La Fuerza del Perdón y su Relación con ls Sanidad Interior
Cuando los sentires íntimos que nos fortalecen pasan a formar parte esencial en nuestra vida nos puede llevar a tener la posibilidad de una sanidad interior, como proceso liberador de ataduras nos conduce a una vida plena como ser humano e individuo, las heridas que se encuentran en nuestros sentires sin sanar afectan nuestro vivir y convivir. Las heridas pueden ser consecuencia de un pasado emocional que afecta nuestro presente y por ende nuestro futuro.
Si actuamos con sabiduría y nos vemos con una perspectiva diferente, sin prejuicios, con fortalezas, con debilidades y con necesidades podemos llegar a ser capaces de lograr que las relaciones con la otredad mejoren en nuestro vivir y convivir.
Sin embargo, con frecuencia esta convivencia no es fácil, en ocasiones las personas que ante conflictos largos o dolorosos no se abren por completo en el conversar, ya que el odio y resentimiento continúan en sus corazones.
Existen muchos expertos que, desde una visión alternativa a las ciencias tradicionales, han profundizado que uno de los efectos que nos llevan a sanar las heridas es el perdón. Al respecto, Morales (2018, citado por Thompson, Snyder, Hoffman, Michael, Rasmussen & Billings, 2005), definen el perdón como el proceso de liberarse de un lazo negativo con el agresor, y a la vez como un cambio de motivación con respecto a la otredad en tanto implique una disminución en el afecto negativo de venganza y resentimiento, y un crecimiento en el deseo de actuar de forma positiva en le relación con el agresor.
Por consiguiente, todo proceso que involucre el perdón puede llevar a un cambio en la motivación en donde otro ser humano esté involucrado. Por lo tanto, si creemos que perdonar es olvidar lo que pasó, dejar que el tiempo borre las heridas, decir que perdoné, pero en el fondo de mis sentires no ha sido así el dolor seguirá con más intensidad. Por lo tanto, perdonar es soltar certidumbres, dejar liberar los sentires, tomar la decisión de perdonar por voluntad propia, solo así se tendrá liberación y paz interior; en un encuentro desde la autonomía reflexiva y de acción en un fluir sin esfuerzo.
Es en esta reflexión como acto del perdón y la emoción en la que podemos llegar a lograr soltar certidumbres sobre los sentires íntimos. Porque el acto de la reflexión nos puede llevar a un espacio sensorial, operacional y relacional que es intrínsicamente nuevo, y que da paso al amar, al amarnos y a respetarnos, ya que es en este respeto de dominio operacional y relacional en el cual es posible no temer, y en este acto de soltar las certidumbres sobre nuestros propios saberes y sentires se puede llegar a desaparecer el dolor. Al reflexionar que los sentires íntimos nos transforman, cambian y dan paso a vivir un presente en una orientación emocional diferente, se crea la posibilidad de escoger y elegir el vivir que se quiere vivir, (Maturana, 2016). En la reflexión nos damos cuenta de cuáles han sido nuestros sentires y quereres, y el nuevo presente sabiendo que, en este ahora, sabemos desde dónde pensábamos y sentíamos.
El acto de perdonar, entonces, adquiere significado como acto de independencia en el sentido más literal y profundo de la palabra, en la medida en que nos aleja de la amargura y del resentimiento. Perdonar nos permite diseñar y vivir el presente sin ataduras indeseables con el pasado y construir un futuro encaminado hacia lo que queremos ser. Por esto sacudirnos el odio, quitarnos de encima el rencor mediante el perdón, es un acto que nos reivindica en la libertad y en la autodeterminación, que significa ponernos en paz con nosotros mismos.
