre y humaniza la sociedad. No cabe duda que actuar de forma éticamente inadecuada podría significar a corto plazo algún beneficio para la persona o empresa, pero este beneficio no resulta sostenible en el largo plazo, por el rechazo que produce quien actúa aprovechándose de una situación. 

Lograr la confianza de los demás es un trabajo arduo que toma mucho tiempo. Perderla es muy fácil, basta una acción reñida con las normas morales para que ello acontezca. Con todo, no se ha de ser honesto porque se busque ganar la confianza de otras personas, sino porque es bueno para el hombre, lo reivindica en su dignidad, y es la mejor forma de enfrentarse en la vida con uno mismo y con los demás. Y siendo este un curso de ética en la empresa, quisiéramos terminar proponiendo que solo en una sociedad donde imperen valores morales será posible incentivar a las personas a que inicien nuevas empresas, generen riqueza, y creen más empleos, pues no son muchos quienes están dispuestos a crear empresas en un ambiente donde reine la corrupción o donde tengan que poner entre paréntesis valores rectores que animan su ser y actuar.

Referencias Bibliográficas

  • Campo, C. d. (2000). LOS EMPRESARIOS Y LA ÉTICA. Obtenido de ProQuest: https://search.proquest.com/docview/748372237?accountid=130858
  • NoticiasFinancieras. (14 de Diciembre de 2004). Analista reflexiona acerca de la etica aplicada en la empresa; [Source: El Mercurio]. Obtenido de ProQuest: https://search.proquest.com/docview/466628659?accountid=130858  
17 August 2021
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