Conceptismo en la Poesía de Sor Juana Inés de la Cruz
Barroco fue una época con varias tendencias literarias y en este ensayo de Sor Juana Inés de la Cruz se hablará sobre el movimiento artístico en el que creó Sor Juana. La expresión barroco designa un complejo fenómeno que ha sido intensamente estudiado y discutido por los especialistas a lo largo de la historia, por toda Europa durante la segunda mitad del siglo XVI y la primera parte del XVII, diversos acontecimientos colocaron al hombre renacentista frente a una nueva realidad contradictoria. Aquello provocó que todos los aspectos de la vida religiosa, científica, política, social, económica y artística fueran objeto de una profunda revisión. Así, en el siglo XVII, al surgir el estilo barroco, este se manifestó como un arte capaz de expresar toda esa crisis existencial, sus formas más libres y dinámicas que las del período anterior se constituyeron en el vehículo donde las contradicciones aparentemente irreconciliables, pudieron encontrar algún modo de coexistencia.
Hay que considerar, que el estilo barroco no fue sólo un simple medio de propagación de una ideología, sino más bien, fue un arte que surgió particularmente relacionado con ella. De este modo, el barroco de América se insertó dentro del conocimiento de la realidad americana, pero no actuó como simple envoltura de un estilo transmitido por medio de imágenes, sino que llevaba dentro de sí un efecto educativo, conformador del pensamiento común, para facilitar las tareas coloniales y que a la vez permitiera concientizar sobre algo que aludía a la realidad, pero no a la indígena, sino a la española.
En el arte de las letras, la literatura barroca se desarrolló bajo preceptos políticos absolutistas y religiosos contrarreformistas, y se caracterizó principalmente por el escepticismo y el pesimismo, con una visión de la vida planteada como lucha, sueño o mentira, donde todo es fugaz y perecedero, y donde la actitud frente a la vida es la duda o el desengaño, y la prudencia como norma de conducta. Su estilo era suntuoso y recargado, con un lenguaje muy adjetivado, alegórico y metafórico, y con empleo frecuente de figuras retóricas. Dentro de la literatura barroca se desarrollaron dos movimientos importantes, el primero es el culteranismo (impulsado por Góngora) que aspira crear un mundo de belleza absoluta atendiendo los valores sensoriales, teniendo como forma de expresión el verso. En este movimiento se le toma más atención a la forma del texto que a su fondo. Y el segundo corresponde al conceptismo (impulsado por Quevedo) que se preocupa por la sutileza del pensar y del decir. En este movimiento al contrario que en el culteranismo, se le presta más atención al fondo del texto en lugar de en su forma.
Dentro de este último movimiento nos encontramos con Juana Inés de Asbaje y Ramírez, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, nace el 12 de noviembre de 1651 en San Miguel Nepantla. Desde pequeña siempre le llamó la atención el conocimiento, así lo hace notar Gutiérrez al relatar que “al saber de la existencia en México de una universidad donde se instruía a varones, ruega le corten el cabello y la vistan como hombre para aplicarse en el estudio de las ciencias” (p.38), al saber esto notamos la tremenda importancia que tenía el adquirir conocimiento para Sor Juana, tanto así que no entendía porque el aprendizaje discriminaba según el género. Es así como en 1664 durante el apogeo de su adolescencia, el talento y la intelectualidad le abre camino a la corte virreinal logrando conocer a la virreina doña Leonor Carreto, con la cual Juana Inés entabla una amistad y admiración a tal nivel que dentro de sus poemas próximos la llama “la hermosa luna”; ya entrados al año 1667 Juana decide entrar al convento debido a su sabido rechazo hacia el matrimonio, múltiples autores han indagado sobre esta decisión dando motivos tales como desilusión amorosa, inclinación homosexual, entre otras; lo único que se afirma con seguridad es que vocación para servir al señor no tenía, sino que tomó la decisión del convento para seguir con su vida intelectual y de estudiosa.
