La Crisis Financiera a Nivel Mundial

Introducción

Desde que estalló la crisis financiera mundial, algunas de las palabras que se escuchan a diario son: especulación, recesión, inflación, intervencionismo, desempleo, expropiación, etc. En estos días tanto el liberalismo económico y el capitalismo, como el sistema que los engloba, se encuentran en discusión. El capitalismo es un sistema económico en el cual la mayor parte de la propiedad es de carácter privado. En este tipo de economía, los mercados son los principales instrumentos utilizados para asignar los recursos y generar rentas. El capitalismo tiene como fundamento el liberalismo económico clásico. 

Desarrollo

Este pensamiento liberal sostiene que el Estado debe interferir lo menos posible en la actividad económica y dejar las decisiones al mercado. El papel del Estado debe limitarse a mantener el orden, la defensa nacional y proporcionar ciertos bienes públicos que las empresas no suministran. Esta economía de mercado basada en la propiedad privada de los medios de producción crea el otro distintivo del capitalismo que es el beneficio o ganancia como prioridad en la acción económica en función de la acumulación de capital. La historia del capitalismo se caracteriza por estar llena de burbujas.

En las que los precios especulativos han subido muy por encima de su valor intrínseco, terminando con la explosión de las mismas que derivan en crisis caracterizadas por la recesión. Gran parte de los activos físicos y financieros creados en el ascenso del ciclo se pierden en estos conflictos. La crisis actual coloca un signo de interrogación sobre el sistema capitalista tal como lo conocemos hoy, en donde muchos se cuestionan la continuidad del mismo, dada la fuerte intervención estatal a la que se vieron arrastrados los países para mantener el sistema. Esta crisis económica a gran escala desatada en EE. UU. 

Resulta por la burbuja económica de las hipotecas, consistentes en préstamos de alto riesgo a personas que generalmente tenían un dudoso historial crediticio. De este modo en el corto plazo, defender el capitalismo significa, paradójicamente, intervencionismo estatal. Hoy tenemos una disfunción tan grande de los mercados que la intervención pública se hace inevitable. Durante el siglo pasado en épocas de crisis se realizaban, inyecciones masivas de liquidez por parte del Estado y recortes de las tasas de interés para impulsar la inversión. Varias naciones han vuelto a utilizar esa receta. Las ideas keynesianas.

Tan menospreciadas en el último cuarto de siglo, están siendo aplicadas ahora por quienes tratan de sacar a la economía de los parámetros de la revolución conservadora y de la desregulación permanente. En estos tiempos los gobiernos están comprando bancos (o acciones en ellos), porque creen que el capital público es necesario para que siga fluyendo el crédito. Esto no es algo que está pasando por primera vez: en 1990 los finlandeses y suecos nacionalizaron bancos para privatizarlos nuevamente más tarde. El rescate que estamos viviendo tiene, por supuesto, una escala diferente, pero la justificación es la misma.

El costo de no intervenir es mucho mayor; si la confianza y el crédito continúa decayendo, la recesión, que ya se asoma, se convertiría probablemente en depresión, lo que sería muy negativo para la comunidad internacional y en particular para los Estados que no pudieron preverla. La depresión es más grave y duradera que la recesión, y se manifiesta en el freno en seco de la actividad, la debilidad de la demanda, la contracción del comercio internacional, el incremento del desempleo, la caída del poder adquisitivo, etc. Todos estos procesos muy dolorosos y contrarios al progreso. Hasta aquel momento el pensamiento económico predominante sostenía.

También, que eran las fuerzas del mercado las que aseguraban el equilibrio y la plena ocupación de los factores productivos, y que la intervención estatal no ocasionaba más que perturbaciones a la armonía garantizada por las fuerzas invisibles reguladoras de la vida económica. Sin embargo, se vivía otra realidad y la gran depresión fue imposible de evadir y aún menos de ser explicada. Ni la crisis ni los altos niveles de desocupación podían ser concebidos dentro del pensamiento clásico. La burbuja financiera e inmobiliaria en Japón constituyó un proceso de revalorización de activos financieros e inmobiliarios.

