Habilidades Sociales Dentro Del Aprendizaje
El sistema educativo ha ido desarrollando una mayor sensibilidad hacia los diferentes factores diferenciales que intervienen en el aprendizaje. De hecho, podemos decir que las diversas medidas y actuaciones desarrolladas hasta ahora en educación han tenido como uno de sus principios fundamentales la atención a la diversidad.
Actualmente la educación ha dado un salto cualitativo importante respecto al reto que suponía asumir, desde un marco definido por los principios de normalización e integración, el aprendizaje de todo el alumnado, independientemente de las condiciones personales y sociales que pudiera presentar. Para ello, ha sido necesario realizar un importante esfuerzo ante la necesidad de mejorar la calidad de la respuesta educativa, traducido en cambios metodológicos y organizativos, dotación de recursos y un incremento en la formación de los diferentes profesionales implicados en la docencia. La Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOE), se basa en el principio de equidad y plantea nuevos retos en la enseñanza y aprendizaje de los alumnos que requieren una atención educativa diferente a la ordinaria, retos a los que hay que responder con propuestas de carácter normalizado e inclusivo. En cuanto a la Ley educativa actual vigente, la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre para la mejora de la calidad Educativa (LOMCE), no ha supuesto una sustitución de la normativa anterior, sino más bien una modificación de determinados aspectos. En ella, se consagra la igualdad de oportunidades como una estrategia vital para lograr el pleno desarrollo de la personalidad del niño, a través de la educación, la inclusión educativa y la accesibilidad universal a la educación. Otorga una importancia notoria al proyecto educativo de centro, donde la atención a la diversidad debe convertirse en un principio fundamental.
La atención a la diversidad implica asumir un cambio de perspectiva ante el hecho evidente de que los alumnos presentan diferencias en su capacidad y estilo de aprender. La atención a estas diferencias constituye una necesidad si pretendemos garantizar el éxito educativo de todos los alumnos y alumnas que acuden a nuestros centros escolares. Pero a la vez, puede ser una gran oportunidad para la mejora de la calidad de nuestros procesos y prácticas de enseñanza.
La atención es uno de los componentes de nuestro funcionamiento cognitivo más básico y necesario para conseguir un adecuado desarrollo y autogobierno mental. Hoy sabemos que este desarrollo no es idéntico en todas las personas, pues encontramos situaciones en las que su carencia o su desarrollo desviado pueden traducirse como un trastorno, actualmente denominado Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (Cuervo García, Andrés del Río, Domingo Correas, Estrada González, De la Fuente Ibáñez y Guardia Solé, 2009).
El TDAH es uno de los trastornos del neurodesarrollo más frecuentes en la infancia y en la adolescencia. Tiene una prevalencia del 5-10% entre la población infantil. Aunque algunos síntomas persisten en la edad adulta (Albert, López-Martín, Fernández-Jaén y Carretié, 2008). Dificulta tanto el proceso de aprendizaje como las relaciones sociales de estos alumnos/as que establecen con sus iguales y sus emociones (Sánchez, 2018).
De este modo, el TDAH se trata de un tema de gran interés por su incidencia en la población, ya que son muchos los escolares que presentan estas características en las aulas, y las cuales, definen tanto al niño/a como al entorno familiar en el que se desenvuelve.
Tal y como señalan los estudios de los distintos autores (López, 2005; Navarro, 2007), las habilidades sociales y emocionales son imprescindibles para el total desarrollo de las personas. Educar las emociones facilita la adquisición de un espíritu crítico, la resolución de conflictos, de manera pacífica, el implicarse en las tareas, la cultura del esfuerzo… Además, la adquisición de habilidades socioemocionales ayudara a los alumnos a trabajar de manera cooperativa tanto en la escuela, como en su trabajo en la edad adulta (Navarro, 2007).
A continuación, se va a destacar un estudio aplicado en la provincia de Córdoba, donde se contemplan los beneficios de la inteligencia emocional imprescindible en nuestro desarrollo personal (Pérez, López-Guzmán, & Santa Cruz, 2018). Y, otro estudio actual sobre habilidades de solución de problemas en alumnos con TDAH (Russo, Bakker, Rubiales, & Lacunza, 2019).
