Concepción Del Infierno en 'A Puerta Cerrada'
La obra fue escrita a mediados del siglo XX, época en la que predominaba la angustia y soledad como secuela de los múltiples conflictos sociales posteriores a la primera guerra mundial. En este escenario, el existencialismo se consolida como una corriente que reflexiona sobre cuestiones de la esencia humana y la vida. Jean Paul Sartre —cuyo pensamiento fue previamente relacionado con corrientes como la fenomenología y el marxismo— es considerado el mayor exponente de esta nueva corriente. Sartre define al hombre como un ser “condenado a ser libre”. Él admite que vivimos en medio de circunstancias que nos afectan, pero rechaza cualquier predestinación por fuerzas externas —como la existencia de un ser supremo— que nos lleven a cometer actos específicos. Para el filósofo, el ser humano es libre de elegir sus acciones y, por tanto, responsable de ellas y su repercusión. Además, también plantea que la consciencia de esta responsabilidad da origen a la angustia. Considero que haber sido recluido como prisionero de guerra y obligado a coexistir con personas con características de una degradación moral, influyó en su pensamiento acerca de la mirada que es base de la obra.
Por otra parte, el contexto socio-cultural en el que Sartre vivió, lo llevó a apoyar el comunismo. El escenario de la obra parece estar influenciado por su ideología política, ya que la elección del salón Segundo Imperio, posiblemente, hace alusión a la burguesía y división de clases sociales.
Finalmente, Sartre estudió diferentes filósofos que pudieron haber moldeado su pensamiento ya sean afines o contratantes a sus ideas. Entre los más destacables se encuentran Marx, representante del comunismo y Descartes, quien analiza la libertad y plantea la responsabilidad del hombre. Me llamó la atención que, durante su cautiverio, Sartre pidió leer Ser y tiempo, obra perteneciente a la fenomenología, en la que Heidegger estudia la contingencia del hombre, mirada y enajenación, afirmando que el hombre debe tomar las riendas de su existencia, sin recurrir a socorros metafísicos. Esta idea se ve indudablemente reflejada en los personajes existenciales de la obra.
En conclusión, las consideraciones culturales y contextuales vertidas durante la actividad oral interactiva me ayudaron a comprender las influencias en la filosofía de Sartre, y la repercusión en su obra, particularmente A puerta cerrada.
Valor filosófico del espacio en A puerta cerrada
A puerta cerrada fue escrita por el francés Jean-Paul Sartre en 1944, un periodo de entreguerras caracterizado por conflictos sociales, catástrofe y angustia, donde se cuestionaba acerca de la condición humana y el sentido de la vida. En este escenario nace la corriente existencialista de la cual Sartre fue precursor y a la que esta obra pertenece. Para el autor, el hombre es condenado a ser libre y actúa con mala fe cuando no asume responsabilidad por sus actos. El filósofo también plantea que la mirada de los demás transforma al ser humano: lo desnuda, juzga y condena. De este modo, el infierno está encarnado por la mirada del otro. El pensamiento de Sartre se ve reflejado en todas las dimensiones de la obra, de entre las cuales, el espacio es, sin duda, fundamental. Pese a que A puerta cerrada se desarrolla en un solo escenario, éste posee un valor simbólico clave para la construcción de significado, pues contribuye a la sumersión del lector en la filosofía sartriana.
Existen dos espacios presentados en la pieza: el salón principal, una habitación cruda, angulosa, y llena de objetos que parecen no tener utilidad, y el “allá” terrenal evocado por los personajes, en el que predomina la violencia, maldad e individualismo característicos de la Europa del siglo XX. El escenario no solo determina la atmósfera de cada acto, sino que también tiene un impacto directo en la evolución de los personajes ya que, al ser un espacio cerrado, se crea un ambiente hostil y opresivo que intensifica la saturación de los personajes. Con el paso del tiempo, su condición se degrada desde una aparente serenidad hasta llegar al límite máximo de desesperación.
A pesar de que los personajes presentan diferentes actitudes al llegar al salón, todos terminan por reconocer sus pecados ante los demás; ellos están conscientes del lugar en el que se encuentran y la razón por la que son castigados. Según la filosofía sartriana, cada uno encarna una forma de ‘mala fe’: Garcin —que en vida fue un cobarde y maltrató a su esposa— intenta ignorar la presencia de sus compañeras en el salón con el objetivo de escapar del juicio del otro. Habiendo asesinado a su hija, Estelle no acepta la responsabilidad por las atrocidades que cometió: comienza por negarlas, asumiendo que su estadía en el infierno se debe a un error, se refugia en la superficialidad y vanidad, e incluso asume el papel de víctima. Inés, por el contrario, reconoce su culpa. Sin embargo, no muestra remordimiento alguno, sino que lo hace de manera desvergonzada y hasta descarada. Es así que los tres personajes deberán enfrentarse a su verdugo “que es cada uno para los otros dos” (Sartre; p.20). Siguiendo este argumento, el espacio cumple un rol significativo en la representación de la filosofía existencial, ya que sus características permiten al lector identificarlo como el infierno.
En primera instancia, algunas cualidades del salón hacen alusión a la mitología infernal, tal es el caso del calor sofocante que inunda la habitación. El estilo del salón, a su vez, también contribuye a crear un ambiente duro, desapacible e inhospitalario. El espacio fue cuidadosamente construido para acoger a los personajes y cada objeto mencionado constituye un oponente para ellos. Incluso el timbre, que en el primer acto parecía atenuar el suplicio de la triada; al no funcionar, se convierte en un antagonista.
