La Censura En El Teatro Del Siglo XVIII
Introducción
Dentro de todos los géneros literarios he elegido el teatro porque personalmente creo que es el más notable o el que juega un mayor papel en este siglo (seguido del ensayo). Lo considero por diversas razones: el género dramático o teatral es capaz de plasmar la realidad de una época ante cientos de ojos, pues ha sido compuesto para su posterior representación. De este modo, mantiene muy cercanos a los espectadores y cumple la principal finalidad del momento: el didactismo. Por otro lado, se puede decir que fue una de los entretenimientos y distracciones más relevantes durante este siglo.
Otro de los motivos de la elección es que la situación del teatro y la censura es muy peculiar.
La base de la censura deriva de que el poder tiene miedo a ser cuestionado y para resguardarse de sus enemigos creó este procedimiento atroz, pensado para ellos como eficaz.
Desarrollo
En primer lugar, es preciso hacer una contextualización del siglo en el que nos encontramos. Cabe mencionar que hablamos del caso español.
La axiología principal del siglo XVIII es la Ilustración, aproximadamente acontecida entre los años 1701 a 1833. Con Ilustración nos referimos al movimiento ideológico, político, filosófico y cultural caracterizado por la importancia de la razón y la experiencia, en contraposición al periodo posterior: el Barroco.
Nos encontramos ante una etapa optimista, confiada en el valor y la necesidad de las innovaciones, reformas, inventos e investigaciones. En el campo intelectual, supone un paso trascendental, un ataque victorioso a la postre, contra las concepciones religiosas, científicas y políticas imperantes hasta ese momento. En palabras de Paul Hazard, ensayista e historiador francés, se trata de la “crisis de la conciencia europea”.
Kant en su ensayo ¿Qué es la Ilustración?, publicado en el año 1784, sintetizó magistralmente el objetivo de este movimiento: la liberación del hombre para que use su inteligencia por sí mismo, sin tutela o guía de otros. ¡Su lema es Sapere Aude! “Atrévete a saber”.
Sin embargo, la renovación de las técnicas, los métodos científicos y los esquemas mentales fue en España bastante tardía y tímida. No obstante, no se puede negar que en la segunda mitad de siglo se observaran síntomas de cambio de actitud, pero como hemos mencionado, la evolución fue lenta, por ser minoritaria y ferozmente combatida por las ideas imperantes (el sector reaccionario).
Además de tardía, fue breve; no pudo madurar debido a la presión que ejerció sobre ella la Revolución francesa (1789). Los ilustrados españoles, salvo excepciones como el abate Marchena, no son espíritus revolucionarios ni radicales. La inmensa mayoría es respetuosa con la monarquía; no busca cambios bruscos o violentos y solo lucha por introducir en España aquellas novedades que no están reñidas con la moral y las creencias tradicionales, y suponen un paso hacia la felicidad pública.
Para que podamos hablar de un movimiento ilustrado que tenga cierto peso en la vida nacional, aunque siga siendo muy reducido, habrá que esperar hasta los reinados de Fernando VI y Carlos III.
Etapas históricas
A continuación, expondremos las etapas históricas en España durante este periodo:
- 1700- 1746: La Guerra de Sucesión y el reinado de Felipe V.
Al morir sin descendencia Carlos II, subió al trono el duque de Anjou, que reinó con el nombre de Felipe V. Con esta operación se fortaleció el poderío francés en Europa. Inglaterra apoyó la candidatura del archiduque Carlos de Austria. Este enfrentamiento dio lugar a la llamada Guerra de Sucesión (1707-1714), tiempo de contienda civil (entre el reino de Castilla y la corona de Aragón) y conflicto internacional (Inglaterra y Austria frente a Francia y sus aliados).
Las consecuencias políticas, económicas y culturales del cambio dinástico fueron incalculables. Se redujo sustancialmente la importancia de España en la política internacional y, en los asuntos internos se pasó a una organización centralizada del estado.
El reinado de Felipe V tuvo que superar la situación en que había quedado la monarquía a finales del siglo XVII y la enorme fuerza de la tradición de España. El signo dominante de su etapa es la reactivación política, económica y cultural. Se comienzan a incorporar las nuevas concepciones científicas y aparecen las primeras muestras del arte neoclásico.
Un acontecimiento importante en tiempos de Felipe V fue la fundación de la Real Academia Española en 1713. La RAE desarrolló una extraordinaria labor normativa y para la fijación de la lengua.
