Modelo De Gestión De Musade En El Fortalecimiento De Las Mujeres Como Activistas En Las Luchas Sociales
Resumen
En este artículo se expone la experiencia del modelo de gestión desarrollada por MUSADE. Una organización de mujeres con 34 años de trabajo con mujeres sobrevivientes de violencia intrafamiliar y de género y que además aporta al fortalecimiento del liderazgo de esas mismas mujeres para que se incorporen como activistas tanto del movimiento de mujeres como de los sectores populares de Costa Rica. Su nacimiento está asociado a una experiencia exitosa en salud denominada Hospital Sin Paredes. Esta práctica organizativa se posiciona desde el enfoque de desarrollo local, con una estrategia de trabajo por ejes temáticos para el impulso del talento humano, articulados a cinco momentos para la gestión del conocimiento de las mujeres sobrevivientes de violencia de género para fortalecerlas como lideresas en su rol de activista del movimiento social. En la recuperación de la experiencia de MUSADE, se logró encontrar evidencia del aporte de la disciplina de trabajo social, en la implementación del modelo de gestión de esta organización, así como la importancia de su replicabilidad en tiempos en que la violencia hacia las mujeres sigue en crecimiento y el sistema neoliberal y patriarcal, se afianza sin una respuesta contundente y clara desde las comunidades organizadas.
Introducción
La Asociación Mujeres Unidas en Salud y Desarrollo, (MUSADE), es una organización no gubernamental de mujeres, feminista y autónoma, que se fundó en 1986 en la Región de occidente de Costa Rica. Durante aproximadamente 20 años, funcionó en los cantones de San Ramón, Palmares, Naranjo, Zarcero y Sarchí de la provincia de Alajuela, pero en los últimos años logró extenderse a otras regiones del país a saber: Central, Atlántica, Pacífico Central, Brunca y Huetar Norte.
Esta organización se destaca por el impulso de un modelo de desarrollo local, auto sostenible, cuya gestión está orientada a construir estrategias de apoyo a mujeres sobrevivientes de violencia de género e intrafamiliar, con una perspectiva política para trascender la comprensión del problema que les afecta, del plano personal al social. MUSADE logra que las mujeres que ingresan como usuarias de sus servicios, inicien un proceso de participación hasta lograr incorporarse como activistas al movimiento social.
La organización señalada surge en el marco del programa de salud “Hospital Sin Paredes”, que se implementó en la década de los años 70 y fue una práctica en salud reconocida en Costa Rica, América Latina y el mundo, pues en 1999 recibió el premio mundial de la atención primaria en salud otorgado por la Organización Mundial de la Salud, por su impacto en el mejoramiento de los índices de salud de la población. Por otra parte, la metodología de trabajo instaurada en la época de este programa de salud, como lo es el diagnóstico participativo, la educación popular, la investigación participativa, propias del quehacer de trabajo social, tienen una influencia directa en la metodología de MUSADE para el abordaje integral de los problemas históricos de las mujeres.
El mismo, también creó un fuerte tejido social organizado en salud, en el ámbito comunitario, que se constituyó en plataforma para el impulso de posteriores experiencias organizativas como la de MUSADE.
En la época del programa “Hospital Sin Paredes”, el movimiento social costarricense despliega una serie de acciones de protesta contra las medidas establecidas desde los programas de ajuste estructural (PAES). Serra, Ortiz. Esto representa para la población del Área de atracción del “Hospital Sin Paredes” un espacio para el ejercicio de su liderazgo como movimiento en defensa de la salud, donde se incorporan algunas mujeres activas como parte del tejido social en salud, proceso en el que se registra por primera vez, la presencia de mujeres en las manifestaciones públicas; algunas de ellas, son convocadas inicialmente a los encuentros que dan origen a MUSADE.
El objetivo de este artículo es exponer la experiencia del modelo de gestión desarrollada por MUSADE, como una organización social que aporta al fortalecimiento del liderazgo de las mujeres sobrevivientes de violencia de género e intrafamiliar y que se incorporan como activistas al movimiento social de los sectores populares de la Región. Se exploran los elementos sustantivos de la experiencia, que con el apoyo de la disciplina de trabajo social, la han transformado en un modelo replicable.
