Análisis de Los Vikingos Y Sus Expediciones A La Península Ibérica
Lo que nosotros conocemos como ‘período vikingo’ abarca solo su momento de mayor actividad e influencia en el mundo, según lo han establecido los historiadores. Así, se les da a los vikingos un período de reconocimiento exclusivo para ellos que les permita llegar al nivel de Grecia o Roma.
Para establecer una cronología en la que tanto historia como historiadores estén de acuerdo, se proponen como fechas de inicio y de fin; el año 793 con el ataque vikingo al monasterio Lindisfarne en Northumbria (Inglaterra) y el año 1066 con la derrota del rey noruego Haraldr en la batalla de Stamford Bridge y la posterior victoria de Guillermo de Normandía en la batalla de Hastings.
Lo que actualmente se conoce por ‘vikingo’ no es más que el resultado de múltiples nombres atribuidos a esta gente del norte de Europa.
En un origen, el término que se utilizaba del nórdico antiguo, ‘vikingr’ era empleado para referirse a las actividades de piratería y no a personas.
A lo largo de la historia las fuentes se han referido a ellos de infinitas maneras, pues no tenían un nombre que los definiera ni los aunara en comunidad. Entre estos nombres encontramos los dados por cronistas ingleses: ‘daneses’ (Deniscan), ‘paganos’ (heðen), ‘hombres del norte’ (Norðmanna). Este último fue el nombre más empleado por los cronistas cristianos europeos, traducido como ‘hombres del norte’ o como ‘normandos’. Entre otros términos que se les atribuyeron.
Otro motivo por el que recibieron tantos nombres es porque llegaron a contactar con muchas civilizaciones, dejando en ellas una marca tan profunda que se reflejaría en la historia de la civilización.
La investigación de esta época se ve ralentizada por la escasa documentación de textos, pues los vikingos difundían sus relatos de forma oral y su escritura rúnica es complicada de entender. Solo los textos que han traducido cronistas europeos son los que se toman como referencia más exacta, aunque siempre se da de los vikingos una visión de personas crueles. En cuanto a restos arqueológicos solo se encuentra la llamada Cajita de San Isidoro, un artefacto de forma cilíndrica ornamentalmente rico y tallado en asta de ciervo, datado de finales del siglo X y que se conserva en el Museo de la Real Colegiata de San Isidoro de León. Se desconoce cómo llegó esta ciudad. Pudo haber sido tomada por algún miembro de una expedición que atacase estas costas o, tal vez, fue una ofrenda a San Isidoro dejada por algún peregrino.
En el año 793 se produjo el primer ataque vikingo en territorio extranjero. Fue en el Monasterio de Lindisfarne, situado en Inglaterra. A partir de aquí, los vikingos hicieron ofensiva tras ofensiva.
La primera expedición vikinga en la Península Ibérica llegó a las costas de Asturias en el año 844. Fueron divisados por primera vez cerca de Gijón. Luego se dirigieron a las costas gallegas y a continuación siguieron por la costa atlántica de norte a sur, hasta llegar a Sevilla por el río Guadalquivir. Desde aquí atacaron ciudades como Coria, Medina-Sidonia y Niebla. En todos los lugares causaron numerosos daños, tanto materiales como en vidas humanas. Pero al final fueron derrotados por el ejército musulmán antes de su llegada a Córdoba. Los vikingos sufrieron grandes pérdidas y no tuvieron más remedio que retirarse, aunque en su camino de vuelta siguieron realizando diversos saqueos. El nombre con el que eran conocidos en Al-Ándalus era «mayus».
La siguiente expedición vikinga llegó a las costas gallegas en el año 858 y cuyo destino era Santiago de Compostela. El trayecto fue a través de la Ría de Arosa, saqueando Iria y asediando Santiago de Compostela. Pero entonces fueron derrotados por el ejército cristiano en un duro combate en el que los vikingos sufrieron cuantiosas bajas y se vieron obligados a levantar el sitio e irse del lugar. Esta incursión vikinga tuvo como consecuencia el cambio de la sede del obispado a Santiago de Compostela, que en un futuro se convertirá en la ciudad por antonomasia de las peregrinaciones.
En los años siguientes se sucedieron los ataques a las costas de la Península, sobre todo en la zona norte. Aunque cada vez con menor crudeza y con más espacio en el tiempo. La amenaza de su presencia hizo que cristianos y musulmanes construyesen, a lo largo de sus costas, una serie de emplaces defensivos para defenderse de sus ataques provenientes de las costas. Entre los cristianos destacaron los castillos y por parte de los musulmanes las torres fortificadas.
La imagen tradicional que conservamos de los vikingos es la de una masa de guerreros crueles, piratas fieros que aparecían con sus barcos para atacar monasterios y ciudades, donde robaban todo lo que encontraran de valor, además de asesinatos y destrucción. Sin embargo, esta imagen no contiene toda la verdad y se debe sobre todo a que durante mucho tiempo solo se han informado sobre los aspectos más deplorables de su historia. Lo que no se cuenta, es que podían legar a ser tan refinados como sanguinarios, pues su peculiar arte presenta una complejidad digna de un pueblo como los vikingos. Además, apreciaban los objetos de lujo, como se puedo en sus expediciones de pillaje.
Los motivos que impulsaron a los vikingos a llevar a cabo sus expediciones fueron muy distintos. Pudieron ser circunstancias como la pobreza, el aumento de la población, la falta de tierras, la necesidad de vender productos, el afán de conquistar y poseer tierras, o la curiosidad de descubrir nuevas tierras y navegar por otros mares. Las expediciones vikingas no tuvieron en su totalidad ningún motivo firme que permita afirmar la existencia de un fenómeno de expansión vikinga.
Los vikingos eran grandes maestros militares cuyas técnicas basadas en ataques sorpresivos, les permitieron enfrentarse a fuerzas supuestamente más potentes y obtener victorias. Para ello, aparte de sus cualidades guerreras, poseían una gran organización y una rígida disciplina.
Allí donde llegaban los vikingos ganaban, pero no ocurrió lo mismo en la Península Ibérica, tanto los cristianos como los musulmanes fueron tenaces en su decisión de expulsarles.
Por lo tanto, los ataques vikingos no alcanzaron nunca la misma fuerza desestabilizadora que tuvieron en el resto de Europa. Nunca tuvieron bases estables debido a las presiones de las fuerzas locales, viéndose obligados a abandonarlos.