Las Propuestas Del Transhumanismo Y La Eugenesia
Después de haber analizado la filosofía de Ortega y su supuesta visión del transhumanismo, expondré, por un lado, lo que creo que es coherente con lo que diría Ortega, de cara a ese futuro que promete el transhumanismo; de lograr su meta final de querer llegar a una especie humana, que toma el control de su propia evolución biológica, y, que crea una raza sucesora, una especie posthumana, con una aparente vida plena de felicidad ‒creando “niños a la carta prediseñados”, que se desprenderían, en teoría, del dolor, del sufrimiento, de las limitaciones biológicas del cuerpo, de la muerte…‒. Y por otro, mostraré las respuestas a los planteamientos orteguianos, tal y como lo podría hacer un defensor del transhumanismo.
Los puntos fundamentales de esta tesis se plasman en el precepto primero (o primer párrafo de la Declaración sobre los principios del transhumanismo, que empieza diciendo:
“En el futuro, la humanidad cambiará de forma radical por causa de la tecnología. Prevemos la viabilidad de rediseñar la condición humana, incluyendo parámetros tales como lo inevitable del envejecimiento, las limitaciones de los intelectos humanos y artificiales, la psicología indeseable, el sufrimiento y nuestro confinamiento al planeta Tierra”.
En ese marco, esta corriente influyente se empeña en que logrará cumplir los deseos de mejorar la naturaleza humana ‒superando sus limitaciones y prolongando su existencia a través de aplicación de la razón, la ciencia y la tecnología‒ con tres promesas, que, con sus correspondientes garantías de libertad, se basan en lo siguiente:
- la promesa de que facilitará que las tecnologías para el “mejoramiento” o enhancement humano deban estar ampliamente disponibles (libertad cognitiva).
La óptica orteguiana consideraría que, de entrada, no parece que haya un ansia de dominio y de control; por lo cual, no intranquilizaría a Ortega. Para ellos, las limitaciones biológicas del ser humano como el sufrimiento, la muerte, el envejecimiento o las enfermedades son aspectos indeseables, pero evitables gracias a los avances tecnológicos.
- la promesa de que logrará que los individuos deban tener el derecho a transformar sus propios cuerpos como ellos deseen (libertad morfológica).
El pensamiento orteguiano estimo que afirmaría, que, el ser humano no puede ser tratado como medio sino siempre sólo como fin. Puesto que, el progreso científico ha de ir dirigido a preservar la libertad y respetar el principio de que todo ser humano tiene una dignidad inalienable. Por lo cual, el progreso, a diferencia de la progresión, no es asequible a valor, a cifra, sino a valoración, y ésta sería siempre estimativa en el conjunto de la vida humana.
No obstante, esa visión de que el ser humano tiene un valor intrínseco y los valores se miden según los otros valores que han de sacrificarse para obtenerlos, queda lejos en esta época de transformaciones. Hoy el ser humano deja de ponerse “en sus propias manos” ‒y, por tanto, deja de ser capaz de poseer y dominar su naturaleza‒ para autofabricarse con el fin de intentar hacer de sí mismo algo mejor gracias a la técnica moderna. Al ser humano, en estos días, ya no le basta una mejora genética moderada para sentirse mejor; sino que va a más, y pasa a seguir el imperativo de no continuar del mismo modo y transformarse a través de la tecnología, convirtiéndose en observador y medidor de sí mismo como objeto natural de estudio en un mercado. Lo cual supone una falta de respeto a la dignidad humana al modificar su esencia. La técnica es entendida como la aplicación de conjuntos de estrategias determinadas, de prácticas coordinadas, de acciones ordenadas y metódicas orientadas a la transformación de un sujeto pasivo que se percata de la posibilidad del cambio a uno activo que dirige su voluntad en busca del mismo
En paralelo, Ortega pensaría que también implica una pérdida de libertad, pues, al sustituir los fines por los medios de la aplicación de las biotecnologías que dan paso al transhumano, se modifica la condición humana y, por tanto, se traspasa los límites biológicos, y la gente acaba subordina y sometida a ideales culturales, que suponen una programación de la vida, del deseo y de la sociabilidad.
En respuesta a esta crítica, los transhumanistas ven el concepto mismo de lo natural como un obstáculo al “progreso” o, mejor dicho, al avance tecno-científico, ya que impide que se aproveche la utilización de las oportunidades de desarrollo de las biotecnologías, que, al ser fines en sí mismas, implican una mejora en las condiciones biológicas y sociales de vida, así como una extensión de la vida siempre y cuando queramos. Y si se obstaculizara tal mejora, porque no estuviera bien entrometerse en la naturaleza humana, estaríamos oponiéndonos a salvar vidas, evitar enfermedades o mejorar las características físicas o cognitivas; y, por tanto, no podríamos practicar la medicina, la cual, nace, en parte, como una reacción contra el mal de la muerte para seguir vivos y sanos durante el mayor tiempo posible.