Existen amplias fuentes documentales sobre MUSADE que dan soporte a este artículo, que provienen de estudios realizados por estudiantes en sus prácticas académicas, tesis de grado y de maestría; Corea, O et al, Delgado, D et al, Araya, F et al, Lobo, S, Cruz y Castro, Morera. La mayoría de esos estudios están relacionados con la atención individual y grupal a mujeres sobrevivientes de violencia intrafamiliar, así como de otros procesos organizativos implementados por la organización. Un estudio reciente sobre el tejido organizativo de la Región de occidente, hace aportes relevantes sobre el objeto de este artículo.
Otras fuentes de información que da sustento a este artículo, proviene de documentos como: actas de asambleas constitutiva de MUSADE, memorias de trabajo, tres entrevistas individuales a mujeres activistas colaboradoras de la organización: (Marcela Montanaro, Irené Barrantes, Esperanza Tasies), y los aportes de un grupo focal que se convocó a sesión el 3 de octubre del año 2020, constituido por 10 lideresas de la organización que participan actualmente en diferentes proyectos de la misma, las cuales por motivos de salvaguardar su identidad serán nombradas con un seudónimo.
Bases teóricas del modelo de gestión para la participación de mujeres en MUSADE
Para analizar el modelo de gestión de MUSADE, se sustenta su planteamiento teórico en el patriarcado como un sistema de poderes que se basa en el sistema sexo- género, por medio del cual se legitiman situaciones de abuso y de violencia, que limita entre otros aspectos la participación social y el liderazgo. En ese contexto se reconoce que las personas asumen roles diferenciados que no están determinados por el sexo biológico, sino los atributos que socialmente se le asigna, por el hecho de haber vivido desde el nacimiento las experiencias, ritos y costumbres atribuidos a cada género.
Esos roles son transmitidos por medio de la socialización de género, desde donde se incorporan mandatos que construyen una identidad de género y una división sexual del trabajo, que organiza las relaciones sociales entre lo público y lo privado. Así mismo, al incorporar la categoría de la participación comunitaria, como una herramienta que transforma las posibilidades de participación de la mujer, y cuestiona el ejercicio del poder como un obstáculo en el pleno goce del derecho a la participación y el ejercicio del liderazgo de las mujeres, le posibilita identificar la interdependencia entre todos esos aspectos en una relación dinámica, desde la cual se forjan posibilidades o limitaciones para el liderazgo de la mujer.
La esfera privada es considerada como el mundo de lo doméstico, de la reproducción biológica, la crianza y la educación de los niños, el trabajo no remunerado y no reconocido como tal, las relaciones íntimas, el parentesco, los afectos y la satisfacción de las necesidades básicas en particular y la especie en general. Es el espacio identificado como el de la vida cotidiana, la reproducción. La esfera pública es todo aquello que acontece fuera del hogar, y en donde se desarrollan el trabajo generador de dinero y valor de cambio, la acción colectiva y el poder
El patriarcado es un orden social genérico de poder. Lagarde , justifica el dominio del hombre sobre la mujer, basada en una supuesta inferioridad de ésta, con la mediación de diferentes instituciones y representaciones sociales como las que señalan Facio y Fries lenguaje ginope, la familia patriarcal, la erotización de la dominación, la educación androcéntrica, la historia robada y el derecho masculinista. Es así, que la presencia de un sistema de poderes pone de manifiesto las relaciones sociales, donde se establece la dominación del género masculino sobre el femenino y en consecuencia crea situaciones de violencia contra las mujeres con un impacto en su desarrollo integral, acceso a la participación social, al poder político y al liderazgo.
En este sentido, existen múltiples formas de dominación al interior de la sociedad, cuando un grupo social se apodera de los mecanismos que regulan el poder y lo pone a su servicio se construye una superestructura de dominación. De acuerdo con el planteamiento de Lagarde en 1999, la cultura legítima la presencia del poder como estrategia de control y organización social, que faculta el uso y abuso del poder lo que genera situaciones de violencia.
Así mismo, incluir la perspectiva de género, en este artículo, permite asumir un análisis crítico y reflexivo acerca de la posición que ocupan hombres y mujeres en la sociedad y la reconstrucción de las relaciones sociales en busca de la igualdad y equidad.