Las emociones y las habilidades sociales son necesarias y es necesario aceptar cada una de ellas, en las circunstancias en las que sean oportunas, pero conociendo donde se encuentran los límites para que estas sean sanas y constructivas para nuestro propio desarrollo personal (Martín, 2018).
Los niños poseen multitud de sentimientos y emociones que necesitan expresar y manifestar, pero en muchas ocasiones no son capaces de comprender que es lo que sienten, por qué lo están sintiendo y cuál es la mejor manera de actuar. Por ello, desde la Educación Infantil debe trabajarse el correcto desarrollo de la Inteligencia Emocional (Cruz, 2014). Pues como señala Goleman (2016), la inteligencia emocional se relaciona directamente con la capacidad de identificar las emociones y las de los demás. Además, cuando una persona es consciente de sus emociones, se potencia su inteligencia (Salguero, 2011).
Caruana y Tercero (2011), indican que se debe empezar a trabajar con los niños de Educación Infantil porque es cuando estos toman conciencia de sí mismos. A esta edad también el niño es capaz de imitar a través del juego simbólico consiguiendo ser más sociables, cada vez más autónomos y a la vez curiosos. Por tanto, en este momento es necesario que conozcan sus emociones y cuáles son las consecuencias de las mismas. Surge la necesidad de adquirir habilidades que les permiten controlar aquellos sentimientos que les irritan o les ponen agresivos, pero a la vez también deben ser conscientes de los sentimientos que motivan la capacidad de adaptación o la de resolver conflictos. La empatía, la cordialidad, el respeto favorecen una mejor convivencia y como consecuencia es necesario fomentarla en el aula (Gálvez, 2000).
Además, como afirma Bisquerra (2003) la educación emocional no se debe transmitir únicamente de manera transversal, sino que se deben tratar las emociones tanto de manera práctica como teórica, dándole así una mayor relevancia al ámbito emocional. Así, Guil, Mestre, González y Foncubierta (2011), indican que los métodos utilizados para trabajar las emociones deberán tener en cuenta el juego y las actividades como la mejor manera de que los alumnos aprendan. A partir de agrupamientos flexibles, en pequeños grupos, en gran grupo o mediante actividades individuales.
Como profesionales de la educación, debemos promover una adecuada atención con estos alumnos, conociendo sus características más a fondo y estar continuamente formándose ya que es muy esencial para poder realizar una buena intervención que favorezca el aprendizaje de estos alumnos. Aunque, la mayoría de los docentes y de las familias carecen de información y no saben cómo afrentar ante este tipo de situación. Es una labor muy complicada y que, sin duda, falta mucho por recorrer.
Como se ha mencionado anteriormente, algunos de los problemas que afrontan estos alumnos es que carecen de algunas habilidades para relacionarse con los demás y de expresar sus sentimientos y emociones.
Por esta razón, se diseña una propuesta de intervención para atender las necesidades que presentan estos alumnos mediante actividades lúdicas, pues mediante el juego se pretende que estos alumnos consigan una serie de objetivos como conocerse a sí mismo, conocer y expresar sus emociones, saber controlar sus habilidades sociales, relacionarse con sus iguales, trabajar en grupo a través del trabajo cooperativo y mejorar la resolución de conflictos; ya que son las que el alumnado presenta con mayor dificultad.
La elección de este tema se debe a la gran existencia de este trastorno en el aula, de lo que he podido observar a lo largo de mi experiencia en las prácticas docentes, siendo esta una de las razones más importantes que despiertan mi interés y las ganas por profundizar acerca de este trastorno y conseguir una serie de propósitos y logros con estos alumnos.
Otra de las razones que hay que tener en cuenta es la gran importancia que tiene el papel del pedagogo y del docente, ya que el ámbito educativo es uno de los aspectos con más dificultades y puede verse reflejado en las emociones de los alumnos, por tanto, es primordial la intervención de ambos en este contexto. Por último, no cabe duda de que existe un gran desconocimiento por parte de muchos profesionales, e incluso hay poco conocimiento acerca de este trastorno.