- 1746- 1759: El reinado de Fernando VI.
Junto al de Carlos II fue el reinado más resplandeciente del siglo XVIII. Fernando VI ha pasado a la historia como un rey pacifista y volcado en la reconstrucción interna. Su etapa es fundamental para el proceso de la implantación de las ideas de los ilustrados.
- 1759- 1788: El reinado de Carlos III.
Su llegada a España fue acompañada por una amplia experiencia de gobernante adquirida en sus reinos precedentes. Su ascenso al trono español trajo importantes intentos de reforma; algunos de estos intentos chocaban con los intereses de poderosas órdenes religiosas, especialmente los jesuitas.
Durante esta etapa cabe hacer referencia a una figura con singular relevancia: el conde de Campomanes que fue el presidente del Consejo de Castillo e impulsor de la actividad económica con su Discurso sobre el fomento de la industria popular, en el año 1774. Esto fue la causa de la aparición masiva de las Sociedades económicas de amigos del país (el precedente de nuestras Cámaras de Comercio actuales).
Es una etapa en la que se revela un nuevo sentido de la economía y de urbanismo, dándose la construcción de grandes infraestructuras como canales y embalses. Además, desde un punto de vista cultural, es un momento de notorios logros.
- 1788-1808: Reinado de Carlos IV.
En último lugar, hablaremos del reinado de Carlos IV. Este reinado vivió las dificultades políticas de la trémula etapa que nació con la Revolución Francesa y desembocó en la guerra de la Independencia.
En este periodo cabe mencionar a la persona de Manuel Godoy, secretario del Estado que subió al poder en el año 1793. Fue el protector de algunos ilustrados como el escritor Leandro Fernández de Moratín.
Dando por finalizado el punto del marco histórico y social, damos paso a la exposición del teatro él en siglo XVIII.
Teatro en el Siglo XVIII
La presencia social del teatro en este periodo fue intensísima y en él se produjeron sustanciales cambios de dirección tanto en el arte de representar como en la concepción de trama o escritura teatral. Dándose encrespados debates sobre el sentido y la utilidad del arte escénico.
En la segunda mitad de la centuria se produce una ofensiva de los ilustrados contra la dramaturgia del Siglo de Oro, que ya había sido anunciada en La poética de Luzán (1737). En este enfrentamiento se juntan razones estéticas y políticas. Querían acabar de una vez con un teatro inverosímil, en ocasiones disparatado (por ejemplo, con la falta de unidad de tiempo, con habituales saltos temporales) y divulgador de ideas sociales y arcaicas; que era un obstáculo para las transformaciones que ellos propugnaban. Para desterrar esos males, proponen el escrupuloso respeto a las unidades clásicas aristotélicas y aspiran a la verosimilitud, a través de la presentación de tipos y conflictos universales, de los que se desprenda una enseñanza útil (los valores fundamentales eran didactismo y utilitarismo). La fórmula defendida por los neoclásicos no pasó nunca de ser un teatro de cámara, sin eco entre el público y amparado exclusivamente por las élites de poder. Hablamos de un teatro elitista y minoritario.
Desde ese momento, crecen los ataques contra el sistema dramático calderoniano, todavía presente.
Por otro lado, figuras como la de Marcelino Menéndez Pelayo consideraban que el teatro barroco había sido representado cuantiosas veces y que por ese motivo se revelaba el buen gusto popular español. Seguían estando vigentes las representaciones de obras de dramaturgos como Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Lope de Vega…
En contra de esta idea se pronuncia René Andioc, contradiciendo la teoría del buen gusto del barroco de Menéndez Pelayo. Es cierto que este teatro continuó imperante durante todo el siglo XVIII. Pero afirmó que debíamos tener en cuenta su postura: las obras barrocas se encontraban durante un tiempo muy breve en la cartelera, siendo representadas habitualmente durante vacíos teatrales; es decir, eran representadas a modo de relleno del hueco ente los estrenos de otras obras. Además de que eran obras comodín, asistía escaso público siendo elitista y muy formado culturalmente, hablando de representaciones con carácter minoritario.
Por demás, las obras barrocas representadas no eran las que nosotros consideraríamos relevantes o tradicionalmente clásicas, lo que acentúa la idea de su representación como relleno o comodín.
En conclusión, el gusto por el teatro barroco era minoritario, elitista y culto.