Análisis de la Obra 'Contra la Historia Oficial': Héroes Patrios

Introducción

El presente ensayo, ofrecerá una perspectiva necesariamente parcial, porque sólo se recupera un fragmento del trabajo de José Antonio Crespo en su libro “Contra la historia de oficial: Episodios de la vida nacional: desde la Conquista hasta la Revolución”. Así pues, sólo se revisó la introducción, y la parte del libro titulada “El legado colonial”, más específicamente, la sección sobre Hernán Cortés.

La estructura del texto fue armada, con una excepción, obedeciendo los temas sugeridos por el programa. En primer lugar, partiendo de nuestra interpretación del título y la portada del libro, se presenta el objetivo del autor, luego revisaremos los encabezados de las secciones a tratar y con lo que se presenta en el cuerpo del texto. En seguida, se hace una breve descripción de lo que son las fuentes primarias que son las entrevistas a los sobrevivientes y las secundarias que son los documentos en prosa que éstos redactan oficialmente. Por último, mencionaremos las cuestiones que desarrolla el autor sobre la forma en que comúnmente se maneja la historia oficial, finalmente, argumentaremos, de manera parcialmente independiente de Crespo, la forma en que puede ser benéfico el salir de este discurso oficial.

Por la relación entre estas cuestiones, y para disminuir la redundancia, se presentan en el ensayo de manera simultánea, bajo el título “cuestionando hacia una sociedad autocrítica”, en vez de seguir el orden sugerido como las demás secciones. Por último, se presentan unas conclusiones propias, en donde se muestra una crítica al propio Crespo, siendo así congruentes con su sugerencia de no aceptar ciegamente toda la información que se nos presenta.

Objetivos implícitos y explícitos

La obra es, explícitamente, de divulgación. Desde el título “Contra la historia oficial”, ya José Antonio Crespo nos comienza a anunciar el objetivo de narrar situaciones históricas que no se incluyen, o que incluso, contradicen, a lo que se maneja de manera común u “oficial” en el relato oficial de la formación del estado mexicano. Aunque no aparece el nombre del país en el título, la portada de la edición del 2010 incluye, junto con la silueta de la bandera mexicana, la mujer que representa la patria en algunos libros de texto de educación pública primaria de México, con un marco de letras cubriéndole los ojos a modo que sugiere un antifaz.

Ya entrando al texto de las lecturas como tales, nos encontramos con dos títulos de secciones que también tienen una carga que nos habla de los objetivos explícitos e implícitos del autor. La primera sección tiene el título “Introducción: crítica de la historia oficial” (Crespo, 2010, p.11), que hace eco al título del libro, pero al no tener la imagen, y al reducir la magnitud sugerida de “contra” por el de “crítica”, lo que sugiere es una justificación generalizada (y no sólo de México) a tomar una postura cuestiona lo que llama “historia oficial”. Esta idea del título se ve reforzada por dos epígrafes, uno hecho por el mexicano Octavio Paz, que implica que para que una nación pueda tener “visión”, requiere que su historia sea criticada. Su otro epígrafe es de Marc Bloch, el cual casi no es conocido por el público en general en México, sino tan sólo por los que estudian historia. Con estos dos autores, está implicando una intención de dirigirse a un público general, pero con un rigor que va más allá de lo superficial.

La segunda sección tiene el título “Cortés: un adalid maquiavélico” (Crespo, 2010, p.36). En esta ocasión el título no se sigue de epígrafes, pero posee otras sutilezas, como lo es la figura controvertida de Cortés bajo la representación del Príncipe que recrea Maquiavelo en su obra (Crespo, 2010, p.45).

En segunda instancia, tenemos la palabra “adalid”, que es un término utilizado en el español antiguo para designar a un puesto militar muy alto, que en la jerarquía monárquica se encuentra bajo el caudillo, actualmente se utiliza para referir a un líder muy señalado (RAE, 2001). Consideramos que, el autor ingresa este término con el objetivo de que se entienda en ambos sentidos: como un puesto militar, y como líder, independientemente del grado oficial.