“INÉS. – (…) Así que estos muebles están aquí por casualidad. Por casualidad el canapé de la derecha es verde espinaca y el de la izquierda bordeaux. (…) ¿Y la estatua es también una casualidad? ¿Y este calor? (Silencio.) Les digo que lo han dispuesto todo. Hasta los menores detalles, con amor. Este cuarto nos esperaba.
ESTELLE. – Pero ¿cómo puede decir eso? Todo es tan feo aquí, tan duro, tan anguloso. Yo detestaba los ángulos.
INÉS (encogiéndose de hombros). – ¿Cree usted que yo vivía en un salón Segundo Imperio?” (Sartre; p.18).
Adicionalmente, la referencia a la burguesía sugiere influencias de la ideología comunista con el que el autor se identificaba. Esta podría ser interpretada como una crítica a la división de clases sociales, pues la libertad y compromiso del hombre no realiza distinciones, sino que es una propiedad de la existencia misma.
Para enfatizar en su pensamiento acerca de la mirada, Sartre realiza un contraste entre la imagen habitual que el hombre crea del infierno y la concepción que él plantea. Esto se logra con la mención de objetos como las palas, parrillas y los fuelles de cuero, elementos que se esperarían encontrar en el infierno como instrumentos de tortura. No obstante, para Sartre, la verdadera tortura no es física. El padecimiento de Garcin al final de la obra es de tal magnitud que hubiera preferido ser torturado con los elementos mencionados, antes de verse obligado a compartir la habitación con Estelle e Inés. Por otra parte, el cepillo de dientes es símbolo de la naturaleza humana en su constante necesidad de higiene y estética. Quitándolos ayuda a mostrar el proceso de deshumanización por el que los personajes atraviesan: ellos son arrebatados de su dignidad humana que, de todas formas, no tendría propósito en un lugar donde están ‘desnudos’ ante los demás.
Continuando, además de intensificar. la sensación de encierro, la ausencia de ventanas y espejos no permite que los personajes vean su propio reflejo. Más allá, ante la necesidad de ver su apariencia, Estelle usa a Inés como espejo. Este acto sirvió como una metáfora por la cual el autor expone su pensamiento: para él, la mirada del otro es lo único capaz de mostrar la realidad del ser y es por eso que la única forma que los personajes tienen de verse a sí mismos es a través de los ojos de los demás.
El lujoso salón tampoco posee camas “porque jamás se duerme” y drásticamente, no se parpadea. Dado que cerrar los ojos representa un escape o evasión de la realidad y compromiso del hombre, la ausencia de camas está relacionada con la imposibilidad de liberarse de la responsabilidad o atribuirla a una fuerza externa, como los personajes intentaron: Garcin culpando a su naturaleza y Estelle, afirmando que se vio obligada por las circunstancias.
Los elementos presentes, por otra parte, contribuyen a la degradación de los personajes. Las lámparas siempre encendidas ocasionan la pérdida de noción del tiempo que hace eterna su estadía, el cortapapel sin función sirve de muestra del sinsentido desesperante de la habitación y el estatismo de la reproducción en bronce desata ansiedad e impotencia en los personajes. La estatua se encuentra ahí como un recordatorio permanente de que se encuentran en el infierno y es símbolo del devoramiento de miradas: “La estatua está ahí, la contemplo y comprendo que estoy en el infierno” (Sartre, p.41).
Por otra parte, los canapés objetan la idea de azar o error que Garcin y Estelle sostienen en un principio: la precisión de número demuestra que la habitación los esperaba. Por medio de ellos, los personajes establecen una relación de pertenencia: a cada uno le pertenece un canapé, así como los tres pertenecen al infierno. Adicionalmente, aunque están conscientes de que no podrán liberarse, ellos intentan refugiarse en el individualismo de su canapé, lo que resultará imposible pues la presencia de los demás se hace insoportable una vez que rompen conexión con la Tierra. “Sí. Y nos… nos salvaremos. Callarse. Mirar en uno mismo, no levantar nunca la cabeza. ¿De acuerdo?” (Sartre; p.20). De la misma manera, los canapés pueden asociarse con superficialidad, habiendo un contraste entre la postura de Estelle, quien reclama porque el color del sillón no combina con su vestido y Garcin, quien ofrece cederle el suyo.
Finalmente, la puerta es un símbolo crucial para entender la filosofía sartriana. Esta permanece cerrada sugiriendo a los personajes y al lector que es el único impedimento para liberación. Sin embargo, la puerta se abre en la última escena, ocasionando un giro en la obra. Garcin, Estelle e Inés tienen la libertad de escapar y dejar a sus compañeros, pero no lo harán, pues su verdadera condena no es el encierro, sino el lazo irrompible que existe entre ellos; la dependencia que no les permite abandonarlos, ya que, a pesar de que su mirada los condena, solamente a través de ella podrán reflejarse y reafirmar su existencia. “Hay vía libre, ¿quién nos retiene? ¡Ah! ¡Es para morirse de risa! Somos inseparables”(Sartre; p.41). Su castigo será no poder abandonar a los otros, tener que permanecer en la habitación siendo devorados por las miradas. “Así que esto es el infierno. Nunca lo hubiera creído… ¿Recordáis?: el azufre, la hoguera, la parrilla… ¡Ah! Qué broma. No hay necesidad de parrillas; el infierno son los demás” (Sartre; 41).
En conclusión, el espacio en A puerta cerrada sirve como un recurso complementario y esencial para la proyección del existencialismo sartreano. A pesar de que éste es principalmente proyectado de manera metafórica, la construcción de significado no se ve dificultada, sino más bien esta estrategia enriquece el contenido retórico y otorga a la obra un estilo único.