La Gran Depresión Económica en la Segunda Mitad del Siglo XIX
La Primera Guerra Mundial genero resultados económicos severos al crear un desorden económico internacional en la segunda mitad del siglo XIX. Económicamente, este conflicto acarreo a Europa a un gasto desmesurado que fue financiado por la deuda pública, tanto externa como interna que creó el acrecentamiento seis veces más de la deuda que ya existía. Por otro lado, se llevo a cabo la creación del dinero, generando una gran inflación.
A lo largo de la guerra, países que no se veían involucrados en esta como Japón y Estados Unidos, se apropiaron de ciertos mercados internacionales, que en su mayoría, eran controlados por los europeos, que en ese preciso momento enfocaban su industria en la producción militar. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, se experimento un grande crecimiento económico en Estados Unidos, que relego a Gran Bretaña de ser el líder económico mundial. En el transcurso de la década de 1920, la economía de los Estados Unidos se expandió rápidamente, y la riqueza total de la nación se duplicó con creces entre 1920 y 1929, un período denominado ‘los años veinte’.
El mercado de valores, centrado en la Bolsa de Nueva York en Wall Street, fue el escenario de una especulación temeraria, donde todos, desde magnates millonarios hasta cocineros y conserjes, vertieron sus ahorros en acciones. Como resultado, el mercado de valores experimentó una rápida expansión, alcanzando su punto máximo en agosto de 1929.
Para entonces, la producción ya había disminuido y el desempleo había aumentado, lo que hacía que los precios de las acciones fueran mucho más altos que su valor real. Además, los salarios en ese momento eran bajos, la deuda de los consumidores estaba proliferando, el sector agrícola de la economía tenía dificultades debido a la sequía y la caída de los precios de los alimentos, y los bancos tenían un exceso de grandes préstamos que no podían liquidarse.
La economía estadounidense entró en una leve recesión durante el verano de 1929, ya que el gasto de los consumidores se desaceleró y los bienes sin vender comenzaron a acumularse, lo que a su vez disminuyó la producción de la fábrica. No obstante, los precios de las acciones continuaron subiendo, y para la caída de ese año habían alcanzado niveles estratosféricos que no podían ser justificados por las ganancias futuras esperadas.