En los primeros tres meses se encontró en el convento de la Orden de las Carmelitas Descalzas donde encontró un mundo diferente al que ella acostumbraba vivir en la corte, en este nuevo mundo se esperaba que ella fuera obediente, devota y sumisa, toda aquello que se negaba a ser. Al ser reubicada con las hermanas de San Jerónimo sigue cultivando su intelecto y con ello creando poesía, además se sabe que sigue manteniendo una amistad con la corte, específicamente doña María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga; la cual fue inspiración para algunos de sus poemas, pero esta no fue la única inspiración que tiene Sor Juana, ya que “La obra de Sor Juana es también el reflejo del mundo político – religioso de la Colonia, de estos príncipes de la Iglesia o de la Corona, de estos virreyes y arzobispos que no querían compartir sus poderes y privilegios.” (Wissmer citado por Guiérrez, p. 42). Es por ello que durante su vida como monja siempre fue oprimida por la figura masculina disfrazada de diferentes personajes, esto debido al peso político, intelectual y subversión a su papel de mujer, siendo para la época un problema. Pero esto no logró que Juana Inés callara, sino que por el contrario “utiliza la escritura no sólo como medio sino como fin para expresar sus verdaderos propósitos de forma que no corre riesgos” (Gutiérrez, p.45).
Su vida acaba cuando en el 17 de abril de 1695 fallece debido al cólera, pero antes de ello Sor Juana de la Cruz vende sus libros e instrumentos, utiliza el dinero para ayudar a los pobres y afectados de las catástrofes naturales y sociales que están ocurriendo en México durante esos años y se ofrece para ayudar a sus hermanas enfermas por la epidemia, Juana se contagia y termina muriendo.
Pero el legado de Sor Juana Inés de la Cruz queda y junto con ello su pensamiento el cual expresa la influencia de un proceso de transición, ya que en la poesía lírica, el Barroco se afirma y florece en los dos centros más importantes de la cultura americana, México y Perú, pero también en centros menores. Por ende el pensamiento de Juana Inés se encuentra entre el escolasticismo, cuya base se sustentaba en la razón y la fe, y por otro lado el nacimiento de la ciencia moderna o el saber moderno, como algunos le llaman. Es principalmente en el poema «Primero Sueño» donde se encuentra una riqueza enorme respecto a su pensamiento de carácter filosófico; además, se sabe que este fue hecho por el puro placer de su autora y por lo tanto representa la genuina esencia de lo que piensa y cree. «Primero Sueño» nos muestra experiencias del mundo interno, del alma que se experimenta fuera del cuerpo, mientras este duerme. Revela las experiencias de la subjetividad más profunda en el mundo sideral, del mundo invisible que está más allá de la realidad fenomenológica.
Por otro lado, mayormente las obras de Juana Inés hablan sobre un amor erótico, y es que aquí notamos no solo la capacidad de crear lírica con métrica, sonetos y rima hermosa y atrayente, sino que además Sor Juana logra jugar con el pensamiento del amor, y la fogosidad de la sensualidad erótica.
“Detente, sombra de mi bien esquivo,
Imagen del hechizo que más quiero,
Bella ilusión por quien alegre muero,
Dulce ficción por quien penosa vivo.”
Sin embargo, Sor Juana nos muestra una diversidad de temas, tópicos y voces que ella adopta en sus obras, no sólo nos enseña un mundo nuevo reflejado y transformado en las manos de una mujer criolla y sabia, sino que refleja la conciencia que tenía de su singularidad de mujer escritora e intelectual y de su puesto comprometido, como tal, en la sociedad de su tiempo; así lo percibimos en los ecos de su poesía que nos traen las voces refinadas de la corte, las religiosas del convento y las catedrales, y las del mundo abigarrado de la calle, con sus castas, e indios y negros que cantan, bailan y protestan. Es por ello que Sor Juana no solo debe ser reconocida por lo anteriormente expresado, ella fue una mujer adelantada a su época, quien demostró que las mujeres podían ser tanto como los hombres; propuso una igualdad de género y luchó a su manera para lograr el reconocimiento que hoy se le da a sus obras, a sus poemas y a ella como monja, escritora y mujer.