Ventajas De Los Animales De Apoyo Emocional

Desde que nacemos se nos enseña que a estar acompañados, pues ya sean nuestros padres, tutores o guías se encuentran pendientes de nuestras necesidades, esto no es una idea surgida de las actuales corrientes psicológicas, sino que ya las escuelas griegas consideraban esta necesidad, a tal grado que desarrollaron la figura del pedagogo un personaje con las cualidades necesarias para figurar como guía y soporte en las vicisitudes de la vida (Abbagnano, Nicola, Visalberghi; 1992).

Es importante contar con una figura rectora, sobre todo en los primeros años de vida, pues de acuerdo con los expertos es en la primera infancia cuando una serie de procesos psicoemocionales se forjan y de no realizarse a cabalidad puede producir repercusiones en los años venideros (Abbagnano, Nicola, Visalberghi; 1992).

Si se cuenta con una, guía es posible que el resultado sea favorable y el individuo en cuestión se desarrolle de forma funcional, sin embargo el caso a considerar es cuando esto no es posible, lo cual supone una serie de eventos desafortunados que pueden ir desde disfuncionalidades generales hasta graves problemas emocionales (Abbagnano, Nicola, Visalberghi; 1992).

Si bien el desarrollo de un individuo implica consecuencias las cuales no son posibles predecir (ya sean positivas o negativas), es posible proporcionar herramientas y mecanismos que establezcan un perímetro de seguridad en cuanto a las posibilidades (Abbagnano, Nicola, Visalberghi; 1992).

Es aquí donde los animales fungen como es guía que los griegos planteaban, no implica que sea posible sustituir a todos aquellos agentes de formación necesarios, sino que de acuerdo a un sinfín de estudios realizados el agregar un componente animal al proceso de crecimiento de un infante le da una serie de herramientas que por medios convencionales no le sería fácil obtener (Abbagnano, Nicola, Visalberghi; 1992).

Por principio de cuentas, un infante requiere establecer vínculos con su entorno y todo aquello relacionado con este, esto supone dos vertientes, la adaptación inmunológica y la adaptación cognitiva (Gomez, Atehortua, Orozco; 2007). La primera refiere a que en los primeros años de desarrollo los niños desarrollan una serie de estructuras bacterianas que lo hacen capaz de hacer frente a las enfermedades imperantes, a nivel pragmático el no desarrollar tal capacidad deteriora la calidad de vida del menor, por lo cual el introducir un animal doméstico en el entorno del infante crea una diversidad biológica en su flora bacteriana gracias a dicha interacción (Gomez, Atehortua, Orozco; 2007).

Después un niño en desarrollo es un agente que se encuentra en proceso de aprendizaje, donde no posee una abstracción suficiente de todos los elementos que lo rodean así como de los peligros que estos implican, pero gracias a intervención de una mascota (en especial los perros) es posible asimilar conocimientos de manera un tanto más fácil, puesto que los animales tienen un instinto natural y mejor desarrollado que el de los humanos a escapar del peligro e inclusive a auxiliar a su amo en caso de que este lo requiere (Muldoon, Williams, Currie; 2019).

Una vez que el infante madura la intervención de una mascota provee dos facilidades más, la primera referente al desarrollo motriz, puesto que una interacción con animales los específicos coadyuva al óptimo desarrollo de habilidades físicas, un claro ejemplo es la equinoterapia, práctica en la cual es posible estimular el cuerpo y sus funciones motoras a través del caballo y sus movimientos (Cabra, Hincapié, Jiménez, D.L., Tobón, Restrepo; 2011). La segunda y probablemente una las palpables es el desarrollo del sentido de responsabilidad, si bien la teoría dice que un niño no debe ser facultado con la responsabilidad de una mascota si es posible involucrarlo en el proceso de cuidado y educación, pues así desarrolla habilidades que involucran necesidades venideras en la edad adulta (Cabra, Hincapié, Jiménez, D.L., Tobón, Restrepo; 2011).

Hasta este punto se ha hablado de cómo influye una mascota en el crecimiento, sin embargo, no es la única forma de involucrar una mascota en los procesos psicoemocionales de una persona (Gomez, Atehortua, Orozco; 2007). Se ha demostrado que una mascota es capaz de ayudar a diversos problemas emocionales, sobre todo a aquellos que refieren a problemas de filiación, interacción y compañía (Gomez, Atehortua, Orozco; 2007).

