Política de Salud Pública Masculina
Introducción
Es sustancial que los saberes hegemónicos cuestionen la asertividad de sus respuestas a las demandas en salud de las comunidades a las cuales se debe. En cuanto a la población masculina, sería conveniente indagar por la posible invisibilización de los hombres en sus prácticas discursivas y, consecuentemente, la ausencia de acciones que favorezcan el cuidado de sí, porque tradicionalmente ha sido un asunto considerado femenino, lo que conduce, a su vez, a pensar que los discursos de la salud pública, pueden estar reforzando prácticas estereotipadas y adscritas a la masculinidad hegemónica.
De acuerdo con autores como Connell y Figueroa deben develarse las estructuras discursivas instituidas en la salud pública, para poder hacer visibles las relaciones, visiones de mundo, apuestas e influencias que afectan negativa o positivamente a los hombres como sujetos generizados. Si se conviene que ser hombre o ser mujer trae de suyo la aceptación de roles, de posiciones en la estructura de la organización social, que delimitan maneras de ser diferenciadas y legitimadas por la misma sociedad, se convendrá que es fundamental entender las lógicas que de la subjetividad posibilitan discursos como el de la salud pública, orientar de manera oportuna y pertinente, políticas que procuren el bienestar de hombres y de mujeres, en respuesta a la búsqueda de equidad, como valor insoslayable de la acción profesional en esta área.
Desarrollo
Consecuentemente, autores como Keijzer, proponen la construcción de una política de salud dirigida a la población masculina, ya que una política de este tipo puede tener efectos positivos en hombres y en mujeres, si se considera que el hombre, por su aprendizaje social, no solo pone en riesgo su salud sino también la de sus seres queridos.
Lo antepuesto exige anticipar en términos investigativos, hacia la comprensión de las lógicas de reproducción masculinas, de sus códigos simbólicos, de tal manera que se genere una conciencia posibilitadora de transformaciones en el cuidado de sí. Se requiere durar en la aspiración de comprender cómo los discursos instituidos en salud han contribuido a la perpetuación de roles y posiciones tradicionales en los varones.
A partir de la apariencia de la salud pública, se precisa concretar la preocupación sobre las miradas que se han tenido hasta ahora y modificar sustancialmente los conceptos y enfoques en los cuales se han basado sus prácticas discursivas. Ello posibilitará un nuevo modo de aclarar las realidades que se evidencian en sus prácticas profesionales, y obliga a repensar dichas prácticas, a observar y valorar las realidades, el mundo, las personas y sus experiencias, de un modo de disrupción con las estructuras convencionales.
La media de edad de los pacientes fue de 49.9 ± 17 años con un rango de 18 a 85 años. El 54.5% eran hombres. Con relación al grado de estudios, el 10% es analfabeta, 69.9% tiene estudios de nivel básico y 19.9% estudios profesionales. De acuerdo al estado civil, el 57.7% está casado o vive con una pareja y 29.7% es soltero.
El tiempo que llevaban los pacientes hospitalizados fue de 9.26 días en promedio con un rango de 0 hasta 61 días. En general, el 57% de la población de estudio está totalmente satisfecho, mientras que el 20.6% refirió estarlo parcialmente y el 10.8% regularmente satisfecho. Esto se puede corroborar al identificar que un porcentaje alto da una buena opinión del trato de las enfermeras; y más del 90% quedó contentó con la atención recibida.
Conclusión
esto se refleja en las referencias de los usuarios: darían buena información de los cuidados recibidos, recomendarían el hospital, y en caso de tener en el futuro un problema de salud le gustaría ser atendido otra vez en la institución hospitalaria. Por otra parte, en cuanto al grado de satisfacción de acuerdo al género, el 78.9% de los hombres está parcial a totalmente satisfecho, mientras que las mujeres solo el 76.1%.