Cualidades y Representación De Los Héroes en Distintas Novelas

Introducción

El estudio que representa la figura del héroe parece a simple vista una tarea fácil y, sin embargo, no lo es en absoluto. La definición del DRAE lo vincula a “antiguos paganos” y le hace hijo de un dios o una diosa y de sus amores con un ser humano. Pero también le otorga prestigio e integridad y le convierte en un personaje prominente en la epopeya. Es, pues, un ser especial no comparado a los hombres normales que pueblan el mundo real. En la tradición clásica tiene el héroe otros atributos o vinculaciones; entre ellos su vinculación con las guerras, con las virtudes del heroísmo y las propiedades históricas y simbólica; es una figura ejemplar. 

Desarrollo

Si, se observa, en general, la novela en la democracia en España deberíamos cuestionarnos sobre la conveniencia de designar a los personajes como héroes o antihéroes, reflexionar sobre la validez sin reservas de la sinonimia del personaje principal y héroe, y en todo caso, especificar y sistematizar el uso del término en la ficción actual de la lengua española. La figura del héroe es proteica como el mito y se ha ido adaptando a la sociedad y a las necesidades espirituales que requería cada época porque, según los postulados de la psicología, todos los símbolos provenientes de la mitología.

Es decir del origen del héroe, son productos de la psique y, por tanto, los hombres son portadores de ellos. Freud Jung y sus seguidores “han demostrado irrefutablemente de la lógica, los héroes y las hazañas del mito sobreviven en los tiempos modernos y se manifiestan en los sueños” (Campbell). Si en la Antigüedad los héroes significaban la capacidad del hombre para luchar contra los dioses y las pruebas negativas de la vida, reafirmando en la lectura su valor, en el siglo XVII, por ejemplo, Baltasar Gracián prometía en el prólogo en el héroe.

Ofrecer al lector un varón heroico que reuniese una serie de cualidades como la prudencia, la sagacidad, y la belicosidad; debería de ser también filósofo y buen político. Como ejemplos históricos citaba a Séneca, Esopo, Aristóteles, y Tácito. Es decir un héroe construido con las cualidades que aspiraba el Barroco. En el siglo XIX, el historiador Thomas Carlyle opinaba que un héroe debe de tener un resplandor que comunique con las almas “un sentimiento de cordialidad hacia todas las cosas”, propugnaba a sí mismo el “Culto a los héroes” y desde el principio valoraba una cualidad esencial que atribuía a Odín: la intervención de las Runas.

El alfabeto escandinavo y la poesía. Así pues, ya la mitología escandinava surge un dios heroico como hacedor de la literatura, un poeta, un escritor, idea, por otra parte, íntimamente relacionada con la concepción prometeica del tan afín al Romanticismo. Encontramos así la unión entre el mito, la literatura, y la función del dios benigno y colaborador de los humanos en beneficio de estos, y sobre la que volveré a tratar en la novela de Ignacio Martínez de Pisón, Enterrar a los muertos. En nuestros días deberíamos preguntarnos qué es un héroe.

Y si queremos enfrentar la ausencia factual de los mismos debemos remitirnos a las famosas palabras de Nietzsche en Zaratustra: “Muertos están los dioses”, con las que el filósofo se refiere a la destrucción de los ciclos tradicionales y míticos que habían existido hasta la llegada del progreso y de la industrialización de la sociedad, a los que hay que adicionar el influjo de la investigación y desarrollo de las ciencias que, como dice Campbell, “han transformado la vida humana en tal forma que el universo intemporal de símbolos hace mucho tiempo dados ha sufrido un colapso.” 

Desde la segunda mitad del siglo XIX, cuando ya en la literatura surgió después del Romanticismo se había consagrado la figura del antihéroe, la vida para el ser humano ha cambiado tanto que Dios y la religión, asociada a esta política y propagandística de la misma, no son soportes del mundo; como consecuencia desaparecen los valores tradicionales que portaban los héroes y solo nos quedan, según reflexiona Campbell “los patriotas cuyas fotografías banderas pueden verse en todas partes-sirven como ídolos oficiales” y apostilla: “la primera tarea del héroe es vencerlos”. 