Es a partir de este acto de liberación en las conversaciones en donde podemos llegar a acuerdos y compromisos para que se complementen acciones conducentes al perdón y la reconciliación. Para algunas personas no es posible la reconciliación. Hay quienes consideran que para restablecer la relación es indispensable olvidar la ofensa, e intentan hacer borrón y cuenta nueva, pero esto no les da resultado, por cuanto es posible perdonar, pero olvidar no se logra dándole simplemente la orden de borrado a la memoria, como si esta fuera un pizarrón y los recuerdos estuvieran escritos con tiza. El recuerdo de los agravios no se elimina por simple voluntad, aunque pongamos todo el empeño en ello. Cuando se hacen acuerdos para resolver diferencias conflictivas en las que alguna o las partes consideran que se hicieron un gran daño y se les ha generado un sufrimiento profundo, es necesario realizar procesos de reconciliación, pues de lo contrario tarde o temprano vuelve a aparecer el dolor por lo sucedido, y se manifestará en nuevos actos de violencia. La verdad es que cuando la herida sana mal, las cicatrices suelen abrirse con mucha facilidad y esto se ve reflejado en la convivencia.
Al hablar reconciliación lo hacemos desde su significado, viene de la raíz latina “conciliatus”, que significa acercarse, reunirse, “caminar juntos”. La reconciliación se refiere al acto por el cual las personas que han estado separadas una de la otra empiezan a caminar o a marchar juntas de nuevo, lo que implica la restauración de las relaciones rotas o el acercamiento de aquellos que han estado separados debido a un conflicto, para crear de nuevo comunidad. La reconciliación no se queda en resolver lo que está en disputa y en olvidar los hechos, sino que busca de las partes un cambio de la actitud negativa a una actitud positiva, busca restaurar y recomponer las relaciones humanas que el conflicto ha roto, pero sin olvidar el pasado, estableciendo la verdad de lo que ocurrió, haciendo justicia para reparar los daños, perdonando las faltas cometidas y previniendo nuevos hechos de violencia mediante el trabajo por la paz en nuestra familia y en los diferentes escenarios en que nos encontremos.
La reconciliación no es un acto material, es ante todo un acto espiritual que involucra la voluntad y el deseo de reconstruir las relaciones y la disposición para emprender conjuntamente, agraviado y agraviante, acciones de convivencia en comunidad, que deben traducirse en hechos concretos, en acciones de reconstrucción de una nueva relación que haga posible el caminar juntos, el compartir el futuro común. La reconciliación como concepto y como proceso permite que la solución del conflicto no se limite a unos acuerdos, y facilita la integración del pasado doloroso con un futuro esperanzador, para configurar un presente que cure las heridas y posibilite la convivencia.
Pero llegar a la reconciliación tiene algunas condiciones, pues no puede ser un borrón y cuenta nueva en el sentido de que acá no ha pasado nada, sino el reconocimiento de la verdad, la justicia, la paz y la reparación que inaugura un cambio de vida. Alcanzar la paz y la reconciliación significa restaurar relaciones que fueron rotas por conflictos. Desde la convivencia nos podemos preguntar ¿Será posible, sanar en los niveles más profundos de nuestro ser? ¿De qué otra manera podremos reparar las relaciones rotas para reconstruir espacios de convivencia? Desde esta reflexión se puede considerar que si es posible si lo hacemos desde el perdonar, desde un acto fundamental de liberación personal, pues al perdonar rompemos las cadenas que nos atan. Al perdonar ponemos término a un proceso doloroso, que nos sigue haciendo daño, para hacernos responsables de nuestro bienestar.
Se puede decir que nos reconciliamos, al reconocernos, al comprendernos y aceptarnos como seres humanos. Coincido en el hecho de que el poder del perdón puede transformar el mundo, nuestro ser interior, creencias, criterios de validez y prejuicios.
Cuando reflexiono sobre mis vivencias desde la integralidad de mi ser siento y veo la vida con otra mirada, lo cual ha transformado en mí una nueva energía que mueve mis cimientos en mi vivir y convivir. La vida para mí ahora es como una mudanza en donde dejé mis dolores y temores dando paso a la esencia de ser yo misma, buscando la coherencia entre el pensar, sentir y hacer. En este diálogo de vivencias desde el perdón y la reconciliación, quiero ampliar mi capacidad de comprenderme, dando sentido a mi existir y a todo lo que me sucede individual y colectivamente.