Preservación De La Naturaleza En Las Sistemas Socio-Ecológicos Playa-Duna

La intensidad del uso que el ser humano ha dado a los ecosistemas ha generado con el tiempo una mayor dificultad para manejarlos, tanto para la protección de la diversidad biológica como para la utilización múltiple y sostenible de esta, lo que ha generado conflictos entre los distintos actores que comparte los recursos de un área particular.

Es por esto que desde hace más de un siglo que se han generado distintas herramientas legales y de gestión que buscan preservar la singularidad de ciertos ecosistemas, localidades, formaciones geológicas, e incluso especies o grupos de ellas. Una de estas herramientas gestión son las Áreas Protegidas, las cuales son definidas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como “un espacio geográfico claramente definido, reconocido, dedicado y administrado, a través de medios legales u otros medios efectivos, para lograr la conservación a largo plazo de Naturaleza con servicios ecosistémicos asociados y valores culturales”.

A nivel nacional, la gestión de las áreas protegidas consta con 8 herramientas para la conservación del patrimonio ambiental, entre las que destacan los Santuarios de la Naturaleza. Estos son una de las categorías de protección contempladas en la Ley n°17.288, sobre Monumentos Nacionales de Chile y que se define como todos aquellos sitios terrestres o marinos que ofrezcan posibilidades especiales para estudios e investigaciones geológicas, paleontológicas, zoológicas, botánicas o de ecología, o que posean formaciones naturales, cuya conservación sea de interés para la ciencia o para el Estado.

Sin embargo, muchas de estas áreas deben conciliar principios de conservación ambiental, preservación de la naturaleza y desarrollo sostenible de actividades, y amenazas circundantes que pueden poner en riesgo el objetivo para el cual se creó el área. En términos generales, las políticas para establecer áreas para conservación yacen en la hipótesis de que conservar una representación de todos los ecosistemas también conservará una representación de la diversidad de las especies que se encuentran en estos ecosistemas. Sin embargo, no se puede conservar toda la diversidad biológica a través de un interés a nivel de ecosistema. Los elementos de la diversidad biológica que presentan menos posibilidades de ser representados por tal interés son las especies en peligro y amenazadas. Muchas de estas especies requieren atención individual porque si bien es necesario gestionar sus hábitats por sí solos no es suficiente para sus necesidades de conservación, explicando la disminución de estas áreas a pesar de los esfuerzos que se hacen por mantenerlos.

Ante esto, cualquier herramienta de conservación actual debe necesariamente involucrar la perspectiva de que son sistemas eco-sociales y por consiguiente es la vinculación que exista con la comunidad la que definirá el éxito o fracaso del área, por lo que la mantención y sobrevivencia de estas áreas, requieren que las prioridades sean explicitas.

El área costera es una franja de transición compleja entre la litosfera, la atmósfera y la hidrosfera y la “antroposfera”. En esta franja, las playas y las dunas costeras son los ambientes más dinámicos y, por lo tanto, vulnerables ante perturbaciones de origen natural o antrópico a las que están expuestas (Barragán, 1994). Sin embargo, ese mismo dinamismo favorece que tengan una alta capacidad de recuperación, si se dan las condiciones adecuadas. A su vez, los sistemas playa y playa-duna son sistemas socio-ecológicos, ya que en ellos existen estrechas relaciones entre las actividades humanas, los procesos económicos, y la dinámica geofísica y ecosistémica (Peña, 2015).

En algunos casos, especialmente cuando además de trabajar por lograr la conservación de un área, existen usos arraigados culturalmente por comunidades locales, es indispensable definir cómo el trabajo de conservación afecta las actividades humanas que se realizan en la zona. En estos casos es importante agregar objetos de bienestar humano involucrados en la zona (CMP 2013), los cuales se relacionan con un conjunto de componentes que son esenciales para lograr una buena calidad de vida, libertad, salud, buenas relaciones sociales y proveen seguridad a las personas y comunidades humanas (MEA 2003).