Es también un largo y profundo proceso que recorre la literatura y solo tenemos que mirar a los personajes, que pulula, por ejemplo, en las novelas del último siglo, a los que José Belmonte Serrano denomina “héroes cansados” (Pérez-Reverte), porque aparecen marcados por una visión escéptica y nada optimista del mundo; es decir, son los antihéroes, los protagonistas principales. La novela moderna ha roto, junto con la sociedad y la psicología de sus competentes, con el héroe glorioso, y hay que volver a citar a Campbell cuando dice:

Se ha dedicado a hacer una acción valerosa y exacta de las figuras difusas, enfermizas y rotas que pululan ante nosotros, a nuestro alrededor y a nuestro interior, donde se ha reprimido el impulso natural de protestar en contra del holocausto, de proclamar las culpas o anunciar las panaceas, ha encontrado realización la magnificencia de un arte clásico más potente para nosotros que el arte griego: la tragedia realista, íntima e interesante desde varios aspectos, de la democracia, donde se muestra al dios crucificado con su cara lacerada y rota en catástrofes no solo de la casa sino de los hogares más comunes. 

Se ha quebrajado el vínculo entre el aspecto espiritual y fático, entre el héroe como encarnación de Dios y su función en la tierra como ser social, comunitario y el ser humano en nuestros días. La sociedad del positivismo es global, sin frontera, sus ideales pragmáticos. En ella carece de significado se ha convertido en un organismo ergonómico-político exclusivamente, seglar, material, en e, que la cultura tradicional y todos sus símbolos decadentes, sobrantes. Y esta sociedad no puede salvar ni engendrar a un héroe porque en el que debería guiarla y salvarla. 

En esta sociedad en la cual “no parece tan extraño que hoy pueda juzgarse con cierta malicia a aquel que aun lucha por sus ideales trascendentales, por sueños de difícil alcance.” Dice Rafael Cózar. Y de igual manera, en ella se crea una literatura habitada por personajes carentes de moral y de valores, malvados, triunfadores económicos en su mundo de ficción pero más atractivos para el lector, y por eso, desde un punto de vista económico, mucho más interesantes. Sin embargo, a pesar del panorama que presenta la sociología y la psicología.

Se percibe en nuestra sociedad una gran nostalgia y búsqueda de tanto en personajes reales como tanto en ficticios. Solo hay que mirar a los tipos fantásticos del comic, de los dibujos infantiles y del cine infantil, a los posibles héroes de todas las guerras europeas, de muchas letras musicales, del teatro, de los cuentos, de la guerra de los mundos y las invasiones extraterrestres, por citar algunos; héroes fantásticos así mismos en mundos maravillosos y virtuales. Pero también se evidencia en el interés y estudio del tema en materias como la filosofía, la psicología, la narrativa, etc. 

Igualmente en las múltiples páginas que el tema general en internet, en donde se pueden encontrar ejemplos tan variopintos como Ronald Reagan, José María Aznar, el corredor de Fórmula 1 Fernando Alonso o el derrotado candidato a la presidencia de Estados Unidos McCain, por nombrar algunos, nominados y presentados como tales. Es decir, la sociedad actual busca nostálgicamente héroes y los encuentra y selecciona entre los que aparecen habitualmente en los medios de comunicación. En todo caso, dichos personajes de fotografía rodeados de banderas, se corresponden con los ídolos oficiales presentados más arriba por Campbell.

En la página que siguen se cuestionarán a que se deben conductas como la de Miralles en la novela Soldados de Salamina John Dos Pasos en Enterrar a los muertos; qué función intentan tener en nuestra sociedad cuando a través de ellos se mantiene un pulso entre los héroes oficialmente que lo han sido o lo son y ellos, que se los mire por donde se los mire, solo son personajes,-el carácter ficticio/real de los mismos carece de importancia- que en un momento de su vida siguieron un camino que en las sociedades y literaturas antiguas hubiera sido marcado y presentado como heroico. 

Conclusión

Se podría pensar que el héroe primordial de nuestra sociedad es aquel que se contrapone a la figura del héroe público o político. Y en cierto las dos novelas arriba citadas, ejemplos emblemáticos de la literatura de dosificación, responden a una reflexión sobre el personaje del héroe y lo contraponen a un tipo de ente heroico oficial y por lo mismo vulnerable a ser tomado como tal en nuestra sociedad. Por último, me detendré en El Capitán Alatriste, de Pérez Reverte por ser un modelo histórico, perfectamente caracterizado para serlo en el imaginario colectivo de los lectores, pero sobre todo por el uso del término héroe que el escritor cartaginés desarrolla teóricamente en entrevistas y escritos en su narrativa.

17 February 2022
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