C. la promesa de que conseguirá que los padres deban tener el derecho a elegir qué tecnologías desean usar al decidir tener (“construir”) el mejor hijo posible ‒el más sano, bello, inteligente, fuerte, resistente a enfermedades, deportistas incansables…‒, en el sentido de potenciar sus cualidades genéticas, físicas e intelectuales, socialmente deseables (libertad reproductiva).
Desde una perspectiva orteguiana se podría interpretar, que, la nueva dependencia biotecnológica que da paso a la visión de una nueva vida posthumana, termina siendo una visión errónea de la libertad; pues, las alteraciones biológicas implican una ampliación desmesurada del campo de la acción humana, y, por tanto, una tendencia al ansia de controlar y dominar la naturaleza del ser humano. Por lo cual, un problema moral de estar jugando a ser Dios, al no considerar la inviabilidad social ‒ya que consideran que todo es accesorio al horizonte ya diseñado de “mejora” y, por tanto, incuestionable– e ir más allá de la terapia –i.e., de la ingeniería genética negativa o eugenesia negativa–, en cuanto que La eugenesia negativa tiene un fin terapéutico, tiene fines terapéuticos, y, por tanto, el primer paso que supone una nueva aproximación por parte de la medicina a la enfermedad. En consiste, concreto, en identificar malformaciones o patologías a través del diagnóstico prenatal para proceder a la eliminación de bebés defectuosos que nacen con malformaciones mediante el aborto eugenésico (se evita la enfermedad mediante la eliminación del paciente). Los niños que nacen con anomalías son vistos por la sociedad como una falta de responsabilidad, por parte de los padres, por no haberlos evitado con el aborto. Este tipo de eugenesia fue muy popular en la Alemania nazi. La esterilización fue considerado un instrumento de gran relevancia.
la ingeniería genética positiva –conocida como eugenesia positiva de mejora radica – servirá a nuestros propósitos y a satisfacer nuestros deseos de alcanzar la perfección de [3: La eugenesia positiva de mejora radical tiene fines perfectivos, y, por tanto, un segundo paso que supone una modificación genética de la línea germinal o genotipo de los embriones (esta reformulación del código genético de células madre se transfiere al genotipo de los descendientes del paciente) para pasar de la prevención de la enfermedad al mejoramiento del niño. En concreto, consiste en seleccionar las características genéticas para implantarse en el útero de una mujer y, así, crear embriones humanos mejorados, construyendo futuros hijos “más perfectos”. Este proyecto de eugenesia nunca ha sido ensayado en humanos y ha dado lugar a estos posibles escenarios futuros. En china ya se están haciendo cosas como estas para conseguir un posthumanismo.] las capacidades físicas o cognitivas para vernos por encima de la media.
Ello evidencia, que las parejas que usan esas novedosas técnicas, no se ciñen tanto hacia una búsqueda de la felicidad, sino más bien a una búsqueda incansable del mejoramiento; o, mejor dicho, a una aspiración prometeica de rehacer la naturaleza humana, eliminando la igualdad entre todos los seres humanos. En paralelo, tal uso también implica una privación de la libertad de los hijos por parte de los progenitores e igualmente una amenaza a nuestra libertad; es decir, a nuestra capacidad para actuar libremente, en virtud de nuestros propios medios y esfuerzos, así como para considerarnos a nosotros mismos responsables.
En defensa a la crítica de formar una nueva elite, el transhumanismo sostiene, que, si admitimos que la eugenesia negativa pueda ser aplicada de forma moralmente aceptable en funciones terapéuticas para evitar la descendencia “defectuosa” de características genéticas no deseables –como la enfermedad, un accidente o una discapacidad–, no debería haber, en principio, una condena moral por su aplicación al mejoramiento radical –i.e., a la eugenesia positiva–. Y añaden, que, lo más comprensible sería que no impórtese la aceptación moral de la aplicación de las nuevas tecnologías de edición de genes, en aquellas situaciones en las que es muy dudosa la distinción entre lo terapéutico y lo mejorativo.
Aun en esta sede queda decir que, algunos los transhumanistas creen que no sería deseable esa pretendida transformación humana patrocinada por el transhumanismo.
No obstante, los partidarios, sostienen que el posthumano no sería una forma de sobrevivir. Del mismo modo, no busca tanto la inmortalidad como sí la prolongación de la vida; pues, el envejecimiento hay que evitarlo porque es la mala salud y, luego, ya creen y lanzan su principal lema de que la muerte será un destino eludible. Pero frente a esto, se plantea qué sentido tiene vivir más, pues ¿no será qué nuestra finitud nos compele a hacer de nuestra vida algo con un sentido? Sería preguntarse para qué vivimos. Luego, la duda está en si la inmortalidad es deseable y si supondrá una mejora en nuestra vida que nos hará más felices.
CENA Y NOTAS DE PIE
Teniendo en cuenta todo lo expuesto sobre estas 3 promesas del transhumanismo, podemos concluir y decir, que muchos de sus fines, en teoría, son positivos: pues, vemos como,
la razón, la ciencia, la tecnología y la misma sociedad constituyen un tipo de control, que a cambio nos libera de la ignorancia, el cansancio, el dolor y la enfermedad.