Crespo presenta a Hernán Cortés como un personaje histórico digno de admiración por su astucia y no por sus valores morales o valentía. El lado atractivo del conquistador es que sabe ocupar su inteligencia para beneficio propio, pues, maneja la diplomacia por medio de mentiras y hace uso de la violencia para someter a los pueblos (Crespo, 2010, p.44). Por consiguiente, el objetivo del autor es mostrar que no por ser un villano de la historia, deja de haber cualidades dignas de admirar, o al menos, de reconocer, y que también se puede aprender de ello, en vez de, simplemente, despreciarlo.

Crespo nos muestra a un México propenso a las guerras internas, donde la mayoría de los indígenas le tenían desprecio al imperio de Moctezuma, por lo que veían en los españoles unos aliados antes que unos colonizadores (2010, p.41-42). Los mexicas eran ante todo tiranos que les desprendían de sus hijos para ofrecerlos a los dioses, esta perspectiva no se profundiza en la historia oficial, porque a menudo nos presentan una cultura, no diversas comunidades en guerra y en mi opinión es algo incorrecto ya que en la “historia oficial” no se dan ambas caras de los acontecimientos sucedidos por conveniencia o intereses sociales y políticos. (Thomas, 2002).

Algunos de estos relatos muestran como, sin negar que los españoles hayan hecho atrocidades, los indígenas también tenían su dosis de actitudes culturalmente reprobables, que probablemente se ve mejor reflejado en el hecho de que, aún después de tomar posesión de las tierras (de manera pacífica o a la fuerza), una de las amenazas más efectivas de los españoles era el de regresar a los habitantes al yugo de sus antiguos dueños, los mexicas (Crespo, 2010, p.42).

Una de las leyendas que comúnmente se usan para representar lo injusto que pueden ser los intercambios cuando hay un grupo con poder en él, es el de que los españoles cambiaban espejos por oro a los indígenas. Crespo nos muestra otra perspectiva sobre este relato: los intercambios eran justos, porque ambos daban lo que consideraban basura, a cambio de algo que era escaso en su civilización o contexto. Esto nos revela otro de los objetivos implícitos del autor: mostrar que, en vez de simple abuso, todas las partes buscaban su beneficio, aprovechando la ignorancia de las otras partes, y que eso, al ser natural resultado del choque cultural, no debería de considerarse injusto. Presiento, que en general, la idea plasmada por Crespo es cierta si ves el otro lado de la moneda, la cuál en la “historia oficial” no se enseña por obvias razones de nacionalismo haciendo defensa a los indígenas y enemigos a los españoles por usurpar y ambicionarse con el oro mexica. , pero si mostrar el interés indígena que pudo haber por los espejos.

Fuentes primarias, secundarias, y la obra a tratar

Las fuentes primarias son las entrevistas a sobrevivientes, los periódicos y publicaciones que se han realizado sobre los hechos históricos. Este tipo de fuentes son imprescindibles cuando se hace investigación histórica, por eso la antropología las considera cuando pretende hacer las reestructuraciones narrativas que integran al contenido de los libros de historia. Sin embargo, las fuentes primarias no están libres de entrar en contradicción, pues cuando las fuentes de información están bajo el dominio de quienes están en el poder sus recursos podrían generar un correlato que, posteriormente se convertiría en “historia oficial” y es lo que hoy se vive en muchos centros de enseñanza e instituciones ligadas a la Secretaría de Educación Pública.

Las personas que no somos especialistas, ante tanta información para recuperar, comparar y revisar críticamente (incluyendo la que se intenta ocultar por quienes están en el poder), nos vemos, por lo tanto, en la necesidad a recurrir a las fuentes secundarias, y a depender del pensamiento crítico, así como a la comparación entre distintas fuentes, para poder obtener una imagen general de los sucesos, pero siempre con menos detalle, sin confiar 100% en el texto, ni en la buena voluntad del autor ya que su forma de pensar puede darle un sentido a los relatos, que si se utilizaran fuentes primarias. Finalmente, los distintos tipos de fuentes que existen son favorables para obtener diferentes perspectivas u opiniones de lo sucedido y acreditado por los autores. Es relevante que existan muchas fuentes con acceso a información nueva y diferente, pero el problema es cuando todas tienen algo diferente y es ahí cuando el lector interviene para interpretar lo que cree a su conveniencia y forma de pensar.

