Como La Actuación Del Arte Puede Salvarte La Vida
Lo verdaderamente hermoso del arte es la capacidad que tiene de salvar tu vida. Recientemente, leí una publicación en internet que me hizo pensar bastante; la publicación planteaba esta pregunta: ¿para qué sirven los artistas? Porque si lo pensamos bien, los artistas no sirven para nada estrictamente práctico: los doctores curan las heridas y sanan las enfermedades, los abogados nos ayudan con nuestros problemas legales, los contadores nos ayudan con nuestros problemas financieros.
Entones, ¿y los artistas? ¿A caso no sirven para nada?
La respuesta es bastante sencilla, los artistas te llenan el alma y te curan el corazón, los artistas pintan de luz tus días y hacen tu realidad un poco más soportable, los artistas te hacen reír, llorar, experimentar desde los sentimientos más abyectos y sucios hasta los sentimientos más sublimes con una canción, una pintura, una poesía, un espectáculo; porque los artistas en sí, son un espectáculo, un espectáculo que te hace vibrar, te hace sentir vivo y te hace derramar lágrimas de sangre, si se trata de verdadero arte.
Y a todo esto, ¿qué es el verdadero arte?
Stanislavsky, en su libro “un actor se prepara”, nos habla sobre este cometido con respecto a uno de los artes que más admiro por su manera de contar historias, de criticar, de decir verdades, de mentir… pero todo relatado de una manera que nos hace sentir sinceridad, de una manera pura que nos hace creer en ello fuertemente, sí, estoy hablando del teatro.
Lo cierto es que aparentemente ser un actor de teatro es bastante fácil, se necesita un poco de vestuario, aprenderse los libretos, poner un poco de emoción y actuar natural; pero con esto no podemos estar más equivocados; es decir, esto es válido para fingir ser un actor, pero no para serlo. Un actor necesita pasión, amar lo que hace y vivir lo que hace, pero a veces esto ni es fácil ni es suficiente.
No se puede crear siempre subconscientemente con inspiración. En todo el mundo no existe un genio capaz de ello. Por eso nuestro arte nos enseña primero a crear conscientemente y en forma concreta, porque así preparamos mejor el florecimiento del subconsciente, que es inspiración.
Y es que pensar que ser un actor consiste simplemente en tener inspiración a la hora de trabajar en su personaje es un error bastante común, porque trabajar en serio en un personaje implica muchísimo más trabajo que eso y conseguir la inspiración incluso más.
En el arte del teatro y en el arte en general uno construye la trayectoria de 0 a 100, uno aprende que primero necesita entender las cosas básicas, las cosas académicas para después llegar al punto de poder quemar todo eso y hacer lo que su verdadero ser le manda, lo que su inspiración le dicta, porque esos momentos de inspiración maravillosa son contados y para alcanzar este punto alto en el que la inspiración nos permita representar de manera bella y casi indescriptible un personaje, primero se necesita trabajar en ello.
Con esto, Stanislavsky no niega que la inspiración es fundamental en el arte del teatro, pues es absurdo pensar esto, un actor que no posea inspiración, creatividad, emoción y que sienta su papel en la piel, se convierte un uno de los mayores problemas para sus compañeros actores y es ser un actor mecánico.
Es ese tipo de actor que incluso puede llegar a representar todo de manera correcta desde su entrada hasta su salida en el escenario pero que no tocará el corazón de sus espectadores porque cada uno de sus movimientos son prácticos, fríos y aunque los intenta esconder detrás de convencionalismos del teatro que lo harán un poco más cálido, finalmente no sigue siendo lo suficientemente fuerte para hacer a una persona derramar lágrimas de emoción, lágrimas de risa u obtener una ovación de pie. Y si al principio mencioné que el objetivo del teatro era tocar el corazón de las personas, un actor tan pragmático como este no logrará eso ni muchísimo menos; entretiene, eso es seguro, pero eso no es arte.
Y esto Stanislavsky lo plantea con unas palabras bastante sabias: “Con la ayuda de su cara, mímica y gestos, el actor mecánico ofrece al público solo una máscara muerta de un variado surtido de efectos pintorescos que pretenden retratar toda clase de sentimientos por medios externos”
Precisamente los mismos medios externos que no le serán de mucha utilidad si no los complementa con sentimientos puros y reales, y en su lugar los marca tan fuertemente que termina no siendo creíble para nadie, y si el público no es capaz de creer en esa realidad que los actores le presentan, ¿entonces cuál es el objetivo de la función?
