Tratamientos No Farmacológicos del Dolor en Reptiles
Los reptiles son un grupo de animales que cada vez se ven más comúnmente en las consultas veterinarias, debido al auge que tienen estas especies como mascotas. Además, se debe tener en cuenta que también se trabaja con estas especies en centros de recuperación de fauna silvestre, zoológicos y en la naturaleza. Para su tratamiento, tiene una especial importancia el abordaje del dolor, ya que es un signo que se encuentra muy frecuentemente cuando se trabaja con estas especies. Las estructuras neuroanatómicas necesarias para la nocicepción han sido descritas en los reptiles y, por tanto, hay suficiente información para afirmar que tienen la capacidad anatómica y fisiológica para percibir dolor, siendo capaces de responder de forma similar a los mamíferos ante un estímulo nociceptivo.
Reconocimiento del dolor
Existen más de 8 000 especies de reptiles diferentes, que presentan una amplia gama de adaptaciones fisiológicas y conductuales únicas. Esto hace que los comportamientos relacionados con el dolor no sean fácilmente reconocibles en los reptiles, por lo que se debe evaluar cada caso de forma individual. Aquí aparece el primer problema: ¿cómo se puede evaluar la eficacia analgésica? Una de las opciones es utilizar indicadores indirectos de analgesia, como la reducción de los requisitos de inhalación, lo cual puede no ser fiable y no debe usarse como único método para inferir la potencia analgésica. Otra técnica comúnmente utilizada es medir la respuesta a estímulos nocivos mecánicos, térmicos o químicos.
Se requiere la identificación adecuada de las especies para conocer los comportamientos específicos de estas, y así poder diferenciar los comportamientos normales de los anormales. Se debe tener en cuenta el patrón de actividad predominante de la especie (diurno o nocturno), si se trata de especies presa o predadoras, y el hábitat (arbóreo, acuático, terrestre, fosorial).
Además, hay que tener en cuenta algunas consideraciones individuales y ambientales del paciente. Debe valorarse si está en estado de ecdisis (muda), ya que algunos pueden volverse más agresivos durante este tiempo. También se tendrá en cuenta el estado de hibernación, durante el cual estarán más dóciles y menos sensibles de lo normal. La socialización a la cual el animal esté acostumbrado también.
es importante, pues puede presentar una respuesta alterada a la interacción humana, es decir, un animal normalmente dócil puede llegar a morder o a tener una mala respuesta. En caso de que el animal presente una enfermedad crónica, puede ser incapaz de exhibir comportamientos asociados con dolor. Por otra parte, también es posible que comportamientos asociados con la enfermedad sean confundidos con comportamientos dolorosos.
En cuanto al ambiente, se debe comprender que el recinto doméstico, por lo general, es más “complejo” en comparación con el recinto hospitalario, lo que no permite a los animales exhibir comportamientos normales cuando están ingresados. La temperatura ambiente es uno de los principales determinantes de la tasa metabólica en reptiles, por tanto, el comportamiento normal puede estar influenciado por alteraciones en la tasa metabólica, derivados de un aumento o disminución de la temperatura.
Teniendo en cuenta las consideraciones ya mencionadas, pueden presentar posturas antiálgicas (encorvada, protección del área del cuerpo afectada, postura anormal en reposo). Se debe diferenciar la disfunción neurológica y mecánica de la cojera inducida por dolor. Esto se puede ver observando detenidamente la marcha. Otros signos que pueden aparecer son ver que el animal mira hacia arriba, da golpes de cola o la aerofagia, entre otros. En serpientes también está descrito el descenso en la tendencia a enroscarse. Es posible observar una reducción del apetito, que puede estar relacionada con la enfermedad subyacente, pero también puede estar causada por dolor. Existe un estudio, realizado en pitones bola (Python regius) que demuestra que el comportamiento alimentario puede ser un indicador del dolor. En primer lugar, se definió la alimentación normal, en la cual un ratón muerto introducido en el terrario fue golpeado a los 12 segundos de media. A continuación, se trató a 18 pitones que se dividieron en tres grupos: el primer grupo fue tratado únicamente con anestésico, al segundo se les puso una inyección de capsaicina, y al tercer grupo se les aplicó un estímulo quirúrgico nocivo. Se registró el tiempo de ataque durante las tres semanas siguientes y se observó un retraso en la alimentación de las serpientes del segundo y tercer grupo. La alimentación normal retornó entre la segunda y la tercera semana. En cambio, en las serpientes del primer grupo la alimentación normal se mantuvo ininterrumpida.
El cierre de los párpados de forma muy continuada también es un signo de dolor en aquellas especies de reptiles que los presentan, y aquellas especies que tienen la habilidad de cambiar de color, pueden hacerlo en respuesta al estrés o al dolor. Los movimientos anormales respiratorios pueden estar asociados con enfermedad respiratoria primaria, pero también dolor muscular y tejidos involucrados en la respiración (1, 2).
