Los Inicios De La Revolución Cubana
Introducción.
Arribó el año 68 y con él nuevas esperanzas entre los renovadores cubanos, de-seosos de un cambio definitivo que precipitase por fin una nueva situación política y social por parte de España. Este hecho llegó con la Revolución de 1868 o La Gloriosa, y con ella el exilio de la reina española, naciendo así el conocido como Sexenio Demo-crático (1868-1874) que intento establecer un régimen democrático, bien con una mo-narquía parlamentaria con Amadeo I de Saboya (1871-1873) primero, bien con la de-claración de la I Republica (1873-1874) después. Ambos ensayos fracasaron.
Desarrollo.
Los principales protagonistas de esta revolución en España poseían una forma distinta de ver los asuntos coloniales, más inclinados por la abolición de la esclavitud y la autonomía de Cuba. Como veremos, tampoco ayudó demasiado.A partir de este momento, el enfado y el disgusto de la población criolla de la isla continuaba: restricciones al libre comercio, altos tributos, una política arancelaria estadounidense más barata y flexible que la española y el incremento del conflicto social entre españoles e isleños, a modo de prohibiciones todavía vigentes de acceso a cargos públicos o a la libertad de reunión y prensa , por ejemplo, fueron in crescendo.
Mientras tanto, los EUA proseguían con su apoyo a la rebelión y esta vez, con una mejor organización de los recursos y los fondos, el estallido de una guerra era in-minente.
La Guerra Larga (1868-1878) La Guerra de los Diez Años, conocida también La Guerra Larga fue un enfrenta-miento bélico que se desarrolló de 1868 a 1878 entre España y los insurgentes cubanos.Todo empezó un diez de octubre cuando un grupo de unos quinientos hombres comandados por Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874) anunció la independencia de Cuba al grito de la famosa arenga “¡Viva Cuba libre!”. A este comienzo se le conoce como El Grito de Yara.
Eran cerca de las diez de la mañana cuando Céspedes formó a sus hombres en su hacienda azucarera liberando a sus esclavos bajo la promesa de que a partir de en-tonces serían considerados hombres libres si se unían a él o no, daba igual. Esto mani-fiesta un carácter antiesclavista de la rebelión, sin embargo, debemos tener en cuenta ante todo que la contienda fue primero de todo contra el poder colonial y no, precisa-mente, contra lo español, con quienes los isleños se sentían identificados, como dice el profesor Cuervo Álvarez .
A continuación, tomaron el municipio de Yara tras un primer enfrentamiento directo con el ejército español. Si ya una guerra es un hecho de por sí terrible, este, en concreto, tomó un viso sangriento y represivo desde sus inicios por parte de los españoles. Céspedes no encontró otra forma de contestar que firmando un Decreto de Guerra a Muerte como una especie de ojo por ojo requerido por la violenta respuesta española ante la insurrección. Acto seguido, sería declarada la República de Cuba con Céspedes como presidente. Aunque aparecerían pronto las primeras desavenencias con este gobierno provisional, como casi siempre suele suceder en estos casos.
La guerra se extendió de manera diferente en el frente. Hicieron más mella las enfermedades y la falta de organización de los rebeldes que las propias tropas españolas, que ya estaban dando señales inequívocas de incapacidad. El primer hecho destacable, el 18 de octubre, es la ocupación de la localidad de Bayamo, en la que los insurgentes la incendiarían como fiel reflejo de lo dicho antes del ojo por ojo.
Poco después, en noviembre, se produce otra hostilidad en el asentamiento de Pino de Baire con ya una cantidad seria de bajas y con victoria cubana. En los siguientes días se irán declarando decretos en defensa y para la liberación de los esclavos, en los que se declara que todos los pobladores de la República de Cuba son libres, eso sí, con algunos matices definitivamente superados en 1870 con la abolición general de la esclavitud. Está claro el interés de los rebeldes en que nuevos hombres se incorporen a sus filas.
La guerra seguiría su desarrollo y se iba dilatando en el tiempo. Los insurrectos llegaron a controlar la parte oriental de la isla y, en menor medida, varias zonas del centro. Sin embargo, no llegarían a tomar la parte occidental en la que estaban las fincas y cultivos más ricos. Sigue Cuervo con que muchos y variados son los factores que propiciaron el revés de la rebelión. En primer lugar, los EUA no intervinieron en el conflicto a favor de la causa cubana puesto que, en esos momentos, las relaciones entre España y los Estados Unidos eran buenas, en gran parte, por el gobierno de la I República española.
Otro de los motivos fue también la escasa unión de los insurgentes entre sus filas, llegando incluso a dividirse en clanes locales independientes de la dirección general de la rebelión. Esta dificultad de llevar a cabo la guerra a un nivel nacional más que a uno regional, la falta de armamento y las luchas internas complicaron sobremanera una contienda ya de por si compleja.
Mandos que no se ponían de acuerdo, importantes bajas de líderes rebeldes y una postura más conciliadora del ejército español llevaron a la firma el 10 de febrero del 78 del Pacto de Zanjón, dando lugar al final de La Guerra Larga. Muchas pérdidas para lo que realmente se obtuvo, la derrota de los insurgentes y una victoria pírrica española.
Además de las consabidas pérdidas materiales y humanas (unos trescientos mil fallecidos entre ambos bandos), la guerra produjo en la isla un descenso de la economía debido a la disminución de la producción y de las exportaciones de productos estrella como el azúcar y el tabaco, sobre todo, durante el tiempo que duró la contienda.