Por otra parte la división sexual del trabajo, está determinada históricamente por las relaciones desiguales de género que abarcan, marcando así dos esferas: la privada que representa “lo femenino” (sentimientos, debilidad, etc.) y está subordinada a lo público, esfera que connota “lo masculino” (razón, fuerza, etc); estas divisiones son construcciones sociales y tienen características propias en cada momento histórico, tal como menciona Sánchez-Mejorada en 1996. Por ello, se observa que las mujeres del siglo XXI, han ido sumando responsabilidades en el ámbito laboral y comunitario sin desatender las domésticas, lo que les provoca sobrecarga a nivel físico y social.
Algunos elementos para la comprensión y análisis de los modelos de trabajo en el impulso del liderazgo de las mujeres son el de la comunidad como espacio local de participación, donde las relaciones que se establecen pueden ser conflictivas o armónicas, competitivas o colaborativas, pues es en la comunidad donde adquieren forma las vivencias que configuran las características específicas de las comunidades en las que se cohabita. Según Alfama la incorporación de las mujeres en las organizaciones comunitarias se relaciona con la división sexual del trabajo y por ende con el reparto social de tareas o actividades según el sexo-género. De esta manera la dinámica de las relaciones sociales que generan participación en la comunidad, está atravesada por estereotipos y posiciones de poder que generan desigualdad.
Efectivamente, los diferentes espacios organizativos son una oportunidad para poner en ejercicio la acción política de las personas en diferentes campos de la vida social. Según indica Alfama (2008), el activismo feminista, introduce cambios en la dinámica de las organizaciones de mujeres, ya que debido a la forma como están estructuradas las organizaciones tradicionales (asociaciones de desarrollo comunal, cooperativas, o comités específicos) reproducen la división sexual del trabajo propias de la sociedad patriarcal.
Dada la ya difícil conciliación entre la vida laboral y la doméstica, la dedicación de tiempo al trabajo político-organizativo requiere cambios y reorganizaciones en el ámbito familiar lo que tiende a generar conflictos en la dinámica familiar, por no responder al rol tradicional del deber ser como mujer. Debido al impulso de los movimientos sociales y logros en los compromisos país con las convenciones, leyes, políticas y programas para demandar mayor justicia y equidad, se han observado cambios en esas dinámicas organizativas.
La gestión en una organización se puede mirar desde diferentes paradigmas. Se puede revisar desde la gestión por: procesos, talentos, conocimiento o por competencias. Tejada. “Desde el enfoque de gestión por “talentos”, se parte que estos son construcciones humanas, individuales y colectivas, susceptibles de modificarse, fortalecerse y mantenerse, así como de desvanecerse y extinguirse. Desde la perspectiva organizacional, la gestión del talento se basa en la legitimación de que la potencialidad humana se puede relacionar con los procesos productivos eficientes, eficaces y efectivos”.
Por otra parte, el desarrollo del talento humano está estrechamente relacionado con el del conocimiento y se señalan cuatro características para lograr un proceso de gestión exitoso desde estas dos perspectivas: 1. El reconocimiento de sí mismo y, a partir de esto, el constituirse en autotransformador del cambio. 2. El reconocimiento del otro y, a partir de esto, el constituirse en facilitador del cambio del otro. 3. El reconocimiento del entorno o contexto y el constituirse en agente de su transformación. 4. El desarrollo de competencias de alta calidad y actualidad. Estas características puestas en perspectiva al revisar un modelo de gestión contribuyen a la comprensión de su dinámica.
La experiencia de MUSADE
La base organizativa que da origen a la asociación MUSADE, tiene un arraigo importante en la comunidad y un tejido social articulado a la salud, especialmente procedente de zonas rurales. Este origen se genera a partir del nivel de conciencia social, derivado de las acciones de movilización colectiva en defensa del Programa de Salud “Hospital Sin Paredes”, el cual tenía un importante componente de participación comunitaria. Aunque sus “intereses organizativos”, carecían de enfoque de género, logró colocar en la práctica y en el imaginario de la población el pensamiento de la participación como una estrategia para lograr el desarrollo de la comunidad; a partir del lema que se apropiaron; “nuestra participación es un derecho pero también un deber”.