Porque el espectador necesita ser capaz de ver a través del cuerpo del actor una realidad que este quiere mostrarle para lo que es imprescindible que el actor sea un buen observador. En el momento del espectáculo a un espectador no le interesa la persona que está representando el papel sino el personaje que da vida a la historia que llegó a ver al teatro. Pero para que el espectador pueda percibir esta realidad (quizá verdadera, quizá ficticia, pero realidad al fin, que quiere creer, que quiere disfrutar y que quiere sentir) es necesario que el actor posea la capacidad de dejar entrar a otra persona en sí mismo, física y espiritualmente, convertirse en ese personaje en el momento que sube al escenario y da lo mejor de sí.
Sin embargo, en el camino para convertirse en un actor, muchas de estas personas lo olvidan, olvidan que lo maravilloso de actuar es que puedes lograr ser alguien más siendo tú mismo a la vez, dejar las cargas atrás, dejar todo atrás solo por un efímero momento, vivir la vida de alguien más y experimentar toda clase de emociones solo dejándose llevar y permitiendo que esta nueva persona te guíe.
Pero como menciono antes, ellos lo olvidan y fingen ser este personaje cuando en realidad siguen siendo solo “la persona que está actuando”; y es un error tan terriblemente tremendo seguir siendo la misma persona cuando se pretende ser alguien más, porque sentirlo así hace que se pongan en evidencia y salga a la luz del escenario evidencias que dan a entender que quien está en el escenario es una persona que no siente su papel y un actor que quiere brillar con su propia persona, resaltar lo bello y lo bueno de sí, dejando de lado su verdadero objetivo. Y querer destacar tus virtudes al final no tiene nada que ver con el mundo de la actuación.
Desgraciadamente nuestro arte es utilizado con fines personales. Usted lo hace para mostrar su belleza, otros para lograr publicidad o éxito externo o para tener una carrera. En nuestra profesión estos fenómenos son comunes, y les ruego se abstengan de ellos. Porque tratar de sacar provecho del teatro que se crea, tratar de comercializarlo o tratar de utilizarlo para fines egoístas hace que no merezcas llevar el calificativo de actor, es más, el arte te repudia por tratar de hacerlo, porque de esa manera lo conviertes en algo sucio, en algo sin valor.
Y la mayoría de los artistas son denominados “artistas” precisamente por pensamientos contrarios a esos, porque saben que, si el teatro no les va a dejar demasiados ingresos económicos, sí les va a dejar una recompensa y muchísimo mayor, que son esos momentos de felicidad y experimentación tan difíciles de encontrar en la vida de carreras o empleos más sobrios.
Actuar sin sentimiento en una obra debería considerarse un crimen, una ofensa para el teatro, al igual que actuar sin propósito, porque a la larga el propósito y la intención de cada movimiento y de cada gesto del actor es lo que genera la verdadera veracidad del espectáculo. Y es que Stanislavsky nos decía que había algo que debíamos fijar en nuestra memoria:
En el escenario no puede haber en ninguna circunstancia, acción alguna encaminada a despertar un sentimiento por el solo hecho de hacerlo. El ignorar esta regla solo induce a la más odiosa artificialidad. Cuando elijan alguna parte de la acción dejen a un lado el sentimiento y el contenido espiritual. No traten nunca de estar celosos o de hacer el amor o de sufrir por el hecho en sí.
Porque cuando el actor le da una razón de ser a cada una de sus acciones, las escenas se vuelven más auténticas, pues el artista ha entrado al fascinante mundo de la imaginación y los espectadores podrán creerla sin demasiado esfuerzo.
Qué interesante poder llegar a realizar esta tarea y que fluya de manera natural, que las suposiciones empiecen para cada mínimo movimiento que se da en la obra, porque al igual que en la vida real, las situaciones se sienten vacías y triviales si no tienen un objetivo que alcanzar. Sin lugar a dudas el trabajo de un actor es admirable y para nada sencillo. Ahora entiendo la importancia de las suposiciones en el teatro y porqué es tan importante construir la vida del personaje y al personaje mismo a través de su psicología.
En consecuencia, el secreto del efecto del si yace principalmente en el hecho de que no utiliza ni la fuerza ni el temor, ni obliga al actor a hacer nada. Por lo contrario, le otorga confianza mediante su honestidad y lo estimula a confiar en una supuesta situación. La mejor arma de los actores seguramente es su imaginación, no puedo imaginarme un actor sin imaginación, pues es definitivamente esta la que determina de qué clase de actor se trata y cuáles son sus límites y capacidades.
Particularmente, hay una de las lecciones que el director le dio a sus aprendices en el libro que me gustó bastante. Citaré un pequeño fragmento a continuación para entender mejor de qué estoy hablando:
– ¿Qué puede hacer un árbol para salvarse cuando está arraigado a la tierra e imposibilitado de moverse?
– Para mí, su excitación es suficiente- dijo el director con evidente satisfacción.