Producción y exportaciones de azúcar de Cuba
Sin embargo, podemos ver cómo, curiosamente, las exportaciones del azúcar a los Estados Unidos se van incrementando, a diferencia de lo que pasa en Europa. Este interés americano en el consumo de tan preciado artículo explica, en parte, los deseos estadounidenses en que la isla caribeña se emancipara de España y así poder negociar directamente con ella sin las trabas políticas y económicas de la metrópoli.
Visto esto, finalmente se alcanzó la paz o, mejor dicho, una especie de tregua en la que las indulgentes condiciones propuestas por España en el tratado facilitaron un desenlace relativamente pacífico del conflicto. Entre otras, algunas de estas cláusulas fueron las siguientes:
- – La abolición parcial de la esclavitud, pero solo para los esclavos insurrectos,
- – La libertad de reunión y de prensa,
- – El indulto para los rebeldes y los presos y
- – La aprobación de una autonomía parcial, así como la aceptación de representación cubana en las cortes españolas.Atrás quedaron importantes reivindicaciones como la independencia, el fin total de la esclavitud o la libertad de comercio.
Ahora pasemos al tratamiento historiográfico particular que ha recibido esta guerra, un asunto algo olvidado y que ha sido víctima de la influencia del eurocentrismo histórico imperante. Ni siquiera los historiadores españoles han sido ajenos a esta indiferencia, algunas veces, recordado, pero con el permiso del desastre del 98.
Durante la década de los años 70 del siglo anterior, este asunto ha pasado de puntillas y solamente con breves referencias en trabajos como los de José Luis Comellas que en su Historia de España moderna y contemporánea (Madrid, 1967) ni se menciona, o el de Ramón Tamames que en Una idea de España. Ayer, hoy y mañana (Barcelona, 1985) culpa a la negativa de independencia como factor principal desencadenante de la guerra que, como sabemos, no fue la única. Otros autores, como Esperanza Yllán en su Historia de España, 1808-1978 (Barcelona, 1987) se posicionan de igual forma.
Siguiendo con la línea de investigación del historiador germano Volker Mollin, ni siquiera los autores americanos, que han analizado esta guerra desde un punto de vista de la historia social, han encuadrado el acontecimiento dentro de las conocidas como revoluciones burguesas. Tampoco la historiografía española del siglo XX ha trabajado mucho en el tema, quizás en parte a los cuarenta años de dictadura franquista dedicada en exclusiva a recordar las gestas españolas más que los desastres. Vemos como Tesifonte Gallego contabiliza unos sesenta mil muertos mientras que otras fuentes hablan de cerca de doscientos mil.
Llegados a la transición democrática española, el panorama parece cambiar, pero, aun así, La Guerra de los Diez Años no pierde todavía del todo su carácter de peculiaridad y lo que se escribe sobre ella está fuertemente influenciado por el trabajo del historiador Manuel Turón de Lara La España del siglo XIX (París, 1968) en la que las referencias a este tema se basan en fuentes algo escasas .
Por suerte, en los años siguientes, el acceso a los fondos documentales de organismos como el Archivo Histórico Nacional, en Madrid, ha permitido otros intentos por conocer la verdadera cuestión de la Cuba de finales del XIX y se empieza a analizar con mayor rigor desde la perspectiva patria.Continúa Mollin diciendo que las nuevas tendencias de investigación se centran ahora en examinar los problemas de inmigración y emigración, la llegada de ideas nacionalistas y otros alicientes que dejaban a un lado la historiografía militar clásica, repleta de tópicos.
Una forma distinta de enfocar los hechos en la que los excesos de la guerra supusieron un cambio profundo en la sociedad cubana, y que llegaron a estimular con mayor energía si cabe el nacionalismo de la isla. Aunque esto puede convertirse en un arma de doble filo porque tratar las guerras desde un punto de vista social puede hacer que se pierda el interés en el evento bélico per se, y de ahí al poco interés a estudiarlo.
A la par que la española, la cubana está siguiendo las mismas pautas que esta, es decir, valorando el nuevo papel de la ciudadanía en el conflicto y, sobre todo, de la de color durante toda la insurgencia, y así dejar de una vez por todas la historia acaparada por el hombre blanco. Una historia social que pretende descubrir las verdaderas causas de La Guerra Larga, pero que como sigue diciendo Mollin, a pesar de que este suceso dio nuevas alas a la creación de una Cuba independiente la fecha del 98 sigue todavía muy presente.
La Guerra Chica (1879-1880)
No todo terminó con la Paz de Zanjón. Precisamente, esta tuvo la culpa que de nuevo los insurrectos, no conformes con la firma del tratado, volvieran a alzarse en armas contra los españoles. Así, el 26 de agosto de 1879 y al grito de “¡Independencia o muerte!” se originó la segunda de las tres guerras en Cuba y, de hecho, es considerada por algunos autores como una continuación de La Guerra Chica.
Iniciada desde la parte oriental de la isla tuvo un comienzo bastante entusiasta pero pronto los rebeldes recibieron varios reveses que diezmaron los ánimos. Las causas fueron la falta de recursos y un mejor preparado ejército español.Sin apoyos foráneos, sobre todo sin los de los EUA, ni líderes destacados como antes, y con una ciudadanía agotada por la anterior guerra, la derrota de los insurgentes estaba anunciada. Y así, en septiembre de 1880 se produjo la consabida derrota definitiva .
Aunque su duración fue corta, La Guerra Chiquita vino a decir que la principal preocupación no había terminado aún. Si la metrópoli no cambiaba su actitud para con la isla la revolución comenzaría de nuevo, como así ocurriría quince años más tarde.De aquí surgiría la figura que en el 95 se convertiría en líder de la emancipación cubana, José Martí Pérez.