Hay que considerar que, en el contexto de un proyecto de conservación, los objetos de bienestar humano se centran en aquellos componentes del bienestar humano afectados por el estado de los objetos de conservación (CMP 2013), lo cual se explica por la relación directa que existe entre el “bienestar humano” y los beneficios que se derivan de los ecosistemas y el entorno (MEA 2005).

La infraestructura urbana, industrial, residencial, turística, acuícola, vial y portuaria que se construye en un sistema dunar, genera diversos impactos que pueden variar en intensidad, desde la alteración de una parte de su estructura, hasta su pérdida total de esta, dependiendo de sus características constructivas y el lugar en el que se establece (SEMARNAT, 2013). En este sentido, las construcciones son obstáculos que interrumpen o desvían el flujo de agua y sedimentos, lo que modifica el balance sedimentario (Alcamo y Bennett, 2003). La disminución de la disponibilidad de sedimento y la interrupción del transporte natural entre las dunas costeras favorece procesos de erosión y retroceso de la línea de costa, modificando su balance sedimentario por lo que tiende a estabilizarse en una configuración diferente, que normalmente conlleva a la pérdida de la duna (SEMARNAT, 2013).

En un sistema dunar, las zonas más dinámicas y vulnerables son la supra playa, las dunas embrionarias, las dunas primarias (primer cordón arenoso paralelo a línea de costa) y las que se localizan en las islas de barrera (SEMARNAT, 2013). La construcción de infraestructura permanente sobre las dunas embrionarias y primarias genera cambios en la estructura y función de las dunas y, en consecuencia, éstas pueden dejar de funcionar como reservorios de arena y como barreras naturales de defensa litoral contra el efecto de tormentas (viento, oleaje, corrientes e inundaciones, principalmente) y tsunamis, además dado que estas dunas son móviles, lo que se construya sobre ellas eventualmente se verá afectado por el oleaje y las mareas y en consecuencia se puede perder la playa por erosión. Los efectos también podrán variar dependiendo de la ubicación específica de la infraestructura en estas dunas (SEMARNAT, 2013). Los impactos más severos se presentan cuando se realiza una nivelación de estas dunas, con lo que se pierde la capacidad del sistema de almacenamiento de arena y amortiguamiento. Cuando se elimina la cubierta vegetal que mantiene estabilizada la duna, la arena puede empezar a moverse y las dunas pueden entonces migrar tierra adentro afectando a todo el sistema playa-dunas (SEMARNAT, 2013).

Considerando lo anterior, en aquellas zonas donde ya existen construcciones sobre las dunas, se debe establecer un programa de monitoreo para registrar la generación de procesos de erosión o sedimentación y, si es el caso, implementar un plan de restauración del sistema playa-dunas (SEMARNAT, 2013).

Una forma de evaluar este tipo de interacciones es el análisis de los “Servicios Ecosistémicos”, ya que son aquellos beneficios que las personas obtienen de los ecosistemas (Hori & Makino et al 2018), e incluyen servicios de aprovisionamiento, servicios de regulación y mantención, y culturales.

Los servicios ecosistémicos que ofrecen estos entornos hacen que sean múltiples los usuarios de sus recursos. La relación de los usuarios con el medio natural de las playas y de las dunas costeras es compleja, pues intervienen elementos bio-físicos, sociales y económicos, el comportamiento recreativo de los usuarios se ve afectado por la calidad del medio ambiente, y depende de las percepciones personales, del mismo modo, las personas influyen en el medio natural a partir de las acciones que realizan de manera individual (Roca et al., 2009). En este sentido, las necesidades y preferencias de los usuarios (relacionadas con la accesibilidad, la sanidad, la calidad ambiental, el ocio o el confort) influyen en las medidas de gestión, y éstas tienen repercusiones socioeconómicas y biofísicas, por su parte, la frecuentación de los usuarios en el borde costero influye en la dinámica de los procesos socio-ecológicos. En lugares de alta frecuentación, los gestores tratan de cubrir las necesidades básicas de quienes visitan estos atractivos naturales, por lo que realizan una importante provisión de servicios e infraestructuras (Williams y Micallef, 2009). 

30 August 2022
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