Una persona en edad adulta puede presentar problemas para relacionarse con otras personas, es aquí donde las mascotas en especial perras y gatos favorecen la interacción de su amo con otros individuos a tal grado que los ayudan a socializar y encontrar intereses en común, comenzando por la mascota en cuestión (Gee, Mueller; 2019).

Las personas somos seres sociales, lo cual implica una necesidad inherente de compañía, y por una u otra situación existen periodos de la vida en que la soledad es inevitable lo cual puede iniciar procesos de depresión y desolación, lo que es evitable si se cuenta con la compañía de una mascota con la cual se tenga un vínculo afectivo, ya el animal en cuestión personifica un amigo, un compañero leal y afectuoso (Elder, 2019).

Todo lo anterior es la superficie de las ventajas provistas, y hay infinidad de problemas que un animal de compañía puede prevenir, a tal grado, que un animal puede ayudar a consolar grandes traumas y depresiones (Gee, Mueller; 2019). Por ejemplo, es bien sabido que los veteranos de guerra al volver a casa experimentas una serie de traumas emocionales que les dificultan reincorporarse a su vida normal; tal situación fue estudiada por el departamento de salud y el ejército estadounidense que desarrollaron un programa en que los veteranos con problemas emocionales recibían una foca animatronica, la cual imita gestos, sonidos y comportamiento del animal, dicho programa a demostrado progresos en la recuperación de los veteranos, pues estos manifiestan que la compañía y estimulación del animal robótico genera una sensación de bienestar y tranquilidad en ellos (Gee, Mueller; 2019).

Referencias

  • ALMINEN, E., & GREGORY, D. E. (2018). Animal Housing: Emotional Support Animals on Campuses. Journal of College & University Student Housing, 44(3), 46–61. Retrieved from http://search.ebscohost.com.dibpxy.uaa.mx/login.aspx?direct=true&db=a9h&AN=130008744&lang=es&site=ehost-live&scope=site
  • Powers, K. r. (2014). Dogs in dorms: how the united states v. university of nebraska at Kearney illustrates a coverage gap created by the intersection of fair housing and disability law. Creighton Law Review, 47, 363. retrieved from lexisnexis academic Database.
  • When Is an Emotional Support Animal a Reasonable Accommodation? (2019). Elder Law Report, 30(9), 8–7. Retrieved from http://search.ebscohost.com.dibpxy.uaa.mx/login.aspx?direct=true&db=a9h&AN=135768799&lang=es&site=ehost-live&scope=site
  • Cabra Martínez, C. A., Hincapié Garaviño, S. M., Jiménez Martínez, D. I., & Tobón Restrepo, M. (2011). Estudio descriptivo de los efectos que ejerce el perro como mascota en el desarrollo de la motricidad gruesa de infantes sanos de cinco años de edad. Revista Lasallista de Investigación, 8(1), 82–89. Retrieved from http://search.ebscohost.com.dibpxy.uaa.mx/login.aspx?direct=true&db=a9h&AN=79758074&lang=es&site=ehost-live&scope=site
  • GÓMEZ, Leonardo; ATEHORTÚA, Camilo y OROZCO, Sonia. La influencia de las mascotas en la vida humana. En: Revista Colombiana de Ciencias Pecuarias. 2007. Vol. 20, No. 3, p. 386.
  • Gee, N. R., & Mueller, M. K. (2019). A Systematic Review of Research on Pet Ownership and Animal Interactions among Older Adults. Anthrozoos, 32(2), 183–207. https://doi-org.dibpxy.uaa.mx/10.1080/08927936.2019.1569903
  • Muldoon, J. C., Williams, J. M., & Currie, C. (2019). Differences in boys’ and girls’ attachment to pets in early-mid adolescence. Journal of Applied Developmental Psychology, 62, 50–58. https://doi-org.dibpxy.uaa.mx/10.1016/j.appdev.2018.12.002
  • Abbagnano, Nicola, Visalberghi, A.. (1992). Historia de la pedagogia. México: Fondo de Cultura Economica.
06 July 2021
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