Por consiguiente, estas propuestas, que fomenta esta ideología de moda, nos presentan un nuevo paradigma de desarrollo humano basado en un futuro reluciente. Ahora bien, la realidad nos muestra, como en la práctica, tienen sus carencias graves: pues, descubrimos que intervienen en lo vivo –que ya no es consciente–. Por lo cual, el principal problema reside en que atenta directamente contra la naturaleza humana. Incluso se podría decir, que esta estrategia del transhumanismo nos lleva a profundas contradicciones, dado que la lógica individualista-mercantilista lleva a opciones tomadas, en buena medida, por intereses parciales, no conllevando a un beneficio global respecto a la naturaleza humana. Y esto refleja un injustificado miedo social a los recortes de la libertad al considerar que ésta no debe ser limitada por nada ni por nadie.
Con todo, se llega al objetivo del transhumanismo: negando la razón y la realidad personal del ser humano, así como exaltando a las tecnologías como libración de lo humano. Por lo tanto, esta transformación anuncia una diana doble:
Por un lado, desde la irracionalidad que asume voluntariamente, anhela suprimir lo hasta ahora entendiendo como naturaleza humana con el uso de las biotecnologías, que implican por sí mismas, la incorporación de “mejoras radicales”; que cabe decir, que desprecian a la corporeidad humana –biológicamente “imperfecta”–. Debido a que, llevan a tratar a un sujeto irracional ‒que desea, que tiene intereses y temores; que forma parte del mundo físico y su naturaleza consciente es física‒ como objeto de especulación científica, cuantificable igual que los fenómenos físicos. E igualmente supone una estricta abolición de la integridad humana, que busca privarla de la manifestación de su esencia a través del cuerpo natural.
Y ello es así, porque las tecnologías de mejora, al estar vinculadas al negocio de las promesas del transhumanismo, tienen la obligación de negar la identidad de la persona con su cuerpo para poder instaurar tales postulados de sus apologistas. Es decir, solo tienen la intención de reducir la realidad humana, incluidas sus dimensiones sociales y culturales, a procesos bioquímicos, de los que seríamos replicadores inconscientes, destruyendo toda intencionalidad, motivación y voluntad. El resultado antropológico de ello será una persona sin cuerpo.
Considerándolo todo, este avance en la mejora genética, que posibilita el progreso en el campo biotecnológico, justificaría la licitud de la eutanasia –basada en eliminar mediante el aborto a los fetos que presenten anomalías congénitas– y de la eugenesia interminable, que dejaría a muchas víctimas por el camino, como se aprecia ya hoy con la selección embrionaria y por otro, pretende librar al ser humano de su condición humana con una postura tecnológica; que cabe advertir, que irrumpe a la racionalidad del método científico, concediendo a la ciencia el papel salvífico: de crear una nueva humanidad distinta del ser humano actual, desligado de instancias normativas que imponga qué se ha de hacer y hacia dónde ir. Por lo cual, el verdadero peligro estará en que lleva a exceder al ser humano de su capacidad de controlar su vida, como agente soberano que es de ella. Sus valores, costumbres y conciencias siguen estancadas en los abusos de poder y en la barbarie.
En consecuencia, al quedar la sabiduría en manos del sistema, lleva a arrebatar al ser humano de su capacidad de crear un conocimiento para un juicio ético sobre el proceso de desarrollo técnico y científico; particularmente, sobre el uso de las nuevas tecnologías de edición de genes. En medio de todo, parece que lo mejor será usar el sentido común, que nos diría, que, esa acción humana, cada vez más debilitada, habría que rescatarla; y, el mejor modo sería, que el ser humano recuperase la confianza en su capacidad moral, con la intención de que, la razón instrumental no consuma la existencia del ser humano. Junto a eso, la teoría crítica de las ideologías se basaría en un intento por desconfigurar este progreso tecnocientífico autorregulado o, mejor dicho, por desnaturalizar dichas relaciones sociales que parecen regidas por las categorías de dominio, opresión y necesidad.
Por lo tanto, el progreso tecnológico necesita urgentemente un progreso moral ‒como acción autónoma humana– y, para ello, hay que contar con un ser humano confiado sobre el poder de la razón filosófica para alcanzar la realidad, pues, solo la razón es capaz de distinguir los planos de los diferentes saberes y hacer compatible su capacidad moral con la realización y el progreso de la tecnología dentro de la cultura humana.
Es, por ello que, en la obtención de un progreso deseable, se ha de tener en cuenta las verdaderas posibilidades que brinda la ciencia y la tecnología. Del mismo modo, necesitamos ejercer, con respecto a la revolución tecnológica actual, verdaderas libertades individuales ‒esto es, vivir según los valores liberales o ilustrados– para proteger los valores que apreciamos y construir una sociedad más tolerante, derribando de ese modo el dominio y control de la selección natural, que es la fuerza que nos ha creado.