Milan Kundera: Existencia de un Comunismo Bueno
¿Qué aspectos son los que considera más dignos de crítica, y por qué? Para Kundera y otros protagonistas de la Revolución de Praga, ¿era posible la existencia de un comunismo bueno?
La postura de Milan Kundera frente al comunismo es muy clara. En el quinto capítulo de La insoportable levedad del ser, se afirma que, en un principio, los revolucionarios comunistas no eran criminales que buscaran imponer su dominio; eran personas convencidas de haber encontrado un sistema perfecto, y por ello usaron todos los medios a su alcance para ejecutarlo. Después, cuando se vieron los resultados y empezaron a reclamarles responsabilidades, se defendieron diciendo que no sabían lo que estaban haciendo, no sabían qué consecuencias iba a tener. Se introduce entonces la dicotomía de si su falta de conocimiento supone una disculpa para sus actos.
En este aspecto, el autor es implacable y compara la situación con la de Edipo: él, que mató a su padre y se casó con su madre sin saberlo, se arrancó los ojos al enterarse. Por lo tanto, es irrelevante que los comunistas hicieran todo por el bien común, que crearan un régimen convencidos de que era la única solución, el único camino correcto. Lo que cuenta es lo que hicieron, que se convirtieran en asesinos y empobrecieran el país. Además, en el sexto capítulo el autor afirma que, para el régimen, todo aquello que se salga de sus parámetros es peligroso. Así, la individualidad, la originalidad, el humor, etc. son conceptos que atentan contra el totalitarismo y que por tanto deben ser eliminados. Cualquier concepto que se salga de los estándares supone un acto de rebelión, pues difiere de lo establecido por el régimen.
En 1968 Alexander Dubcek alcanzó el poder y trató de llevar a cabo algunas reformas para proporcionar más derechos y libertades a los checos, buscando implantar un sistema más humano y cercano al pueblo. Como respuesta, Moscú envió al ejército para detener a Dubcek y devolver Checoslovaquia a la “normalidad”. Esto generó una oleada de protestas pacíficas (los ciudadanos llegaron a ofrecer rosas a los soldados soviéticos) que fueron brutalmente reprimidas y produjeron fuertes sentimientos anticomunistas entre la población. En este contexto, se puede afirmar que para Milan Kundera el comunismo representado por la Unión Soviética era un sistema brutal y totalitario. Sin embargo, podría existir un sistema más humano y más “bueno”: en su libro afirma que los revolucionarios comunistas son culpables de sus delitos, aunque no los cometieran a sabiendas. Sin embargo, un sistema en el que se respeten los derechos humanos y las libertades individuales podría ser más aceptable. En la segunda parte del quinto capítulo, Kundera hace una distinción entre dos tipos de comunistas: “En el poder estaba Alexander Dubcek y con él los comunistas que se sentían culpables y estaban dispuestos a reparar de algún modo las culpas contraídas. Pero los otros comunistas, los que gritaban que eran inocentes, tenían miedo de que la nación indignada los juzgara”. Por un lado, los que niegan su culpa; por otro lado, los que la admiten y tratan de repararla. Por tanto, es posible la existencia de un comunismo de rostro humano en manos de los segundos.
Explica esta frase de la mencionada novela, situándola en su contexto político: “Cuando digo totalitario, eso significa que todo lo que perturba al kitsch queda excluido de la vida: cualquier manifestación de individualismo (porque toda diferenciación es un escupitajo a la cara de la sonriente fraternidad), cualquier duda (porque el que empieza dudando de pequeñeces termina dudando de la vida como tal), la ironía (porque en el reino del kitsch hay que tomárselo todo en serio) y hasta la madre que abandona a su familia o el hombre que prefiere a los hombres y no a las mujeres y pone así en peligro la consigna sagrada «amaos y multiplicaos». Desde ese punto de vista podemos considerar al denominado gulag como una especie de fosa higiénica a la que el kitsch totalitario arroja los desperdicios”.