Desde la convocatoria que hizo la Oficina de trabajo social del Programa “Hospital Sin Paredes” a las mujeres de la Región de Occidente, a participar en los Talleres: “Análisis de la participación de las mujeres en la familia y la comunidad”, en julio y setiembre de 1986, se instaura el primer acto de resistencia de las mujeres en la Región de Occidente ante una sociedad patriarcal. En esas primeras jornadas de trabajo y que estuvieron facilitadas por la trabajadora social que participaba en el equipo de salud del programa en mención, las mujeres logran dimensionar a partir de la revisión de sus propias experiencias, la participación marginal, desigual, machista y neoliberal que tenían en la década de los ochenta en la Región.
Lo anterior, a pesar que en ese periodo de tiempo, en el país se carecía de una política pública sobre violencia hacia las mujeres, la cual se concreta según la Ley n. 7801 publicada el 30 de abril de 1998, con la transformación del Centro nacional para el desarrollo de la mujer y la familia en Instituto Nacional de la Mujer (INAMU). Así mismo, Acuario en la entrevista colectiva realizada el 3 de octubre 2020, las mujeres desplegaron una actividad importante de colecta de firmas, junto a otras organizaciones del país, para la creación del INAMU. Esta fue una oportunidad que la organización aprovechó para hacer debate y movilización de las mujeres para la incidencia en política pública
Ciertamente, la germinación de MUSADE, se sitúa desde el enfoque teórico metodológico de la disciplina de trabajo social y a partir de las necesidades de las mujeres, la ausencia de una política pública que resguarde sus derechos; pero también ante la posibilidad de acercarse como mujeres y construir desde el verbo propio su fuerza: ”…es que ahora yo pienso que las cosas van a empezar a cambiar para mí y mi familia, ya como que no aguanto y aquí me han enseñado a no callar”
En el contacto inicial que tuvieron decenas de mujeres en 1986, como parte del primer encuentro, Acuario en la entrevista colectiva realizada el 3 de octubre de 2020 “pudieron mirarse de frente y pensar como colectivo, desde una realidad que les es habitual y propia, y lograron poner en común su subjetividad, para apropiarse y edificar un espacio que les representara. Entender esas equivalencias entre unas y otras como mujeres, nutrió las raíces de una organización feminista por convicción, no por formación, ( Montanaro, comunicación personal 10 de octubre, 2020), profundamente solidaria y con un arraigo en la mujer rural, campesina y de sectores populares; identidad que se mantiene en la memoria para legitimar su trabajo durante 34 años. En voz de las mismas mujeres
Antes de MUSADE, yo sentía que dejaba manejar mi vida por mi pareja, pero después de estar participando en MUSADE, aprendí que soy un ser individual, que esa otra persona no tiene porqué decidir por mi vida, por mis cosas, por mis gustos incluso por mis necesidades.
Según la página web de MUSADE la organización inicia con un grupo de 114 mujeres socias. En el año 2020 cuenta con aproximadamente 600 socias. Desde la territorialidad, en sus inicios el 89,7% de las mujeres que participaban en MUSADE, vivía en la zona rural y el restante 10.3% de zonas semiurbanas, mientras que en el año 2020, el 70% son de zonas rurales, un 15 % es de zonas costeras (Limón y Puntarenas) y un 15% de zonas urbanas; por tanto el énfasis del área de trabajo de esta organización, en sus inicios como en el presente es predominantemente rural, en específico al sector social popular/campesina, de ahí la autodenominación de ser una organización de base comunitaria.
Según acta de asamblea del 29 de febrero del año 2003, la misión que enuncia MUSADE fue revisada y ajustada y la describe de la siguiente manera:
Ser una organización de mujeres de base, con un proyecto político de desarrollo alternativo para las mujeres, orientado a la transformación de las condiciones de vida de las mujeres y de la población en general, uniendo fuerzas contra la injusticia, la desigualdad y el patriarcado.
Además, como objetivo general expone “Promover la unión y organización de las mujeres de sectores campesinos y populares que les permita superar su condición de discriminación y subordinación y alcanzar su plena participación en el desarrollo de la sociedad”. De ambos textos se logra extraer los diferentes componentes sociales y organizativos que alinean el accionar de dicha organización y le dan coherencia política a la labor de construcción de la mujer como sujeto social.
También, se registra que otro de los elementos constitutivos de la identidad de MUSADE está conectada con su capacidad de incidir en la atención de las necesidades de las mujeres, quienes la señalan como un referente significativo para ellas y una aliada que las representa y además defiende sus derechos.