A diferencia de otros grupos de animales, la mayoría de los parámetros fisiológicos han demostrado ser indicadores relativamente pobres del dolor, ya que pueden ser influenciados por la enfermedad y la excitación, procesos metabólicos como el nivel de actividad, o alteraciones de temperatura y alimentación. La respuesta a la palpación en los reptiles puede ser menos sensible, ya que la mayoría de los reptiles se retirarán al tacto, independientemente de si el animal está experimentando dolor.
Variaciones anatómicas relevantes
El riñón de los reptiles tiene un doble aporte sanguíneo: por una parte, le llega sangre a través de las arterias renales y, por otra parte, a través de la vena porta renal. Esta última hace que el retorno venoso del tercio posterior del animal llegue al riñón, pudiendo disminuir la concentración de los fármacos inyectados en esta zona. Ello conllevaría subdosificación y posible toxicidad renal en el caso de fármacos nefrotóxicos.
La presencia de escamas que cubren la piel es importante a la hora de administrar una inyección, haciéndose siempre entre dos escamas y nunca atravesando estas.
Tratamientos no farmacológicos
Los tratamientos no farmacológicos son intervenciones no invasivas basadas en la ciencia. Su objetivo es prevenir, tratar o curar los problemas de salud. En los reptiles existe poca evidencia científica sobre el uso de estas metodologías, aunque es un campo en el que los veterinarios han empezado a trabajar.
En primer lugar, aparece la acupuntura, que se ha utilizado como analgésico en humanos, perros, caballos y roedores durante mucho tiempo. Proviene de la medicina tradicional china, donde se usan agujas en puntos preconfigurados en el cuerpo, conocidos como acupuntos, para producir una reacción fisiológica específica. Utiliza estímulos en áreas definidas de la piel para la terapia, diagnóstico y tratamiento de enfermedades.
El principio de analgesia de la acupuntura comienza en el sitio de inserción de la aguja, donde existe una conexión íntima entre los sitios de punción y el sistema nervioso, el cual juega un papel crucial en los efectos analgésicos. Se piensa que la electroacupuntura en reptiles actúa sobre los MOR (receptores-μ), lo que establece la posibilidad de su uso como modalidad analgésica complementaria en estos animales.
En 2014 se realizó un estudio sobre puntos de acupuntura a una tortuga de patas rojas (Chelonoidis carbonaria) para tratar una discapacidad locomotora. El animal había desarrollado síntomas respiratorios y discapacidades locomotoras al estar en cautividad. Los síntomas respiratorios se resolvieron con antibiótico; sin embargo, los síntomas motores se mantuvieron durante 16 meses. Después, la tortuga recibió acupuntura y recuperó las funciones motoras, lo que le permitió alimentarse y caminar sin ayuda. No se realizaron otros cambios en su ambiente.
En 2017 se realizó otro estudio con el objetivo de mapear y describir los principales puntos de acupuntura en la especie Boa constrictor. El resultado sin precedentes del mapeo fue el descubrimiento de puntos de acupuntura específicos distribuidos por todo el cuerpo de la serpiente, aunque todavía son necesarios más estudios para reconocer su utilidad.
Otro tratamiento que se ha planteado es la crioterapia. El enfriamiento y la congelación se han utilizado como métodos para anestesiar o sacrificar anfibios y reptiles. Sin embargo, la mayoría de los autores han recomendado no llevar a cabo estas prácticas debido a la falta de evidencia de que la hipotermia produzca analgesia. Preocupa que la movilidad reducida o la torpeza asociada con la hipotermia resulte en una incapacidad para reaccionar a los estímulos aversivos, y temen que la formación de cristales de hielo en los tejidos pueda resultar en dolor.
Por último, un estudio de 2013 presenta la electroterapia como tratamiento para heridas superficiales en tortugas. El propósito de este trabajo fue ver si el tratamiento de optimización básica del tejido (TO-B) con el transportador radioeléctrico asimétrico (REAC) proporcionaba buenos resultados y se traducía en un tiempo menor de reparación de tejidos. Los hallazgos sugirieron que este tratamiento puede proporcionar ventajas sobre otros tratamientos tradicionales. Se concluye que induce la reparación del tejido sin causar un estrés severo al paciente, por lo que podría ser una terapia potencial. De esto se podría extrapolar que una duración más corta de las lesiones y una mejor curación podrían reducir tanto el tiempo que el animal siente dolor, como las posibles complicaciones que pudiesen acarrear dolor e incluso el dolor en sí. Aun con todo, todavía deben realizarse más estudios que apoyen dichas observaciones.
Un manejo adecuado también es importante a la hora de abordar el tratamiento no farmacológico del dolor. Se puede colocar un refugio adecuado en los recintos con el fin de reducir los movimientos del animal y, por tanto, su dolor. También sería adecuado poner, por ejemplo, una férula si el reptil presentase una extremidad traumatizada.