Por otro lado, las fuentes secundarias unifican la diversidad de versiones, complementarias o contradictorias, por lo que dejan claro el orden y la relación entre diversos sucesos. Muchas veces estas fuentes manejan la historia a su conveniencia y hacen de los héroes patrios verdaderos ejemplos a seguir, algo así como una ideología política, en este sentido, la historia del mundo es la biografía de los grandes hombres actores de dichos cambios (Segovia en Crespo, 2010, p.15).

La obra en cuestión “Contra la Historia Oficial” es un hibrido de ambas fuentes, dado que no es una fuente secundaria porque incorpora testimonios de viva voz de los sobrevivientes, pero tampoco, se remite a anécdotas para argumentar las ideas más importantes, como la visión de Cortés como conquistador astuto. Aunque, las fuentes de Crespo son, en algunos casos secundarias, sin embargo, la obra afirma algo nuevo desde un acercamiento distinto, que sería la visión de los héroes patrios, pero desde otra perspectiva. Por supuesto que tiene limitantes, porque cambia en muchos aspectos la “historia oficial” y con respecto a otras versiones (La visión de los vencidos, Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España o Historia General de las cosas) por lo que no podemos saber con exactitud lo que en verdad paso y para eso utilizamos un pensamiento crítico. Así mismo, la ideología del autor influye en su forma de escribir y de representar sus ideas ya que puede manipular la historia.

Cuestionando hacia una sociedad autocrítica

En su introducción, Crespo (2010, p.11) critica el sentido de “la historia de bronce” de Nicolás Maquiavelo y con ello, el hecho de que se enaltezcan las figuras históricas como héroes o incluso dioses. Así pues, las naciones en su afán de inyectar el sentido nacionalista a sus ciudadanos violan al verdadero sentido de la verdad, por lo que, desaparece cualquier posible utilidad del conocimiento de nuestro pasado.

Crespo considera, perjudicial que, la historia oficial sea obligatoria y que, se reprenda a aquel que sobaje el valor de los héroes patrios. Porque, de esta forma, los gobiernos legitiman su poder con una historia mutilada, como lo hacía el mismo Napoleón (Crespo, 2010, p.16). En suma, para ejercer la democracia de una manera más informada y responsable es indispensable, conocer versiones más completas de la historia de nuestro país, porque así se puede ejercer una crítica hacia las personas en el poder y aunque se haga, es dudoso que cambien de parecer por su forma de pensar y de tener una visión nacionalista y propia.

Crespo considera que, se debe dejar de utilizar villanos para oponer las acciones o las hazañas de los héroes y sublimar el resultado, sino que se les tiene que presentar como humanos complejos o como el resultado de la situación sociocultural de la época, región y situación en la cual se desarrollaron (Crespo, 2010, p.23). La enseñanza de la historia oficial depende de la construcción de villanos, ya que, la nación es el resultado infalible del triunfo de los héroes y, por lo tanto, para instaurar el gobierno actual. Yo pienso que la “historia oficial” comete un error al no mencionar a los villanos, ya que un conflicto surge entre dos personas o naciones, no de una sola y en su contenido sólo se menciona la parte heroica que haga conveniencia a la persona en el poder y al monopolio de ideología del estado.

Debemos, en cambio, reconocer que somos el resultado de un proceso complejo, que aún no ha terminado, por tal motivo debemos influenciar positivamente a nuestro medio para mejorar, en vez de asumir que, los héroes ya hicieron el trabajo completo de erigir una nación. Nos resulta interesante que, en su crítica no define exactamente qué significa el término “historia oficial”, puesto que, esto da a entender que, somos jóvenes educados con versiones de la historia donde lo que nos dicen los libros no siempre corresponde con lo que dicen los maestros o lo que vemos en la sociedad, es por ello que, al final esta imprecisión nos ayuda a elaborar nuestra propia noción e identidad pero en conformidad con las ideas centrales del autor y de lo que nos han enseñado previamente.

Actualmente, vemos a la historia oficial como un conjunto de mitos y leyendas, donde la realidad se pierde con la ficción, pero que forma parte de nuestra identidad y que puede cambiar al madurar. Conocer una historia más completa, nos ayudará, entonces, a tener consciencia de los errores, y los resultados de dichos errores, que se cometieron al tomar decisiones desde todas las perspectivas posibles del espectro político. Idealmente, esto nos ayudaría a generar unión con los demás ciudadanos y personas del mundo, al notar que no hay razas o espectros políticos superiores, que no hay villanos y héroes, sino intereses encontrados, y que tanto ganadores como perdedores forjaron lo que ahora somos como seres humanos.