El efecto que produjo en mí esta lección fue increíble, sobre todo porque la relacioné con mi primera experiencia actuando, exactamente en la clase de actuación del periodo pasado. Y quizá parezca un poco absurdo relacionar esta invaluable lección con una actuación en la que era un personaje relativamente pasivo que aparecía en el escenario durante medio minuto para decir tres palabras, pero así es y es tal cual lo que yo sentí y también lo que espero que se haya visto reflejado en escena.
Y es que yo logré entender que incluso las escenas más simples y cortas están llenas de vida, el simple hecho de pararse en un escenario provoca que tu interior se encienda y que emociones como excitación y éxtasis se apoderen de ti; y es en ese momento que la actuación de ese personaje deja de ser pasiva, porque todo eso que está sintiendo por dentro, se refleja en sus ojos, en esa ventana del alma que poseemos. Porque cada pequeño acto en la escena por minúsculo que sea, permanecerá en la memoria del actor y de aquellos que observaron la escena, si ésta está ejecutada con sentimiento y principalmente, reflejando verdad. Sin embargo, para que el público pueda llegar a creerme mientras actúo, yo necesito antes creer en mí y creer fielmente en lo que quiero mostrar, dejar de verlo como una escena para comenzar a verlo como una verdad, mi verdad.
“La verdad en la escena, es todo aquello en que podemos creer con sinceridad, sea en nosotros mismos, sea en nuestros colegas. La verdad no puede ser separada de la fe ni la fe de la verdad.”
En este punto de la trayectoria, el actor necesita arraigarse fuertemente en el pensamiento del personaje, es preciso que crea incluso en sus mentiras, porque de esta manera, aun si se trata de nimiedades, estas mentiras serán creíbles para todo el mundo.
Pero una cosa debe quedar clara, y es que si bien es cierto que es preciso que el actor viva la vida de su personaje a sangre pura para poder interpretarlo, también es cierto que los actores no deben convertirse en alguien más, porque el verdadero actor encuentra el equilibrio entre lo que mejor puede sacar de su persona y su personaje. Funde estas dos personalidades en una representación que permitirá contemplar a un personaje real, pero el cual muy en el fondo todavía mantiene la llama de su esencia encendida.
Un actor necesita tener paz y ser nervioso a la vez, es fácil decirlo, pero lograr esta contradicción requiere de arduo esfuerzo mental, espiritual y físico. Si, físico también, porque la construcción de un actor es un conjunto de pasos para llegar a una unidad, a un todo; y porque cada situación externa alterará el estado interior del actor.
“La tensión de un solo músculo en un punto único, había podido alterar todo el organismo, tanto espiritual como físicamente.” menciona Stanislavsky en su libro.
Sinceramente, este fue un tema con el que debatí bastante conmigo misma, principalmente porque no entendía para qué me funcionaría hacer todo ese ejercicio, a lo largo de las clases de actuación y montaje, al momento de actuar.
Al final de esta experiencia yo lo comenzaba a comprender y con este libro veo un poco más de fundamento en estas prácticas. Tener buena condición física, respirar apropiadamente, los ejercicios de vocalización, los calentamientos… todo esto sirvió y aunque no lo vi de inmediato, sí noté su importancia al final; porque inconscientemente lo prepara a uno por dentro y particularmente en mi caso me ayudó con mi voz cuando mi voz por naturaleza siempre ha sido baja.
Cuando no se tiene paz y no se está preparado físicamente, cuando se siente tensión en el cuerpo, cuando no estás a gusto con la utilería, con el vestuario, con la luz… todo esto se ve reflejado en tu actuación porque lo mantienes en tu interior, como una piedra en el camino.
Lo mejor que puede suceder es que el actor se vea completamente arrastrado por la obra. Entonces, sin intervención de su voluntad, vive el personaje sin notar como siente, sin pensar sobre lo que hace todo se ejecuta armónicamente, en forma subconsciente e intuitiva.
Para concluir este texto, citaré una frase que regresa al inicio de todo y que resume este ensayo en pocas palabras: “Nuestro tipo de creación es la concepción y nacimiento de un nuevo ser: el personaje en el papel. Es un acto natural, semejante al nacimiento de un ser humano.”
Si tres personas diferentes interpretaran a Hamlet, el mismo público fuese testigo de ello y posteriormente se les pidiera su opinión sobre cada una de las actuaciones que vieron, indudablemente las tres percepciones serian distintas y esto es debido a que el actor no es un personaje, un actor es simplemente eso: “actor”. Y ser actor significa vivir el personaje, sentirlo y llegar a ese clímax, a ese estado liminal en el que pueda tener el poder de llegar al escenario y dejarlo todo ahí; disfrutar tanto su papel que se le derritan las cargas, que se le olviden los problemas, que se le olvide hasta su nombre por ese excelso momento, por ese estado en el que solo verá luz y verdad.