Ocurrido en Japón a partir de 1980, y que finalizó en 1990. Los precios de la tierra y las acciones comenzaron a crecer de manera espectacular. El mercado inmobiliario hacía crecer el mercado de valores, y estos, a su vez, provocaban el crecimiento de los activos inmobiliarios. La mecánica del proceso consistía en revalorizar las acciones de una empresa determinada a partir de sus propiedades inmobiliarias, y esa revalorización se empleaba para comprar más bienes inmuebles. La actual crisis financiera está siendo entendida en lo esencial como efecto de una exagerada expansión del endeudamiento.

Especialmente de los mutuos hipotecarios, pero no solo de estos, que ha dado lugar a un rápido incremento de la insolvencia y los incumplimientos de los deudores. Se acumulan de este modo en los bancos y entidades crediticias, títulos de deuda que carecen de valor, o que lo pierden en proporciones significativas. Se genera en consecuencia una pérdida de activos de los bancos y acreedores en general, que provoca la desconfianza de los inversionistas y tenedores de títulos, bonos y acciones, que se apresuran en deshacerse de estos papeles amenazados, y buscan refugio en activos que les proporcionen mayor seguridad. 

Con todo ello disminuye la capacidad de dar y de recibir créditos, lo cual se traduce en contracción económica y recesión. Así entendida la crisis, se trata de un fenómeno normal y recurrente, que sucede periódicamente en los mercados. Lo que pudiera diferenciar la crisis presente de otras anteriores, sería solamente su profundidad y su extensión. Sostenemos que es esto lo que está ocurriendo actualmente. La actual crisis financiera es una gran crisis económica, cuya causa fundamental reside en la distorsión y el cambio que ha ocurrido en la esencia y las funciones del dinero. Y que, si es así.

La crisis no se superará hasta que el dinero recupere su capacidad de cumplir correctamente sus funciones esenciales. En tal sentido, los rescates financieros que están implementando actualmente los gobiernos de muchos países no hacen sino agravar la crisis y postergar su superación, toda vez que y de manera muy importante acentuar la distorsión del dinero y dificultar que cumpla sus funciones esenciales. Es en este último sentido que se dice, para explicar la actual crisis financiera, que ella se origina en la burbuja de los precios de los bienes inmobiliarios hipotecados como garantía de los créditos, que no han mantenido su valor. 

Dada su estrecha relación con Estados Unidos, la de México será una de las economías latinoamericanas más afectadas por la crisis mundial. Se estima, que el PIB podría caer entre 1% y 2% aunque, según otras fuentes, la contracción será de 4%, con una importante pérdida de empleos. Se sostiene que, en vez de especular sobre los posibles efectos cuantitativos de la crisis inevitablemente inciertos pues todavía no se ha tocado fondo y se desconoce el alcance real de los diversos programas de compensación del gobierno mexicano, tiene más sentido evaluar su impacto sobre el patrón de desarrollo construido en México.

Tras las reformas estructurales de los 90. El control del déficit fiscal y la inflación, por ejemplo, da cierto margen para implementar políticas anticíclicas, pero la debilidad del crecimiento basado en las exportaciones y la fragilidad del sistema bancario crean problemas serios para enfrentar la crisis. La crisis actual genera impactos de diferente magnitud en las distintas regiones del mundo. Si bien Asia es una de las áreas más afectadas, la economía de América Latina también acusa una desaceleración considerable, sobre todo en aquellos países cuyo crecimiento se había sustentado en el alza de los precios de las materias primas de exportación. 

En la región, todo indica que la de México será una de las economías más afectadas, dada su estrecha interrelación, comercial y de otro tipo, con EE. UU. De hecho, hace algunos años la economía mexicana había sufrido una desaceleración en el ritmo de actividad, al punto que en el último trimestre el PIB real se contrajo; la masa salarial y la remuneración media cayeron en términos reales y el índice de confianza del consumidor descendió a sus mínimos históricos. La difícil situación que desde fines de 2018 atraviesa el mercado de trabajo en México, que sin duda se deteriorará aún más en 2019.

Conclusión

Seguramente reavivará el debate en torno de la reforma laboral. Al respecto, habrá que definir una estrategia sólidamente argumentada para responder a las presiones a favor de una mayor flexibilización, entendiendo por ello un abaratamiento de la mano de obra mediante el recorte de salarios y prestaciones y la reducción de los esquemas de protección laboral. En este punto, es evidente que México no puede ni debe buscar mejorar su competitividad internacional sobre la base de la mano de obra barata. Por el contrario, lo que el país necesita es contar con mano de obra con empleo de calidad es decir, cada vez más calificada.

17 August 2021
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