Guerra Revolucionaria Y Civil En España

Introducción

En este capítulo vamos a caracterizar al contexto histórico de la novela desde varios puntos de vista. Por primero, vamos a describir la situación antes de la formación de la Segunda República española y del estadillo de la Guerra Civil, consecuentemente, la situación política en el país desde la formación de la Segunda República, las consecuencias de la Guerra Civil, y últimamente, vamos a analizar la situación de la sociedad y la importancia de Marruecos como la colonia española durante la Guerra Civil.

La Guerra Civil española empezó el 17 julio 1936 y acabó con la victoria de Franco el 1 de abril de 1939. Fue un conflicto de dos bandos armados, por un lado, el bando republicano que apoyaba al gobierno de la Segunda Republica, conformado por las fuerzas de la izquierda reformista y revolucionaria y, por otro lado, el bando franquista, los sublevados contra el gobierno, conformado por las fuerzas de la derecha contrarrevolucionaria y antirrepublicana. Sin embargo, el conflicto fue una demostración de los problemas presentes en la sociedad española con las raíces en el pasado.

Desarrollo

Antecedentes de la Guerra Civil

Según Graham la situación en España antes del estadillo de la Guerra Civil fue afectada por tres factores claves. El primer factor se refiere a la desigualdad en desarrollo de la sociedad española que causó varios conflictos culturales como por ejemplo los conflictos entre: la cultura urbana modernizada y la cultura rural de mayor atraso socioeconómico; la cultura secular y la cultura religiosa; las políticas liberal-democráticas o revolucionarias y defensores de tradiciones políticas con valores religiosos más conservadores y antiliberales; el nacionalismo español unitario y las demandas autonomistas; roles de género tradicionales verso la nueva imagen de la mujer y varios conflictos generacionales. 

Otro factor está relacionado con el catolicismo que predominaba en España en aquel periodo e influía a la gente que ya había rechazado la autoridad de la Iglesia. El tercer factor trata de la cuestión militar. Al inicio del siglo surgió un cuerpo de oficiales con una cultura política rígida e intolerante. Entre los oficiales se difundió la idea de que los políticos fueron responsables de la pérdida del imperio, así pues, no tenían derecho de continuar a gobernar el país. 

Más adelante Graham afirma que para existencia todos estos factores, y especialmente para el tercer, fue crucial el año 1898 cuando España perdió su potencia del imperio mundial y con eso también sus mercados externos. Por lo tanto, España se encontró en la necesidad de modernizar su economía, o sea, delate de un proceso de industrialización.

En el primer tercio del siglo XX, España sufrió una rápida modernización de la sociedad y de la economía. Súbito se hizo claro que ni la monarquía, ni la dictadura de Miguel Primo de Rivera entre 1923 y 1930 sabían ajustarse a esta situación. Doradillos asevera que el sistema político no fue capaz de “adaptarse a los rápidos cambios modernizadores sufridos por la sociedad y la economía española en el primer tercio del siglo XX, unas décadas de crecimiento económico y diversificación socio-ocupacional muy intensas”.

A pesar de que la economía sufrió una modernización, no podemos decir que se trataba de una economía ya desarrollada. Esta afirmación se refleja en el estado de la población laboral activa. “En 1930, por primera vez en la historia, la población laboral empleada en el sector primario agrícola había perdido su predominio secular y solo representaba al 45,5% de la población activa total, frente al 26,5% de población dedicada a actividades industriales y al 28% del variado sector terciario de servicios”.

 Es verdad que se trata de un mejoramiento en cuanto al estado precedente, pero estas cifras describen una sociedad que aún no había experimentado la Revolución industrial. Los contrastes socioeconómicos de la sociedad que se reflejaban sobre todo en la composición de la población activa jugaban un papel importante. Broué consolida que “la consecuencia mayor del estado atrasado de la economía era en efecto la profunda polarización de la sociedad española”.

Por lo que se refiere a la composición de la población en España de este periodo, Broué la aproxima y comunica que, de la población activa de once millones, a ocho millones de ellos su trabajo apenas les aseguraba la subsistencia. En este grupo pertenecían “los obreros agrícolas, los obreros de la industria y los mineros y también los aparceros y pequeños propietarios rurales”. 

Conclusión

El otro grupo fue formado por un millón de la gente privilegiada, mejor dicho, de la oligarquía. Entre los pobres y la oligarquía se pudieron encontrar casi dos millones de clases medias, es decir, de “campesinos acomodados y pequeños burgueses de los centros más evolucionados” y también de clases medias industriales, comerciales, financieras, artesanales y profesionales como por ejemplo las clases obreras cualificadas.

En consecuencia, se produjo un conflicto de intereses entre los grupos sociales. Para desarrollar la producción industrial era necesario crear unos mercados nuevos y por eso, reducir la pobreza de la sociedad. Este problema se solucionaría menoscabando los derechos de la oligarquía terrateniente que naturalmente no lo quería. 

Para mantener su poder la oligarquía contaba “no solo con los métodos clásicos del caciquismo, la corrupción y la influencia dentro del aparato del Estado, sino también con los dos instrumentos esenciales para preservar su dominación: la Iglesia y el Ejército”. Cabe mencionar que la Iglesia española contaba con un poderío tremendo en aquel periodo.

17 August 2021
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