Conclusiones

Si bien, en términos teóricos es adecuada la propuesta del autor, que sería una crítica de la historia a partir de una noción maniquea entre héroes y villanos, entonces, la manera en que lo hace, cuando menos en la sección asignada de Cortés, es en sí misma cuestionable. En este caso, al dedicar tanto espacio para describir la forma en que se usaba el canibalismo, en vez de sólo hacer mención de que existía, así como algunas de sus implicaciones culturales, lo que hace el autor es el alimentar el morbo en el lector, sin que este necesariamente obtenga una mayor comprensión de la situación cultural en donde se hacen estas prácticas y sucede todo lo contrario cuando temas así se mencionan en la “historia oficial”, ya que no se divulga tal exactitud de los hechos acontecidos por razones políticas y sociales. Cómo por ejemplo, para niños pequeños es correcto que cambie la forma del lenguaje pero no la forma de contar la historia que sucedió y en ese caso manipularla por intereses ideológicos y nacionalistas.

Claro, el autor no está presumiendo dar una cuenta sin sesgos, al contrario, acepta que está dando una versión diferente (incluso, contraria) a la versión oficial. Pero al ser tan claro que se está dando, no sólo una opinión, sino también un juicio moral, las alertas que hace el autor hacia la aceptación de la historia oficial, deben alzarse hacia su propio trabajo. La ausencia de fuentes en el cuerpo del trabajo, justificado por Crespo en el hecho de ser una obra de divulgación, es otra razón para tener especial cuidado con esta obra.

Pero, de nuevo, nada de lo anterior cambia que la premisa teórica, que la historia debe poder ser criticada, sea válida. Sin embargo, me atrevo a terminar con una pequeña defensa de la historia idealizada: la importancia de las historias para la educación. Historias mitológicas contadas en el aula, por ejemplo, Los Niños Héroes, tienen valor como parte de la formación de identidad nacional. Son historias que queremos que se distribuyan entre los niños, que queremos que se sientan orgullosos, y cargar ese orgullo aún después conocer mayores complejidades en la narrativa. El mito de Los Niños Héroes también muestra un ejemplo a considerar al distribuir estas narrativas: disminuir la importancia de quien es el enemigo. Al contar el mito, no se acostumbra a decir que se está luchando contra una invasión de Estados Unidos de América, ni contra qué presidente o general es la batalla, sino que, simplemente, se lucha “por la patria”. Cosa que no sucede en el caso de la conquista española, sobre la que se enfoca la lectura, que hay una noción clara en la narrativa común de que los españoles “nos” conquistaron, y se pierden en ellos muchas sutilezas, como el que, probablemente, afroamericanos y europeos forman parte de nuestros ancestros en igual o mayor grado que los indígenas, con los que la historia oficial nos tiende a identificar. Mientras exista la historia oficial que los profesores deben dar, lo que deben hacer estos, cuando menos, es tomar responsabilidad de que se están haciendo relatos para que los alumnos asimilen y compartan, y que con ellos también se debe forjar lo que sucederá cuando toque el momento de abandonar estos relatos, madurar y formar una identidad.

Para cerrar, agradezco que nos enseñen a cuestionar e investigar más allá del discurso superficial de la historia de México, y me llevo también la intención de averiguar aún más de lo que nos enseña, explícita o implícitamente, alguien que publica para ir en contra de ella.

Referencia Bibliográfica

  1. Crespo, J. A. (2010). Contra la historia oficial: Episodios de la vida nacional: desde la Conquista hasta la Revolución. México: Editorial Debate.
  2. Machiavelli, N. (1531). El Príncipe. Traducción de A, Zozaya en 2015. FV Éditions.
  3. Referencia Mesográfica
  4. Real Academia Española. (2014, 22 de octubre). Adalid. En Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Recuperado el 22 de septiembre a las 21:31 horas desde:  http://dle.rae.es/?id=0gkZo1d
  5. Thomas, H. (2002, 04 de diciembre). México, los aztecas y los conquistadores españoles. El País. Recuperado el 22 de septiembre a las 21:35 horas desde:  
01 August 2022
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