La Libertad Como Profunda Necesidad Del Ser Humano
La libertad se enraíza en lo más profundo de la persona humana, la cual es un ser libre. Permea todos los actos de la persona y sobre todo aquellos que nacen de la voluntad. Por esto, es una nota definitoria de la persona, ya que le permite alcanzar su máxima grandeza, pero también su mayor degradación. No se concibe que se pueda ser verdaderamente humano sin ser libre de verdad. La libertad tiene cuatro grandes planos que se superponen e implican mutuamente.
El primero es la libertad constitutiva, también llamada fundamental o trascendental, es el nivel más radical y profundo. La libertad llega a lo más profundo del hombre, no es una mera propiedad de su actuar, sino de su ser. Esta libertad constitutiva consiste en ser una “intimidad libre”, es decir, un espacio interior que nadie puede poseer si uno no quiere y en el cual estoy a disposición de mí mismo. Es así que ninguna prisión, castigo o tortura es capaz de suprimir este nivel tan profundo de libertad.
También consiste en “apertura” a todo lo real, tener una amplitud irrestricta de posibilidades, infinitud respecto a los objetos que se pueden conocer y de acciones que pueden realizar para alcanzarlos.
Por último, libertad constitutiva también significa “autorrealización”, alcanzar el fin de la naturaleza humana; la persona no parte de cero, tiene cuerpo, historia, nacimiento y síntesis pasiva, que es el conjunto de elementos biológicos, genéticos, afectivos, educacionales y culturales que el hombre lleva consigo cuando comienza su vida consciente y al desarrollarla.
El segundo plano es la libertad de elección o de arbitrio, tenemos conciencia de que podemos elegir o no y de que podemos elegir esto o aquello; estas dos capacidades son necesarias para la autodeterminación de la voluntad. La libertad de elección se experimenta espontáneamente dentro de nuestra conciencia.
Hay tres maneras de entender la libertad de elección. La primera es por defecto, consiste en que la libertad de arbitrio no es real, sino aparente porque muchas de nuestras decisiones están previamente determinadas por motivaciones que nosotros ignoramos la mayor parte de veces, la síntesis pasiva que evidentemente condiciona nuestra libertad de decisión, pero una cosa es condicionar y otra suprimir.
La segunda es por exceso, que consiste en excederse en la valoración de la elección, pues bastaría elegir (bien o mal) para ser libre. Ya no importaría si la elección perjudica a los demás ni a la misma persona porque se está siendo libre; sin embargo, se debe juzgar utilizando como criterio si favorece o no al perfeccionamiento de la persona y de los que la rodean. Para juzgar si una cosa es perjudicial o no es preciso tener en cuenta los resultados de las libres elecciones, en uno mismo y en los demás.
Y la tercera postura es el justo medio, que consiste en que algunas decisiones humanas son fruto de la libertad de elección, que la elección puede ser acertada o no, puesto que la espontaneidad no asegura que acertemos y que debemos prestar atención a las consecuencias de nuestros actos, ya que las elecciones repetidas provocan hábitos y estas hacen mejores o peores a los hombres.
El tercer plano se fija en la realización de dicha libertad, también entendido como el “proyecto vital”, que consiste en el conjunto de decisiones que progresivamente diseñan la propia vida. La realización consiste en vivir un conjunto de trayectorias vitales que nacen en situaciones, circunstancias y acontecimientos ante los cuales se han tomado determinadas decisiones. Esta dimensión se enfoca en conseguir los propios ideales.
Y, por último, el cuarto plano trata la libertad social que se vincula al plano anterior, puesto que busca vivir aquellos ideales o proyectos vitales establecidos. Lograr dichas metas puede verse afectado por factores como la miseria o las oportunidades que se presentan; además, es esencial reconocer que este plano social exige tener en cuenta consideraciones económicas y políticas.
