Salud Mental: Decisiones En El Contexto Sanitario
Este artículo, expresa una transformación de un modelo paternalista, fundamentado en autoridades que anteriormente poseía un médico terapeuta a un modelo establecido mediante la ley, que en un contexto sanitario le brinda al paciente la autonomía y libertad de pensamiento para tomar de manera voluntaria decisiones sobre su salud mental, todo esto dependiendo de lo que considere conveniente para sí mismo.
Dicho lo anterior, es de vital importancia la utilización de un consentimiento informado para actuar en un contexto sanitario, que de manera legal establezca la autonomía que posee una persona para negarse a un tratamiento efectivo, aunque sea favorable para continuar con vida, ya que, de acuerdo a sus derechos se encuentra en toda su facultad de hacerlo, siempre y cuando haya recibo con anterioridad la información de lo que está afectando su salud y aun así lo exige de manera verbal no proceder, además, deberá especificar en un escrito el por qué no desea recibir la intervención quirúrgica que considere que puede generar riesgo para su salud.
Sin embargo, la ley normaliza la información que se le otorga al paciente antes de realizar un proceso de salud, así como también en casos especiales de omite el consentimiento cuando existe un riesgo para la salud pública y un peligro inmediato y grave para la salud del paciente: en caso tal que el paciente no esté en capacidad de dar su consentimiento. Aun mas, existe un cuestionamiento desde lo ético de lo que se denomina «estado de necesidad terapéutica» o privilegio terapéutico, donde abarca la autorización al médico a intervenir sin previo informe al paciente, cuando de esa información se generaran riesgo significativo para su salud. No obstante este privilegio terapéutico, también puede ser cuestionado cuando se trata de personas menores edad o personas con trastornos mentales graves con síntomas activos, con trastornos cognitivos de cierta intensidad o personas con discapacidad intelectual reveladora.
Por otro lado, existen competencias que debe tener una persona como cláusula para la toma de decisiones autónoma saludables, como: haber obtenido información de lo necesario acerca del proceso, tener conocimiento del diagnóstico y particularidades de él, que tan grave es la situación en la que se encuentra, que técnicas terapéuticas se usaran y opciones, ventajas y desventajas y los riesgos en tal caso que no se tome la medida propuesta por el médico.
Es importante aclarar, que existen decisiones más difíciles que otras, tal es el caso de personas que se sometan aceptar un tratamiento efectivo y sin riesgo o descartar otro que contenga grandes incomodidades o problemas y no vaya a obtenerse un beneficio significativo, es una competencia más fácil, para saber si una persona posee las competencias para tomar decisiones es necesario que posea una conciencia enfocada hacia la situación clínica que se está viviendo y un consentimiento verbal o escrito pero Las decisiones difíciles son aquellas en las que optamos para poder salvar la vida. Para decisiones de esta dificultad los requisitos que deberíamos pedir a la persona serían la comprensión de la situación clínica y del tratamiento propuesto, y una capacidad de elección que como mínimo tenga en cuenta los resultados de la intervención.