En 1956, el dirigente de la Unión Soviética Nikita Kruschev obligó al presidente húngaro a dimitir. Tomo entonces el poder Imre Nagy para que llevara a cabo ciertas reformas, con el objetivo de calmar loas ánimos y evitar así que los húngaros iniciasen una revolución en contra de la política soviética. Sin embargo, los húngaros pidieron más reformas, más libertades y hasta la salida del Pacto de Varsovia. Nagy tuvo que ceder a sus exigencias, pero recibió un ultimátum desde Moscú. Debido a esto, retiró los tanques de Hungría y, cuando la gente estaba celebrándolo, los tanques dieron media vuelta y realizaron una verdadera masacre entre los civiles. Más tarde, en 1968, se dio la misma situación en Checoslovaquia: el gobierno checo quiso implantar reformas y el ejército soviético reprimió con dureza las manifestaciones.
A esto se refiere Milan Kundera con esa frase: todo lo que se salga de la ideología del régimen es peligroso y por lo tanto ha de ser eliminado.
¿Podrías explicar el contexto en el que se desarrollan las acciones narradas en los puntos 14-22 del capítulo sexto?
Durante la Guerra Fría, numerosas colonias europeas en Asia iniciaron movimientos independentistas que recibieron el apoyo de Estados Unidos y la Unión Soviética, buscando aumentar su esfera de influencia. Entre estas colonias se encontraba Indochina, colonia perteneciente a Francia. Tras la Guerra de Indochina, esta colonia se separó en tres países distintos: Vietnam, Laos y Camboya. En Vietnam el movimiento independentista había sido liderado por Ho Chi-Minh, de ideas comunistas, por lo que, a diferencia de otras colonias, no recibió ayuda estadounidense. Además, para evitar la propagación del comunismo, surgió en el sur de Vietnam una fuerza de resistencia contraria a dicha ideología, patrocinada por Estados Unidos. Finalmente, se firmó una paz en Ginebra en 1954, que dividía Vietnam en dos por el paralelo 17º: el norte afín al comunismo, liderado por Ho Chi Minh; y el sur bajo influencia capitalista, liderado por Ngo Dinh Diem.
Más adelante, se crearon guerrillas comunistas en el sur con el objetivo de unificar el país. Estados Unidos quiso intervenir, y para ello se valió de una estratagema: alegó que Vietnam había atacado un barco estadounidense (el USS Maddox) y usó ese incidente para justificar su entrada en la Guerra de Vietnam (1964 – 1975). Durante la guerra, Estados Unidos recuperó el servicio militar obligatorio (fueron reclutados unos 500,000 jóvenes), aunque sólo entre los menos favorecidos al principio. Las tropas americanas no respetaron los derechos humanos: además de usar armas como el napalm o las armas de fósforo blanco, se usaron también armas químicas, como el gas lacrimógeno o el Agente Naranja. Además, Estados Unidos bombardeó Vietnam (la llamada campaña “Rolling Thunder”). Esto causó graves pérdidas materiales, además de provocar la muerte de miles de personas. Debido a la mala prensa generada por la Guerra de Vietnam y la fuerte corriente pacifista que surgió en América, estados Unidos se vio obligado a firmar la Paz de París en 1975, por la cual se comprometía a retirase de de Vietnam en un máximo de 48 meses.
Una vez Estados Unidos se retiró, Vietnam quedó unificada por el gobierno del norte, y la ideología comunista se expandió hacia Laos y Camboya. En Camboya se hizo con el poder el grupo de los Jemeres Rojos, liderados por Pol Pot. Este grupo era muy radical y aplicó una política de represión muy dura: los simpatizantes de antiguos partidos políticos de Camboya fueron ejecutados, así como numerosos intelectuales, artistas, músicos, etc. Se dice que ejecutaban a todo aquel que no tuviera callos en las manos, símbolo de no haber trabajado nunca en el campo y por lo tanto posible enemigo de la revolución.
Este es el contexto histórico en el que tiene lugar el capítulo sexto de La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera. Un breve resumen de esta situación aparece en el punto 14 del mismo capítulo, cuando dice: “Camboya había pasado ya en aquella época por la guerra civil, por los bombardeos americanos, por la devastación producida por los comunistas locales que habían reducido en una quinta parte a la población y, finalmente, había sido ocupada por el vecino Vietnam […]”.